Nicholas sentía la presión del tiempo como una carga física.
Cuanto más tiempo estuviera perdido el Corazón de Osiris en el
mundo, mayor era la posibilidad de que aconteciera un gran
desastre. No había forma de que Carpenter se sirviera del poder de
la reliquia para resurgir convertido en momia. El Corazón no tenía
nada que ver con ese secreto tan bien guardado, el Hechizo de la
Vida. Y de la misma manera que Maxwell Carpenter no podría hacer
uso del Corazón para transformarse en un ser inmortal, había muy
pocas posibilidades de que encontrara a alguien que quisiera
ayudarlo en la ceremonia de resurrección.
No, el gran temor de Nicholas era que el Corazón cayera en
manos mucho más peligrosas que las de un zombi. Los Seguidores de
Set o las momias Perdición suponían una amenaza mayor; llevarían a
cabo los actos más terribles con el único fin de poseer el ab-Asar.
Siendo un conducto para entrar en contacto con Osiris, el Corazón
ofrecía un poder inestimable a todos aquellos que supieran cómo
utilizarlo correctamente. La energía podría utilizarse para fines
depravados. Es más, algunos Amenti creían posible que el Corazón, o
cualquiera de los fragmentos diseminados de Osiris, pudieran
emplearse para dañar a ese mismo dios. El eterno Osiris no podía
ser destruido, pero no era inconcebible que los enemigos pudieran
inflingirle una agonía descomunal si llegaran a capturar el
Corazón.
La ironía no dejaba de ser sorprendente; que el más
extraordinario entre los inmortales no fuera capaz de reunir los
fragmentos de su cuerpo y revivir, algo que sí podían conseguir los
neonatos inmortales. No obstante, debido a la precisa maldición
lanzada por Set, Osiris no podía influir sobre su forma física. El
dios permaneció siendo un ser espiritual, vinculado sólo al mundo
de los vivos por sus miembros diseminados en la tierra. Y, sin
embargo, la limitación que hacía al dios vulnerable ante la amenaza
Apepnu, otorgaba a Nicholas la clave para recuperar el Corazón. La
energía que manaba del ab-Asar tenía su fuente en el Señor de la
Vida. Si conseguía hacer funcionar el nuevo escarabajo brújula,
podría rastrear esa energía y encontrar el
Corazón.
Dedicó una semana entera a trabajar en el escarabajo brújula,
deteniéndose sólo para engullir comidas rápidas y dormir unas horas
en un diván. Ibrahim y Faruq se alternaron para llevarle alimento y
bebida, y arrastrarlo a una cama plegable cuando había pasado
demasiadas horas sentado afanando. Mientras Nicholas andaba
atareado en el taller de Basel, los dos sectarios se encargaron de
averiguar si alguien sabía algo acerca de Maxwell Carpenter o del
Corazón de Osiris. Cada Eset-a estaba especializado en un campo,
Ibrahim poseía un extraordinario talento informático y Faruq unos
envidiables contactos en la calle. Cuando era pequeño, Ibrahim
había acompañado a su padre a sus distintos trabajos. Su padre
había sido un electricista al servicio del Gobierno, y fue entonces
cuando entró en contacto por primera vez con un ordenador. Fue amor
a primera vista. Antes de unirse a la causa de Ma'at, Ibrahim había
tenido una carrera prometedora como especialista en informática al
servicio del Gobierno egipcio. A la vez que él estaba alerta sobre
lo que ocurría en el ciberespacio, Faruq movió los hilos de sus
contactos callejeros. El anciano Eset-a era lo que los cairinos
llamaban ibn al-balad o "hijo de la ciudad". El apelativo se
refería a un hombre que encarnaba las cualidades más respetadas
entre los habitantes de El Cairo, una mezcla de afabilidad e
inteligencia poco común entre los campesinos y ciertamente ajenas a
los incontables extranjeros que atestaban la ciudad cada año. En
otras palabras, Faruq conocía a ciertas personas que lo admiraban
hasta un punto que rivalizaba con el talento informático de
Ibrahim. Asimismo, Nicholas estaba en contacto con otras momias a
través de Lu Wen-Khutenpah, vinculada al Culto de Isis, el grupo
que más involucrado estaba en el desarrollo de las ceremonias de
resurrección que engendraba a los nuevos inmortales. No eran las
vías de acción más eficaces, pero hasta que Nicholas tuviera un
nuevo escarabajo brújula en funcionamiento, ésa era la mejor forma
de trabajar.
Nicholas se apartó de la mesa de trabajo y maldijo frustrado.
Había hecho algunas de sus mejores piezas del arte meket (creación
de amuletos) la semana pasada. Pero, pese a sus esfuerzos, todo
había sido en vano. Creó un nuevo escarabajo brújula, mas había
demostrado ser inútil. Estaba a punto de completar su segundo
intento; en un día poco más o menos, lo tendría terminado. Temía
que no quedara el suficiente residuo, después de las dos primeras
creaciones, para que el tercero surtiera efecto. No le quedaba otra
alternativa que hacer funcionar éste último
escarabajo.
