8


–Mi marido -inició Newa Ghandour-, tu padre, me atrajo hacia el Culto del Disco Solar cuando no era más que una jovencita. Si no hubiera sido por ti, es muy probable que siguiera formando parte de él.


–¿Por mí? ¿Qué? ¿Por qué? – Thea estaba teniendo problemas para asimilar lo que su madre estaba explicando y tenía la sospecha de que aquello no era más que la punta del iceberg.

–Yo era una mujer joven y muy confusa cuando conocí a tu padre. Él era un hombre atractivo, misterioso y cosmopolita. Me vi atraída a él y también hacia la vida que llevaba. Al principio, los Aton-u no eran más que una diversión, un aspecto oscuro y seductor de nuestra cultura pasada. Pero pronto empezó a tener una gran importancia en mi vida. Al poco, olvidé las consignas del Islam a favor de la herejía de Akenatón. No hubo nada terriblemente siniestro en aquella época. De hecho, la palabra más acertada sería "patética". Creímos ser testigos de secretos arcanos, pero tengo la sospecha de que todas esas visiones fueron producto de las drogas que nos procuraba el sumo sacerdote. Esto continuó durante… la verdad es que no lo sé. Y, de repente, me quedé embarazada -A medida que hablaba, su cuerpo había ido encogiéndose por la vergüenza. Golpeteaba rítmicamente con las uñas sobre la cerámica china de la taza. No obstante, cuando habló de su embarazo, recobró la energía. Newa miró a su hija con ojos brillantes bañados por la tristeza-. Cuando tú naciste… ¡Mi hija, una nueva vida en mis manos! Me di cuenta de que no eran más que un puñado de idiotas jugando a ser misteriosos. Y yo no era mucho mejor que ellos. Un hombre encantador y carismático me había seducido y apartado de mi fe en Alá; me había separado de la cordura para que formara parte de su locura.

Thea percibió la mirada intensa de Jake; una rápida ojeada reveló que tenía el ceño fruncido y los ojos atentos mientras asimilaba la información. En el otro extremo de la mesa, Margie jugaba con la taza de cerámica china. Parecía estar aburriéndose.

–Hay algo que no entiendo. ¿Fue mi padre el que te metió en esto? ¿Y qué sentido tiene que un soldado americano esté relacionado con un culto egipcio?

Newa negó con un gesto.

–También te mentí en eso. Tu padre era cairino, como yo. Lo abandoné allí cuando te saqué de Egipto.

–¡¿Cómo?! – Thea estaba cerca de perder el control. En cinco minutos había descubierto que todo su pasado era mentira-. ¿Qué me sacaste de Egipto? Yo nací aquí. Ese templo está en el centro de la ciudad. ¿De qué demonios me estás hablando?

Una vez más, los ojos tristes la contemplaron.

–No supe que había un templo del culto en Chicago hasta varios años después de que nos asentáramos aquí. Al que pertenecía tu padre estaba en Egipto. Y tú… tú naciste allí.

–¡¿Qué… qué demonios?! – Thea aspiró profundamente, mientras trataba de no perder la compostura-. ¿Qué es lo que me estás diciendo? ¿Qué todo en lo que yo he creído era una jodida mentira? ¿Qué…?

–¡Sé más respetuosa! – El tono conmocionado, iracundo y avergonzado de Newa habría hecho sentir incómodo hasta a un santo. Su puño se estrelló contra la mesa con tal fuerza que las tazas saltaron, vertiendo café tibio en sus pequeños platitos. Newa Ghandour no era proclive a las demostraciones de fuerza, lo que hacía que su reacción fuera aún más inesperada-. ¡¿Cómo te atreves a venir a mi casa y hablarme de esa manera?!

Madre e hija se pusieron a vociferarse. Más de veinte años de agravios ocultos se expresaron a voz en grito en un instante. Una voz fuerte y angustiada se elevó sobre la cacofonía.

–¡Parad! ¡Parad ya!

Thea se giró para ver cómo Margie se levantaba de su silla con tanta violencia que la volcó. Temblaba como un potro recién nacido, las lágrimas surcando sus rollizas mejillas.

–¡Ya está bien! – gritó-. ¡Dejadlo ya!

Salió de la habitación antes de que alguno pudiera responder. Jake se levantó un minuto después.

–Voy a ver qué tal está -dijo.

Pese a seguir preocupada por su bienestar, Thea estaba encantada por la explosión de Margie. Aquellas eran las primeras palabras que su amiga había mencionado desde hacía semanas. Por vez primera, Margie parecía volver a ser ella misma. Aún estaba traumatizada, pero su mente había dejado de vagar a la deriva.

En la tregua que siguió, Newa Ghandour habló en un tono más calmado.

–No estoy diciendo que esté completamente segura de haber escogido bien. Entiendo que estés furiosa, Thea, pero eso no te da derecho a emplear ese lenguaje.

Thea asintió. Quería ver a Margie y asegurarse de que su mente no regresaba a donde quiera que hubiera estado los últimos días. Pero tendría que esperar; todavía tenía que descubrir algunos secretos siniestros. Jake tendría que arreglárselas solo con Margie. Contaba con una buenísima habilidad para consolar a los demás y probablemente se sentiría aliviado de no tener que presenciar los altercados entre ella y su madre. Teniendo más cuidado con lo que decía, Thea inquirió:

–Es que no lo entiendo. ¿Por qué me has mentido? ¿Qué sentido tenía que me dijeras que mi padre era un militar?

–Conocí a un soldado después de huir del templo contigo. Nos sentimos atraídos el uno por el otro y vinimos juntos a América. Aquí nos casamos. – El dolor asomó de nuevo por el rostro de Newa-. Pero cambió. Se volvió agresivo y no estaba por la labor de tolerar que alguien nos impusiera su voluntad.

–Mamá, te prometo… Y yo creía que tenía un gusto pésimo para los hombres. ¿Primero te enamoras de un chiflado sectario y luego de uno que te maltrata? ¿Cómo pudiste ser tan obtusa?

