–¿Por mí? ¿Qué? ¿Por qué? – Thea estaba teniendo problemas
para asimilar lo que su madre estaba explicando y tenía la sospecha
de que aquello no era más que la punta del
iceberg.
–Yo era una mujer joven y muy confusa cuando conocí a tu
padre. Él era un hombre atractivo, misterioso y cosmopolita. Me vi
atraída a él y también hacia la vida que llevaba. Al principio, los
Aton-u no eran más que una diversión, un aspecto oscuro y seductor
de nuestra cultura pasada. Pero pronto empezó a tener una gran
importancia en mi vida. Al poco, olvidé las consignas del Islam a
favor de la herejía de Akenatón. No hubo nada terriblemente
siniestro en aquella época. De hecho, la palabra más acertada sería
"patética". Creímos ser testigos de secretos arcanos, pero tengo la
sospecha de que todas esas visiones fueron producto de las drogas
que nos procuraba el sumo sacerdote. Esto continuó durante… la
verdad es que no lo sé. Y, de repente, me quedé embarazada -A
medida que hablaba, su cuerpo había ido encogiéndose por la
vergüenza. Golpeteaba rítmicamente con las uñas sobre la cerámica
china de la taza. No obstante, cuando habló de su embarazo, recobró
la energía. Newa miró a su hija con ojos brillantes bañados por la
tristeza-. Cuando tú naciste… ¡Mi hija, una nueva vida en mis
manos! Me di cuenta de que no eran más que un puñado de idiotas
jugando a ser misteriosos. Y yo no era mucho mejor que ellos. Un
hombre encantador y carismático me había seducido y apartado de mi
fe en Alá; me había separado de la cordura para que formara parte
de su locura.
Thea percibió la mirada intensa de Jake; una rápida ojeada
reveló que tenía el ceño fruncido y los ojos atentos mientras
asimilaba la información. En el otro extremo de la mesa, Margie
jugaba con la taza de cerámica china. Parecía estar
aburriéndose.
–Hay algo que no entiendo. ¿Fue mi padre el que te metió en
esto? ¿Y qué sentido tiene que un soldado americano esté
relacionado con un culto egipcio?
Newa negó con un gesto.
–También te mentí en eso. Tu padre era cairino, como yo. Lo
abandoné allí cuando te saqué de Egipto.
–¡¿Cómo?! – Thea estaba cerca de perder el control. En cinco
minutos había descubierto que todo su pasado era mentira-. ¿Qué me
sacaste de Egipto? Yo nací aquí. Ese templo está en el centro de la ciudad. ¿De
qué demonios me estás hablando?
Una vez más, los ojos tristes la
contemplaron.
–No supe que había un templo del culto en Chicago hasta
varios años después de que nos asentáramos aquí. Al que pertenecía
tu padre estaba en Egipto. Y tú… tú naciste allí.
–¡¿Qué… qué demonios?! – Thea aspiró profundamente, mientras
trataba de no perder la compostura-. ¿Qué es lo que me estás
diciendo? ¿Qué todo en lo que yo he creído era una jodida mentira? ¿Qué…?
–¡Sé más respetuosa! – El tono conmocionado, iracundo y
avergonzado de Newa habría hecho sentir incómodo hasta a un santo.
Su puño se estrelló contra la mesa con tal fuerza que las tazas
saltaron, vertiendo café tibio en sus pequeños platitos. Newa
Ghandour no era proclive a las demostraciones de fuerza, lo que
hacía que su reacción fuera aún más inesperada-. ¡¿Cómo te atreves
a venir a mi casa y hablarme de esa manera?!
Madre e hija se pusieron a vociferarse. Más de veinte años de
agravios ocultos se expresaron a voz en grito en un instante. Una
voz fuerte y angustiada se elevó sobre la
cacofonía.
–¡Parad! ¡Parad ya!
Thea se giró para ver cómo Margie se levantaba de su silla
con tanta violencia que la volcó. Temblaba como un potro recién
nacido, las lágrimas surcando sus rollizas
mejillas.
–¡Ya está bien! – gritó-. ¡Dejadlo ya!
Salió de la habitación antes de que alguno pudiera responder.
Jake se levantó un minuto después.
–Voy a ver qué tal está -dijo.
Pese a seguir preocupada por su bienestar, Thea estaba
encantada por la explosión de Margie. Aquellas eran las primeras
palabras que su amiga había mencionado desde hacía semanas. Por vez
primera, Margie parecía volver a ser ella misma. Aún estaba
traumatizada, pero su mente había dejado de vagar a la
deriva.
En la tregua que siguió, Newa Ghandour habló en un tono más
calmado.
–No estoy diciendo que esté completamente segura de haber
escogido bien. Entiendo que estés furiosa, Thea, pero eso no te da
derecho a emplear ese lenguaje.
Thea asintió. Quería ver a Margie y asegurarse de que su
mente no regresaba a donde quiera que hubiera estado los últimos
días. Pero tendría que esperar; todavía tenía que descubrir algunos
secretos siniestros. Jake tendría que arreglárselas solo con
Margie. Contaba con una buenísima habilidad para consolar a los
demás y probablemente se sentiría aliviado de no tener que
presenciar los altercados entre ella y su madre. Teniendo más
cuidado con lo que decía, Thea inquirió:
–Es que no lo entiendo. ¿Por qué me has mentido? ¿Qué sentido
tenía que me dijeras que mi padre era un militar?
–Conocí a un soldado después de huir del templo contigo. Nos
sentimos atraídos el uno por el otro y vinimos juntos a América.
Aquí nos casamos. – El dolor asomó de nuevo por el rostro de Newa-.
Pero cambió. Se volvió agresivo y no estaba por la labor de tolerar
que alguien nos impusiera su voluntad.
–Mamá, te prometo… Y yo creía que tenía un gusto pésimo para
los hombres. ¿Primero te enamoras de un chiflado sectario y luego
de uno que te maltrata? ¿Cómo pudiste ser tan
obtusa?
La mirada de Newa se iluminó por el enojo, pero no reprendió
a su hija.
