Capítulo 6

Charity alzó la mirada de su ordenador, sorprendida al ver entrar a Mitch en la oficina del periódico. Parecía enfadado.

—¿Has encontrado la camioneta negra? —le preguntó, levantándose.

—¿Por qué estuviste haciendo preguntas sobre Nina Monroe?

—¿Qué? —se quedó mirándolo fijamente.

—Es cierto, ¿verdad?

Charity se preguntó cómo se habría enterado. Y, lo más importante: ¿por qué parecía molestarlo tanto?

—A no ser que esté equivocada, tú y yo ya no solemos hablar gran cosa de nada. Y, ciertamente, tampoco has mostrado mucho interés por mis artículos.

—¿Estabas preparando un artículo sobre Nina?

No pensaba decirle que había encontrado una buena historia con ese tema.

—¿Y a ti qué te importa?

Mitch se quitó el sombrero, se pasó una mano por el pelo y soltó un gruñido.

—Acabo de enterarme de que estuviste haciendo preguntas sobre ella el mismo día que desapareció.

Charity parpadeó asombrada.

—¿Que desapareció, has dicho? —eso sí que era una buena historia.

—Nina no se presentó a trabajar esta mañana, y a Wade le preocupa que haya podido sucederle algo.

Aturdida, se dejó caer en su sillón.

—Había oído rumores acerca de la nueva pintora de la fábrica, pero…

—¿Qué tipo de rumores?

Charity alzó la mirada.

—Rumores de que había algo entre Wade y ella.

—¿Y?

—Nada. Hice algunas preguntas y no conseguí respuestas —¿se habría olvidado de algo? Evidentemente—. Iba a hacerle una entrevista a Nina para el semanario. Me prometió que me escribiría unas líneas.

—Charity, si sabes algo sobre la desaparición de Nina Monroe, será mejor que me lo digas ahora mismo.

—No tengo la menor idea, de verdad…

Mitch suspiró, lanzándole una mirada cargada de sospecha.

—Pues resulta muy extraño que estuvieras haciendo preguntas sobre ella el mismo día de su desaparición, ¿no te parece?

Sí que se lo parecía. Miró su reloj.

—¿Y bien? —insistió Mitch.

—Sólo estaba pensando —su estómago escogió aquel momento para quejarse.

—¿En comida?

Charity sonrió.

—Me conoces tan bien…

—Charity, ni siquiera tengo tiempo para una comida rápida.

—Precisamente le he encargado a Betty dos pedazos de pastel de merengue de limón —esbozó su sonrisa más seductora.

—¿Tan segura estabas de que íbamos a comer juntos?

—Hay cosas que están determinadas de antemano, Mitch. Sobre todo si quieres continuar con esta conversación —y recogió su impermeable antes de que pudiera oponerse a la idea.

Mitch intentó decirse que tenía que comer algo. Por lo demás, sabía que le resultaría más fácil arrancarle respuestas con el estómago lleno… el de ella, no el suyo. Como sabía también que le estaba ocultando algo acerca de Nina Monroe.

 

 

A primera hora de la tarde, el café de Betty estaba relativamente vacío. Todo el mundo debía de estar fuera, buscando al Bigfoot.

Charity y Mitch se sentaron al fondo y pidieron lo de siempre: hamburguesas con patatas fritas.

Aquello le recordó a Mitch cuando estudiaban juntos en el instituto. Eran buenos recuerdos. De hecho, de Charity conservaba un montón de buenos recuerdos. Pero eso era antes de que se convirtiera en la periodista del pueblo y él en el sheriff. Antes de que se diera cuenta de que casarse con ella sería un desastre… dados los genes de sus respectivas familias.

—Muy bien, soy todo oídos.

Charity tomó con los dedos una larga patata frita mojada en ketchup y la mordió, cerrando los ojos como si se tratara de una experiencia erótica. Mitch tuvo la sensación de que probablemente así era. El simple hecho de observarla le provocaba el mismo efecto a él.

Sonrió cuando volvió a abrir los ojos. Y le lanzó una mirada que le hizo sentirse algo más que inquieto.