La mirada de Newa se iluminó por el enojo, pero no reprendió a su hija.

–Tu padre era peligrosamente carismático y yo era muy impresionable en aquel tiempo. El soldado… era diferente. Al principio no era así.

–Supongo que por eso nunca me dijiste su nombre. Aunque, en realidad, debería decir sus nombres -musitó Thea al evocar sus recuerdos. Había algo en el titubeo de su madre que la hacía sospechar. Debía existir una razón concreta por la que Newa decidió contarle que su padre era un soldado americano-. Fue un embarazo, ¿verdad? Te quedaste embarazada de él y por eso os casasteis. Pero algo le sucedió al bebé y eso cambió vuestra relación. ¿No es así?

–Eres una periodista perspicaz, Thea. – Newa se frotó la nuca-. Sí, tuve un bebé, otra niña, después de que nos mudáramos a los Estados Unidos. Fue un embarazo complicado y ella nació prematura. No pudo sobrevivir y eso lo hundió… Ésa es la razón por la que lo abandoné.

–No recuerdo nada de eso.

–Tenías poco más de un año; catorce meses. Y yo… no fui capaz de hablarte de ello cuando creciste.

Una incógnita reverberó en su mente.

–Espera; ¿cómo es posible que tenga un certificado de nacimiento americano, si nací en Egipto?

La agonía pesaba sobre Newa con mayor intensidad.

–Tú… Yo utilicé…

El terrible descubrimiento sobrecogió a Thea.

–¿Utilizaste el certificado de nacimiento de tu otra hija? ¡He tenido el certificado de mi hermana muerta todo este tiempo! ¿Me has contado alguna verdad?

Thea no aguardó una respuesta y salió corriendo del comedor.


Encontró a Jake en la puerta del cuarto de baño del segundo piso.

–Margie está dentro llorando -le informó-. Hemos estado hablando un rato pero no me deja entrar.

–¿Qué tal está?

–Bastante traumatizada, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta todo lo que ha sucedido. Pero no creo que… bueno, ya sabes…

Thea asintió. Margie no era de las que tenían en cuenta la posibilidad de suicidarse. Llamó a la puerta.

–¿Margie? Soy Thea, ¿puedo entrar?

Un murmullo lagrimoso emergió del otro lado.

–Si estás intentando mandarme a la mierda, no puedo oírte, cariño -dijo Thea-. Abre la puerta para que al menos puedas gritarme en la cara, ¿eh?

Después de unos segundos, escucharon el sonido de un cerrojo descorriéndose y la puerta se abrió una rendija.

–Yo me encargaré -susurró Thea a Jake, antes de entrar.

El servicio constaba de un lavabo, un sanitario y una ducha con mamparas de cristal deslustrado. Margie estaba sentada encima de la tapa del retrete, con medio rollo de papel higiénico, que usaba para limpiarse la cara, entre las manos. Percatándose de que su amiga se encogía protegiéndose de la puerta abierta, Thea la cerró y se sentó en el suelo. Su postura era similar a la de un indio, con las piernas cruzadas y la espalda contra las mamparas de la ducha. Sonrió a Margie disculpándose.

–Siento toda esta locura, Margie. No tienes idea de cuánto lo lamento. Ha sido todo por mi culpa.

–Sí, lo ha sido -corroboró ella, bufando sarcástica mientras se sonaba la nariz-. Me siento como si estuviera atrapada en una película y es muy desagradable.

Thea asintió. También ella se sentía así a menudo.

–¿Cómo te encuentras? Me has tenido aterrada.

–¡Genial! Porque, gracias a ti, yo también he estado aterrorizada y cabreada. Estoy todo lo bien que puedo teniendo en cuenta que esto es una pesadilla. – Margie la miró con ojos enrojecidos-. Sencillamente no lo entiendo, Thea. No entiendo de qué va todo esto. ¿Por qué yo? ¿Por qué tú? ¿Por qué ha sucedido esto? ¿Y ahora tu madre? ¿Acaso tiene todo que ver con tu familia?

–Ojalá pudiera decírtelo, cielo. Yo sé tan poco como tú. – Thea cogió las manos de Margie entre las suyas y la miró con seriedad-. No tengo idea de qué va todo esto. La única cosa que sé es por qué han ido a por ti y la respuesta es: porque querían llegar hasta mí.

–Pues qué suerte tengo.

Thea estrechó sus manos.

–Lo sé y lo siento. Hice todo lo que pude para protegerte.

Margie retiró las manos y se sonó la nariz.

–Pareces tu madre.

Eso le otorgó a Thea una idea de cómo se sentía Margie hacia ella en ese momento y de cómo podría estar sintiéndose su madre. Tenían que asimilar mucho, quizá demasiado para mantener su relación intacta. Thea se sentía terriblemente mal de que su amiga hubiera sido capturada por los vampiros, pero sabía que hizo todo lo que pudo para mantenerla al margen. Y si le hubiera contado la verdad, Margie habría pensado que Thea había perdido la cabeza. Sólo al convertirse en un testigo de la realidad, podría comprender la indiscutible importancia de todo aquello. Sí, y mira a dónde nos ha conducido.

–Tienes razón, cariño. La he fastidiado. No sé qué puedo hacer para solventar las cosas, pero haré lo que me pidas.

–¿Puedes darle marcha atrás al tiempo? ¿No? Entonces déjame sola durante un rato, ¿vale?


Thea no se sentía con ánimos para volver a hablar con su madre, así que se metió en su antigua habitación. Newa Ghandour la había convertido en una segunda habitación para invitados después de que ella se hubiera emancipado hacía unos años. Aparte de las conocidas dimensiones de la habitación, el lugar carecía de cualquier detalle familiar. Teniendo en cuenta que sus cosas ya no eran más que un montón de basura destrozada, Thea tendría que acostumbrarse a la frialdad de lo desconocido.