–Tu padre era peligrosamente carismático y yo era muy
impresionable en aquel tiempo. El soldado… era diferente. Al
principio no era así.
–Supongo que por eso nunca me dijiste su nombre. Aunque, en
realidad, debería decir sus nombres -musitó
Thea al evocar sus recuerdos. Había algo en el titubeo de su madre
que la hacía sospechar. Debía existir una razón concreta por la que
Newa decidió contarle que su padre era un soldado americano-. Fue
un embarazo, ¿verdad? Te quedaste embarazada de él y por eso os
casasteis. Pero algo le sucedió al bebé y eso cambió vuestra
relación. ¿No es así?
–Eres una periodista perspicaz, Thea. – Newa se frotó la
nuca-. Sí, tuve un bebé, otra niña, después de que nos mudáramos a
los Estados Unidos. Fue un embarazo complicado y ella nació
prematura. No pudo sobrevivir y eso lo hundió… Ésa es la razón por
la que lo abandoné.
–No recuerdo nada de eso.
–Tenías poco más de un año; catorce meses. Y yo… no fui capaz
de hablarte de ello cuando creciste.
Una incógnita reverberó en su mente.
–Espera; ¿cómo es posible que tenga un certificado de
nacimiento americano, si nací en Egipto?
La agonía pesaba sobre Newa con mayor
intensidad.
–Tú… Yo utilicé…
El terrible descubrimiento sobrecogió a
Thea.
–¿Utilizaste el certificado de nacimiento de tu otra hija?
¡He tenido el certificado de mi hermana muerta todo este tiempo!
¿Me has contado alguna
verdad?
Thea no aguardó una respuesta y salió corriendo del
comedor.
Encontró a Jake en la puerta del cuarto de baño del segundo
piso.
–Margie está dentro llorando -le informó-. Hemos estado
hablando un rato pero no me deja entrar.
–¿Qué tal está?
–Bastante traumatizada, lo que no es de extrañar si tenemos
en cuenta todo lo que ha sucedido. Pero no creo que… bueno, ya
sabes…
Thea asintió. Margie no era de las que tenían en cuenta la
posibilidad de suicidarse. Llamó a la puerta.
–¿Margie? Soy Thea, ¿puedo entrar?
Un murmullo lagrimoso emergió del otro lado.
–Si estás intentando mandarme a la mierda, no puedo oírte,
cariño -dijo Thea-. Abre la puerta para que al menos puedas
gritarme en la cara, ¿eh?
Después de unos segundos, escucharon el sonido de un cerrojo
descorriéndose y la puerta se abrió una rendija.
–Yo me encargaré -susurró Thea a Jake, antes de
entrar.
El servicio constaba de un lavabo, un sanitario y una ducha
con mamparas de cristal deslustrado. Margie estaba sentada encima
de la tapa del retrete, con medio rollo de papel higiénico, que
usaba para limpiarse la cara, entre las manos. Percatándose de que
su amiga se encogía protegiéndose de la puerta abierta, Thea la
cerró y se sentó en el suelo. Su postura era similar a la de un
indio, con las piernas cruzadas y la espalda contra las mamparas de
la ducha. Sonrió a Margie disculpándose.
–Siento toda esta locura, Margie. No tienes idea de cuánto lo lamento. Ha sido todo por mi
culpa.
–Sí, lo ha sido -corroboró ella, bufando sarcástica mientras
se sonaba la nariz-. Me siento como si estuviera atrapada en una
película y es muy desagradable.
Thea asintió. También ella se sentía así a
menudo.
–¿Cómo te encuentras? Me has tenido
aterrada.
–¡Genial! Porque, gracias a ti, yo también he estado
aterrorizada y cabreada. Estoy todo lo bien que puedo teniendo en
cuenta que esto es una pesadilla. – Margie la miró con ojos
enrojecidos-. Sencillamente no lo entiendo, Thea. No entiendo de
qué va todo esto. ¿Por qué yo? ¿Por qué tú? ¿Por qué ha sucedido
esto? ¿Y ahora tu madre? ¿Acaso tiene todo que ver con tu
familia?
–Ojalá pudiera decírtelo, cielo. Yo sé tan poco como tú. –
Thea cogió las manos de Margie entre las suyas y la miró con
seriedad-. No tengo idea de qué va todo esto. La única cosa que sé
es por qué han ido a por ti y la respuesta es: porque querían
llegar hasta mí.
–Pues qué suerte tengo.
Thea estrechó sus manos.
–Lo sé y lo siento. Hice todo lo que pude para
protegerte.
Margie retiró las manos y se sonó la nariz.
–Pareces tu madre.
Eso le otorgó a Thea una idea de cómo se sentía Margie hacia
ella en ese momento y de cómo podría estar sintiéndose su madre.
Tenían que asimilar mucho, quizá demasiado para mantener su
relación intacta. Thea se sentía terriblemente mal de que su amiga
hubiera sido capturada por los vampiros, pero sabía que hizo todo
lo que pudo para mantenerla al margen. Y si le hubiera contado la
verdad, Margie habría pensado que Thea había perdido la cabeza.
Sólo al convertirse en un testigo de la realidad, podría comprender
la indiscutible importancia de todo aquello. Sí, y mira a dónde nos ha
conducido.
–Tienes razón, cariño. La he fastidiado. No sé qué puedo
hacer para solventar las cosas, pero haré lo que me
pidas.
–¿Puedes darle marcha atrás al tiempo? ¿No? Entonces déjame
sola durante un rato, ¿vale?
Thea no se sentía con ánimos para volver a hablar con su
madre, así que se metió en su antigua habitación. Newa Ghandour la
había convertido en una segunda habitación para invitados después
de que ella se hubiera emancipado hacía unos años. Aparte de las
conocidas dimensiones de la habitación, el lugar carecía de
cualquier detalle familiar. Teniendo en cuenta que sus cosas ya no
eran más que un montón de basura destrozada, Thea tendría que
acostumbrarse a la frialdad de lo desconocido.
La situación era completamente desastrosa; ya no cabía la
esperanza de que algo fuera a ser normal. Y eso no era lo peor.