Echó un vistazo al primer recambio, desechado junto a los
retales quebrados del original sobre una mesa de metal viejo. Su
mirada vagó abarcando la totalidad del taller. Era una de las
cámaras más grandes en el complejo subterráneo bajo el cementerio
sur de El Cairo. Basel Nyambek-Senemut era habilidoso en diversas
ramas de la magia egipcia y había pasado mucho tiempo trabajando en
el taller para crear amuletos, efigies, alquimia y demás utensilios
mágicos. Así, todos los inmortales visitantes podían emplear la
cámara para sus creaciones. En el centro de la misma estaban
dispuestas sendas mesas de trabajo la una frente a la otra; en tres
de las cuatro paredes había estanterías y, junto a ellas, otras
mesas. En la cuarta pared se abría el umbral de la puerta y colgaba
una pizarra decorada con notas esquemáticas. Utensilios modernos y
arcanos se encontraban diseminados encima de varias mesas y
asomando por los cajones a medio cerrar. La mesa sobre la que
Nicholas estaba trabajando contaba con una lupa iluminada engarzada
en un brazo giratorio y un maletín metálico entreabierto, y al
alcance de la mano, mostraba diversas herramientas de joyería.
Trozos de cobre, cable de plata y otras minucias de metales nobles
formaban un montoncito de desechos en una de las esquinas. Yacía
frente a él, en una esterilla de goma, un lustroso brazalete con un
estilizado escarabajo de oro y jade montado sobre una de las curvas
de la joya. Era precioso, pero aún no funcionaba. Y si seguía con
la mirada perdida, tampoco conseguiría terminarlo. Nicholas suspiró
y se inclinó todavía más sobre sus codos, mirando a través de la
lupa y estudiando, una vez más, el escarabajo.
Oyó a Ibrahim correr por el pasillo llamándolo por su nombre.
Apartó la mirada de la lupa y arqueó una ceja al mismo tiempo que
el sectario entraba entusiasmado en el taller.
–¿Qué has averiguado Ibrahim, algo sobre el
Corazón?
–No Amenti, pero son buenas noticias. – Ibrahim se mostraba
tan circunspecto como siempre, pero la exaltación asomaba en sus
ojos-. Hemos estado controlando todas las listas de pasajeros de
los vuelos y barcos con destino a Egipto. Además de haber estado
alerta en caso de que surgiera el nombre de Carpenter, también
hemos estado atentos por si venían esos reporteros que entraron en
el templo. Y creo que por fin tenemos algo.
Nicholas tan sólo sabía el primer nombre de los "periodistas"
que lo habían visitado en el Templo de Akenatón: Jake y Thea. La
información con la que los sectarios contaban era escasa, pero
estaban desesperados y obligados a comprobar hasta los detalles más
insignificantes. Ibrahim había tropezado con unas cuantas
coincidencias comprobando las listas de pasajeros y las peticiones
para obtener el visado. Con la ayuda de Faruq había comprobado que
ninguno de ellos se correspondía con las personas que estaban
buscando. Nicholas les había recomendado que siguieran indagando,
aunque todos daban por sentado que la búsqueda se prolongaría más.
Probablemente Carpenter anduviera intentando entrar en el país. Y,
para colmo, los nombres de los "reporteros" no eran inusuales en
sus respectivas culturas; por lo que si venían, no sería nada fácil
encontrarlos. Ibrahim no era muy proclive al optimismo, de forma
que debía estar bastante convencido de esta nueva
pista.
–Oigámoslo.
–En uno de los vuelos de aerolíneas Delta hay una pasajera
llamada Thea Ghandour y dos Jakes: un Jacob Pellitier y Jake
Washington.
–Sabes que sólo necesitamos a uno.
Ibrahim estaba demasiado absorto en su relato de los hechos
como para advertir el tono cómico en las palabras de
Nicholas.
–Puede que ninguno de ellos sea el Jake que estamos buscando,
pero ésta es la primera vez que coincide que, en el mismo vuelo,
viaje una Thea y un Jake.
–No puedo esperar para comprobarlo -admitió Nicholas-,
¿cuándo tiene prevista la llegada?
–Se espera que aterrice dentro de una hora. Faruq y yo iremos
al aeropuerto para asegurarnos de que coinciden con la descripción
que nos diste de ellos. Si así fuera, ¿quieres que los traigamos
aquí? Faruq tiene un amigo que podría prestarle un
taxi.
–No, seamos cautos. Haced lo que podáis para que ellos suban
en vuestro taxi, pero llevadlos a donde deseen ir. – Nicholas se
preguntó si Carpenter viajaría en el mismo vuelo bajo un alias.
No; él no es tan previsible-. Cabe la
posibilidad de que vengan aquí para encontrarse con Carpenter.
Cuando sepamos dónde piensan quedarse, podremos vigilarlos y
averiguar qué están tramando. Luego podríamos interrogarlos o
seguirlos hasta que nos conduzcan a Carpenter. Lo que sea más
conveniente.
Ibrahim asintió y se encaminó hacia la
puerta.
–Tengo un buen presentimiento, Nicholas.
–Espero que tengas razón. Por lo menos tendríamos algo con
que empezar -respondió la momia, frunciendo los labios cuando
volvió a centrarse en el amuleto.
Nicholas dejó a un lado las fotografías sobre la mesa de
trabajo. No podía dejar de sonreír.
–¡Una labor fantástica, Ibrahim! ¿Y Faruq los está siguiendo
ahora?
El sectario afirmó con un gesto.
–Nos separamos cuando yo decidí volver aquí, ¿entonces los
reconoces?