—Nina —le recordó Mitch. Betty estaba ocupada ayudando a la cocinera, y no podía oírlos. Pero estaban en Timber Falls. Y Betty era famosa por su oído.

Charity dejó a un lado la patata mordida para limpiarse los dedos. En un impulso, Mitch extendió una mano para quitarle una mancha de ketchup de la comisura de los labios. Tenía la boca más sensual del mundo…

Pero sabía a dónde podía llevarle ese tipo de pensamientos. A una ducha fría. Charity se lo había dejado innumerables veces claro: o matrimonio o nada. Y la nada era la mayor de las frustraciones.

Sonriendo levemente, Charity se humedeció los labios con la punta de la lengua, justo allí donde Mitch le había limpiado la mancha. Aquella mujer era incorregible.

—Charity.

—Ya te lo dije. Oí rumores acerca de Nina y Wade, y también que no era muy popular en la planta, así que decidí escribir un artículo sobre ella.

—¿Y?

Charity tomó otra patata frita y lo miró, sonriente.

—Te toca. Dime lo que has averiguado tú.

—Esa táctica no te va a funcionar, y lo sabes.

—Quizá sí —dio otro mordisco a la patata.

Mitch soltó un gruñido.

—El bungalow que le había alquilado a tu tía ha sido saqueado —suponía que, a esas alturas, Florie ya se lo habría contado—. Tu turno. ¿Tenía Wade una aventura con Nina?

—No lo creo. Francamente, la mayor parte de los rumores que he oído me suenan a resentimiento de empleados amargados intentando amargarles a su vez la vida a su jefe y a Nina. Sheryl, por ejemplo. Si Nina hubiera desaparecido, ella sería mi primera sospechosa.

En aquel momento Mitch se arrepintió de haber abierto la boca. Acababa de ofrecerle en bandeja una historia aún más interesante que la que había pensado escribir. Pero, en cualquier caso, la culpable era Nina por haber desaparecido. Lo cual le recordó lo que le había dicho Ethel… ¿No se trataría de una manera de llamar la atención? ¿Habría saqueado su propio apartamento dejando aposta la cucharilla para que la descubrieran, sabiendo que Wade llamaría al sheriff cuando la echara en falta en el trabajo? Tal vez ella misma había ayudado a que se difundieran los rumores sobre su supuesta relación con Wade para atraer precisamente la curiosidad de Charity. Ethel le había sugerido que Nina pudo haber manipulado a Charity. De hecho, había aceptado entrevistarse con ella. Si Nina era Ángela Dennison, tal vez había esperado que la propia Charity publicara la noticia.

Mitch frunció el ceño.

—Dijiste que Nina iba a escribir algo para ti. ¿Cómo qué?

—Me dijo que había tenido una vida muy interesante. Aunque eso es lo que suele decir todo el mundo, ¿no? Que con su vida se podría escribir un libro. Me pregunto qué es lo que pudo atraer a Wade de Nina…

Mitch se encogió de hombros. No quería darle más pistas.

—¿Sabes? Quizá hubo algo realmente entre ellos… —añadió.

—No lo creo —Mitch intentó pensar en algo para cambiar de tema.

Charity pareció decepcionada. Pero no se dio por vencida.

—Eso explicaría por qué Wade la contrató sin tener experiencia alguna, con tanta rapidez. Y por qué parecía pensar que todo lo hacía tan bien y que jamás cometía ningún error. Incluso el hecho de que en estos momentos esté tan preocupado por ella…

Mitch tuvo que darle la razón en silencio.

—Pero luego está lo de la pistola que Nina compró para protegerse —añadió Charity.

—¿La pistola? —ese dato lo desconocía. No aparecía registrada con un permiso de armas. ¿Y por qué pensaba que necesitaba protección?

—Se la enseñó a Hank Bridges una noche, en el Duck-In.

—¿Se la enseñó al camarero? —definitivamente aquello no le gustaba nada.

—Supongo que habría bebido bastante. Fue la última en abandonar el local. A Hank le preocupaba que volviera sola a casa. Ella le dijo que podía cuidar perfectamente de sí misma y, abriendo el bolso, le enseñó el arma.

