Bueno, así había sido hasta hacía un año. Después de
tropezarse con los horrores sobrenaturales, Thea se sentía ansiosa
por probar cualquier cosa que demostrara que lo que estaba viviendo
no era producto más que de una larguísima pesadilla. Tras
pellizcarse repetidamente, decidió que había estado en lo cierto
desde el principio. Los pellizcos no le procuraban más que dolor y
eso no la hacía sentirse mejor.
Teniendo en cuenta la expresión confusa de Margie Woleski,
Thea se figuró que su amiga se encontraba estancada aún en la etapa
de "prueba cualquier cosa para demostrar que lo que sucede no es
real". Si hubiera podido ahorrarle a Margie el descubrir lo que se
ocultaba tras la máscara del mundo, lo habría hecho. Pero ahora que
el daño estaba hecho, Thea pensó que lo mejor sería ayudarla a
asimilarlo. Eso era lo que ella había estado tratando de hacer
durante los últimos días, pero Margie no parecía estar dispuesta a
intentarlo. Era relativamente consciente; miraba cuando la
hablaban, comía cuando se le ponía un plato delante, se aseaba
cuando se la metía en la ducha y el agua caía sobre su cuerpo. Pero
se había quedado sin habla y, por lo general, el tiempo que estaba
despierta lo pasaba ensimismada. Se quedaba absorta mirando a la
pared o por la ventana.
Thea se estaba volviendo loca de la preocupación. Margie era
casi un vegetal. Necesitaba ayuda.
–No te lo discuto, Thea -dijo Jake Washington, mirándola por
encima de su portátil-, pero no podemos llevarla a ningún sitio. No
por aquí y, desde luego, no ahora.
–Tan sólo es una espectadora inocente, Jake -respondió
conmovida-. Nosotros somos los jodidos
cazadores de monstruos, es a nosotros a
quienes buscan.
–Sabes que eso no es así. Con toda seguridad los podridos
estarán tan atentos por si Margie aparece como lo puedan estar por
nosotros. La secuestraron para hacernos hablar; ¿qué te hace pensar
que no lo intentarían de nuevo? ¿Te has olvidado de que ella fue su
rehén? ¿De que estuvo sentada en primera fila viéndolos en acción?
¿Crees que van a olvidarlo?
Thea se pellizcó el puente de la nariz, mientras trataba de
retener las lágrimas. Jake tenía razón; sabía que tenía razón. Se
lo repitió a sí misma. Se sentía culpable y herida por ver a Margie
en un estado tan lamentable.
–Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. Y no sólo por
Margie. Llevamos cuatro días escondidos en la casa del amigo de
Lupe. ¡Están hartos de tenernos aquí, me voy a volver loca, Margie
no se está recuperando y tú te pasas el día pegado a ese puto
ordenador!
Jake suspiró.
–He estado hablando con otras personas de hunter-net.
Intentando que nos ayuden en esta situación; que nos ayuden a
nosotros y a Margie.
–¿Y? – Refunfuñó Thea-. ¿Qué has conseguido después de todo
este tiempo?
–No tanto como esperaba -admitió Jake, lanzándole al Compaq
una mirada de reproche-. Los chicos estaban interesados en saber
qué ocurrió con los vampiros, sobre por qué nos retuvieron como
rehenes en la Torre Sears en lugar de matarnos, el que utilizaran a
Margie para ejercer presión y averiguar quiénes éramos, cosas del
estilo…
–¿Les has dicho también que parecían tenernos tanto miedo
como nosotros a ellos?
–Sí, eso les encantó. Aunque saber que estamos empezando a
asustar a los monstruos es un consuelo mínimo comparado con haber
perdido al resto de la brigada Van Helsing.
Thea sintió como si otros cuarenta y cinco kilos se sumaran a
la carga de culpa que amenazaba con aplastarla.
–Volviendo a eso, ¿has encontrado algo nuevo sobre el Templo
de Akenatón, aquellos egipcios o Nicholas Sforza?
–Nada aparte de lo que ya sabíamos. En el templo se
desarrollaba algún culto oscuro, es de suponer que los egipcios que
nos atacaron pertenezcan a él. Pero aún no he averiguado qué tiene
que ver Sforza en todo ello.
–Durante el asalto mencionaron algo del Corazón que arrojé
desde la Torre Sears. Y también querían saber dónde… ¿Qué cojones
era?
–Amenti. Como "amén", ¿no?
–Sí, Jake, eres muy perspicaz. – Le dedicó una sonrisa, la
primera desde hacía muchos días-. He tenido mucho en lo que pensar
estos días, de modo que ¿qué hay sobre eso?
–Mucha información inútil pero interesante. La gente dice
A-M-É-N al final de sus oraciones, ¿no es cierto? Pero también es
una de las muchas formas de escribir el nombre de un dios egipcio.
¿Sabes algo de Amón-Ra? Algunos piensan que la costumbre deriva de
su nombre. Creo que es más conocido con la "O" o la "U", pero eso
es lo de menos.
–Parece que todo está relacionado de alguna forma con los
egipcios. – Thea había estado meditando una idea. No obstante, a
simple vista parecía demasiado descabellada como para ser real.
Optó por darla a conocer con cautela; quizá así pudiera conseguir
que fuera Jake quien la expresara en voz alta primero-. ¿Recuerdas
que Sforza llevaba joyería egipcia cuando lo conocimos en el
templo?
Jake asintió lentamente.
–Y dijiste que se había dibujado símbolos extraños sobre el
pecho cuando Romeo le disparó.
Thea sintió el acoso del vértigo al recordar a Romeo, su
pérdida era aún muy reciente. Se acordó del hijo de la grandísima
puta que le había segado la vida; que, de hecho, había originado
toda la pesadilla.