La situación era completamente desastrosa; ya no cabía la esperanza de que algo fuera a ser normal. Y eso no era lo peor. Thea estaba acostumbrada a que su vida se saliera de lo corriente; y las presentes circunstancias podían contemplarse como el extremo más radical del espectro. Tumbada en la cama a oscuras, oyendo el sonido del tráfico lejano en Lakeshore Drive, se dio cuenta de que lo que más la incomodaba era no saber qué podía pasar a continuación.

Ella no era el tipo de persona a la que le agradaba ceñirse a los planes más detallados. Aún así, durante la mayor parte de su vida había estado bastante segura de sí, sabiendo casi inconscientemente el próximo paso a seguir. Los poderes que había desarrollado en la cacería eran el cénit de esta confianza. A pesar de todo, había disfrutado de la capacidad de mirar de forma objetiva su vida y planear los próximos movimientos. Así había sido hasta ahora.

Muchas de las personas cercanas a ella estaban muriendo y otras siendo manipuladas por fuerzas más allá de su control. Su pasado era una mentira y su madre una desconocida. No había nada a lo que pudiera agarrarse, nada que le sirviera como un ancla, ninguna posición ventajosa desde la que pudiera darle un sentido a lo demás.

Se dejó llevar por sus pensamientos durante un tiempo indefinido. Después de un rato, se quedó medio dormida. Una voz suave la despertó.

–¿Thea? ¿Estás aquí?

–Humm, hola Jake, ¿qué ocurre?

–Estaba empezando a preguntarme qué te había ocurrido. – Una silueta, proyectada por el refulgir distante de las farolas de la calle, tanteó su camino hacia la silla situada junto a la mesa del escritorio-. Debes de haberte quedado dormida.

–Sí, eso parece. ¿Qué hora es? – El reloj alarma estaba dispuesto de tal manera que lo único que ella podía ver desde su ubicación era una serie de líneas verticales rojas.

–Poco más de las once.

Thea se incorporó sobresaltada.

–¿Tan tarde? Deberíamos irnos, tenemos que encontrar un sitio en el que escondernos.

–De hecho, ésa es una de las razones por las que he venido a hablar contigo. – Jake parecía estar nervioso, pero era difícil de asegurar en aquella oscuridad-. Tu madre me ha dicho que podemos quedarnos si queremos.

–¿Cómo? Espera un momento. – Thea se deslizó por uno de los laterales de la cama y tanteó hasta encontrar el interruptor de la lámpara. La luz cálida alumbró a Jake que parecía estar levemente avergonzado.

–Después de estar sentados durante un rato, sintiéndonos bastante incómodos, empezamos a hablar. Pensé que lo mejor era darle algún tipo de explicación sobre lo que está pasando. Y, además, quería entender lo que nos había estado relatando antes. En fin, cuando hubimos acabado, nos ofreció pasar aquí la noche.

Thea le miró con tosquedad.

–¿De qué habéis hablado exactamente?

–¡Eh! No pagues tu enojo conmigo. Sólo estaba tratando de conocer mejor a tu familia. Mira, ella sabe que sus mentiras han ido en detrimento de vuestra relación.

El dolor penetró en su alma como lava atravesando una brecha en la tierra.

–¿Acaso entiendes lo que hizo, Jake? Quiero decir…

–Sí, me hago a la idea. Tu madre se vio atraída hacia algún tipo de culto, pero se percató de su error cuando dio a luz a su hija. Así que hizo las maletas y se largó, enamorándose del primer tío con el que se cruzó y que pensó podría protegerla. Quedó prendada de forma emocional. Viajan a América; es una buena oportunidad para que ella y su hija comiencen una nueva vida. Entonces se queda embarazada por segunda vez, pero en ésta ocasión la pequeña no sobrevive y su marido se transforma en un cerdo de cuidado. De forma que, si no puede confiar en que otra persona la proteja a ella y a su hija, lo hará ella misma. Abandona al tipo y se lleva a la niña. Vuelve a empezar, tratando de dejar el pasado atrás y decide inventarse una historia para mantener apartada a su hija de los errores que ella había cometido. – Calló, encogiéndose de hombros ante la mirada atenta de Thea-. ¿Debería haberte contado la verdad? No lo sé; quizá sí. Por lo menos, en algún momento. ¿Entiendo yo por qué no lo hizo? Desde luego. No la estoy excusando por lo que hizo, Thea. Sólo trato de situar lo acontecido en su debido contexto.

La mujer se restregó los ojos y trató de ponerse en el lugar de su madre sin demasiado éxito.

–Es una locura sin sentido.

–Casi como cazar monstruos, ¿eh? Creo que tiene mucho valor el que narrara su historia delante de unos extraños. Tal vez me arriesgo a que me cortes la cabeza, pero me atrevería a decir que tu madre te quiere. – Jake se santiguó-. ¡Jesús, deja de mirarme con esa cara!

Thea bufó.

–No esperes que vaya a perdonarla de buenas a primeras; aún tiene muchas respuestas que darme.

–Eso es algo que tenéis que solventar vosotras -señaló Jake, encogiéndose otra vez de hombros-. Escucha, ya sé que hablar de esto no es lo que más te apetece en este momento, pero deberíamos repasar algunas cosas que podrían ayudarte a decidir sobre la conveniencia de quedarnos aquí. En mi opinión, creo que sería lo mejor para ti y para Margie.

–Muy bien, ¿cuáles? – inquirió ella, suspirando.

–Parece que todo lo que vivió tu madre fue producto de la mala suerte y unos equívocos bastante absurdos. Después de hablar con ella un rato, no me dijo nada que me hiciera pensar que había tenido contacto con algo sobrenatural. Creo que los sectarios a los que conocía en El Cairo eran una panda de charlatanes. La hice creer que nuestra experiencia con el templo en Chicago era algo parecido. No estoy seguro de si me creyó cuando le dije que no sabíamos nada de la pelea, pero estoy casi convencido de que sí lo ha hecho cuando le he comentado que no teníamos nada que ver. Me ha explicado que creía la versión que se ha difundido en los medios de comunicación, es decir, que el ataque fue racista y a favor de la supremacía de los blancos. Y yo no he dicho nada que pudiera rebatir esa afirmación.