—¿Qué tipo de arma?

—Ya conoces a Hank —dijo alzando los ojos al cielo.

Hank Bridges todavía vivía con sus padres. Su madre, Sarah, era la encargada de la oficina de correos y Buzz, el padre, era tallista en Dennison Ducks. Su hermano menor, Blaine, estudiaba en el instituto y trabajaba a tiempo parcial para Charity. Ninguno de los hermanos destacaba por su valentía. A Hank le aterraban las armas y las arañas. En general, cualquier tipo de peligro exterior.

—Hank no reconoció el tipo de arma —dedujo Mitch.

Charity asintió.

—Sólo me comentó que era pequeña, pero de aspecto letal.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó Mitch.

—La noche del sábado. ¿Y si Nina llegó a escribir algo y me lo mandó por correo?

—¿Como qué?

—La historia de su vida. O quizá el motivo por el que necesitaba un arma para protegerse.

—Eso es mucho suponer.

—Es una teoría, ¿no?

«Charity y sus teorías», pensó Mitch, maldiciendo en silencio. ¿Nina había estado en el Duck-In, emborrachándose y exhibiendo un arma, apenas un par de noches antes de desaparecer? También había discutido con un tipo en su bungalow el martes de aquella semana, por la noche, según Florie.

—¿Le mencionó a Hank por qué pensaba que necesitaba protección?

Charity meneó la cabeza.

—Hank no quería saber nada…

—¿Es eso todo lo que sabes de Nina? —vio que asentía con la cabeza. Se quedó mirándola detenidamente. ¿Por qué tenía la sensación de que no se lo había contado todo?

—No puedes evitar que escriba este artículo. Y lo sabes.

Tenía razón. Muy pronto sería de dominio público que una de las pintoras de Dennison Ducks había desaparecido. No podía evitar que Charity publicara la noticia.

Lo que le preocupaba era lo que pudiera hacer después, dada su enorme curiosidad. Gruñó para sus adentros, recordando lo que le había dicho Ethel.

—Esto podría ser peligroso —le advirtió.

Charity arqueó una ceja.

—Soy periodista. Y los periodistas nunca renuncian a una historia sólo porque sea peligrosa. Es como si tú te echaras atrás en tu trabajo por el mismo motivo.

No pudo menos que darle la razón.

—De acuerdo. Bueno, ¿cómo están tus hermanas? —le preguntó, consciente de que no iba a convencerla. Cuanto más lo intentara, más lejos estaría de conseguirlo.

—¿Por qué me preguntas ahora por mis hermanas? —inquirió con recelo—. ¿Es que también ha desaparecido alguna?

—No, yo sólo… —deseó haberse callado—. Era simple curiosidad. Vi a Hope hace poco, eso es todo.

Charity seguía mirándolo como si hubiera sacado el tema de su familia precisamente para recordarle por qué los dos eran tan distintos e… incompatibles. Su familia de locos. Por no hablar de la de Mitch. Y eso cuando lo único que había querido él era cambiar de tema. Nada más.

—Hope me dijo que había roto con su novio —dijo Mitch.

Charity hizo una mueca.

—Me alegro. Se merece algo mejor.

—¿Entonces la has visto? —le preguntó, sorprendido. Tenía la impresión de que Charity intentaba mantenerse lo más alejada posible de su familia. Casi como si quisiera cambiarse el ADN.

—Hope se presentó en mi casa una noche de la semana pasada con una botella de vino y una pizza del Duck-In. Nos achispamos un poco y nos reímos un montón —sonrió al recordarlo.

Mitch pensó que le habría gustado verlo. Se imaginó los sensuales labios de Charity rojos de vino. Maldijo en silencio. ¡Cuánto echaba de menos sus besos!

—Ese novio suyo era un auténtico canalla —le explicó ella mientras se llevaba un pedazo de pastel de merengue de limón a los labios. Una vez más cerró los ojos para disfrutar del sabor.

Mitch maldijo para sus adentros, intentando no recordar los momentos en que él mismo, y no el pastel, había puesto en su rostro una expresión de placer semejante…

—¿Por qué? ¿Qué es lo que hizo? —preguntó él.