–Carpenter. ¿Recuerdas cuando secuestró a ese tío? ¿Te
acuerdas del sarcófago hecho pedazos en la oficina de Sforza? No
parece casualidad, ¿verdad?
Después de observarse durante unos segundos, Thea se
sorprendió echándose a reír. Una sonrisa confusa se dibujó en los
labios de Jake.
–¿Qué? – preguntó, riéndose entre dientes.
–¡Estás pensando en lo mismo que yo! – lo acusó ella. Su
carcajada rozaba la histeria, pero le hacía sentir mucho mejor.
Había necesitado largamente una liberación, algo que aliviara la
tensión que la tenía acogotada desde hacía muchísimo tiempo.
Suspiró y señaló a Jake con su dedo índice-. Estás pensando "momia"
pero no te atreves a decirlo porque suena demasiado
ridículo.
La sonrisa del muchacho se ensanchó.
–Bueno, quizá no porque resulte ridículo. Simplemente no lo sé, ¿entiendes? Quiero
decir, miras en hunter-net y ¿alguna vez has leído algo acerca de
una momia? Y piensa en ello, momia es sólo otra palabra para zombi,
¿no es así? Un cuerpo muerto que se levanta de la tumba,
¿verdad?
–Uhm -resopló Thea, sus labios prietos en actitud pensativa.
No estaba realizando ninguna acción física, pero aquella discusión
constituía una actividad. Lo cierto era que había añorado
intensamente la sensación de estar haciendo
algo-. Las momias regresan, ¿no es así?
–Eso es lo que hacen en las viejas películas. Pero, teniendo
en cuenta lo que he descubierto hasta ahora, dudo que sean muy
diferentes de tus típicos ocultos.
–No son mis ocultos.
–Ya sabes a qué me refiero. Ocultos como Carpenter -aclaró
Jake. La sonrisa se esfumó de sus labios. Maxwell Carpenter
seguiría siendo un recuerdo doloroso para ambos durante mucho
tiempo-. Romeo nunca nos comentó lo que había visto en Sforza,
¿verdad? Si el tío era, bueno, si acaso era un tío. En lugar de un podrido o algo por el
estilo.
En el rostro de Thea nació una mueca de dolor. Negó con un
gesto.
–No… no tuvo la oportunidad.
–Había algo en él que lo diferenciaba, como si fuera un
hechicero… Bueno, desde luego, eso sí que suena ridículo. Pero no
estoy seguro. Si la conexión egipcia es correcta, y considerando
todas las pruebas yo diría que sí lo es, tiene más sentido que
Sforza sea un podrido. – Jake hablaba con lentitud, tratando de
obtener una respuesta lógica a partir de un discurso confuso e
inconexo-. Piensa en los acontecimientos que rodearon su
desaparición; eso también cuadra. Desapareció en circunstancias
sumamente extrañas. ¿Quizá porque murió? Carpenter estaba dando
caza a toda su familia; tal vez llegó también hasta él. Excepto que
Sforza regresa para vengarse, de la misma manera en que lo hizo
Carpenter. Y sí alguien sabe de qué es capaz un zombi, ése es
Maxwell Carpenter. De tal forma que, en lugar de ocuparse él mismo
y mediar con otro no muerto en el elegantísimo escondite que éste
ha construido y que además está protegido con defensas místicas,
nos convence para que le sirvamos como carne de
cañón.
–Supongo que eso tiene sentido. – Aún así, Thea era incapaz
de reconciliar todo lo acaecido-. Pero eso nos deja ciertas
incógnitas. Sigo dándole vueltas al asunto egipcio. Sforza es
italiano. Italo-americano. O eso parece. Si se levantó de la tumba
como tus zombis habituales, ¿qué tiene él que ver con templos,
sectarios asesinos y reliquias egipcias extremadamente
poderosas?
–Ya, yo tampoco entiendo ese cruce de culturas. Y ese Corazón
que los sectarios y los vampiros buscaban con tanto ahínco… -se
encogió de hombros-. ¿No dijiste que irradiaba algún tipo de
energía?
–Hizo algo con mi percepción. Cuando luché contra el vampiro,
sabía con seguridad cuáles iban a ser sus cinco pasos siguientes.
Era como si mi sexto sentido hubiera alcanzado su
culminación.
–Joder, eso podría ser cualquier cosa.
–¿Cómo? ¿Acaso oímos hablar de reliquias misteriosas todos
los días?
–Últimamente, sí. Quise decir que no hay forma de averiguar
qué es ese "corazón".
Thea sonrió.
–Parece que tendremos que hacer más averiguaciones sobre el
tema de las momias.
–Y supongo que por el "tendremos" entiendes que "tendré" que
hacerlo yo.
–Eh, tú eres el que tiene el ordenador. Los juguetitos los
dejé en mi apartamento.
Se acordó de que el portátil era el último de los cacharros
que le quedaban, aparte de los aparatos puramente lúdicos como el
reproductor de DVD y el equipo de música. Había perdido el teléfono
móvil, la agenda electrónica y el reloj de buceo por las peleas
contra los no muertos en el último mes. Y, por lo que sabía, los
vampiros habían saqueado su hogar y se habían agenciado lo que
quedaba. Ignoraba en qué estado había quedado el apartamento. Salvo
por el desplazamiento que habían hecho desde el estudio de Jake
hasta su actual escondrijo después de su huida de la Torre Sears,
no habían salido a la calle desde hacía varios
días.
El refugio estaba bien. Se encontraba situado en un sótano
amueblado de la casa de Howard Casey, en los suburbios de Oak Lawn.
