00up

Capítulo 16

Después de pasarse tres días en la tienda y sus tres noches en la cabaña de Carter, Liz se sentía extraña en su casa. Los asuntos desagradables que había arrinconado en el fondo de su mente resurgieron: la marcha de su padre y lo que le había dicho, imágenes de su madre y de cómo sería a los treinta y un años, la edad en que se había quedado embarazada de ella.

Liz acostó a sus hijos y se sentó frente al ordenador. Se sentía obligada a comprobar su correo electrónico por si Dave le había respondido a su último mensaje.

En efecto, Dave había respondido, de hecho había escrito tres mensajes. También había uno de Carter y lo abrió primero: Qué soledad esta noche en la torre.

Liz sonrió, hacía referencia al poema de Tennyson. «La maldición cae sobre mí», pensó ella recordando el poema. La forma brusca en la que Keith había abandonado su tienda y la confusión posterior en el rostro de Christopher demostraban que verse con Carter ya le estaba complicando la vida, pensó.

¿Debía decirle que no quería seguir viéndolo? ¿O debía admitirle que aún podía olerlo en su piel, sentirlo junto a su cuerpo, que sonreía al recordar su sonrisa? «Nada de eso», se dijo. Sabía que se desmoronaría y volvería a los brazos de él, así que era inútil decirle que aquello se había terminado. No quería que él supiera el poder que ejercía sobre ella. Volvió a leer La dama de Shalott y respondió a Carter: La corriente condujo muy lejos a la dama de Shalott.

Envió el mensaje, respiró hondo y se dedicó al resto de correos. Empezó abriendo el primer mensaje de Dave: ¿Estás bromeando, no? Tiene que ser una broma…

Pero debía de habérselo tomado en serio porque había enviado otro mensaje: Es mi edad, ¿verdad? Nunca le has dado una oportunidad a nuestra relación.

La diferencia de edad le importaba a Liz, pero era la menor de sus preocupaciones. Lo que la sorprendía era que respecto a Carter también tenía sus dudas y sin embargo había pasado las tres últimas noches haciéndole el amor hasta que los dos habían quedado exhaustos.

El tercer mensaje de Dave era más largo:

Quiero hablar contigo antes de que te decidas irremisiblemente, ¿de acuerdo? No soy el mismo hombre al que conociste cuando estabas aquí en California, deberías haberte dado cuenta ya. Hemos hablado por teléfono y nos hemos escrito durante más de año y medio. Es tiempo suficiente para conocer a alguien, para crear una base fuerte para una relación permanente.

Desde tu último mensaje no he sido capaz de pensar en otra cosa. Quizá haya sido un poco lento en darme cuenta, pero te amo, Liz. Si has hecho esto para saber si me importas, ya ves que sí.

Liz parpadeó y releyó el mensaje esperando encontrar alguna referencia a que era broma, pero no había más frases ni más mensajes. Parecía que Dave hablaba en serio.

¿Cómo podía contestarle? Ella le tenía mucho cariño, pero no estaba enamorada de él; conocer a Carter la había ayudado a aclararse en ese sentido. Escribió su respuesta.

Tal vez sea un error cortar contigo. Eres un buen partido y siempre tendrás un lugar en mi corazón. Pero mi vida va en otra dirección. No volveré a Los Ángeles en años, si es que alguna vez regreso, y tú no quieres vivir en un pequeño pueblo de Idaho. ¿Qué oportunidades tenemos?

Era más de lo mismo, pero Liz envió el mensaje de todas formas y luego comprobó si había recibido algún correo nuevo. Para su sorpresa, Carter le había contestado: Puedo salvarte.

Liz soltó una risita y se frotó los ojos. Ojalá alguien la salvara, pero de ella misma.

Un mensaje instantáneo apareció en su pantalla.

 

CHudsonl973: He comprado las velas que te gustan, de vainilla.

Liz sonrió ampliamente. Era Carter.

 

Luvs Chocolat: Apuesto a que huelen fabulosamente bien.

CHudsonl973: No tanto como tú.

Luvs Chocolat: Sólo intentas meterme en tu cama de nuevo.

CHudsonl973: ¿Y funciona?

Luvs Chocolat: Me lo estoy pensando.

CHudsonl973: ¿Y no podrías pensártelo aquí? Me gustaría que vieras mi casa, he desempaquetado algunas cajas.

Luvs Chocolat: Eso sí que son buenas noticias.

CHudsonl973: He pensado que voy a estar por aquí un tiempo, unos meses, así que es mejor que me ponga cómodo.

Luvs Chocolat: ¿Eso es otra estratagema para que me acueste contigo?