–Oh, desde luego que sí. – Nicholas señaló una imagen de Thea
Ghandour y Jake Washington de pie en una acera de Maidan el-Tahrir,
con sus maletas en la mano y la confusión de las largas horas de
vuelo impresa en sus rostros. Ibrahim había estado fuera cuando se
produjo el ataque en el Templo de Akenatón, de forma que había
tenido que conformarse con la descripción que Nicholas le había
dado. Explicó a la momia que había dudado que fueran ellos cuando
los vio emerger del vuelo Delta, pero decidió no correr riesgos
innecesarios. Había logrado introducirlos en el taxi prestado y
llevarlos hasta Casa Ismailia. Allí había sacado algunas
fotografías con una cámara desechable y se había apresurado a
llevarlas a revelar en un laboratorio de una hora-. Un trabajo
increíble, Ibrahim. En todo; comprobando las listas de pasajeros,
sacando las fotografías… Todo.
–¿Y ahora qué? – Ibrahim estaba entusiasmado gracias a los
halagos. Las dudas sobre su valía, que lo habían atormentado una
semana antes, no eran ya más que un recuerdo lejano. Al igual que
Nicholas, estaba preparado para vengarse por la pérdida de sus
compañeros y del Corazón.
–Supongo que estarán exhaustos después de un viaje tan
prolongado, de forma que contamos con algo de tiempo. Tú y Faruq
seguidles la pista. A ver si podéis averiguar si tienen planeado
encontrarse con alguien, si van a alquilar un coche… Cosas del
estilo. Si crees que podrás hacerlo sin que ellos se den cuenta,
registra sus pertenencias cuando salgan del hotel. Entre tanto, yo
seguiré trabajando con este maldito escarabajo
brújula.
Ibrahim miró el amuleto. Su entusiasmo se atenuó
levemente.
–¿Aún no has logrado hacerlo funcionar?
–¡He estado trabajando en ello noche y día, y nada! -se lamentó-. Estructuralmente es válido.
Puedo percibir el encantamiento, pero se queda ahí quieto. No
parece indicar que reciba algo.
–Lo mismo ocurrió con el primero -señaló
Ibrahim.
Nicholas miró furibundo al primer recambio. Al igual que el
que yacía en la mesa frente a él, ese brazalete era un maravilloso
ejemplo de elegancia y había sido diseñado para rastrear la
resonancia mística del Corazón, a partir del residuo imbuido en su
creación. O así era en teoría. Ninguno parecía tener la mínima
intención de ponerse en funcionamiento.
Ojalá no hubiera intentado despistar a
Carpenter, pensó. Si no hubiera tratado de resistirse tan
enérgicamente a la orden mental del zombi, podría haberle aclarado
que el Hechizo de Vida debía ser ejecutado por una persona viva
sobre un cadáver preparado. El Corazón no tenía nada que ver en el
proceso. Pero, al tratar de salvaguardar los secretos de su raza,
Nicholas le había dado a entender, de manera inadvertida, que el
Corazón era la clave para la resurrección. Así que ahora, el muy
idiota, se dirigía hacia aquí con el ab-Asar en su bolsillo y sin
tener la menor idea de qué hacer con él. ¿Y quién sabía cuántos de
los secuaces del enemigo podrían percibirlo? Estaba convencido de
que los atraería como las abejas al polen. La energía del aura del
Corazón hacía difícil averiguar su ubicación exacta, pero si una
muchedumbre lo seguía, sería sólo cuestión de tiempo que alguien
tropezara con él.
Sólo el maldito brazalete podría ubicarlo en el lugar exacto.
Pero había intentado recomponerlo dos veces y ya no le quedaba el
residuo suficiente del primero como para forjar otro. Tantos días
malgastados cuando podría haber… Nicholas parpadeó, una vocecilla
de alarma resonó en su cabeza.
–Ibrahim, ¿has hecho algo con el primer
recambio?
–No, Nicholas.
–¿No has estado moviéndolo por la mesa de forma que dejara
tras de sí pequeñas marcas?
El Eset-a miró confundido hacia el costado de la mesa. El
complejo bajo el mausoleo de al-Qalarayn contaba con una
ventilación bastante aceptable. A pesar de ello, debido a la
naturaleza del clima desértico y a la piedra empleada en la
construcción, era imposible mantener a raya el polvo y la arena.
Nicholas mantenía su espacio de trabajo limpio, pero no toda la
habitación. La mesa contigua tenía una fina capa de polvo que
mostraba un par de líneas finas que se alejaban unos siete
centímetros de la marca que señalaba el lugar donde primeramente
había reposado el escarabajo brújula. El amuleto había sido
diseñado como un brazalete en forma de U; el extremo abierto se
deslizaba rodeando la muñeca y el lustroso escarabajo quedaba en la
parte superior, rotando, como lo haría una brújula, para ubicar la
posición del Corazón. Los dos extremos de la U se correspondían con
el par de líneas impresas en el polvo amarillento de la
mesa.
Nicholas agarró el recambio, se lo puso en la muñeca y
rió.
–¡Está respondiendo, Ibrahim! La conexión es débil, pero
puedo sentirla. – Escudriñó el amuleto y se percató de que el
escarabajo brújula era bastante más débil que el original que había
fabricado. Sabía que no funcionaría con la misma fuerza, pero
parecía incluso más endeble de lo que había esperado-. El primero
que creé podría haber rastreado el Corazón por medio mundo. Es
difícil saber a qué distancia se encuentra con éste, pero si
tuviera que adivinar diría que está a más de novecientos kilómetros
de aquí.
–¿Sabes dónde?