Casey era veterinario y formaba parte del laxo entramado de
cazadores, amigos de Guadalupe Droin, que trabajaban en la zona sur
de Chicago. Los cazadores del sur no eran un grupo tan unido como
lo había sido el del norte, el equipo de Thea. Lupe y Howard eran
dos en una docena que cubría un área hacia el oeste hasta Aurora y
por el sur hasta Gary, Indiana. No es que la "zona norte" y la
"zona sur" indicaran la presencia de una frontera firme; hacían
referencia a los lugares donde los cazadores habitaban. La calle
Madison dividía la ciudad de Chicago horizontalmente, creando un
punto de referencia desde el que partían las patrullas. Empero, los
dos grupos de cazadores no lo entendían como una frontera formal;
si la caza los conducía hasta Oak Lawn o hasta la Universidad de
Chicago, Thea no le traspasaría el trabajo a Lupe. Podría contactar
con alguno de los cazadores de la zona sur para que los ayudara,
pero no existía razón alguna por la que quisieran arrebatarse la
tarea. Había monstruos para todos.
Ésa había sido la costumbre antes de que la mayor parte de la
brigada Van Helsing pereciera.
Estando entre la espada y la pared, Thea y Jake recurrieron
al auxilio de los cazadores de la zona sur. La estancia en la casa
del veterinario era una solución temporal; habían acudido allí para
reagruparse y decidir qué harían después. Y la situación, ya de por
sí tensa, iba volviéndose cada vez más complicada porque Thea y
Lupe no simpatizaban, y Casey no hacía otra cosa que provocarla.
Por ende, al hombre le correspondía tener a sus hijos ese fin de
semana. Tendrían que encontrar otro sitio en el que quedarse a
partir del viernes, esto es, al día siguiente.
Había transcurrido una semana desde que fueran atacados por
sectarios egipcios y retenidos como cautivos por vampiros. Menos de
cuatro semanas desde que se encontraran por primera vez con Maxwell
Carpenter y engañados para caer en su trampa. Hacía un mes Romeo,
Parker, Cari, Lilly, Dean y el amante de éste, Wayne, habían estado
vivos. Hacía un mes, la mejor amiga de Thea, estudiaba
tranquilamente su posgraduado. Hacía un mes su vida tenía todavía
algún sentido. Con esfuerzo logró vencer la melancolía que le
contagiaban sus recuerdos del pasado. ¿Acaso
voy a ganar algo si me hundo en la miseria? Céntrate en el
futuro.
–No creí que fuera a resultar tan complicado hallar algo de
interés, Jake. Por lo que me has comentado, ya has hecho algunas
averiguaciones.
–Bueno… No tantas como crees. He estado estudiando cosas que
ya sabía, información general sobre los podridos. Los últimos días
los he dedicado exclusivamente a analizar lo del Templo de Akenatón
y los vampiros, asuntos de ese estilo… hablando de lo cual -Jake
atravesó a Thea con una mirada-, he estado meditando acerca de una
cosa.
–¿Sobre una sólo?
–Ja ja. No, sobre el templo y, bueno, y tu
madre.
Thea se sobresaltó sorprendida. Había estado tan preocupada
en escapar de los insólitos sectarios, luchando contra los vampiros
y cuidando de Margie que había olvidado por completo la extraña
reacción que su madre había tenido cuando le mencionó el tema del
Templo de Akenatón.
–Muy bien, adelante, pregunta.
–¿Dijiste que se había puesto como una fiera cuando le
hablaste acerca del lugar, no es así?
–Sí. Disimuló rápidamente, pero su reacción fue inequívoca.
Había algo allí que la desagradaba mucho. – Thea dejó que su mirada
vagara por la habitación, mientras trataba de evocar la
conversación que había mantenido con Newa Ghandour-. Parecía estar
aterrorizada de que yo visitara el templo, pero no quiso decirme
por qué.
–¿Y no crees que ella preveía lo que podría
ocurrir?
–¿Qué? ¿Quieres decir que tuvo algo parecido a una visión? –
Sonrió divertida-. De ninguna manera. Mi madre no es una psíquica.
Por lo que sé, soy la única de la familia que lo
es.
Jake jugó reflexivo con la tapa de su
portátil.
–No, no me refería a eso. Estaba pensando que quizá ella
supiera quién o qué había allí.
–¿Quieres decir que tal vez sepa qué es una momia? ¿O lo que
sea que estuviera en el canope? ¿Ese Corazón que todos estaban
desesperados por conseguir?
–Sí, algo así.
Thea se irguió en el asiento, su mirada empapada de
determinación.
–¿Sabes qué? Creo que ya va siendo hora de que lo
averigüemos.
Thea quería que Jake la acompañara. Era una buena periodista,
independiente, y contaba con el potencial necesario para
convertirse en una gran profesional de la comunicación. Con tiempo
y experiencia, dedicación y perseverancia, y si ningún podrido
acababa con ella, lograría forjarse un nombre. No obstante, cuando
tenía que enfrentarse con su madre, revertía a una conducta
infantil. A pesar de sus diferencias y sus actos de rebeldía a lo
largo de los años, le profesaba un gran respeto (y miedo) a su
madre. Incluso estando enojada con ella, Thea no estaba segura de
poder reunir el valor para formularle preguntas directas y
secas.
Contar con la presencia de Jake la ayudaría a ser más
decidida, ceñirse a las preguntas y no perder de vista las
reacciones. Pese a que se sentía incómodo por conducirse hacia una
situación que podría terminar convirtiéndose en una disputa
familiar, Jake prometió apoyarla.
–¿Qué hacemos con Margie?
–Creo que deberíamos llevarla con nosotros -respondió
ella.
Jake la miró por encima de sus gafas.
–¿Estás segura de que es una buena idea?
–Tenemos que vigilarla de cerca, ¿no? Ayudarla a mejorarse,
asegurarnos de que no se mete en problemas. – Thea se sentó junto a
su amigo en el viejo sillón que miraba hacia la mesa de
futbolín.