Thea estaba acostumbrada a que su vida se saliera de lo corriente;
y las presentes circunstancias podían contemplarse como el extremo
más radical del espectro. Tumbada en la cama a oscuras, oyendo el
sonido del tráfico lejano en Lakeshore Drive, se dio cuenta de que
lo que más la incomodaba era no saber qué podía pasar a
continuación.
Ella no era el tipo de persona a la que le agradaba ceñirse a
los planes más detallados. Aún así, durante la mayor parte de su
vida había estado bastante segura de sí, sabiendo casi
inconscientemente el próximo paso a seguir. Los poderes que había
desarrollado en la cacería eran el cénit de esta confianza. A pesar
de todo, había disfrutado de la capacidad de mirar de forma
objetiva su vida y planear los próximos movimientos. Así había sido
hasta ahora.
Muchas de las personas cercanas a ella estaban muriendo y
otras siendo manipuladas por fuerzas más allá de su control. Su
pasado era una mentira y su madre una desconocida. No había nada a
lo que pudiera agarrarse, nada que le sirviera como un ancla,
ninguna posición ventajosa desde la que pudiera darle un sentido a
lo demás.
Se dejó llevar por sus pensamientos durante un tiempo
indefinido. Después de un rato, se quedó medio dormida. Una voz
suave la despertó.
–¿Thea? ¿Estás aquí?
–Humm, hola Jake, ¿qué ocurre?
–Estaba empezando a preguntarme qué te había ocurrido. – Una
silueta, proyectada por el refulgir distante de las farolas de la
calle, tanteó su camino hacia la silla situada junto a la mesa del
escritorio-. Debes de haberte quedado dormida.
–Sí, eso parece. ¿Qué hora es? – El reloj alarma estaba
dispuesto de tal manera que lo único que ella podía ver desde su
ubicación era una serie de líneas verticales
rojas.
–Poco más de las once.
Thea se incorporó sobresaltada.
–¿Tan tarde? Deberíamos irnos, tenemos que encontrar un sitio
en el que escondernos.
–De hecho, ésa es una de las razones por las que he venido a
hablar contigo. – Jake parecía estar nervioso, pero era difícil de
asegurar en aquella oscuridad-. Tu madre me ha dicho que podemos
quedarnos si queremos.
–¿Cómo? Espera un momento. – Thea se deslizó por uno de los
laterales de la cama y tanteó hasta encontrar el interruptor de la
lámpara. La luz cálida alumbró a Jake que parecía estar levemente
avergonzado.
–Después de estar sentados durante un rato, sintiéndonos
bastante incómodos, empezamos a hablar. Pensé que lo mejor era
darle algún tipo de explicación sobre lo que está pasando. Y,
además, quería entender lo que nos había estado relatando antes. En
fin, cuando hubimos acabado, nos ofreció pasar aquí la
noche.
Thea le miró con tosquedad.
–¿De qué habéis hablado exactamente?
–¡Eh! No pagues tu enojo conmigo. Sólo estaba tratando de
conocer mejor a tu familia. Mira, ella sabe que sus mentiras han
ido en detrimento de vuestra relación.
El dolor penetró en su alma como lava atravesando una brecha
en la tierra.
–¿Acaso entiendes lo que hizo, Jake?
Quiero decir…
–Sí, me hago a la idea. Tu madre se vio atraída hacia algún
tipo de culto, pero se percató de su error cuando dio a luz a su
hija. Así que hizo las maletas y se largó, enamorándose del primer
tío con el que se cruzó y que pensó podría protegerla. Quedó
prendada de forma emocional. Viajan a América; es una buena
oportunidad para que ella y su hija comiencen una nueva vida.
Entonces se queda embarazada por segunda vez, pero en ésta ocasión
la pequeña no sobrevive y su marido se transforma en un cerdo de
cuidado. De forma que, si no puede confiar en que otra persona la
proteja a ella y a su hija, lo hará ella misma. Abandona al tipo y
se lleva a la niña. Vuelve a empezar, tratando de dejar el pasado
atrás y decide inventarse una historia para mantener apartada a su
hija de los errores que ella había cometido. – Calló, encogiéndose
de hombros ante la mirada atenta de Thea-. ¿Debería haberte contado
la verdad? No lo sé; quizá sí. Por lo menos, en algún momento.
¿Entiendo yo por qué no lo hizo? Desde luego. No la estoy excusando
por lo que hizo, Thea. Sólo trato de situar lo acontecido en su
debido contexto.
La mujer se restregó los ojos y trató de ponerse en el lugar
de su madre sin demasiado éxito.
–Es una locura sin sentido.
–Casi como cazar monstruos, ¿eh? Creo que tiene mucho valor
el que narrara su historia delante de unos extraños. Tal vez me
arriesgo a que me cortes la cabeza, pero me atrevería a decir que
tu madre te quiere. – Jake se santiguó-. ¡Jesús, deja de mirarme
con esa cara!
Thea bufó.
–No esperes que vaya a perdonarla de buenas a primeras; aún
tiene muchas respuestas que darme.
–Eso es algo que tenéis que solventar vosotras -señaló Jake,
encogiéndose otra vez de hombros-. Escucha, ya sé que hablar de
esto no es lo que más te apetece en este momento, pero deberíamos
repasar algunas cosas que podrían ayudarte a decidir sobre la
conveniencia de quedarnos aquí. En mi opinión, creo que sería lo
mejor para ti y para Margie.
–Muy bien, ¿cuáles? – inquirió ella,
suspirando.
–Parece que todo lo que vivió tu madre fue producto de la
mala suerte y unos equívocos bastante absurdos. Después de hablar
con ella un rato, no me dijo nada que me hiciera pensar que había
tenido contacto con algo sobrenatural. Creo que los sectarios a los
que conocía en El Cairo eran una panda de charlatanes. La hice
creer que nuestra experiencia con el templo en Chicago era algo
parecido. No estoy seguro de si me creyó cuando le dije que no
sabíamos nada de la pelea, pero estoy casi convencido de que sí lo
ha hecho cuando le he comentado que no teníamos nada que ver. Me ha
explicado que creía la versión que se ha difundido en los medios de
comunicación, es decir, que el ataque fue racista y a favor de la
supremacía de los blancos. Y yo no he dicho nada que pudiera
rebatir esa afirmación.