CHudsonl973: Debo de ser más transparente de lo que yo pensaba.

 

No exactamente. Ella apenas sabía nada de él, pensó Liz, pero él parecía a gusto así.

Luvs Chocolat: Tal vez no seas el hombre más fácil de comprender del mundo, pero eres bueno, eso sí debo reconocértelo.

CHudsonl973: ¿Bueno en qué sentido?

Luvs Chocolat: ¿Buscas que te halague?

CHudsonl973: Esperaba que me dijeras algo muy caliente.

Luvs Chocolat: ¿Bromeas? Sé adonde nos conduciría eso. Por cierto, gracias por todo lo que compraste hoy, ¿cuánto te debo?

CHudsonl973: ¿Te incomoda la conversación?

Luvs Chocolat: Me incomoda lo que la conversación me hace sentir.

CHudsonl973: ¿Y si yo siento lo mismo?

Luvs Chocolat: Tenemos que tener en cuenta más cosas.

CHudsonl973: Podría ir a tu casa.

Luvs Chocolat: No quiero que Mica o Christopher se levanten y se encuentren a un hombre en la casa.

 

Hubo una pausa.

 

CHudsonl973: De acuerdo.

Luvs Chocolat: No me has dicho qué te debo de las compras de hoy.

CHudsonl973: Una cena, mañana por la noche.

Luvs Chocolat: Tengo que trabajar.

CHudsonl973: También tienes que comer. Cierra durante una hora. Quiero estar contigo.

Luvs Chocolat: ¿Te refieres a que quieres verme?

CHudsonl973: A las dos cosas.

 

Él parecía tan interesado en continuar su relación como ella. ¿Podía ser cierto?

 

Luvs Chocolat: Carter… No creo que debamos involucrarnos mucho mutuamente.

CHudsonl973: Ya estamos involucrados.

 

Liz suspiró con la vista clavada en la pantalla. Ella nunca se había visto envuelta en un romance apasionado como aquél. La asustaba y le encantaba a la vez.

Cada vez que había ido a su casa el fin de semana, se había dicho que tan sólo se trataba de tres días. Pero la realidad era que no se cansaba de él, que quería más. Estaba planteándose incluso que él fuera a visitarla esa misma noche, cosa que le hizo darse cuenta de que debía cortar aquella conversación.

 

Luvs Chocolat: Estoy agotada. ¿Hablamos mañana?

CHudsonl973: Antes de que te vayas, ¿has sabido algo de Dave?

Luvs Chocolat: ¿Recuerdas su nombre?

CHudsonl973: Recuerdo que quiere tener una relación seria contigo.

Luvs Chocolat: He cortado mi relación con él.

CHudsonl973: ¿Y cómo se ha tomado la noticia?

Luvs Chocolat: Me ha dicho que me ama.

 

Hubo una larga pausa.

 

CHudsonl973: Menuda sorpresa. Lo último que yo había oído era que te llamaba de vez en cuando.

Luvs Chocolat: Para mí también ha sido una sorpresa.

CHudsonl973: Así que ¿tengo algo de competencia?

Luvs Chocolat: ¿Lo dices en serio? ¿Te molesta que Dave me llame?

CHudsonl973: ¿Tú qué crees?

Luvs Chocolat: No tienes de qué preocuparte. Si Dave es listo, esperará hasta que tú te vayas. Ganará por falta de adversario.

 

Hubo una pausa aún más larga. Pero eso era cierto, si Dave estaba realmente interesado en ella, sólo tenía que esperar unos meses. Liz volvería a estar libre entonces.

 

Luvs Chocolat: ¿Hola?

CHudsonl973: No te entretengo más. Keith no ha vuelto a molestarte desde que se marchó de la tienda, ¿verdad?

Luvs Chocolat: No he vuelto a saber de él, ¿por qué?

CHudsonl973: Sólo comprobaba.

 

Carter deambuló por su cabaña pensando en Liz después de su conversación por chat. Estaba usándola como una distracción, se dio cuenta. Cuando recordaba sus piernas, su piel, su boca, no pensaba en Laurel, ni en el hombre que la había torturado y violado antes de que él la rescatara de aquella habitación de hotel, ni en el paquete de Johnson que seguía sin abrir encima de la mesa. Carter podía fingir que no existía nada aparte de Dundee, cuyo acontecimiento del día había sido la inauguración de La Chocolatérie.

Carter no tenía una vida muy emocionante, pero le gustaba aquello. Le gustaba lo que había hecho en la tienda. Era algo bueno y él había ayudado a crearlo. Además había hecho feliz a Liz, ella no había dejado de sonreír en todo el fin de semana.