–En eso tienes razón, ¿pero no se inquietará tu madre cuando
la vea en este estado?
–Ellas se llevan muy bien -explicó Thea abrazando a Margie
con un solo brazo. Ésta le devolvió tímidamente el apretón y
recostó la cabeza sobre el hombro de Thea, todavía con la mirada
perdida en algún lugar de la habitación-. Quizá ayude a Margie a
recuperarse. Tengo la sensación de que lo está intentando; pero
parece que está demasiado asustada como para dar los últimos pasos.
– Calló la esperanza que tenía de que si su madre sabía algo pero se negaba a hablar de ello, el
estado de Margie conseguiría que lo hiciera. Con las lágrimas
agolpándose en los ojos, miró a Jake-. Tenemos que hacer todo lo
que podamos para ayudarla.
–Sí, bien. Aún tenemos que encontrar un sitio en el que
podamos quedarnos a partir de mañana.
La mujer asintió.
–Creo que lo mejor sería que reserváramos una habitación de
hotel para el fin de semana. Fácil y anónimo. Serán escasas las
probabilidades de que alguien nos asalte allí.
Jake no parecía complacido con la idea. Los hoteles costaban
dinero y Thea estaba en bancarrota. Jake había obtenido una buena
indemnización en el accidente que había sufrido hacía un par de
años, pero había vivido de esa cantidad durante cierto tiempo y
comenzaba a estar falto de liquidez.
–Aun así, deberíamos preocuparnos por encontrar un lugar a
largo plazo. Mi idea era ayudar a otros grupos de cazadores. Y no
estoy haciendo mucho de eso aquí. – El chico suspiró ruidosamente y
río sin alegría-. Pero no me iré antes de haberlo dejado todo en su
sitio.
–Dudo que algo vuelva a estar en su sitio alguna vez,
Jake.
–Ya sabes a qué me refiero. Hacerlo lo mejor que podamos. No
obstante, nos llevará mucho más que un fin de semana y no podemos
estar cambiando de sitio de manera indefinida.
–Cierto. Somos listos; se nos ocurrirá algo.
Dejaron el tema por el momento. Aquella tarde, Howard Casey,
de quien Thea consideraba que estaba disfrutando de su segunda
etapa de soltería como demostraba su abultada colección de mesas de
juego y carísimos aparatos de entretenimiento dispuestos en el
sótano, regresó a casa con comida china. Lupe Droin se dejó caer
por allí para compartir la agradable y atípica cena de los
cazadores. La comida era un insípido derivado americano de las
recetas asiáticas, pero la semejanza era más que suficiente para
que Thea evocara dolorosos recuerdos de Romeo Theng. Apenas probó
un bocado del kung pao que volcó en su plato. Por lo menos Margie
parecía estar disfrutándolo; emergió brevemente de su estado
comatoso para rescatar una empanadilla china situada en un plato en
el centro de la mesa. Su actitud despreocupada elevó los ánimos de
Thea, que opinaba que su amiga debía estar conmocionada pero no en
un estado permanente de fuga. La ayuda profesional la ayudaría a
recuperarse con celeridad, pero Thea no quería correr el riesgo de
llamar la atención de los no muertos. Con toda seguridad los
podridos estarían esperando algo así. Tendría que conformarse con
mantener la esperanza de que su actual curso de acción la ayudara a
reponerse sin secuelas.
Durante la comida, Jake informó a Lupe y Howard sobre sus
planes. El veterinario, aliviado por tener la casa para sí otra
vez, se animó perceptiblemente. Thea castigó su alegría con algunos
comentarios maliciosos. Se suponía que el hombre estaba
comprometido con la caza tal y como lo estaban los demás, pero se
incomodaba más por los ocupas que por los monstruos que habían
exterminado a media docena de cazadores y que habían dejado a su
amiga en un estado emocional lamentable. Que le
jodan, pensó. Si está más interesado en
estafar a las mujeres solteras que traen a sus mascotas para
desparasitarlas, no lo quiero cubriéndome las
espaldas.
Lupe pensó que su plan era razonable pero parecía escéptica
al pensar que el resultado pudiera ser positivo.
–Tú misma dijiste que no estabas segura de si las impresiones
que tenías del templo eran recuerdos o una serie de déjá vu
-comentó Lupe a Thea antes de llenarse la boca con cerdo
agridulce.
–¿Y cómo explicas la reacción de mi madre? – Thea trató de no
dejarse provocar porque estaba convencida de que eso era precisamente lo que Lupe trataba de
conseguir. Sin embargo, respondió. Guadalupe sabía bien cómo forzar
una discusión.
–Quizá sólo se preocupe por ti. – La mujer se encogió de
hombros-. No todo tiene un significado oculto,
¿sabes?
–Eso ya lo sé, Lupe. – Después de contar hasta cinco (porque
carecía de la paciencia necesaria para llegar hasta diez), Thea
continuó-. Mira, tú no conoces a mi madre. Ella es muy reservada y
siempre lo controla todo. Nunca habla de sus sentimientos, ni de su
pasado. Su reacción fue desmedida. Tiene que haber
algo.
–Eh, ya sabemos que podría ser una falsa alarma. – Jake
volvió a asumir el puesto de diplomático-. Pero no lo sabremos
hasta que lo hayamos comprobado.
Thea no podía evitar sentir que los gestos afirmativos de sus
compañeros no eran más que la intención de zanjar una cuestión y no
la manifestación de un acuerdo.
Thea pensó que no sería muy arriesgado ir a su apartamento
durante el día. No había razones para pensar que los malos
estuvieran apostados allí seis días después de la pelea en la Torre
Sears. Ninguna razón salvo que los muy bastardos habían demostrado
ser sibilinos y pacientes. Parecía inevitable que los no muertos
tuvieran a alguien vigilando el lugar durante el día, algo como un
"Renfield" al servicio de los vampiros. La mujer tenía la esperanza
de que quien quiera que fuera estuviera aburrido y no demasiado
atento después de una semana de vigilancia
infructuosa.