–Maldita sea. Está aquí, no muy lejos. En algún lugar del
bajo Egipto. – Miró las marcas que había sobre la mesa-. Lo puedes
ver en las marcas que ha dejado en el polvo. Debe haber entrado
por… déjame ver, el norte está por ahí… por el norte o noreste. ¿Y
ves cómo se ha desplazado en una curva sutil hacia el este? Según
mi percepción, yo diría que se encuentra en algún lugar del este.
No obstante, sigo sin poder establecer la distancia
exacta.
Ibrahim frunció el ceño pensativo, luego abrió la boca para
exclamar:
–¡Port Said!
–¿A qué te refieres?
–Ayer ocurrió un accidente en Port Said. Estallaron un par de
cargueros y murió mucha gente. Salió en las
noticias.
–Sí, Port Said está al noreste de El Cairo… así que las
marcas de la mesa… Todo parece indicar que la brújula funciona
correctamente. De forma que Carpenter debió de llegar por mar y
algo ocurrió en el desembarco. Y ahora se dirige hacia el este, ¿y
por dónde? ¿Quizá por el Canal de Suez? ¿Por tierra? ¿Tal vez hacia
el desierto del este? – Una terrible comprensión lo asaltó
entonces-. Oh, mierda. ¿Recuerdas cuando regresamos de Edfú? Lu Wen
nos dijo que algunos miembros del Culto de Isis iban de camino
hacia Port Said para recoger a alguien que venía de
hajj.
Ibrahim empalideció.
–Se marcharon antes de que Lu Wen pudiera contactar con
ellos, Nicholas.
La momia maldijo. Mientras ellos habían ido a hablar con
Mestha, Lu Wen había estado viajando por los diversos asentamientos
que el Culto de Isis tenía al norte del país. Puesto que los
templos escondidos y los mausoleos subterráneos no contaban
normalmente con línea telefónica (el refugio de los Eset-a era una
excepción a la regla), Lu Wen había optado por ir en persona a los
diferentes lugares de resurrección. Había regresado a las Ciudades
de los Muertos pocos días después de Nicholas, y les había relatado
que el grupo encargado de una ubicación clandestina en Saqqara
había augurado una nueva llegada. Los sectarios que permanecían en
el lugar le comunicaron a Lu Wen que ya habían enviado una comitiva
para recibirlos. No habían caído en que éste pudiera ser un caso
especial, pero el problema era dolorosamente claro para Nicholas
ahora. Los nuevos y viejos espíritus que se entrelazaban para
convertirse en Amenti, estaban atrapados dentro de la carne muerta
del cadáver reciente hasta que alguien pudiera ejecutar el Hechizo
y volverlo a la vida. En otras palabras, los fantasmas que poseían
el cuerpo, lo reanimaban lo suficiente como para que el cadáver
pudiera llegar hasta Egipto. Lo que no distaba mucho de la
situación actual de Maxwell Carpenter.
–Será hijo de… Si el Culto de Isis malinterpretó sus
visiones, podrían haber confundido a Carpenter por una momia en
hajj. Es muy posible que se hayan encontrado con
él.
–¿Pero cómo no han sentido la presencia del
Corazón?
–Los mortales no pueden, pero aunque una momia sí sea capaz
de percibir el aura, no tiene por qué saber de qué se trata. Y una
vez que estuviera dentro del perímetro del aura, no tendría idea de
dónde proceden las emanaciones. Podría quedarse frente a él, pero
hasta que no lo tocara, no sabría que estaba ahí. – Percatándose de
la mirada abatida de Ibrahim, Nicholas añadió:- ¿Ahora entiendes
por qué quiero que esta maldita brújula funcione?
El sectario asintió.
–Pero… si ese fuera el caso, habríamos sabido algo, ¿no
crees?
–Bueno, mencionaste algo sobre la explosión de unos
cargueros, ¿no? – Nicholas sonrió sin alegría. No tenía dudas de
que aquella destrucción había sido la consecuencia del encuentro de
Carpenter con las momias-. Necesito hablar urgentemente con Lu
Wen.
Intentó contactar con ella mediante el teléfono móvil y se
sintió agradablemente sorprendido cuando consiguió hablar con ella.
No tardó mucho en secundar sus sospechas.
–¿Tú qué crees? ¿Sabes algo del paradero del
grupo?
–Aún no. He estado investigando la Esfinge. – Lu Wen era una
de los miembros de un pequeño grupo que tenía la sospecha de que la
Esfinge era algún tipo de efigie; una construcción encantada como
los mastines que ella le había dado a Nicholas. De cuando en cuando
la estudiaba, formulándole una nueva serie de preguntas, con la
esperanza de averiguar sus propósitos-. Ésta es la primera noticia
que tengo sobre el desastre en Port Said. Entonces, ¿ocurrió
ayer?
–Sí. Es posible que sea sólo fruto de la coincidencia, pero
lo dudo.
–Yo tampoco lo creo. Pero no quisiera dar por sentado que
nuestra gente murió en la catástrofe. Quizá el grupo encontró a
alguien de hajj y ahora hayan regresado a Sanakht Nebka. – Saqqara
yacía en una meseta al sur de El Cairo y era el hogar de la famosa
pirámide escalonada de Zoser. Había servido durante más de tres mil
años como necrópolis de los muertos de la antigua capital egipcia,
Menfis. Guiados por los recuerdos de los Imkhu, el Culto de Isis
redescubrió otra pirámide escalonada, largamente enterrada en la
arena, y dedicada al faraón Sanakht Nebka en las cercanías. Al
estar construida en una de las ubicaciones con mayor canalización
de poder espiritual, era uno de los lugares de resurrección
principales. Hubo una pausa, luego Lu Wen sugirió:- Tal vez
Carpenter resultara destruido en el accidente. Quizá sea otra
fuerza la que tenga el Corazón en sus manos ahora.
