Epílogo
Carter se meció en la mecedora y miró a su hijo, que ya casi tenía cuatro meses. Era de noche y él se había colado en la habitación del pequeño sólo para tenerlo en brazos un momento. La dulce inocencia del pequeño, su absoluta confianza y su dependencia satisfacían algo profundo en Carter que no sabría explicar.
El bebé le había cambiado la vida, Carter sentía que su antiguo idealismo volvía lentamente. La herida dejada por los crímenes de Hooper comenzaba a cerrarse conforme se involucraba más con su familia, su negocio de construcción de casas, la tienda de Liz y el pequeño pueblo que él nunca hubiera creído que se convertiría en su hogar.
Besó a su hijo y lo dejó de nuevo en la cuna. Luego regresó a la cama con Liz. Ella lo estudió unos momentos.
—¿Qué te ocurre?
—Estaba pensando en La dama de Shalott —contestó él y sonrió—. Me gusta más nuestro final.
Ella lo abrazó y lo besó apasionadamente.
—A mí también.
*