Los demás pensaron que no merecía la pena correr riesgos para
coger una muda de ropa y los artículos de aseo para ella y Margie.
Pero Thea opinaba que lo más sabio era recuperar su ordenador y las
armas que habían escondido después del asalto al Templo de Akenatón
(si acaso algo de eso estaba aún allí). Teniendo en cuenta que
había archivado información importante en el portátil y que las
armas siempre eran de gran ayuda en la cacería, el resto terminó
por claudicar.
A la mañana siguiente, el buen doctor de mascotas les deseó
buena suerte con un tono que malamente ocultaba el alivio que
sentía porque abandonaran finalmente su guarida. El sentimiento era
mutuo para Thea. Lupe se subió al taxi, mientras Jake se acomodaba
en el asiento del copiloto (desde donde podría disparar con
precisión en caso de problemas) y Thea se deslizaba con Margie en
la parte de detrás. La Interestatal 50 dio paso a Cicero Avenue y
de allí, en línea recta, alcanzaron North Avenue. Giraron a la
derecha desde donde Thea guió a Lupe hasta su edificio en Wicker
Park. Transitaban a velocidad de crucero entre el tráfico de
mediodía. La tensión aumentaba a medida que se aproximaban al
bloque de viviendas. Para ella era frustrante que, pese a todos los
esfuerzos que había realizado para mantener su residencia en
secreto, los enemigos hubieran podido encontrarla. Gracias a
Margie; aunque Thea no la culpaba de ello. Su amiga había estado
bajo la influencia del vampiro, la habían hipnotizado para que
cumpliera con sus deseos. Al menos la consolaba saber que Jake y
ella habían acelerado el fin del bastardo obligándolo a realizar el
salto del ángel desde la Torre Sears.
Margie se animó al reconocer Wicker Park. Deambular por
lugares familiares parecía estar haciéndola bien. Thea consideró la
idea de llevarla dentro consigo, pero no podía asegurar si se
encontrarían o no con problemas y no estaba por la labor de poner a
su mejor amiga en peligro otra vez. En lugar de ello, Lupe acercó
el vehículo hasta el bordillo donde Thea y Jake se bajaron como
clientes normales. El taxi arrancó y se alejó. Margie sentada aún
en el asiento trasero, estaba confusa. El plan era que disponían de
cinco minutos para entrar, coger lo que fuera y salir. Si tenían
problemas, Jake contactaría con el taxi a través de un barato
walkie-talkie que Lupe le había dado. El espectro de frecuencia
sólo cubría un kilómetro y medio, de modo que la mujer tendría que
estar aparcada a unos dos bloques de distancia, aguardando con el
walkie-talkie gemelo encendido.
La mañana, aunque fría, prometía la pronta llegada de la
primavera. Habiendo crecido en el Medio Oeste, Thea sabía que
aquella promesa era tan efímera como la de un yonqui que jura
desengancharse de la droga. Podrían esperar aún otra gran tormenta
de nieve, posiblemente unos días después de que hubiera dado
comienzo la estación primaveral. De cualquier forma, aquel era un
hermoso día y Thea se bañó en la luz del sol y la brisa fresca.
Analizó la zona, tratando de traspasar incluso el plástico opaco
que cubría las ventanas de la mansión incendiada al otro lado de la
calle. Después de concentrar su sexto sentido en busca de cualquier
signo de riesgo, no detectó nada fuera de lo
corriente.
Se aventuraron al interior, Thea iba en cabeza. Las escaleras
estaban despejadas, pero a nadie se le ocurriría estar apostado en
el recibidor. Tras un asentimiento de Jake indicando que estaba
preparado, Thea abrió la puerta del apartamento y se deslizó
dentro. No estaba segura de qué era lo que esperaba encontrar;
quizá una cuadrilla de matones, un vampiro capaz de resistir la luz
del sol o incluso una nota en la que estuviera escrita la palabra:
"¡buuu!". Lo que les aguardaba no era peligroso, pero sí
sorprendente.
El lugar estaba hecho un desastre. Los muebles de la sala de
estar estaban cubiertos por los intestinos plumíferos de una docena
de almohadas. La televisión miraba a Thea tumbada en el suelo; una
acusada grieta dividía la pantalla de un extremo al otro. El vídeo
y el reproductor de DVD no habían corrido mejor suerte, el soporte
metálico estaba pelado como la piel de un plátano y el interior no
era más que una ensalada de cables y circuitos rotos. El estéreo
yacía en el suelo junto al mostrador de la cocina convertido en un
revoltijo plano de metal y plástico. Los cuadros habían sido
arrancados de las paredes con sus marcos hechos pedazos y los
fragmentos de cristal, diseminados por doquier, se asemejaban a un
confeti letal. Las plantas yacían desmembradas fuera de sus
tiestos, la tierra esparcida alrededor.
La cocina no estaba mucho mejor. La nevera había sido
extirpada de su hueco en la pared y reposaba de lado en el pasillo
que conducía a las habitaciones. Los quemadores estaban diseminados
por el suelo. El microondas, el horno, la cafetera y demás aparatos
se habían transformado en una pila de basura irreconocible
descompuesta sobre los mostradores de la cocina. Un sinnúmero de
agujeros decoraban tétricos las paredes, exponiendo el yeso y el
metal, y ofreciendo una panorámica del armario que se encontraba
junto a la cocina. El pasillo presagiaba más de lo mismo; unas
cuantas fotografías esparcidas por el suelo y más agujeros en las
paredes.