–Lo que viene a ser tu manera diplomática de decirme que mamá no es algún tipo de espía de los podridos y que no nos traicionará a las primeras de cambio.

Jake murmuró una afirmación aturdido.

Thea se tumbó a lo ancho de la cama, tratando de poner en orden sus pensamientos.

–Bien, entonces creo que podremos quedamos aquí. Por lo menos esta noche.

–He hablado con Margie también. Ya ha salido del baño; parece estar bien. Bueno, mejor. En un estado similar a cuando la conocí en el hospital hace unas semanas, ya sabes, cuando estuviste ingresada. – Sus labios se apretaron formando una línea delgada-. Aún está conmocionada por lo ocurrido, pero dudo que vuelva a recaer en el estado de fuga. A pesar de todos los gritos y los conflictos, creo que le está haciendo bien estar aquí.

Rodando hasta quedarse de costado, Thea apoyó la cabeza en la mano para mirar a Jake. El movimiento tensó su abdomen y despertó la molestia de su herida. No era exactamente doloroso, sino tirante. Al parecer estaba cicatrizando sin problemas.

–Tenemos que hablar con ella, asegurarnos de que está bien y averiguar qué vio.

–Traté de averiguar lo que le ocurrió cuando… bueno, cuando la tenían retenida.

–¿Y?

Jake comprimió sus labios y exhaló.

–Lo que me ha contado es muy vago. Como si hubiera estado drogada o soñando. Sabía que estaba en peligro y recuerda que la estuvimos protegiendo. Pero nada que nos pueda ayudar.

–Si no está peor de lo que me cuentas, eso ya es más que suficiente -dijo Thea con una sonrisa fugaz en la boca-. ¿Crees que no recuerda apenas nada porque los vampiros la dominaron mentalmente?

–Puede que se trate de un mecanismo de defensa suyo. Ya sabes, una forma de combatir el trauma.

–Bueno, como no quiero que se sienta mal, prefiero no obligarla a que nos cuente los detalles. Lo que menos necesita Margie es que la metamos más en esto.

Jake parecía estar en desacuerdo. Desechó sus pensamientos con un gesto de la mano.

–Sí, te entiendo. Me gustaría saber si recuerda o podría recordar algo que nos fuera de ayuda, pero quién sabe lo que podría ocurrir si la presionamos con eso.

–Bien. ¿Entonces crees que el bueno de Earl se tragó la historia de que Margie está muerta?

–Lo creo muy posible. Fuiste bastante convincente. – Cuando Thea continuó mirándolo expectante, Jake se echó a reír-. Supongo que te estarás preguntando si creo que eso nos ayudará, ¿no es así?

–Su suposición es acertada, caballero.

Jake adoptó una actitud pensativa.

–Basándome en lo que he visto de los hábitos de los podridos en estos últimos años, casi podría asegurar que sí. El conflicto principal lo tienen con nosotros; ella quedó atrapada en medio. No creo que se molesten en comprobar la veracidad de la historia puesto que aún tienen que darnos caza a nosotros. El que la sedujo podría haberlo hecho, pero fue destruido.

–Que le jodan, se lo merecía.

–Quizá el problema sea Margie. Quiero decir, ¿será ella capaz de volver a la normalidad?

Thea también había estado preocupada por ello, de hecho, pese a las increíbles revelaciones de su madre, no había podido dejar de pensar en eso.

–¿Y?

–No lo sé -dijo, encogiéndose de hombros-. La pregunta es, además de si será capaz de recuperarse por completo, si habrá alguien esperando a que ella regrese.

–Sí, menuda mierda. Tiene que haber algo que podamos hacer. No se merece que su vida quede destruida por esto.

–Estoy de acuerdo. Comprobaré la hunter-net para ver si alguien contribuye con algo de información útil. La otra posibilidad es que demos caza a la vampira que huyó, ¿cómo se llamaba? ¿Silvia? A ella y a todos los miembros de su grupo, cabala o como se hagan llamar sus compañeros.

–Me parece bien. Maldita zorra.

Una de las comisuras de los labios de Jake, se ensanchó dibujando una media sonrisa.

–¿Sabes una cosa, Thea? Dices un montón de tacos.

Río sorprendida.

–¿De veras? Sí, supongo que sí. Probablemente podríamos sumar esa costumbre a las otras muchas que he desarrollado para rebelarme contra mi madre a lo largo de los años.

–No es tan grave; me he empezado a dar cuenta ahora que pasamos más tiempo juntos.

–Ya, bueno, pero no creo que deje de hacerlo sólo porque lo hayas sacado a colación, mojigato.


Thea pasó la noche inquieta. No logró conciliar el sueño más que unos pocos minutos cada vez. El contenido de la conversación con su madre había sido completamente inesperado. Por ende, era muy posible que, por sus andanzas, la vida de Margie hubiera quedado arruinada.

Se tambaleó hasta la cocina pasadas las diez. Encontró allí a Margie y a Jake conversando y degustando un cuenco de copos de avena, zumo y café.

–Buenos días -dijo, sin saludar a alguien en particular. Jake murmuró una contestación, mientras que Margie bebía su zumo de naranja.

–Tu madre se fue a comprar hace un rato -explicó Jake-. Creo que no se sentía muy cómoda con nosotros por aquí esta mañana.

–Sí, ya lo suponía -corroboró Thea, preparándose un cuenco de cereales y un café-. Ésa es la razón por la que no he bajado hasta ahora. He esperado hasta oír la puerta del garaje abriéndose.