Nicholas echó una ojeada al escarabajo
brújula.
–No creeré que Carpenter está muerto hasta que vea su cuerpo
reducido a cenizas. Y si aún está vivo, puedes estar segura de que
llevará el Corazón consigo.
–Iré inmediatamente a Saqqara para averiguar si el grupo ha
regresado. Si no es así, quizá los que permanecieron allí puedan
contarme algo nuevo.
–¿Quieres que te acompañe?
–No. Tú debes localizar el Corazón, ahora que puedes percibir
su ubicación.
Tenía razón, claro. Sería una tragedia si habían perdido a
algún miembro en la conflagración de Port Said pero a veces
ocurría. Los guerreros morían en las batallas. Él debía centrarse
en recuperar el Corazón de Osiris.
–Muy bien. Tengo que terminar de atar algunos cabos sueltos,
así que… podrás encontrarme aquí hasta mañana por la
mañana.
–De acuerdo, que tengas buena suerte.
Nicholas colgó y se giró hacia Ibrahim, que estaba de pie y
meditabundo.
–¿Entiendes cuáles son las prioridades?
Ibrahim afirmó con un gesto de la cabeza.
–No iremos tras el Corazón todavía, ¿verdad?
–Eso quisiera yo, pero creo que lo más conveniente es que
averigüemos primero qué función desempeñan los "reporteros" en este
asunto. No quiero tener que preocuparme de que vayan a pateamos el
trasero cuando estemos a punto de capturar a
Carpenter.
–Siento no haber podido oír más. – Se disculpó Faruq aquella
tarde-. Cuando comenzaron a hablar entre susurros, ¡tendría que
haberme sentado a su mesa para escuchar lo que
decían!
Nicholas sonrió. Sin duda, Faruq estaba exagerando. Había
seguido a Thea Ghandour y a Jake Washington hasta un café y los
había escuchado a escondidas desde la mesa de al lado. No había
podido oír todo lo que habían hablado, pero por lo que oyó,
Nicholas dedujo que no estaban asociados a Carpenter. De hecho,
parecía exactamente lo contrario. Lo que sabían acerca del Corazón
seguía siendo una incógnita. Saber que compartían un enemigo era
bueno, ¿pero y si deseaban apropiarse del ab-Asar? Aquella podría
llegar a convertirse en una complicación para la que no tenían
tiempo.
–Así que persiguen a Carpenter. La cuestión es: ¿quieren
asesinarlo para hacerse con el control del Corazón o su intención
es otra?
–No lo sé, Nicholas. No los oí hablar sobre el Corazón, pero
eso no quiere decir que no lo hicieran.
–¿Y estás seguro de que dijeron algo sobre conseguir sus
visados? – Gracias a los contactos que Ibrahim tenía dentro de la
burocracia, Nicholas no había tenido que malgastar su tiempo con
esas cuestiones, pero había oído los horrores que otros contaban
sobre esos procesos interminables-. Bien. De acuerdo, nos ceñiremos
al plan. Preparemos todo ahora. Mañana por la mañana los
recogeremos para hablar con ellos. Una vez sepamos cuáles son sus
intenciones, iremos tras el Corazón.
–¿No prefieres que los capturemos ahora, mientras
duermen?
–Demasiado arriesgado. ¿En qué piso están? ¿En el octavo?
Muchas cosas podrían ir mal mientras tratamos de bajarlos hasta el
coche. Lo mejor será sorprenderlos en la calle, amparándonos en la
muchedumbre. Dudo que intenten algo teniendo a un millar de
viandantes alrededor. – Se encogió de hombros-. Además estoy harto
y exhausto después de haber pasado una semana metido en ese maldito
taller. Me gustaría poder dormir tranquilamente una noche, para
variar.
Habían sobornado a los recepcionistas de Casa Ismailia, tanto
a los del turno de mañana como a los de la noche, y prometieron
llamarles para informar sobre cualquier movimiento que hicieran los
"periodistas". Ahora que las cosas empezaban a enderezarse,
Nicholas pudo descansar y relajarse por primera vez desde hacía
mucho tiempo. Despertó al alba sintiéndose renovado e hizo una
rápida tabla de ejercicios en el patio del mausoleo. Cuando regresó
abajo para darse una ducha y desayunar, Faruq le comentó que habían
telefoneado desde el hotel para informar. El recepcionista había
visto al chico joven, Jake, dirigirse hacia el baño colectivo.
Estaban despiertos y preparándose; había llegado la hora de que
Nicholas y su gente se pusieran en marcha también.
Quince minutos más tarde estaban sentados en el taxi
prestado, un Audi desvencijado, de camino al centro de El Cairo. El
tráfico era una locura, pero Faruq se desenvolvía con gran
destreza. Lograron llegar a Midan el-Tahrir con sólo un par de
nuevos rasponazos en la carrocería. Nicholas e Ibrahim bajaron del
automóvil en una esquina, y se situaron en los extremos del hotel.