Considerando la gravedad de los daños, el saqueo del
apartamento tendría que haber sido extremadamente ruidoso. Estaba
sorprendida de que nadie hubiera llamado a la policía y de que no
hubieran envuelto el lugar en cinta amarilla. Pero claro, era más
que probable que los podridos tuvieran a la policía metida en el
bolsillo y se hubieran asegurado de que no irrumpirían allí. Era
difícil aventurar cuándo había acontecido, pero Thea tenía la
sospecha de que había sido cuando ese cabronazo de Graham había
secuestrado a Margie. Se abrió camino hacia el pasillo a través de
los escombros, dejando sitio a Jake para que entrara en la
habitación.
–¿Por qué no coges las cosas de Margie? – dijo, señalando la
primera puerta después del baño-. Con un poco de suerte no habrán
hecho jirones toda nuestra ropa. Asegúrate de que sean prendas
cómodas, algunos jerséis, zapatos y un abrigo.
El chico asintió.
–¿Tenía una maleta?
–Debería tenerla; comprueba el armario del pasillo, si no ves
ninguna en su habitación. – Thea siguió por el pasillo, rodeando
los fragmentos de cristal y los pedazos de yeso-. Yo me encargaré
de recoger algunas cosas en mi habitación.
Thea sintió un estremecimiento cuando se disponía a abrir la
puerta entornada de su habitación. Detuvo la mano a escasos
milímetros de la madera. Se concentró en la sensación. Pese a ser
ligeramente diferente a la percepción que precedía a sus
enfrentamientos con los monstruos, entrevió sus posibilidades. La
parte más sencilla era la de reconocer que el peligro acechaba en
la habitación; lo complicado estaba en decidir cuál sería el mejor
curso de acción. ¿Qué era? ¿Una bomba? ¿Una
persona? Sí, eso parece. Hay alguien detrás de la puerta. Y
tenía que haberlos oído hablar, así que no podría sorprenderlo. La
sensación de peligro se hizo entonces más intensa, ¡qué viene!, y de pronto Thea sabía qué era lo que
debía hacer.
Se apartó a un lado y asió una manta caída en el suelo del
pasillo. La puerta de la habitación se abrió de par en par en ese
instante. La mujer sacudió la alfombra, lanzando los escombros de
cristal y yeso como proyectiles hacia el individuo. La basura no lo
dañaría, pero el hombre que había dado un paso al frente, se
encogió en un acto reflexivo, perjurando y tratando de protegerse
los ojos con una mano. Thea arrojó la manta después y, mientras el
sujeto la apartaba para despejar su campo de visión, ella giró
hacia el extremo contrario del angosto pasillo. Se agachó para
asestarle una patada en el esternón. La fuerza de la agresión lo
envió volando por encima de la cama hasta estrellarlo contra el
suelo.
Thea se precipitó hacia delante, al tiempo que el hombre
luchaba por ponerse de rodillas, boqueando falto de aliento y
elevando una ametralladora con un gran silenciador adosado. Ella
alcanzó la cama en dos zancadas, irguiéndose frente al él de forma
que no tuviera oportunidad de apuntar. Arremetió con el puño
izquierdo y golpeó la cara del hombre con todo el peso de su
cuerpo. Esperaba sentir la calidez del tatuaje de su mano, pero no
hubo más que un fuerte porrazo. Aquello probaba que se trataba de
un mortal corriente puesto que sus tatuajes desprendían brillantes
haces de luz y calor cuando entraban en contacto con lo
sobrenatural. Este descubrimiento la hizo vacilar durante unos
instantes; no quería matarlo si podía evitarlo. Él aprovechó ese
momento de duda para mover rápidamente hacia arriba la mano que
portaba el arma; no para disparar, sino para coger a Thea por la
parte trasera de la rodilla y hacerla caer.
Cayó sobre la cama y luchó por incorporarse mientras el
hombre se abalanzaba sobre ella. El hombre apresó con fuerza uno de
los lados de la cabeza de Thea, presionando el pulgar dolorosamente
sobre la garganta y capturó la mano que encañonaba la metralleta.
Ella se revolvió, pero la fortaleza del individuo era enorme. Trató
de hacerle perder el equilibrio, pero estaba enterrada en el blando
colchón, sus miembros aprehendidos entre las pesadas arrugas de la
colcha.
–Chica lista -dijo él, mirándola con los ojos entornados a
pocos milímetros de distancia-. Has conseguido que se me meta
cristal en los ojos. Ahora…
–¡Eh! – aulló Jake desde el umbral, apuntando con la Sig
Sauer 9mm automática que Lupe le había dejado.
El hombre reaccionó con rapidez, asiendo la ametralladora y
apuntándola hacia el origen del sonido. Con la culata a escasos
centímetros de sus ojos, Thea vio que se trataba de una HyK MP-5.
Reconoció el gesto de Jake por lo que significaba y tensando los
músculos, elevó sus caderas y hombros para desnivelar al sujeto. La
mano izquierda la sostenía con tanta firmeza que no la dejaba
respirar. Fogonazos fluctuantes emergieron de la metralleta cuando
accionó el gatillo, los casquillos que caían sobre su frente y pelo
la quemaban. Ignoró el dolor tanto como pudo y levantó la rodilla
para empotrarla contra los cojones del tipo. Él se sacudió y
aterrizó con el estómago sobre la cara de ella. Enterrada bajo un
gamberro de más de cien kilos, Thea escuchó su quejicosa agonía
como un murmullo distante. Rebelándose contra la laxitud del
colchón y la falta de aire, volvió a balancear sus piernas hacia
delante, que emitieron un crujido a la altura de sus caderas, y
dando una torpe voltereta, quedó sentada sobre la espalda del
grandullón. Moviéndose hacia atrás como un cangrejo, situó las
rodillas sobre los hombros del individuo y se sentó sobre la nuca
para que no levantara la cabeza.