–Lo que viene a ser tu manera diplomática de decirme que mamá
no es algún tipo de espía de los podridos y que no nos traicionará
a las primeras de cambio.
Jake murmuró una afirmación aturdido.
Thea se tumbó a lo ancho de la cama, tratando de poner en
orden sus pensamientos.
–Bien, entonces creo que podremos quedamos aquí. Por lo menos
esta noche.
–He hablado con Margie también. Ya ha salido del baño; parece
estar bien. Bueno, mejor. En un estado similar a cuando la conocí
en el hospital hace unas semanas, ya sabes, cuando estuviste
ingresada. – Sus labios se apretaron formando una línea delgada-.
Aún está conmocionada por lo ocurrido, pero dudo que vuelva a
recaer en el estado de fuga. A pesar de todos los gritos y los
conflictos, creo que le está haciendo bien estar
aquí.
Rodando hasta quedarse de costado, Thea apoyó la cabeza en la
mano para mirar a Jake. El movimiento tensó su abdomen y despertó
la molestia de su herida. No era exactamente doloroso, sino
tirante. Al parecer estaba cicatrizando sin
problemas.
–Tenemos que hablar con ella, asegurarnos de que está bien y
averiguar qué vio.
–Traté de averiguar lo que le ocurrió cuando… bueno, cuando
la tenían retenida.
–¿Y?
Jake comprimió sus labios y exhaló.
–Lo que me ha contado es muy vago. Como si hubiera estado
drogada o soñando. Sabía que estaba en peligro y recuerda que la
estuvimos protegiendo. Pero nada que nos pueda
ayudar.
–Si no está peor de lo que me cuentas, eso ya es más que
suficiente -dijo Thea con una sonrisa fugaz en la boca-. ¿Crees que
no recuerda apenas nada porque los vampiros la dominaron
mentalmente?
–Puede que se trate de un mecanismo de defensa suyo. Ya
sabes, una forma de combatir el trauma.
–Bueno, como no quiero que se sienta mal, prefiero no
obligarla a que nos cuente los detalles. Lo que menos necesita
Margie es que la metamos más en esto.
Jake parecía estar en desacuerdo. Desechó sus pensamientos
con un gesto de la mano.
–Sí, te entiendo. Me gustaría saber si recuerda o podría
recordar algo que nos fuera de ayuda, pero quién sabe lo que podría
ocurrir si la presionamos con eso.
–Bien. ¿Entonces crees que el bueno de Earl se tragó la
historia de que Margie está muerta?
–Lo creo muy posible. Fuiste bastante convincente. – Cuando
Thea continuó mirándolo expectante, Jake se echó a reír-. Supongo
que te estarás preguntando si creo que eso nos ayudará, ¿no es
así?
–Su suposición es acertada, caballero.
Jake adoptó una actitud pensativa.
–Basándome en lo que he visto de los hábitos de los podridos
en estos últimos años, casi podría asegurar que sí. El conflicto
principal lo tienen con nosotros; ella quedó atrapada en medio. No
creo que se molesten en comprobar la veracidad de la historia
puesto que aún tienen que darnos caza a nosotros. El que la sedujo
podría haberlo hecho, pero fue destruido.
–Que le jodan, se lo merecía.
–Quizá el problema sea Margie. Quiero decir, ¿será ella capaz
de volver a la normalidad?
Thea también había estado preocupada por ello, de hecho, pese
a las increíbles revelaciones de su madre, no había podido dejar de
pensar en eso.
–¿Y?
–No lo sé -dijo, encogiéndose de hombros-. La pregunta es,
además de si será capaz de recuperarse por completo, si habrá
alguien esperando a que ella regrese.
–Sí, menuda mierda. Tiene que haber algo que podamos hacer.
No se merece que su vida quede destruida por esto.
–Estoy de acuerdo. Comprobaré la hunter-net para ver si
alguien contribuye con algo de información útil. La otra
posibilidad es que demos caza a la vampira que huyó, ¿cómo se
llamaba? ¿Silvia? A ella y a todos los miembros de su grupo, cabala
o como se hagan llamar sus compañeros.
–Me parece bien. Maldita zorra.
Una de las comisuras de los labios de Jake, se ensanchó
dibujando una media sonrisa.
–¿Sabes una cosa, Thea? Dices un montón de
tacos.
Río sorprendida.
–¿De veras? Sí, supongo que sí. Probablemente podríamos sumar
esa costumbre a las otras muchas que he desarrollado para rebelarme
contra mi madre a lo largo de los años.
–No es tan grave; me he empezado a dar cuenta ahora que
pasamos más tiempo juntos.
–Ya, bueno, pero no creo que deje de hacerlo sólo porque lo
hayas sacado a colación, mojigato.
Thea pasó la noche inquieta. No logró conciliar el sueño más
que unos pocos minutos cada vez. El contenido de la conversación
con su madre había sido completamente inesperado. Por ende, era muy
posible que, por sus andanzas, la vida de Margie hubiera quedado
arruinada.
Se tambaleó hasta la cocina pasadas las diez. Encontró allí a
Margie y a Jake conversando y degustando un cuenco de copos de
avena, zumo y café.
–Buenos días -dijo, sin saludar a alguien en particular. Jake
murmuró una contestación, mientras que Margie bebía su zumo de
naranja.
–Tu madre se fue a comprar hace un rato -explicó Jake-. Creo
que no se sentía muy cómoda con nosotros por aquí esta
mañana.
–Sí, ya lo suponía -corroboró Thea, preparándose un cuenco de
cereales y un café-. Ésa es la razón por la que no he bajado hasta
ahora. He esperado hasta oír la puerta del garaje
abriéndose.
Cogió su desayuno y lo dejó sobre la mesa de la cocina,
tomando asiento al otro extremo de Margie, con Jake a su izquierda.