—Aprovecharse de ella.

—¿En qué sentido?

Mitch se estaba temiendo lo peor. Charity lo miró fijamente, con una expresión maliciosa en los ojos.

—La quería… pero no lo suficiente para casarse con ella.

—Hablando de novios… —intentó nuevamente un cambio de tema—. ¿Sabes si Nina se estaba viendo con alguien?

Negó con la cabeza. Pero Mitch sabía que su cerebro estaba trabajando a toda velocidad. Y Charity era asombrosa a la hora de reunir información para una historia.

—Si te enteras de algo más relacionado con Nina y su desaparición…

—Tengo tu número —contestó Charity sonriendo.

Miró su reloj, y luego a ella. Era hora de irse. Pero vaciló. Aquella estúpida piedra en forma de corazón no dejaba de inquietarlo, así como la historia de Charity sobre la camioneta negra y el hombre que la había derribado en la puerta de la oficina de correos.

Mitch temía que aquel hombre estuviera relacionado de algún modo con la desaparición de Nina. Si realmente Nina había desaparecido. Aún conservaba la esperanza de que apareciera a lo largo de ese día.

—Y lo mismo si vuelves a ver esa camioneta negra o recibes más regalos —no podía evitar preocuparse por Charity. Sobre todo cuando había estado haciendo preguntas acerca de Nina el mismo día de su desaparición. Sin embargo, ¿qué podía hacer al respecto? ¿Encerrarla en su casa bajo llave? ¿Vigilarla constantemente?—. ¿Vas a volver a la oficina?

—Sí.

—¿Irá Blaine a ayudarte a componer el periódico esta noche?

Charity sonrió al percibir su preocupación. Parecía saborearla con tanta delicia como el pastel de merengue de limón.

—No estaré sola, si es eso lo que te preocupa.

Quiso negarlo, pero al final no dijo nada. Se puso su sombrero.

—Lo de la comida ha sido una buena idea.

—La comida siempre es una buena idea —sonrió mientras Mitch se levantaba del asiento.

Tenía una sonrisa letal. Durante unos segundos se quedó de pie, mirándola, tentado. Tentado de pedirle que lo acompañara al baile del centro comunal, que se celebraría a la semana siguiente. Tentado de muchas cosas…

Entonces ocurrió algo extraño: oyó campanas de boda. O al menos eso fue lo que le parecieron a él. Sólo era la vieja campana de la iglesia anunciando el fin de las clases del colegio. Pero el efecto fue el mismo. Una ducha de agua fría.

—Hasta luego —se despidió, reprimiendo las ganas de echar a correr.

Suspirando, Charity se esforzó por tranquilizarse. Se le había acelerado el pulso. Aquel hombre no tenía ni la menor idea del efecto que le producía. Afortunadamente.

—¿Qué tal ha ido? —inquirió Betty, sentándose en el banco del que se había levantado Mitch. No le estaba preguntando precisamente por la comida.

Charity no pudo evitar sonreír.

—Creo que está a punto de caer.

Betty se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

—Yo me habría rendido hace años.

—Yo no puedo.

—Diablos, niña, hay docenas de hombres que se arrastrarían a tus pies a la menor oportunidad… —le lanzó una mirada compasiva—. Hay tipos que, simplemente, no están hechos para el matrimonio, cariño. Mitch cree que tiene… el género estropeado debido a su familia. Ya lo sabes. Le aterra el matrimonio. Y contigo quizá aún más.

Charity asintió. Sabía perfectamente lo que pensaba Mitch al respecto.

—Entonces me convertiré en una vieja solterona.

Betty soltó una carcajada incrédula antes de levantarse para atender a un grupo de forasteros que acababa de entrar. Mientras sacudían sus impermeables, preguntaron por dos cosas: el plato especial de la casa y el lugar exacto donde Frank, el repartidor del pan, había visto al Bigfoot.