Pese a todo, le costaba mantener el equilibrio sobre el
cuerpo del hombretón, mientras éste luchaba por liberarse. Era
demasiado fuerte para poderlo controlar, de forma que lanzó unos
cuantos ataques severos contra sus riñones. Los primeros dos
debieron conseguir sus objetivos, si acaso los gemidos
estrangulados podían ser una señal de ello, pero Thea continuaba
atacándolo para estar segura.
Jake se acercó a ella, la hizo bajar y la tranquilizó. Ella
se dio cuenta de que estaba resollando, tenía problemas para
respirar. Me siento como si el muy hijo de puta
me hubiera hundido la garganta, pensó. Se masajeó la garganta
que poco a poco recuperó el ritmo de respiración normal. Le dolía
al tragar, pero sobreviviría.
Entre tanto, Jake lo había desarmado y sentado sobre el
colchón con las piernas estiradas formando una uve, e inclinado
hacia delante sujetándose las pantorrillas. Thea se rió por la
postura, luego jadeó cuando la carcajada sacudió dolorosamente su
garganta. Jake se encogió de hombros avergonzado.
–Supongo que sentando así no podrá intentar
nada.
Tomó la MP-5 que Jake le tendió y con la mano sondeó el
costado de su cadera. La herida de bala que había sufrido hacía una
semana le dolía aún, pero parecía que la pelea no la había
agravado. Súmalo a la larga lista de
padecimientos y dolores.
–¿Crees que…? ¡Oh, mierda, cómo duele! – Su voz era tan
áspera como el papel de lija. Continuó con un tono más suave-.
¿Crees que alguien habrá oído los disparos?
–No hay forma de saberlo. Incluso con el silenciador el ruido
ha sido importante, pero éste parece ser un edificio antiguo y
robusto. – Jake acarició la línea de agujeros de bala en la pared
que aislaba el cuarto de Thea del de Margie-. Te llevará algo de
tiempo repararlo, pero al menos no tenemos que preocuparnos por
balas perdidas que puedan dañar a otras personas. Hemos tenido
bastante suerte, pero creo que no deberíamos tentar al
destino.
–Tienes razón. Ojalá tuviéramos tiempo de interrogar a este
tío, pero lo mejor será que salgamos de aquí cuanto antes. Cojamos
lo que podamos y vayámonos ya de aquí.
Independientemente de qué rabia había alimentado la
destrucción en la sala de estar, el desastre parecía haber menguado
en su habitación, de forma que sólo tenía que preocuparse por cosas
menores como que los cajones estaban abiertos y todas sus prendas
yacían diseminadas por el suelo como si un ciclón hubiera arreciado
en el lugar. Lo cierto es que no era muy diferente a su estado
habitual.
Cogió la mochila del armario y metió dentro algo de ropa. De
la caja que tenía apoyada sobre la repisa rescató las escasas
fotografías que tenía de su madre y de ella, un paquete de cartas
de amor de su primer novio y la tarjeta American Express "para
emergencias" que su madre le había regalado hacía unos años.
Después de guardar aceleradamente las cosas en un bolsillo lateral,
apoyó la talega contra la puerta.
–Jake, reúne las cosas de Margie; tienes un minuto. Yo me
ocuparé de este tío.
El muchacho se apresuró por el pasillo. Thea se aproximó a
los pies de la cama con la ametralladora apuntando directamente
hacia el pecho del hombre. A pesar del evidente dolor que sufría
por los golpes que había recibido en los ríñones (a lo que no
ayudaba la postura en la que ahora estaba sentado), el sujeto
estaba alerta, vigilándola tan bien como podía.
–¿Cómo te llamas? – preguntó.
Él sonrió y negó con un gesto de su cabeza, pero
respondió.
–Earl.
–Muy bien, Earl. ¿Dónde está mi portátil y la bolsa de armas
que tenía guardada aquí?
–¿Tú qué crees?
Thea asintió, figurándose dónde podían
estar.
–Vale. Mira, estarás bien siempre y cuando no nos persigas.
No quiero matarte, pero lo haré si me veo obligada. ¿Lo has
entendido? – Earl la miró sin pronunciar palabra. Un chico duro, está bien-. Earl, quiero que te
inclines tanto como puedas y que pongas las muñecas entre los pies
-El hombretón tuvo que bajar la cabeza para conseguirlo, de forma
que Thea pudo liberarse de sus miradas inescrutables-. ¡Jake! ¿Cómo
lo llevas?
Jake regresó medio minuto después tratando de meter el último
jersey en una maleta Samsonite.
–Dispara si se mueve -ordenó Thea.
Guardó la MP-5 en la complicada pistolera de cinchas situada
en su mochila y desabrochó una de las correas de un bolsillo
lateral. Se acercó a Earl con cautela. Pese a que su postura era en
exceso incómoda para lanzar un ataque, siempre cabía la posibilidad
de que se incorporara y la volviera a apresar. Contaba con hacerle
creer que Jake dispararía. Thea enganchó uno de los extremos en el
duro somier de hierro, rodeó con la correa las muñecas del hombre
formando un tenso ocho y tiró con fuerza
del otro extremo para abrocharlo bajo la cama en el lateral
contrario. Earl conseguiría liberarse con algo de esfuerzo, pero
ellos tendrían tiempo suficiente para batirse en
retirada.
No obstante, antes de marcharse, Thea quería algunas
respuestas. Jake y ella ignoraban demasiadas cosas y eso la hacía
sentirse incómoda.
–Mira, Earl, como podrás ver no tenemos nada contra ti, así
que ayúdanos un poco y saldrás con bien de esto.
–No chica, no pienso decirte nada -respondió él, con la voz
amortiguada por tener la cara metida entre las
rodillas.