Thea había decidido que la única manera de recuperar su amistad con
ella tendría que ser hablando lo más franca y honestamente posible.
No encontraré un momento mejor que éste.
Sin preámbulos, dijo:
–Margie, quiero disculparme por todo lo que has tenido que
sufrir. Merecías saber la verdad desde el principio, sin importar
cuan absurda pudiera parecer. Entiendo que decir "lo siento" no es
una compensación suficiente para lo ocurrido. Para ser honesta, la
verdad es que dudo que exista algo que yo pueda decir y que te
resarza. Pero, a partir de este momento, voy a dedicarme a hacer
todo lo posible por devolverte tu antigua vida.
Thea tembló por el esfuerzo de mirarla directamente a los
ojos, mientras hablaba con voz calma y razonable. No contaba con la
fuerza de voluntad necesaria para quedarse quieta sentada y esperar
una respuesta de su amiga, de forma que llenó la cuchara de cereal,
se la metió en la boca y regó el alimento con un buen sorbo de
café. Cuando volvió a mirarla, Margie estaba sentada en la misma
posición, con el vaso de zumo a medio camino entre la mesa y sus
labios. Thea intuyó a Jake mirando alternativamente de la una a la
otra.
Después de lo que pareció una eternidad, Margie se movió,
bebió un sorbo y se aclaró la garganta.
–He estado reflexionando desde… desde aquella noche. No
recuerdo todo lo que sucedió, pero tampoco puedo negar lo que ha
ocurrido. Jake me ha estado ayudando a recordar algunos detalles…
No es que el entenderlo lo haga más verosímil. Supongo que ya sé lo
suficiente como para no querer tener nada que ver con ello. Pero no
pienso sentarme y lamentarme. Tienes razón al decir que disculparte
no hará que esto desaparezca. Aún estoy muy cabreada contigo, pero
no puedo echarte la culpa de todo.
Thea la miró sonriendo y se inclinó sobre su café hasta tener
un control aceptable de sus emociones. No estaban siquiera cerca de
la normalidad, pero esto ya era un comienzo. El saber que Margie
quería arreglar las cosas, no sólo el caos que habían contagiado
los no muertos a su vida, sino también su amistad, hizo que Thea
respirara aliviada. Margie era la que más próxima estaba a ella y
perder su amistad la destruiría.
–Una cosa menos.
–¿De qué estás hablando?
–Estaba pensando. Si te encuentras mejor y no quieres
arrancarme la cabeza, Margie, quizá fuera mejor que buscáramos un
nuevo escondite donde planear nuestro próximo
movimiento.
–Oh, dios mío -respondió Margie-, yo no puedo hacer… lo que
hacéis vosotros. Sólo aspiro a la normalidad.
–Ya lo sé, Margie -confirmó Thea, mientras Jake asentía-.
Puedes creer que nosotros también. Pero no estoy diciendo que vayas
a tener que huir por todo el país como El
Fugitivo. Sólo digo que este lugar no es ni remotamente
acogedor después de los proyectiles que lanzó anoche mi madre. Sólo
puedo imaginar lo incómodo que debe resultaros a vosotros
dos.
–Espera -interrumpió Jake cuando Margie se disponía a
hablar-, no es que éste sea mi refugio ideal, pero ¿no preferirías
quedarte aquí y tratar de arreglar la situación con tu
madre?
Thea suspiró.
–No estoy segura. Bueno, sí, tal vez, bueno, probablemente,
pero no en este momento. Están ocurriendo demasiadas cosas. Tratar
de solucionar la relación con mi madre sería proverbialmente como
la gota que colma el vaso. Además, ya he jodido la vida de Margie y
no quisiera hacerlo con la de mi madre también.
Asintieron a su decisión. En el silencio que siguió, Thea
terminó su cuenco de cereales y su café. Cuando volvió a sentarse,
Margie preguntó:
–¿Hay alguna razón por la que no pueda regresar a casa? No me
refiero al apartamento, por lo menos no ahora, sino al hogar de mis
padres. Y a la universidad. Necesito volver a trabajar en mis
experimentos.
Thea miró a Jake, que se encogió de hombros.
–Me preguntó antes y creo que estaría bien. Basándome en lo
que me ha contado y en la ruina en la que ha quedado vuestro
apartamento, yo diría que Graham destrozó todo porque estaba
cabreado contigo. No parece que estuvieran registrándolo para
encontrar algo concreto. La cartera y objetos personales de Margie
estaban todavía en su habitación, así que dudo que sepan dónde
viven sus padres o que sea una estudiante graduada. Y si creen que
está muerta, bueno…
–Sí, eso tiene sentido. Podríamos llevarte a casa de tus
padres, en lugar de arrastrarte con nosotros. – Thea sonrió
arrepentida-. Supongo que me pone nerviosa no tenerte a la vista.
Quiero estar segura de que estarás protegida.
–No soy ninguna niña, Thea; creo que podré cuidar de mí
misma.
–No estoy diciendo que no puedas hacerlo. Ésta es una
situación diferente. Los problemas saltarán sobre ti sin mediar
palabra.
Antes de que Margie pudiera contestar, Jake
intervino:
–Eso nos lleva a otro punto, Thea, sobre ti y tu vida
aquí.
–¿Te refieres a si seré capaz de brindarle algo de normalidad
a mi situación? – Restregó la yema del dedo índice contra un
arañazo en la mesa-. Bueno, nuestras caras no han salido en todos
los telediarios, de forma que podría intentar regresar a la rutina
diaria. Pero la verdad es que mi vida, por lo menos en Chicago, no
tiene ningún sentido. Los podridos me quieren muerta. Lo que tiene
mucho sentido, teniendo en cuenta que destruimos a esos dos
vampiros, Critias y Graham, y herimos a Sylvia; quizá incluso
acabáramos con ella, aunque no creo que tengamos esa suerte. No me
agrada la idea de marcharme, pero quedándome sólo conseguiré poner
en peligro la vida de los que amo.
–Sí, eso es lo que yo pensaba.
–¿Qué es lo que vais a hacer? – Margie apretujó los labios en
un gesto de disconformidad-. ¿Vais a huir?