Cogió su desayuno y lo dejó sobre la mesa de la cocina, tomando asiento al otro extremo de Margie, con Jake a su izquierda. Thea había decidido que la única manera de recuperar su amistad con ella tendría que ser hablando lo más franca y honestamente posible. No encontraré un momento mejor que éste. Sin preámbulos, dijo:

–Margie, quiero disculparme por todo lo que has tenido que sufrir. Merecías saber la verdad desde el principio, sin importar cuan absurda pudiera parecer. Entiendo que decir "lo siento" no es una compensación suficiente para lo ocurrido. Para ser honesta, la verdad es que dudo que exista algo que yo pueda decir y que te resarza. Pero, a partir de este momento, voy a dedicarme a hacer todo lo posible por devolverte tu antigua vida.

Thea tembló por el esfuerzo de mirarla directamente a los ojos, mientras hablaba con voz calma y razonable. No contaba con la fuerza de voluntad necesaria para quedarse quieta sentada y esperar una respuesta de su amiga, de forma que llenó la cuchara de cereal, se la metió en la boca y regó el alimento con un buen sorbo de café. Cuando volvió a mirarla, Margie estaba sentada en la misma posición, con el vaso de zumo a medio camino entre la mesa y sus labios. Thea intuyó a Jake mirando alternativamente de la una a la otra.

Después de lo que pareció una eternidad, Margie se movió, bebió un sorbo y se aclaró la garganta.

–He estado reflexionando desde… desde aquella noche. No recuerdo todo lo que sucedió, pero tampoco puedo negar lo que ha ocurrido. Jake me ha estado ayudando a recordar algunos detalles… No es que el entenderlo lo haga más verosímil. Supongo que ya sé lo suficiente como para no querer tener nada que ver con ello. Pero no pienso sentarme y lamentarme. Tienes razón al decir que disculparte no hará que esto desaparezca. Aún estoy muy cabreada contigo, pero no puedo echarte la culpa de todo.

Thea la miró sonriendo y se inclinó sobre su café hasta tener un control aceptable de sus emociones. No estaban siquiera cerca de la normalidad, pero esto ya era un comienzo. El saber que Margie quería arreglar las cosas, no sólo el caos que habían contagiado los no muertos a su vida, sino también su amistad, hizo que Thea respirara aliviada. Margie era la que más próxima estaba a ella y perder su amistad la destruiría.

–Una cosa menos.

–¿De qué estás hablando?

–Estaba pensando. Si te encuentras mejor y no quieres arrancarme la cabeza, Margie, quizá fuera mejor que buscáramos un nuevo escondite donde planear nuestro próximo movimiento.

–Oh, dios mío -respondió Margie-, yo no puedo hacer… lo que hacéis vosotros. Sólo aspiro a la normalidad.

–Ya lo sé, Margie -confirmó Thea, mientras Jake asentía-. Puedes creer que nosotros también. Pero no estoy diciendo que vayas a tener que huir por todo el país como El Fugitivo. Sólo digo que este lugar no es ni remotamente acogedor después de los proyectiles que lanzó anoche mi madre. Sólo puedo imaginar lo incómodo que debe resultaros a vosotros dos.

–Espera -interrumpió Jake cuando Margie se disponía a hablar-, no es que éste sea mi refugio ideal, pero ¿no preferirías quedarte aquí y tratar de arreglar la situación con tu madre?

Thea suspiró.

–No estoy segura. Bueno, sí, tal vez, bueno, probablemente, pero no en este momento. Están ocurriendo demasiadas cosas. Tratar de solucionar la relación con mi madre sería proverbialmente como la gota que colma el vaso. Además, ya he jodido la vida de Margie y no quisiera hacerlo con la de mi madre también.

Asintieron a su decisión. En el silencio que siguió, Thea terminó su cuenco de cereales y su café. Cuando volvió a sentarse, Margie preguntó:

–¿Hay alguna razón por la que no pueda regresar a casa? No me refiero al apartamento, por lo menos no ahora, sino al hogar de mis padres. Y a la universidad. Necesito volver a trabajar en mis experimentos.

Thea miró a Jake, que se encogió de hombros.

–Me preguntó antes y creo que estaría bien. Basándome en lo que me ha contado y en la ruina en la que ha quedado vuestro apartamento, yo diría que Graham destrozó todo porque estaba cabreado contigo. No parece que estuvieran registrándolo para encontrar algo concreto. La cartera y objetos personales de Margie estaban todavía en su habitación, así que dudo que sepan dónde viven sus padres o que sea una estudiante graduada. Y si creen que está muerta, bueno…

–Sí, eso tiene sentido. Podríamos llevarte a casa de tus padres, en lugar de arrastrarte con nosotros. – Thea sonrió arrepentida-. Supongo que me pone nerviosa no tenerte a la vista. Quiero estar segura de que estarás protegida.

–No soy ninguna niña, Thea; creo que podré cuidar de mí misma.

–No estoy diciendo que no puedas hacerlo. Ésta es una situación diferente. Los problemas saltarán sobre ti sin mediar palabra.

Antes de que Margie pudiera contestar, Jake intervino:

–Eso nos lleva a otro punto, Thea, sobre ti y tu vida aquí.

–¿Te refieres a si seré capaz de brindarle algo de normalidad a mi situación? – Restregó la yema del dedo índice contra un arañazo en la mesa-. Bueno, nuestras caras no han salido en todos los telediarios, de forma que podría intentar regresar a la rutina diaria. Pero la verdad es que mi vida, por lo menos en Chicago, no tiene ningún sentido. Los podridos me quieren muerta. Lo que tiene mucho sentido, teniendo en cuenta que destruimos a esos dos vampiros, Critias y Graham, y herimos a Sylvia; quizá incluso acabáramos con ella, aunque no creo que tengamos esa suerte. No me agrada la idea de marcharme, pero quedándome sólo conseguiré poner en peligro la vida de los que amo.

–Sí, eso es lo que yo pensaba.