Faruq aparcó el coche un poco más arriba, en la acera. Los demás
coches transitaban a gran velocidad rodeándolo a escasos milímetros
y haciendo sonar el claxon. Entre tanto, los viandantes lo
maldecían alegremente mientras trataban de deslizarse entre el Audi
y el ruinoso edificio.
Nicholas aguardaba impaciente. Había advertido por la mañana
que el escarabajo brújula apuntaba casi directamente hacia el sur.
La tarde anterior había estado orientado hacia el este, y le
preocupaba que Carpenter pudiera estar desplazándose a tanta
velocidad. Había estado tentado de olvidarse de estos "reporteros"
e ir en busca del Corazón antes de que éste estuviera fuera de su
alcance. Mas no era el momento de apresurarse. Decidido y valiente es bueno, se recordó. Imprudente e impulsivo no lo es. Tratar con Thea
Ghandour y Jake Washington no le llevaría más de una hora. Le
resultaría sencillo seguir el rastro del Corazón después. No
obstante, sus argumentos no le facilitaban la espera. Por suerte,
apenas tuvieron que aguardar unos minutos antes de que un hombre y
una mujer emergieran del edificio. Su atención estaba centrada en
la estructura gubernamental Mugamaa, que se erigía al otro lado de
la plaza.
Nicholas los reconoció al instante. Jake Washington era un
muchacho negro, delgado, con poco más de veinte años, que vestía
una camiseta de anime, con vaqueros y deportivas Nike. Thea
Ghandour debía rondar la medianía de los veinte, y vestía una
blusa, pantalones cargo y botas de senderismo. Nicholas recordaba
de su primer encuentro en el Templo de Akenatón que era atractiva,
pero el súbito ataque había extirpado cualquier resquicio de
aprecio que pudiera haber sentido hacia ella. Se tomó un momento
para estudiar la figura curvilínea y atlética, no del todo
disimulada bajo las prendas holgadas. Su piel morena bañada por un
matiz dorado y el cabello, una masa de gruesos rizos aún húmedos
tras la ducha. Ella se giró ligeramente, lo que le ofreció una
espléndida panorámica de sus rasgos árabes y evocando otros de un
antepasado africano. Sus brillantes ojos verdes coronados por
gruesas pestañas y los labios carnosos… Nicholas se dio cuenta de
que la observaba con fijeza.
Un poco avergonzado, gesticuló hacia el otro extremo del
edificio, advirtiendo a Ibrahim de que estuviera preparado. Caminó
hacia ellos. La mujer lo vio y se giró por completo. La sorpresa se
adueñó de sus rasgos.
–¡Sforza!
–Nicholas, por favor. – Pensó que decirles su nombre completo
sería una distracción innecesaria. Lo mejor era mantener un trato
desenfadado-. Hola Thea, hola Jake. Bienvenidos a Egipto. –
Percibió la estupefacción emanando de ellos como lo haría el calor
de una estufa. Ibrahim y él aprovecharon su estupor para
conducirlos hasta el Audi-. Estoy convencido de que éste no es el
momento indicado para hacer una escena, ¿no estáis de acuerdo? –
continuó mientras ellos bufaban protestas-. Subámonos todos en el
coche y vayamos a algún lugar en el que podamos
charlar.
Se sometieron con relativa facilidad, aunque Nicholas podía
intuir el caos de sus emociones; una mezcolanza de sorpresa, miedo,
preocupación y rabia que latía bajo su aparente calma. El muchacho,
Jake, miró inquisitivamente hacia Thea. Al principio no dijo nada,
sólo dedicó a Nicholas una mirada ambigua y
penetrante.
–Creo que estaremos bien -dijo, como hablando para sí-. Eh,
sí; todo en orden, Jake. Venga, vamos.
Nicholas se percató de quién llevaba la voz cantante. Condujo
al muchacho hacia el asiento del copiloto y sentó a Thea en el
asiento de atrás entre Ibrahim y él. Faruq giró con brusquedad,
sumergiendo el taxi en el tráfico, haciendo sonar el claxon y
confiando en que alguien se apartara para dejarles espacio.
Transitar por las calles era demasiado escalofriante como para
iniciar una conversación, de forma que estuvieron en silencio hasta
haberse adentrado en el cementerio del sur.
Nicholas era muy consciente del tacto del muslo de Thea
contra el suyo en el apretado asiento trasero. Siendo uno de los
Amenti, sus sentidos inmortales se deleitaban con cualquier
sensación. Al parecer su cuerpo le estaba recordando que hacía
mucho tiempo que no se daba el gusto de mantener un contacto físico
con otra persona. Pero, estando sumido en un período de crisis como
aquel, no era el mejor momento para pensar en ello, especialmente
cuando el objeto de su deseo era una enemiga potencial. Controla tus hormonas, idiota.
–¿Os importa si pregunto adonde nos estáis
llevando?
Nicholas se sintió agradecido por la distracción que
supondría mantener una conversación.
–Ahora mismo estamos en lo que los occidentales llamamos las
Ciudades de los Muertos. Para nosotros es más seguro estar aquí que
en la ciudad de El Cairo. En cualquier caso, el lugar se compone de
dos grandes cementerios; uno al sur y el otro al este. Sin embargo,
no es un cementerio común. Un sinnúmero de personas habita
aquí.
Sus pasajeros miraron interesados en rededor, pero la visita
turística finalizó con prontitud.
–Es la hora, Nicholas -advirtió Faruq, mientras conducía el
vehículo por una callejuela flanqueada por filas de tumbas
sucias.
