Introducción

Tengo sesenta años y de ellos he dedicado más de cuarenta y tres, más de la mitad de mi vida, al estudio y aplicación del Derecho como universitario, primero, como opositor, juez, profesor, abogado y activista de los derechos humanos, después, y como aprendiz de escritor, ahora. Quienes me quieren suelen decirme que en las diferentes facetas de mi vida, de una u otra forma, me las he «arreglado» para estar siempre en el punto de mira. En unas ocasiones, como blanco de las críticas o las adulaciones; en otras, por el deseo de los fanáticos y delincuentes de acabar con quien resulta un enemigo permanente; y aun en otras, por el fervor de los poderosos —del tipo que sea— a quienes incomoda que alguien los cuestione; a veces, por los compañeros que discrepan de determinadas actuaciones que ellos harían de otra forma o no se atreverían a realizar; y bastantes, en fin, por los desafíos asumidos en ámbitos y zonas nada pacíficos.

Es posible que así sea, al menos eso parece si se analizan los hechos que he vivido en este tiempo. Entre el 16 de febrero de 1988, fecha de mi toma de posesión en el Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, y la redacción de este libro han transcurrido veintiocho años, en los que mi mochila se ha ido llenando de dedicación a la justicia y a la defensa de los derechos de los demás. Con aciertos y errores, pero siempre con la firme convicción de actuar desde la interpretación más integradora del Derecho y de la ley y procurando aplicar las normas locales e internacionales en un sentido progresivo y universal. Haciéndolo por encima de las interpretaciones más conservadoras, las cuales procuran sancionar pero carecen de una perspectiva dinámica que prevenga situaciones futuras de agresión contra la ciudadanía.

Y a lo largo de todos esos años han existido fechas claves en mi vida profesional:

13 de julio de 1988. Prisión de Amedo y Domínguez en el caso GAL.

22 de noviembre de 1988. Atentado contra la Dirección General de la Guardia Civil.

12 de septiembre de 1989. Asesinato de la fiscal Carmen Tagle.

12 de junio de 1990. Operación Nécora contra el narcotráfico gallego.

13 de diciembre de 1992. Detenciones en el caso Ucifa.

28 de abril de 1993. Anuncio de mi paso a la política como independiente en las listas del PSOE.

18 de abril de 1994. Envío de mi carta de dimisión a Felipe González.

6 de mayo de 1994. Dimisión como secretario de Estado y delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas y renuncia a mi escaño parlamentario.

14 de diciembre de 1994. Primeras detenciones en el caso Marey.

26 de julio de 1995. Elevación del suplicatorio a la Sala Segunda del Tribunal Supremo respecto de Felipe González, José Barrionuevo y otros en el caso Marey.

Agosto de 1995. Intervención en la detención del grupo de ETA que iba a asesinar al rey Juan Carlos I.

28 de marzo de 1996. Inicio del caso contra las Juntas Militares argentinas.

1 de julio de 1997. Liberación de José Antonio Ortega Lara.

14 de julio de 1998. Inicio de la primera actuación contra el entramado de ETA-KAS-EKIN.

16 de octubre de 1998. Detención de Augusto Pinochet en Londres, dentro de la investigación de la Operación Cóndor.

Noviembre de 2001. Detención de la célula terrorista de Al Qaeda relacionada con los ataques terroristas del 11 de septiembre.

11 de marzo de 2004. Atentados terroristas yihadistas en Madrid.

1 de marzo de 2005. Ingreso en la Universidad de Nueva York.

Diciembre de 2006. Creación del Protocolo Garzón contra la práctica de la tortura y malos tratos a detenidos incomunicados por delitos de terrorismo.

4 de octubre de 2007. Detención de la cúpula de Batasuna (veintitrés miembros) en Segura (Guipúzcoa).

3 de mayo de 2008. Boda de mi hija María.

16 de octubre de 2008. Aceptación de la competencia en el caso del franquismo.

6 de febrero de 2009. Primeras detenciones en el caso Gürtel.

28 de abril de 2010. Nacimiento de mi nieta Aurora.

14 de mayo de 2010. Suspensión provisional de funciones por la investigación de los crímenes franquistas.

9 de febrero de 2012. Condenado por mis investigaciones en el caso Gürtel.

14 de mayo de 2013. Nacimiento de mi nieto Héctor.

10 de septiembre de 2015. Lectura pública de los Principios de Jurisdicción Universal de Madrid-Buenos Aires.

Decir que lo ocurrido en 2010 y 2012 no fueron los momentos claves de mi «ejecución» judicial, en lo que se pretendía que fuera también una especie de muerte civil, sería una falsedad por mi parte y la defensa de una posición de falso heroísmo que muy pocos creerían. Sí, definitivamente ciertos jueces, ciertos compañeros, destrozaron mi vida profesional de forma arbitraria e injusta, pero en este libro no se encontrará venganza alguna contra ellos, porque ni este sentimiento ni el del odio han anidado nunca en mí. Esto no me hace mejor o peor, aunque en determinados momentos me habría gustado odiar o vengarme, pero, para mi mayor frustración, no he sido capaz de hacerlo. Aunque ahora me alegro de no contar con ese bagaje negativo.

Es indudable que quienes me observaban desde diferentes posiciones o ángulos, quienes se dolían por mis actuaciones o aguardaban un movimiento en falso, eran múltiples y variopintos, procedentes tanto de mi misma profesión como de otros ámbitos; en las filas de la ley y ajenos a ellas; desde los medios de comunicación o la política; desde el exterior y el interior… Todos ellos llevaban mucho tiempo manteniéndome en el punto de mira para disparar en el momento propicio. Nada sucede por casualidad, sino como fruto de una concatenación de hechos, circunstancias o voluntades en las que el azar juega un papel poco relevante.