Jake removió con la cuchara las migas reblandecidas de cereal
de su cuenco.
–Lo que haremos será atraer a los podridos, los vampiros, y
asegurarnos de que saben que vamos a huir.
No van a parar hasta cogernos. Tendremos que atraerlos fuera de sus
guaridas y conseguir que algunos amigos nos ayuden a prepararles
una emboscada.
–Además, así se concentrarán en capturarnos a nosotros y tú
estarás a salvo, Margie. – Advirtiendo la expresión en el rostro de
su amiga, Thea añadió:- Nunca dije que el plan fuera perfecto,
cielo. No tenemos otra elección ahora mismo. Jake y yo tendremos
que tomar la iniciativa porque si no, nos convertiremos en dianas
fáciles.
–Supongo que tienes razón. – Margie negó con un gesto de la
cabeza-. Toda esta situación es una locura.
–Tienes razón.
Thea quería dejar un mensaje y que salieran todos de allí
antes de que su madre regresara. Sabía que Newa se había ido a
hacer unas compras para brindarle esa oportunidad. Pero no; ambas
habían estado eludiendo encontrarse cara a cara y decirse la verdad
durante demasiado tiempo. Tenían mucho que resolver y eso les
llevaría bastante más de una tarde, pero su madre merecía que se
despidiera de ella en persona.
Hicieron las maletas con sus escasas pertenencias y pasaron
la siguiente media hora viendo los canales de televisión en busca
de cualquier noticia sobre la Torre Sears o cualquiera de ellos. El
ataque a la Torre Sears fue comentado brevemente en la CNN; no se
conocían nuevos informes, las autoridades tenían la sospecha de que
los asaltantes pertenecían al crimen organizado y no al terrorismo,
y nada más. Al parecer, nadie había oído los disparos en su
apartamento y presumiblemente Earl había sido lo bastante hábil
como para liberarse y marchar sin alertar a los vecinos. Después de
repasar otra vez los telediarios de todas las cadenas, Jake sugirió
que se pusieran en marcha.
–No pretendo restarle importancia a lo que tienes que tratar
con tu madre, pero no podemos perder todo el día esperándola
aquí.
Thea asintió.
–Tienes razón. Quizá nos siente bien algo más de tiempo para
reflexionar. Me aseguraré de hacerle una visita antes de que nos
vayamos de la ciudad.
Jake acababa de terminar de hablar con Lupe Droin para que
viniera a recogerlos, cuando la puerta del garaje retumbó,
anticipando el regreso de Newa Ghandour. La madre de Thea entró en
la casa cargada con una bolsa de fruta fresca y verdura, y otra con
productos diversos. Saludó con un gesto de la cabeza mientras se
encaminaba a la cocina, donde se encargó de guardar los alimentos.
Jake y Margie no necesitaron ningún aviso para subir al piso
superior a recoger sus pertenencias. Cogiendo aliento, Thea entró
en la cocina.
–Hemos llamado a un taxi, mamá. Nos marcharemos en unos
minutos.
Newa Ghandour se acercó al enorme fregadero de acero
inoxidable, donde empezó a lavar y cortar apio.
–Muy bien -dijo con un tono suave-, ¿adonde
iréis?
–Tal vez sea mejor que no lo sepas. – Esperó a que su madre
la mirara-. ¿Mamá? Mira, tenemos que irnos, pero quería hablar
contigo sobre, bueno… de todo.
–Me parece que para eso necesitaremos algo más de unos
minutos, Thea.
–¿Qué? ¿Ahora me vienes con chistes? ¡Mamá, esto es
importante!
Newa dejó el apio sobre el mostrador y se inclinó sobre el
borde del fregadero un instante. Finalmente, cerró el grifo del
agua y dio media vuelta. Newa estaba sonrojada, sus ojos húmedos e
hinchados. Su voz permaneció tranquila al decir:
–Sí, tiene todo el aspecto de ser importante. Apenas sé algo
de lo que ocurre, pero supongo que no tengo derecho a
preguntar.
–¿Por lo que me contaste anoche? Quizá. Pero debo decirte que
creo poder entender por qué no quisiste hablarme sobre ello. – Thea
rió sin alegría-. No estoy muy segura de si no es evidente en qué
estoy involucrada ahora mismo, pero preferiría que te mantuvieras
al margen. Al menos hasta que la situación se estabilice. Tú y yo
somos prácticamente unas extrañas. Hay muchas cosas de las que
debemos hablar para cambiar eso, y quisiera que pudiera ser en este
instante. Pero…
–Ahora no es un buen momento.
–No, no lo es. Me pondré en contacto contigo pronto, y
podremos intentar ponernos al día. O, al menos, ponernos de acuerdo
para saber qué vamos a olvidar de lo que alguna vez sucedió. – Eso
las hizo sonreír ligeramente a las dos-. Hasta entonces, necesito
que me hagas un favor.
Newa Ghandour inclinó la cabeza un poco.
–¿Y qué favor es ése?
–Te pido por favor que no le digas a nadie que Margie estuvo
aquí. Que la última vez que la viste fue la noche que me fuiste a
recoger al hospital hace unas semanas.
–Ésa es una petición extraña, Thea. – Su rostro casi urgía
una explicación.
Thea frunció el ceño.
–¿Recuerdas haber dicho que no me contaste todo aquello sobre
Akenatón y mi padre porque creíste que así podrías protegerme? Esto
es casi lo mismo, salvo que yo tengo la seguridad de que al
hacerlo, protegeré a Margie y quizá también a ti. Pero esto es todo
lo que te voy a contar por ahora.
Newa la miró impasible y luego asintió. Se aproximo a la
tabla de cortar donde había dejado su cartera. Mientras revolvía en
su interior, dijo:
–Si eso es lo que tengo que hacer para salvaguardar nuestra
relación familiar, lo haré. A cambio tengo que pedirte un favor.
Toma esto.
Thea abrió el sobre y rió atónita.
–¡Dios! Mamá… ¿Cuánto dinero hay aquí?