Él necesitaba gente positiva como ella en su vida.

Quizá debería regresar a la construcción, después de todo. Pero para comenzar un negocio así debería establecerse en algún lugar. Incluso si construía casas y no lograba venderlas, podía alquilarlas, y eso requería dedicación y mantenimiento. Podía contratar a alguien para que lo hiciera, pero si tenía casas allí, ya estaría atado a aquel lugar. Y él necesitaba ser libre para poder huir de los fantasmas que lo perseguían. De momento Dundee era un buen lugar para él, pero los fantasmas también lo encontrarían allí, siempre lo encontraban.

Deshizo las cajas que había vaciado y las dejó junto a la puerta para tirarlas por la mañana. Por lo menos le importaba el aspecto del lugar donde vivía, pero sólo porque quería que Liz se sintiera cómoda cuando fuera allí.

Carter se preguntó si ella pasaría el fin de semana con él. Tendría a los niños con ella, lo cual no era muy prometedor. A él le caían bien, le parecían buenos chicos. Pero no parecía que Liz quisiera que lo conocieran. Carter podía comprenderlo, hasta cierto punto, pero eso no hacía más fácil la relación con ella.

Sonó su teléfono móvil, que estaba en el despacho. ¿Quién lo llamaría tan tarde? Comprobó el número y sonrió.

—Mamá, son las dos y media de la madrugada, ¿qué haces levantada tan tarde? —saludó.

—Aquí son las cuatro y media, me he levantado temprano —dijo ella—. La lluvia me ha despertado y no he podido volver a dormirme.

—¿Qué ocurre?

—He estado fuera un par de días con Suzanne, la amiga que conocí en el anticuario. Y cuando llegué anoche a casa, había varios mensajes para ti en el contestador automático de un tal agente especial Johnson.

Carter miró el sobre que estaba en su escritorio. Había estado a punto de tirarlo a la basura, pero su innato sentido de la responsabilidad le había impedido hacerlo cada vez que lo había pensado.

A Carter no le hizo gracia que Johnson hubiera telefoneado a su madre.

—¿Y qué dice?

—Dice que no contestas al móvil. Quería saber si yo tenía otra forma de contactar contigo.

—Pero qué hijo de… Él sabía que a ti sí te respondería si me llamabas por teléfono y que me dirías que me está buscando.

—¿No quieres hablar con él?

Carter se hundió en su silla, sintiéndose enormemente agotado.

—No.

—¿Qué es lo que quiere de ti? —preguntó su madre.

—Charles Hooper dice que quiere hablar.

Hubo un silencio.

—¿Sobre lo que le hizo a Laurel? —inquirió su madre al fin.

—No. Sabe que eso no me interesa. Ya está encarcelado por lo que le hizo a Laurel.

Carter se preguntó si se había equivocado presionando a Laurel para que testificara. ¿Había contribuido eso a que ella perdiera las ganas de seguir viviendo? Él había estado tan seguro de que podía ayudarla, de que una vez casados él sería capaz de hacerle olvidar la violencia que los había unido…

—Johnson cree que hay más… cadáveres —añadió él—. Hooper es un hijo de perra.

—¿Y qué quiere contarte?, ¿lo que les hizo?, ¿dónde están sus cuerpos?

—Eso es lo que le ha dicho a Johnson, pero yo creo que quiere fastidiarme un poco. Debe de haberse enterado del suicidio de Laurel, por eso quiere hablar conmigo. Quiere restregarme en las narices que ella está muerta, que por mucho que yo hice, vivo una cadena perpetua igual que él.

Hubo otro largo silencio y luego su madre suspiró.

—Si Hooper va a hablar, podrías cerrar algún caso sin resolver y permitir que las familias de esas mujeres obtuvieran algo de paz —dijo ella.

Carter no dijo nada, pero sabía que era cierto. Las familias sufrían hasta que sabían qué había sido de sus familiares. Cuando averiguaban que habían fallecido también sufrían, pero al menos lo sabían y podían despedirlo adecuadamente. Nada era peor que no saber dónde estaba la persona amada.

—Ya ves, Hooper no es el único hábil manipulando a la gente. Mira a Johnson —dijo él, se despidió y colgó.

Johnson seguía viviendo dedicado a su trabajo, implacable y hasta cierto punto imperturbable. Él nunca había permitido que la maldad con la que trabajaba formara parte de su vida.

Carter observó el paquete unos instantes. Lo abrió. Contenía tres fotografías de tres mujeres con la fecha y el lugar en el que habían desaparecido escritos por detrás.