Charity se quedó sentada, muy quieta, reflexionando seriamente sobre la idea de convertirse en una vieja solterona. No la atraía demasiado. Pero si ocurría, toda la culpa sería de Mitch. Algún consuelo tendría que tener…

Cuando se disponía a marcharse, volvió a ver la camioneta negra. Pasó delante de la cafetería lentamente, acelerando de pronto como si el conductor se hubiera sabido descubierto.

Corrió hacia su coche, que había aparcado delante del periódico. Le temblaban las manos cuando agarró el volante. Arrancó de inmediato.

Al ver que la camioneta negra giraba al final de Main Street, hacia Mili Creek Road, partió a toda velocidad tras ella. Mientras aceleraba sacó el móvil del bolso y marcó el número de la oficina del sheriff. Le respondió Sissy, la secretaria.

—¿Dónde está Mitch?

Sissy soltó su característico suspiro de «vaya, otra vez tú».

—Fuera, en el patrulla.

Charity dobló la esquina del Spit Curl. La camioneta ya había salido del pueblo y estaba enfilando la estrecha carretera que llevaba a Dennison Ducks.

—Dígale a Mitch que he localizado la camioneta. Sí, él lo entenderá… Y que ahora mismo voy tras ella. Nos dirigimos al este, hacia la fábrica. ¡Que se dé prisa!

Fue entonces cuando vio el segundo regalo. Estaba clavado al asiento por una larga y afilada espina del tallo. Una rosa roja.

 

 

—¿En qué diablos está pensando esa mujer? —exclamó Mitch cuando, minutos después, llamó a la oficina por la radio del coche patrulla.

—Estamos hablando de Charity, ¿no? —replicó Sissy.

Mitch maldijo entre dientes mientras daba un giro de ciento ochenta grados. Se había pasado por la oficina postal para hablar con Sarah Bridges. No había podido ver bien a la persona que había derribado a Charity en la puerta. De hecho, ni siquiera estaba segura de que fuera un hombre. Sólo alguien que llevaba un gran impermeable oscuro con capucha.

Después de eso se había dedicado a recorrer el pueblo, con la remota esperanza de encontrarse con el viejo coche de Nina. Wade ignoraba su número de matrícula. Solamente le había dado una descripción del vehículo.

Pero Mitch no había visto el coche. Ni la camioneta negra. Ni a nadie con un impermeable oscuro y aspecto sospechoso. Había, sin embargo, contado las razones por las que debería permanecer alejado de Charity Jenkins. Eran muchas. La primera era la falta de sentido común de aquella mujer y, peor todavía, que se lo robara también a él. Cuando estaba a su lado, era como si lo drogase; el deseo que sentía por ella era una especie de veneno.

Se dirigió hacia Dermison a toda velocidad, intentando calcular la distancia a la que se encontraría Charity. Sabía que si Charity alcanzaba a la camioneta una vez pasada la fábrica, podría tener problemas. La zona estaba aislada y la carretera era una simple pista forestal, muy estrecha, que casi nadie utilizaba. Además, la vegetación era tan espesa que cualquiera podría perderse fácilmente. ¿Acaso no era consciente del peligro que entrañaba perseguir a alguien que, al parecer, la había estado vigilando?

Justo antes de llegar a Dermison Ducks, la llamó al móvil. O estaba fuera de cobertura o lo había desconectado. Estupendo.

Sissy le había dicho que se había enterado de que Charity había abordado a Liam Sawyer en la calle, de manera poco ortodoxa. La esposa de Liam había llamado para protestar. Quizá Charity estuviera persiguiendo en aquel momento al propio Liam.

Pero no. Estaba en problemas. Podía sentirlo.

En el aparcamiento de Dermison Ducks no había ningún vehículo. Ni la camioneta negra ni el Volkswagen amarillo de Charity. Maldijo entre dientes y siguió adelante, acelerando todo lo posible. Sintió una punzada de culpa. De eso no tenían la culpa sus genes. Realmente no se había creído su historia, y ella lo sabía. Pero era Charity quien iba a pagar las consecuencias de su incredulidad…

Dobló una curva y frenó bruscamente. El Volkswagen estaba detenido en medio de la carretera, con la puerta del conductor abierta y la luz interior encendida. Pero estaba vacío.

¿Dónde diablos estaba Charity?