Por supuesto que siempre hay excepciones, las de aquellos que se identifican como «los nacidos de pie». Puedo decir que no soy uno de ellos. Todo lo conseguido ha sido con trabajo y esfuerzo, nunca aislado, sino conjunto. Por tanto, este libro pretende ser un ejercicio de introspección y a la vez una puesta en común de los hechos que se sucedieron en el Juzgado Central de Instrucción número 5, en la Audiencia Nacional y en el Tribunal Supremo dentro de un contexto nacional e internacional que les dan un sentido más amplio, más global y, de ese modo, una mayor facilidad para comprender lo ocurrido.

En este ejercicio no solo contarán con mis palabras a través de un relato en primera persona, sino con el reflejo de las múltiples voces de quienes han trabajado conmigo, me conocen o saben cómo acontecieron los hechos, bien porque participaron en ellos, bien porque fueron testigos. También las de los amigos y los enemigos, cada uno con la libertad de opinión y de información que han querido expresar.

Con el paso del tiempo, aunque debo decir que aún no ha transcurrido el suficiente para que algunos hechos sean narrados, las cosas se ven con mayor perspectiva e integralidad y pueden ser contadas con una consistencia que la proximidad de los acontecimientos no permitía. Si el lapso es mayor, tienes más conciencia de lo que hiciste y en qué lugar estuvo el matiz no observado, el dato no tenido en cuenta, la actuación prematura o tardía cuya ausencia determinó los sucesos acaecidos. La reflexión es necesaria y compartirla también, porque, en definitiva, los actos y omisiones nunca son algo exclusivo, aunque la responsabilidad pueda serlo, sino fruto de iniciativas comunes en algún tramo del proceso de elaboración o plasmación y, por tanto, deben ser conocidas y sometidas al escrutinio público.

El ejercicio desplegado en este libro no es exhaustivo. No he tenido intención de desbrozar sumarios, autos o sentencias. Esto queda para un estudio más académico. Aquí y ahora trato de repasar algunos casos especialmente conflictivos que tuvieron más relevancia, que puedan guardar alguna clave y que quizá lleven a despejar algunas interrogantes o a formular otras. Sobre todo con el privilegio de saber en qué desembocaron años después.

Como hilo argumental he utilizado un vehículo periodístico que me parece especialmente atractivo por tener más fuerza que una batería de editoriales. Me refiero a las viñetas, que en ocasiones guardan una carga de profundidad tremenda. Casi nada de lo que acontece en nuestras vidas es inocente y, desde luego, una viñeta no lo es. Detrás de cada trabajo subyace no solo la ideología del dibujante, su propia forma de ver e interpretar las cosas, sino también la manera en que las considera su medio. Así le ocurre a la mayoría de los periodistas, aunque en algunas ocasiones, quizá demasiadas, el criterio corporativo se impone al individual de quien realiza la información. Verán viñetas positivas hacia mi actuación, pero encontrarán otras poco agradables hacia mi persona. Todas ellas están para que cada cual interprete el momento, la intención y el concepto que deseaba expresar la publicación en que se insertaron. Y, también, por qué no, arrancar una sonrisa o un desasosiego.

Las viñetas poseen la inmensa virtud de aglutinar en un dibujo lo más sublime y lo más abyecto de una noticia: pueden ridiculizar, construir, destruir, consolidar, amparar, salvar o condenar a una persona con los sencillos trazos del dibujante que plasma en una tira lo que muchos no saben hacer en páginas completas de opinión. Quizá por eso, muchas de esas viñetas son, en un sentido o en otro, demoledoras.

La idea de recopilar las viñetas de los casos en los que he trabajado surgió al comprobar que, a través de ellas, podía hacerme una composición mucho más objetiva que la obtenida por la información o las palabras de quienes ya tienen prefijada una posición. La viñeta te permite obtener visualmente otra perspectiva de la misma información o compararla con ella, a la vez que una reflexión libre de cualquier manipulación de las palabras. A través de las viñetas se ve la realidad o su esperpento, o cómo se cae la teoría elaborada al más alto nivel frente al impacto visual de una imagen construida a base de trazos, simples o complejos, que ofrecen alas a una percepción sin demasiadas ataduras.

Por tanto, este libro también posibilita ese punto de reflexión sobre los hechos que a cada cual corresponda o interese. Por supuesto que no busco la complacencia de quienes lo lean. De hecho, está dedicado a todos los que piensan de forma diferente e incluso contraria a la mía; a todos quienes me han criticado con razón o sin ella. Realmente la crítica certera es muy interesante, pero lo es mucho más, aunque también resulte más dolorosa, la injusta o desmesurada. Esto se debe a que, siendo merecida esa crítica, deberíamos estar de acuerdo y actuar de conformidad con ella; pero la que te enseña y te ayuda más es la injusta, la desmedida, la estrambótica, la parca, la negativa, la torpe. Es decir, aquella de la que puedes aprender porque te muestra lo que no debes hacer si no es para seguir mostrando el camino de la maldad o de la envidia. La senda del odio que destilan contra ti es la más segura y la que con más claridad ilumina lo incorrecto. La opinión amigable, complaciente, sirve como consuelo, pero no ayuda a mejorar.

Agradezco tanto a los profesionales como a los medios informativos de referencia que me hayan permitido poner sus viñetas a disposición de quien está leyendo estas páginas. La única observación que me he permitido hacia este trabajo gráfico ha sido la referencia histórica al momento en que se publicaron.

BALTASAR GARZÓN REAL

Madrid, julio de 2016