–Bien. – Nicholas señaló los sacos de tela que Ibrahim tenía
en las manos-. Ponéoslos en la cabeza. Sé que parece siniestro,
pero tenemos que salvaguardar algunos secretos. Mientras sigáis
colaborando, podréis salir de aquí sanos y salvos.
Thea Ghandour volvió a dedicarle esa mirada intimidante, pero
cogió uno de los sacos.
–Está bien, Jake. Haz lo que dicen.
–Si tú lo dices -respondió el chico negro, mascullando algo
entre dientes cuando metió el saco por la cabeza.
Faruq los condujo por la laberíntica callejuela y dio un par
de vueltas hasta llegar a la entrada secreta oculta por un racimo
de datileras. Ibrahim, en cabeza, guió a Jake y a Thea por las
escaleras. Descendían con la pausada seguridad de los ciegos.
Nicholas los siguió cuando hubo enviado a Faruq a Casa Ismailia.
Dependiendo de cómo fueran las cosas en la próxima hora, Thea y
Jake se los unirían a la búsqueda de Carpenter o terminarían siendo
residentes permanentes del cementerio. En cualquier caso, ésta era
la mejor oportunidad para recoger sus cosas en el hotel. Después de
deambular incómodamente por el túnel hasta las cámaras
subterráneas, Ibrahim los llevó hacia el exterior, atravesando la
tumba, desembocando en el patio abierto. Las paredes eran lo
suficientemente altas como para que sus huéspedes no pudieran
hacerse a la idea de dónde estaban por los edificios que los
rodeaban. Y, en el caso de que algo fuera mal, tampoco conocían la
distribución del complejo subterráneo. Ibrahim les quitó los sacos
y los invitó a sentarse en las sillas. Los asientos habían sido
dispuestos en la sombra del mausoleo; lo que los cobijaría del sol
en ascensión. Thea y Jake se sentaron dándole la espalda al
mausoleo, entre tanto, Nicholas se acomodó en la silla opuesta. No
estaba armado, aunque la cantidad de amuletos y encantamientos con
los que contaba en el presente instante hacía innecesario el uso de
armas corrientes. Ibrahim, con su habitual apariencia tranquila,
tenía colgado del hombro un rifle de asalto Kalashnikov. La fuente
mameluca que Lu Wen había diseñado se erigía detrás de Nicholas.
Las fibrosas y fieras esculturas otorgaban a la escena un matiz aún
más grave.
Jake miró alrededor con franco interés, Thea, por su parte,
echó una rápida ojeada antes de concentrarse en Nicholas.
Retirándose un mechón de pelo del rostro, dijo:
–¿Y qué eres tú exactamente?
Tratando todavía de determinar cómo abordar el
interrogatorio, Nicholas se sorprendió por la
pregunta.
–¿Eres muy directa, verdad? No estamos aquí para hablar de
mí…
–Perdona, pero ésa es precisamente la razón por la que
estamos aquí. Para empezar, ¿cómo lograste escapar de Carpenter?
¿Por qué está él aquí? ¿Qué…?
Nicholas la acalló con un gesto de la mano.
–No. Ahora estáis en mi territorio. Yo haré las
preguntas.
–No -atajó ella, una sonrisa amplia dibujándose en sus
labios, aunque no correspondida en su mirada-, éste no será un
pacto unilateral. Sé que no pretendes aniquilarnos sin más, pero
estoy harta de ser un hongo.
–¿Un hongo? – se preguntó el chico negro, mirándola
confuso.
–A oscuras y alimentado con un montón de basura -murmuró ella
en respuesta. Continuó hablando a Nicholas-. De modo que ¿qué te
parece? Tú juegas limpio con nosotros y nosotros haremos lo mismo
contigo.
La momia podía percibir su honestidad y compromiso, así como
la fiera lealtad de Jake. Qué pareja tan
peculiar. Se preguntó si estarían unidos en el sentido físico de la palabra. No se lo
parecía, pero había conocido a parejas aún más singulares. Quizá no
fuera la mejor pregunta que formular en el presente
instante.
–No tengo tiempo para negociar, así que, por el momento, diré
que estoy de acuerdo. Pero sólo responderé en cuanto a aquellos
temas que considero nos han reunido a todos aquí. No divulgaré los
detalles que tengan que ver con lo que estoy involucrado; por lo
tanto, no me sorprenderé si os guardáis algunos
secretos.
–Muy bien, empecemos por ahí. ¿Por qué crees que estamos
todos aquí?
Conocía muy bien las razones de Carpenter, pero Nicholas no
estaba preocupado por él ahora mismo. Sus siguientes palabras
decidirían por quién tendría que hacerlo más
adelante.
–Por el Corazón de Osiris.
Percibió una ligera confusión; una decepción genuina e
intensa perfectamente evidente en los rostros de sus invitados
durante una fracción de segundo. La confusión de Jake dio paso al
consuelo y la de Thea al furor. No saben lo que
es. Siendo apenas capaz de retener un suspiro de alivio, negó
con un rápido gesto hacia Ibrahim.
–Osiris, ¿eh? – Una sonrisa de revelación nació en los labios
de Jake-. No dejaba de preguntarme de quién sería ese
corazón.
–Perdona -interrumpió Thea-, pero la última vez que vi esa
cosa fue cuando la arrojé por una ventana.
Nicholas rió incrédulo.