–¿Qué es lo que vais a hacer? – Margie apretujó los labios en un gesto de disconformidad-. ¿Vais a huir?

Jake removió con la cuchara las migas reblandecidas de cereal de su cuenco.

–Lo que haremos será atraer a los podridos, los vampiros, y asegurarnos de que saben que vamos a huir. No van a parar hasta cogernos. Tendremos que atraerlos fuera de sus guaridas y conseguir que algunos amigos nos ayuden a prepararles una emboscada.

–Además, así se concentrarán en capturarnos a nosotros y tú estarás a salvo, Margie. – Advirtiendo la expresión en el rostro de su amiga, Thea añadió:- Nunca dije que el plan fuera perfecto, cielo. No tenemos otra elección ahora mismo. Jake y yo tendremos que tomar la iniciativa porque si no, nos convertiremos en dianas fáciles.

–Supongo que tienes razón. – Margie negó con un gesto de la cabeza-. Toda esta situación es una locura.

–Tienes razón.


Thea quería dejar un mensaje y que salieran todos de allí antes de que su madre regresara. Sabía que Newa se había ido a hacer unas compras para brindarle esa oportunidad. Pero no; ambas habían estado eludiendo encontrarse cara a cara y decirse la verdad durante demasiado tiempo. Tenían mucho que resolver y eso les llevaría bastante más de una tarde, pero su madre merecía que se despidiera de ella en persona.

Hicieron las maletas con sus escasas pertenencias y pasaron la siguiente media hora viendo los canales de televisión en busca de cualquier noticia sobre la Torre Sears o cualquiera de ellos. El ataque a la Torre Sears fue comentado brevemente en la CNN; no se conocían nuevos informes, las autoridades tenían la sospecha de que los asaltantes pertenecían al crimen organizado y no al terrorismo, y nada más. Al parecer, nadie había oído los disparos en su apartamento y presumiblemente Earl había sido lo bastante hábil como para liberarse y marchar sin alertar a los vecinos. Después de repasar otra vez los telediarios de todas las cadenas, Jake sugirió que se pusieran en marcha.

–No pretendo restarle importancia a lo que tienes que tratar con tu madre, pero no podemos perder todo el día esperándola aquí.

Thea asintió.

–Tienes razón. Quizá nos siente bien algo más de tiempo para reflexionar. Me aseguraré de hacerle una visita antes de que nos vayamos de la ciudad.

Jake acababa de terminar de hablar con Lupe Droin para que viniera a recogerlos, cuando la puerta del garaje retumbó, anticipando el regreso de Newa Ghandour. La madre de Thea entró en la casa cargada con una bolsa de fruta fresca y verdura, y otra con productos diversos. Saludó con un gesto de la cabeza mientras se encaminaba a la cocina, donde se encargó de guardar los alimentos. Jake y Margie no necesitaron ningún aviso para subir al piso superior a recoger sus pertenencias. Cogiendo aliento, Thea entró en la cocina.

–Hemos llamado a un taxi, mamá. Nos marcharemos en unos minutos.

Newa Ghandour se acercó al enorme fregadero de acero inoxidable, donde empezó a lavar y cortar apio.

–Muy bien -dijo con un tono suave-, ¿adonde iréis?

–Tal vez sea mejor que no lo sepas. – Esperó a que su madre la mirara-. ¿Mamá? Mira, tenemos que irnos, pero quería hablar contigo sobre, bueno… de todo.

–Me parece que para eso necesitaremos algo más de unos minutos, Thea.

–¿Qué? ¿Ahora me vienes con chistes? ¡Mamá, esto es importante!

Newa dejó el apio sobre el mostrador y se inclinó sobre el borde del fregadero un instante. Finalmente, cerró el grifo del agua y dio media vuelta. Newa estaba sonrojada, sus ojos húmedos e hinchados. Su voz permaneció tranquila al decir:

–Sí, tiene todo el aspecto de ser importante. Apenas sé algo de lo que ocurre, pero supongo que no tengo derecho a preguntar.

–¿Por lo que me contaste anoche? Quizá. Pero debo decirte que creo poder entender por qué no quisiste hablarme sobre ello. – Thea rió sin alegría-. No estoy muy segura de si no es evidente en qué estoy involucrada ahora mismo, pero preferiría que te mantuvieras al margen. Al menos hasta que la situación se estabilice. Tú y yo somos prácticamente unas extrañas. Hay muchas cosas de las que debemos hablar para cambiar eso, y quisiera que pudiera ser en este instante. Pero…

–Ahora no es un buen momento.

–No, no lo es. Me pondré en contacto contigo pronto, y podremos intentar ponernos al día. O, al menos, ponernos de acuerdo para saber qué vamos a olvidar de lo que alguna vez sucedió. – Eso las hizo sonreír ligeramente a las dos-. Hasta entonces, necesito que me hagas un favor.

Newa Ghandour inclinó la cabeza un poco.

–¿Y qué favor es ése?

–Te pido por favor que no le digas a nadie que Margie estuvo aquí. Que la última vez que la viste fue la noche que me fuiste a recoger al hospital hace unas semanas.

–Ésa es una petición extraña, Thea. – Su rostro casi urgía una explicación.

Thea frunció el ceño.

–¿Recuerdas haber dicho que no me contaste todo aquello sobre Akenatón y mi padre porque creíste que así podrías protegerme? Esto es casi lo mismo, salvo que yo tengo la seguridad de que al hacerlo, protegeré a Margie y quizá también a ti. Pero esto es todo lo que te voy a contar por ahora.

Newa la miró impasible y luego asintió. Se aproximo a la tabla de cortar donde había dejado su cartera. Mientras revolvía en su interior, dijo:

–Si eso es lo que tengo que hacer para salvaguardar nuestra relación familiar, lo haré. A cambio tengo que pedirte un favor. Toma esto.

Thea abrió el sobre y rió atónita.