–Dos mil dólares. Pasé por el banco esta mañana. Nunca has
sido muy diestra con las finanzas; quizá lo necesites allí donde
vayas.
Thea balbució durante unos instantes, pero no pudo negar que
el dinero le vendría muy bien.
–No sé qué decir… Salvo, ¿cuál es ese favor?
–Me alejé de mi familia presa de la vergüenza y la confusión.
Pensé que había caído en desgracia. Sentí que no podría regresar
nunca. No cometas ese error. Recuerda que siempre serás bienvenida,
Thea.
Dos breves bocinazos llegaron a sus oídos desde la
calle.
No es fácil determinar cuál de las dos estaba más sorprendida
cuando Thea abrazó repentinamente a su madre.
–Así lo haré, mamá. Te quiero.
Thea salió corriendo de la cocina sin poder retener las
lágrimas que se agolpaban en las cuencas de sus ojos. Las palabras
de su madre la despidieron en aquella fría tarde de
marzo:
–Que Dios sea contigo, hija mía.
Thea se sentía culpable. O, en su defecto, egoísta. Su mejor
amiga estaba a salvo en casa de sus padres y había prometido pasar
inadvertida durante las siguientes semanas. Pero Jake aún estaba
con ella; un muchacho que apenas había salido de la adolescencia y
a quien sólo conocía desde hacía un año. El chico se había unido a
la brigada Van Helsing para ayudarlos a conocer más detalles de lo
que cazaban. Pero el equipo había sido destruido y no parecía haber
una sola razón por la que él tuviera que permanecer a su lado.
Salvo quizá la lealtad que sentía hacia Thea y que, posiblemente,
fuera un argumento más que suficiente como para que lo mataran. Y
allí estaba, sentado ante la mesa en una habitación del Best
Western motel, discurriendo con ella lo que podían hacer y
comprobando sus opciones en hunter-net. Parecía no albergar la
menor duda de si quedarse con ella en esa situación tan amarga.
Mencionárselo no mitigaría su sentimiento de culpabilidad y
conseguiría avergonzarlo a él, de forma que se guardó sus
pensamientos para sí y se concentró en el plan que tenían entre
manos.
Estaban de acuerdo en que la mejor opción era coger el
Amtrack y salir de la ciudad. Desembarcarían en otra ciudad y
tratarían de perder (aunque no de forma exhaustiva) a quien quiera
que los estuviera siguiendo, comprarían dos billetes con dos horas
de salida diferentes y escogerían una en el último momento. Luego,
en su destino, abandonarían otra vez el tren, dejarían tras de sí
un rastro que pudiera seguir incluso un ciego, hasta que llegaran
al lugar que hubieran acordado anteriormente con los cazadores
locales. En ese momento, harían todo lo que estuviera en su mano
para despistar a sus perseguidores y se retirarían al refugio de
los cazadores. Esto debería despertar el interés de los podridos lo
suficiente como para que no se molestaran en asegurarse de si un
testigo casual estaba o no muerto. O así lo esperaban. Thea hubiera
querido que su sexto sentido pudiera determinar los riesgos exactos
de su plan, pero éste era demasiado abstracto. Confiaba en recibir
algunas epifanías cuando ya estuvieran en marcha.
La dificultad principal estaba en decidir a qué ciudad debían
viajar y encontrar a otros cazadores que los ayudaran con tan poco
tiempo para prepararse. Pese a que contaban con una red global de
comunicaciones gracias a hunter-net, la mayoría de los cazadores
eran sumamente recelosos a la hora de revelar su identidad y sólo
lo hacían en el caso de que no existiera ninguna duda. Se sabía que
los monstruos habían enviado a sus lacayos a atraer a los
cazadores. Estos Renfields se hacían pasar por cazadores, y aunque
no eran buenos en el arte de la representación, la amenaza que
encarnaban era una realidad.
Thea era afortunada por tener a Jake a su lado. Era
relativamente nueva en el círculo de cazadores y su presencia en
hunter-net era muy escasa. Bajo el pseudónimo de
"Ratóndebiblioteca55", Jake estaba entre los primeros y más
respetados usuarios de la red. La cuestión estaba ahora en decidir
quién o, mejor dicho, dónde se sentirían más cómodos trabajando con
otras personas. El chico se decantó finalmente por
Baltimore.
–Está bien, pero espero que no tardemos demasiado en poner
las cosas en funcionamiento -gruñó Thea-. Ha pasado una semana
desde lo de la Torre Sears y los malvados deben de estar furiosos
por no haber podido capturarnos todavía. Especialmente después de
haber perdido a uno de sus matones. Apuesto a que no contamos con
más de un día antes de que empiecen a mirar debajo de todas las
piedras y que rastreen la ciudad de un extremo al otro para
encontrarnos. Si es que no lo están haciendo ya.
–¿Qué te hace pensar eso? – Se preguntó Jake-. ¿Tu sentido
arácnido?
–No, es lo que yo haría si estuviera hasta las narices de
buscar a un par de granos en el culo y contara con unos cuantos
recursos para atajar el problema. – El muchacho sonrió, pero Thea
sabía que la sonrisa carecía de alegría. Imaginó que estaría tan
cansado como lo estaba ella-. Muy bien. Ya es suficiente para mí;
voy a reventar. Si los monstruos llaman a la puerta, estarás
solo.
–Vale. – Jake tamborileó sus uñas sobre el costado del
Compaq-. Sólo me queda por enviar un bonito mensaje críptico a la
lista. Luego caeré como un tronco sobre el catre.