–¿Así que fuiste tú? Tiene cojo… ¿Sabes qué infierno me has
hecho pasar por hacer eso?
–Estábamos a punto de ser la cena de unos vam… de unas
personas malvadas. Discúlpame si no muero de pena por haberte
metido en tantos problemas. – Su ira era palpable. Se inclinó
apuntando a Nicholas con un dedo acusador-. Para empezar, yo sabía
que ese Corazón era tuyo y puedes estar seguro de que me
arrepentiré toda la vida por haberlo cogido. ¡Pero no olvidemos que
un puñado de tus matones mataron a dos de mis amigos cuando
trataron de recuperarlo!
–No tenías derecho a llevártelo -respondió Nicholas. Su yo
antiguo irradiaba furia-. Lo que ha ocurrido como consecuencia de
ello descansará sobre tus hombros.
–Y una mierda. Si tus chicos se hubieran tomado la molestia
de hablar con nosotros como tú lo estás haciendo ahora, en lugar de
entrar pegando tiros, tendrías tu jodido y precioso canope, y
nuestros amigos seguirían vivos. Pero no; aquello tenía que ser una
exposición de armamento y testosterona, ¡qué nos jodio la vida a
todos!
–No eres la única que ha perdido a seres queridos -argumentó
Nicholas, tratando de recuperar su templanza-. Si no estabas
interesada en el Corazón, ¿por qué lo cogiste?
Thea maldijo perturbada. La mujer contaba con el mismo
vocabulario que un camionero, pero lo cierto es que era muy
efectivo. Una mirada de amonestación y las palabras susurradas de
Jake consiguieron calmarla un poco. Finalmente levantó las manos
con un gesto de incomprensión y se encogió de
hombros.
–No lo sé. Yo sólo… -Calló, parecía perpleja-. Uhm. De verdad
que no lo sé. Su poder me embargó, pude
percibir su energía como un ente físico abrazándome. Y después de
que Romeo… después de todo lo que había ocurrido, sencillamente me
vi atraída hacia él. Pero cuando nos
fuimos… ¿lo recuerdas, Jake? Todo parece confuso, al menos hasta lo
de la Torre Sears.
Nicholas comprendió que, de alguna manera, Thea había
sintonizado con la longitud de onda del Corazón, y lo había hecho
de una forma más próxima a lo que cualquier otro sentido
sobrenatural hubiera podido hacer. Sentía curiosidad por lo que
aquello podría significar. ¿Acaso había algo inusitado en su
herencia? Sabía que algunos de los sectarios descendían de los
sacerdotes del antiguo Egipto y, por ello, demostraban tener
aptitudes especiales para desarrollar el Hechizo de la Vida y otras
tareas. De modo que existía un precedente. Por supuesto cabía la
posibilidad de que fuera por otros motivos. En cualquier caso, no
contaba con el tiempo necesario para dedicarse a investigar.
Un misterio que tendré que resolver en otro
momento, pensó.
–Creo que ha quedado claro que nuestro contacto con el
Corazón de Osiris fue puramente casual -aventuró Jake-, algo como
de proporciones cósmicas. No podremos ayudarte con eso más de lo
que ya hemos hecho. Como Thea ha dicho, la última vez que lo vimos
fue en Chicago hace ya unas semanas.
–Lo sé -respondió Nicholas-. Ésa fue también la última vez
que yo lo vi. Justo antes de que Carpenter lo
robara.
–¿También estuvo allí? Joder. Escucha, sé que lo que pasó en
el templo fue descabellado, pero nosotros no sabíamos que Carpenter
atacaría y te secuestraría.
–Hablando de lo cual -interrumpió Thea, liberada
completamente del estado contemplativo que le provocaba recordar el
Corazón-, ¿te secuestró, no es cierto? ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo
conseguiste escapar?
–Eso es irrelevante en la presente situación -concluyó
Nicholas.
–Venga, hombre…
–Thea, ¿quieres remover la mierda de un asunto pasado o
prefieres saber dónde está Carpenter en este
momento?
–Si sabes dónde se encuentra ese capullo, olvidaré el resto
de las preguntas. Sólo dímelo y dejaré de tomarte el pelo. O, mejor
dicho, dejaré de tomarte lo que te quedó de él.
Nicholas acarició las oscuras cerdas de su cabellera y
sonrió.
–Así que habéis venido hasta aquí para cobraros una antigua
deuda. Lo lamento, pero no puedo deciros dónde
está.
–Oye, tío petardo, acabas de decir…
–Que no sé dónde está. No obstante, gracias a esto… -palmeó
el delgado brazalete brújula que llevaba en la muñeca- podremos
llegar hasta él.
–¿Y qué hay de nuestros visados? – inquirió Jake-. Y se
suponía que nos íbamos a encontrar con alguien, un contacto local.
Podría sernos de gran ayuda.
–Eso es cosa vuestra -dijo Nicholas, encogiéndose de
hombros-. Nuestro horario es estricto y debemos partir de
inmediato. Si queréis pasear como turistas legales y tomar algo con
los amigos, por mí bien. Os dejaremos en Maidan el-Tahrir. Pero
después, nos marcharemos. Estaréis solos y no tendréis la ocasión
de encontrar a Carpenter antes de que nosotros lleguemos hasta él.
En caso de que queráis meteros en esto con nosotros, debéis decirlo
ahora y no habrá vuelta atrás.
La mirada de Thea relampagueó.
–Oh, sin duda estamos metidos en esto.