–¡Dios! Mamá… ¿Cuánto dinero hay aquí?

–Dos mil dólares. Pasé por el banco esta mañana. Nunca has sido muy diestra con las finanzas; quizá lo necesites allí donde vayas.

Thea balbució durante unos instantes, pero no pudo negar que el dinero le vendría muy bien.

–No sé qué decir… Salvo, ¿cuál es ese favor?

–Me alejé de mi familia presa de la vergüenza y la confusión. Pensé que había caído en desgracia. Sentí que no podría regresar nunca. No cometas ese error. Recuerda que siempre serás bienvenida, Thea.

Dos breves bocinazos llegaron a sus oídos desde la calle.

No es fácil determinar cuál de las dos estaba más sorprendida cuando Thea abrazó repentinamente a su madre.

–Así lo haré, mamá. Te quiero.

Thea salió corriendo de la cocina sin poder retener las lágrimas que se agolpaban en las cuencas de sus ojos. Las palabras de su madre la despidieron en aquella fría tarde de marzo:

–Que Dios sea contigo, hija mía.


Thea se sentía culpable. O, en su defecto, egoísta. Su mejor amiga estaba a salvo en casa de sus padres y había prometido pasar inadvertida durante las siguientes semanas. Pero Jake aún estaba con ella; un muchacho que apenas había salido de la adolescencia y a quien sólo conocía desde hacía un año. El chico se había unido a la brigada Van Helsing para ayudarlos a conocer más detalles de lo que cazaban. Pero el equipo había sido destruido y no parecía haber una sola razón por la que él tuviera que permanecer a su lado. Salvo quizá la lealtad que sentía hacia Thea y que, posiblemente, fuera un argumento más que suficiente como para que lo mataran. Y allí estaba, sentado ante la mesa en una habitación del Best Western motel, discurriendo con ella lo que podían hacer y comprobando sus opciones en hunter-net. Parecía no albergar la menor duda de si quedarse con ella en esa situación tan amarga. Mencionárselo no mitigaría su sentimiento de culpabilidad y conseguiría avergonzarlo a él, de forma que se guardó sus pensamientos para sí y se concentró en el plan que tenían entre manos.

Estaban de acuerdo en que la mejor opción era coger el Amtrack y salir de la ciudad. Desembarcarían en otra ciudad y tratarían de perder (aunque no de forma exhaustiva) a quien quiera que los estuviera siguiendo, comprarían dos billetes con dos horas de salida diferentes y escogerían una en el último momento. Luego, en su destino, abandonarían otra vez el tren, dejarían tras de sí un rastro que pudiera seguir incluso un ciego, hasta que llegaran al lugar que hubieran acordado anteriormente con los cazadores locales. En ese momento, harían todo lo que estuviera en su mano para despistar a sus perseguidores y se retirarían al refugio de los cazadores. Esto debería despertar el interés de los podridos lo suficiente como para que no se molestaran en asegurarse de si un testigo casual estaba o no muerto. O así lo esperaban. Thea hubiera querido que su sexto sentido pudiera determinar los riesgos exactos de su plan, pero éste era demasiado abstracto. Confiaba en recibir algunas epifanías cuando ya estuvieran en marcha.

La dificultad principal estaba en decidir a qué ciudad debían viajar y encontrar a otros cazadores que los ayudaran con tan poco tiempo para prepararse. Pese a que contaban con una red global de comunicaciones gracias a hunter-net, la mayoría de los cazadores eran sumamente recelosos a la hora de revelar su identidad y sólo lo hacían en el caso de que no existiera ninguna duda. Se sabía que los monstruos habían enviado a sus lacayos a atraer a los cazadores. Estos Renfields se hacían pasar por cazadores, y aunque no eran buenos en el arte de la representación, la amenaza que encarnaban era una realidad.

Thea era afortunada por tener a Jake a su lado. Era relativamente nueva en el círculo de cazadores y su presencia en hunter-net era muy escasa. Bajo el pseudónimo de "Ratóndebiblioteca55", Jake estaba entre los primeros y más respetados usuarios de la red. La cuestión estaba ahora en decidir quién o, mejor dicho, dónde se sentirían más cómodos trabajando con otras personas. El chico se decantó finalmente por Baltimore.

–Está bien, pero espero que no tardemos demasiado en poner las cosas en funcionamiento -gruñó Thea-. Ha pasado una semana desde lo de la Torre Sears y los malvados deben de estar furiosos por no haber podido capturarnos todavía. Especialmente después de haber perdido a uno de sus matones. Apuesto a que no contamos con más de un día antes de que empiecen a mirar debajo de todas las piedras y que rastreen la ciudad de un extremo al otro para encontrarnos. Si es que no lo están haciendo ya.

–¿Qué te hace pensar eso? – Se preguntó Jake-. ¿Tu sentido arácnido?

–No, es lo que yo haría si estuviera hasta las narices de buscar a un par de granos en el culo y contara con unos cuantos recursos para atajar el problema. – El muchacho sonrió, pero Thea sabía que la sonrisa carecía de alegría. Imaginó que estaría tan cansado como lo estaba ella-. Muy bien. Ya es suficiente para mí; voy a reventar. Si los monstruos llaman a la puerta, estarás solo.

–Vale. – Jake tamborileó sus uñas sobre el costado del Compaq-. Sólo me queda por enviar un bonito mensaje críptico a la lista. Luego caeré como un tronco sobre el catre.