Habían optado por alquilar una habitación doble. Thea veía a
Jake como al hermano pequeño que nunca tuvo, y aunque tenía la
sospecha de que él estaba ligeramente enamorado de ella, sabía que
nunca sería lo bastante torpe como para intentar algo. Cualquier
tensión sexual posible moría bajo la amenaza que representaba lo
sobrenatural. Alquilar habitaciones individuales era pedir a gritos
que viniera un no muerto a aniquilarlos uno a uno. Thea se detuvo
antes de llegar al baño; un recuerdo que había intentado suprimir
de su memoria, pugnaba por emerger a la superficie. Desde que
habían empezado a hablar de otros cazadores, había tenido visiones
de un cuerpo con los miembros dislocados en ángulos imposibles. El
recuerdo era ahora más intenso y, en lugar de ver el baño del
motel, tenía la sensación de estar frente a la oscura recámara de
un templo y que un hombre, embutido en un traje sanguinolento de
color azabache, yacía frente a ella, su vida siéndole arrebatada
con una premura inconcebible. Thea no estaba segura de cuánto había
estado allí de pie antes de regresar al presente. Parpadeando para
deshacerse de las lágrimas, se alejó del baño.
–¿Qué hay de Carpenter?
Jake se sacudió como si le hubieran grabado al fuego una
marca de ganadería en el colon. Lanzó una mirada con los ojos como
platos por encima de su hombro y exclamó con
brusquedad:
–¡Jesús, Thea! ¡Me has dado un susto de
muerte!
Thea se acercó y reclinó sobre el borde de la
mesa.
–¿Y bien?
–¿Te refieres a por qué no hemos ido tras él durante este
tiempo? – preguntó Jake, frotándose los brazos en un intento de
quemar el subidón de adrenalina.
–Eso es. Y ahora estamos planeando abandonar la ciudad, sin
haber hecho nada por encontrarlo.
–Estaba preguntándome cuándo sacarías eso a
colación.
–¿Sí? ¿Y cómo es que tú no lo has
hecho?
Jake la sonrió sin humor.
–Porque no me apetece suicidarme. – Thea ya estaba a punto de
responder, cuando Jake la contuvo-. Escúchame. Ir detrás de
Carpenter ahora no sería parte de la caza; sería por venganza.
Trataríamos de acabar con él por lo que les hizo a Romeo y Lilly…
y, por tanto, a Parker y Dean. Maldita sea, quizá incluso estuviera
detrás de las muertes de Carl y Wayne, como pensaba
Parker.
–¿Qué hay de malo en una pequeña venganza? No olvides que ese
hijo de puta mató a dios sabe cuántos miembros de la familia
Sforza. Y ésos son sólo los casos que sabemos con seguridad.
–Si hay alguien encabezando mi lista de "se lo merece", ése
es Maxwell Carpenter. – Empujó la silla hacia atrás y cruzó los
brazos como si estuviera a punto de iniciar una conferencia-. Tú me
conoces, Thea. Creo que hay algo que merece la pena salvar en cada
una de las cosas a las que nos enfrentamos. Destruirlas puede ser
necesario, pero sólo cuando no tenemos más remedio. Pero dejemos
eso a un lado por el momento. Pese a todas las cosas horribles que
ha hecho Maxwell Carpenter, no creo que sus motivos fueran
perversos. Posiblemente no sean muy diferentes de la razón por la
que tú quieres cortarlo en pedacitos.
–Oh, ¿No estarás comparándonos a los dos?
–Sí, así es. Ya lo sabes, Thea. Es más sencillo dejarse
llevar por el dolor y la rabia que intentar encontrarle una
explicación a lo que está ocurriendo. Carpenter es así porque tuvo
una vida muy difícil y una muerte horrible. Todos esos años estando
muerto lo han convertido en un ser retorcido. Fija te en lo que
sientes y multiplícalo por un millón y quizá así comprendas en qué
punto está él. Soy perfectamente consciente de por qué debe ser
destruido, no por ser un monstruo, sino para que deje ya de
sufrir.
–Venga, Jake -suplicó Thea-. Estoy de acuerdo en que no todas
esas criaturas son malas hasta la médula, pero algunas sí. La maldad existe y su nombre es Maxwell
Carpenter. Tal vez empezara siendo un pobre mafioso traicionado,
pero ha estado comiendo mantequilla de cacahuete y bocadillos de
malvado el doble de tiempo de lo que nosotros llevamos vivos. Hemos
visto de primera mano que todo cuanto toca está corrupto de alguna
manera. El resto de nuestro equipo está muerto, mi vida está
arruinada y, posiblemente, también la de Margie. ¡Y ni siquiera iba
a por nosotros! Sólo éramos herramientas para alcanzar un fin. ¡Haz
el favor de quitarte ese velo rosa de los ojos y míralo bien! No
hay un solo milímetro de ese bastardo que merezca ser
salvado.
Thea no había querido arremeter contra Jake. Pero esas
presunciones optimistas del tipo de "el vaso está siempre medio
lleno", iban a conseguir matarlo algún día.
–Está bien, Thea; vale. – Se frotó la cara y mostró algo más
de compostura que ella-. He tratado esta cuestión otras veces con
algunas personas. No es nada nuevo y tampoco resolveremos el asunto
gritándonos el uno al otro. De cualquier forma, esto está fuera del
meollo. ¿Quieres saber por qué no mencioné la posibilidad de ir
tras él? Porque debe estar escondido en alguna parte de Chicago.
Aquí mismo, en una ciudad atestada de vampiros a los que les
encantaría ponemos las manos encima. No podemos seguir cazando como
si nada hubiera ocurrido. Estamos en desventaja. Lo inteligente es
retirarse y reagruparse. Vivir para poder seguir luchando, ¿no
crees?
–Siempre que puedas convivir contigo mismo en el proceso,
Jake -respondió con brusquedad, mientras se encaminaba hacia el
baño.
Cerró la puerta de un portazo, ahogando cualquier posible
contestación que él hubiera dado. Thea dejó correr el agua
caliente, poniéndola al máximo y se desvistió con una serie de
movimientos rudos y furibundos. Quemándose la piel bajo el agua
intentó, sin éxito, dejar su mente en blanco;
relajarse.
Thea tenía que reconocer que los conocimientos de Jake la
habían salvado de morir en manos de algunos chupasangres. Pero no
importaba qué argumentos diera éste sobre Carpenter, ella sabía la
verdad. Maxwell era un monstruo en el sentido más estricto de la
palabra. Una entidad corrupta que había despedazado su vida desde
la raíz. Y todavía estaba ahí fuera, haciendo dios sabía
qué.