Habían optado por alquilar una habitación doble. Thea veía a Jake como al hermano pequeño que nunca tuvo, y aunque tenía la sospecha de que él estaba ligeramente enamorado de ella, sabía que nunca sería lo bastante torpe como para intentar algo. Cualquier tensión sexual posible moría bajo la amenaza que representaba lo sobrenatural. Alquilar habitaciones individuales era pedir a gritos que viniera un no muerto a aniquilarlos uno a uno. Thea se detuvo antes de llegar al baño; un recuerdo que había intentado suprimir de su memoria, pugnaba por emerger a la superficie. Desde que habían empezado a hablar de otros cazadores, había tenido visiones de un cuerpo con los miembros dislocados en ángulos imposibles. El recuerdo era ahora más intenso y, en lugar de ver el baño del motel, tenía la sensación de estar frente a la oscura recámara de un templo y que un hombre, embutido en un traje sanguinolento de color azabache, yacía frente a ella, su vida siéndole arrebatada con una premura inconcebible. Thea no estaba segura de cuánto había estado allí de pie antes de regresar al presente. Parpadeando para deshacerse de las lágrimas, se alejó del baño.

–¿Qué hay de Carpenter?

Jake se sacudió como si le hubieran grabado al fuego una marca de ganadería en el colon. Lanzó una mirada con los ojos como platos por encima de su hombro y exclamó con brusquedad:

–¡Jesús, Thea! ¡Me has dado un susto de muerte!

Thea se acercó y reclinó sobre el borde de la mesa.

–¿Y bien?

–¿Te refieres a por qué no hemos ido tras él durante este tiempo? – preguntó Jake, frotándose los brazos en un intento de quemar el subidón de adrenalina.

–Eso es. Y ahora estamos planeando abandonar la ciudad, sin haber hecho nada por encontrarlo.

–Estaba preguntándome cuándo sacarías eso a colación.

–¿Sí? ¿Y cómo es que no lo has hecho?

Jake la sonrió sin humor.

–Porque no me apetece suicidarme. – Thea ya estaba a punto de responder, cuando Jake la contuvo-. Escúchame. Ir detrás de Carpenter ahora no sería parte de la caza; sería por venganza. Trataríamos de acabar con él por lo que les hizo a Romeo y Lilly… y, por tanto, a Parker y Dean. Maldita sea, quizá incluso estuviera detrás de las muertes de Carl y Wayne, como pensaba Parker.

–¿Qué hay de malo en una pequeña venganza? No olvides que ese hijo de puta mató a dios sabe cuántos miembros de la familia Sforza. Y ésos son sólo los casos que sabemos con seguridad.

–Si hay alguien encabezando mi lista de "se lo merece", ése es Maxwell Carpenter. – Empujó la silla hacia atrás y cruzó los brazos como si estuviera a punto de iniciar una conferencia-. Tú me conoces, Thea. Creo que hay algo que merece la pena salvar en cada una de las cosas a las que nos enfrentamos. Destruirlas puede ser necesario, pero sólo cuando no tenemos más remedio. Pero dejemos eso a un lado por el momento. Pese a todas las cosas horribles que ha hecho Maxwell Carpenter, no creo que sus motivos fueran perversos. Posiblemente no sean muy diferentes de la razón por la que tú quieres cortarlo en pedacitos.

–Oh, ¿No estarás comparándonos a los dos?

–Sí, así es. Ya lo sabes, Thea. Es más sencillo dejarse llevar por el dolor y la rabia que intentar encontrarle una explicación a lo que está ocurriendo. Carpenter es así porque tuvo una vida muy difícil y una muerte horrible. Todos esos años estando muerto lo han convertido en un ser retorcido. Fija te en lo que sientes y multiplícalo por un millón y quizá así comprendas en qué punto está él. Soy perfectamente consciente de por qué debe ser destruido, no por ser un monstruo, sino para que deje ya de sufrir.

–Venga, Jake -suplicó Thea-. Estoy de acuerdo en que no todas esas criaturas son malas hasta la médula, pero algunas sí. La maldad existe y su nombre es Maxwell Carpenter. Tal vez empezara siendo un pobre mafioso traicionado, pero ha estado comiendo mantequilla de cacahuete y bocadillos de malvado el doble de tiempo de lo que nosotros llevamos vivos. Hemos visto de primera mano que todo cuanto toca está corrupto de alguna manera. El resto de nuestro equipo está muerto, mi vida está arruinada y, posiblemente, también la de Margie. ¡Y ni siquiera iba a por nosotros! Sólo éramos herramientas para alcanzar un fin. ¡Haz el favor de quitarte ese velo rosa de los ojos y míralo bien! No hay un solo milímetro de ese bastardo que merezca ser salvado.

Thea no había querido arremeter contra Jake. Pero esas presunciones optimistas del tipo de "el vaso está siempre medio lleno", iban a conseguir matarlo algún día.

–Está bien, Thea; vale. – Se frotó la cara y mostró algo más de compostura que ella-. He tratado esta cuestión otras veces con algunas personas. No es nada nuevo y tampoco resolveremos el asunto gritándonos el uno al otro. De cualquier forma, esto está fuera del meollo. ¿Quieres saber por qué no mencioné la posibilidad de ir tras él? Porque debe estar escondido en alguna parte de Chicago. Aquí mismo, en una ciudad atestada de vampiros a los que les encantaría ponemos las manos encima. No podemos seguir cazando como si nada hubiera ocurrido. Estamos en desventaja. Lo inteligente es retirarse y reagruparse. Vivir para poder seguir luchando, ¿no crees?

–Siempre que puedas convivir contigo mismo en el proceso, Jake -respondió con brusquedad, mientras se encaminaba hacia el baño.

Cerró la puerta de un portazo, ahogando cualquier posible contestación que él hubiera dado. Thea dejó correr el agua caliente, poniéndola al máximo y se desvistió con una serie de movimientos rudos y furibundos. Quemándose la piel bajo el agua intentó, sin éxito, dejar su mente en blanco; relajarse.

Thea tenía que reconocer que los conocimientos de Jake la habían salvado de morir en manos de algunos chupasangres. Pero no importaba qué argumentos diera éste sobre Carpenter, ella sabía la verdad. Maxwell era un monstruo en el sentido más estricto de la palabra. Una entidad corrupta que había despedazado su vida desde la raíz. Y todavía estaba ahí fuera, haciendo dios sabía qué.