–¿No? Y, sin embargo, estabas aquí para llevarnos de regreso
y que nos dieran el golpe de gracia. ¿No crees que te conviene
ayudarnos un poco?
–Ja, ja. Muy diplomática. – Jake aprovechó la pausa para
exhortar la retirada-. Muy bien, princesa, te diré algo. Ya no
tiene importancia lo que sepáis. Se os considera demasiado
peligrosos como para dejaros con vida.
Un estremecimiento recorrió la columna vertebral de
Thea.
–¿A quién te refieres?
–¿Cómo que quién? Todos los imbéciles como vosotros. Tú y tu
compañero, la muñequita rubia; y todos cuantos queden
vivos.
Thea lo miró boquiabierta. Podía soportar que anduvieran tras
su pista y la de Jake, pero no podía imaginar que también quisieran
darle caza a Margie. No quería creerlo.
Pero tenía sentido. Su amiga era una testigo. En otras
circunstancias podrían haberse olvidado de ella porque quién iba a
creer una historia sobre vampiros en la Torre Sears. Cuando menos
era descabellado. No obstante, estaba vinculada a los cazadores y
estaba claro que los podridos querían vengarse. La vida de su mejor
amiga estaba arruinada y todo por su culpa. A menos que… era una
posibilidad remota, pero tenía que intentarlo. Conteniendo el
aliento, Thea permitió que la ira la embargara.
–¿Sabes cuántos de nosotros quedamos? ¡Sólo dos! No hay
"muñequita rubia", ya no. Tu colega chupasangre Graham asesinó a mi
mejor amiga, ¡maldito bastardo! – Se abalanzó sobre él, golpeándolo
con los puños en el costado y en el rostro-. ¡No le hizo nunca nada
a nadie y la liquidasteis!
–¡Thea! – aulló Jake, apresando sus rápidos brazos-. ¡Déjalo
ya! Tenemos que irnos ya.
–Sí, corred -rió Earl, lamiéndose unas gotas de sangre-.
Gracias por ponerme al día, preciosa. Me aseguraré de que todos lo
sepan.
Thea permitió que Jake la tranquilizara.
–¿Quieres más información? Diles a tus jefes que ella ha sido
la última. Si fuera tú empezaría a buscar otro trabajo, Earl. Tus
jefes van a desaparecer del mapa dentro de muy
poco.
Las carcajadas del grandullón, alegres pese a encontrarse en
tan mala postura, los siguió por el apartamento y las
escaleras.
Jake habló al walkie-talkie mientras escapaban. El taxi se
aproximó veloz cuando llegaban a las escaleras de entrada al
edificio. Thea y él no perdieron tiempo y tiraron el equipaje en el
suelo del asiento trasero antes de entrar a toda
prisa.
–¿Cómo ha ido? – indagó Lupe, mientras conducía hacia el
oeste por North Avenue.
–Los podridos tenían a un tío de guardia que nos estaba
esperando en la habitación de Thea.
–¿Qué ha ocurrido?
–Su arma se disparó cuando tratábamos de controlarlo
-respondió Thea, mirando confusa la MP-5 durante unos pocos
segundos hasta que hubo averiguado cómo se quitaba el silenciador.
Accionó el enganche y desabrochó el pasador, luego guardó las
piezas desmontadas en su mochila-. Lo dejamos maniatado. – Una
mirada penetrante evidenció la opinión de Lupe al respecto-. ¿Qué,
acaso lo habrías matado? Quizá trabaje para los no muertos, pero
sigue siendo un ser humano.
–Relájate, hermana -tranquilizó Lupe, tomando un desvío hacia
la derecha-. Simplemente me hubiera gustado que pudierais haberle
sacado alguna información.
–A mí también -admitió Jake. Thea tuvo la sospecha de que sus
razones para interrogar a un siervo de los no muertos eran
ligeramente diferentes a las de la pragmática Guadalupe Droin-. De
todos modos, sabemos lo suficiente como para estar seguros de que
los podridos ya no sienten el menor deseo de hablar con nosotros.
Lupe asintió y se concentró en conducir el coche a través de
un recorrido diseñado para no dejar rastro alguno y llevarlos hacia
el condominio de Newa Ghandour en Gold Coast por el norte. Tras
echarle un vistazo al inmenso pistolón que le habían dado, Jake
guardó la Sig Sauer en el bolsillo de su chaqueta y miró por la
ventana perdido en sus pensamientos.
–¿Qué era eso sobre Margie? – preguntó, después de unos
minutos-. ¿Un intento por despistarlos?
–Exactamente. – Palmeó a su compañero en la espalda y explicó
a Lupe:- También la querían a ella. Fue testigo de todo cuanto
aconteció. Si la matan no tendrán que preocuparse de lo que pueda
contar o a quién.
No había tenido que esforzarse mucho para mostrar rabia hacia
Earl. El trauma que había sufrido Margie la contagiaba con
pensamientos de violencia que nunca pensó que podría tener. Pese a
lo convincente que pudiera parecer, no había forma de saber si el
tipo y sus jefes lo creerían. Pero tenía que intentarlo. Al menos
hacía algo por Margie.
Veinte minutos después llegaron a la casa de la señora
Ghandour. El condominio formaba parte de una hilera de casas con
vistas al hermoso Paseo de Lakeshore y el Lago Michigan. Se
aproximaban al mediodía del viernes. Thea sabía que su madre
estaría haciendo lo que fuera que hicieran los directores de
marketing durante las siguientes ocho horas. Newa rondaba la
medianía de los sesenta pero seguía estando sometida a un estricto
horario de entre cincuenta y sesenta horas semanales en una
compañía farmacéutica llamada Panflex. Jake se había estado
sintiendo incómodo por presentarse tan temprano y, para colmo, sin
haber avisado. Pero como no habían buscado todavía otro lugar en el
que quedarse, Thea pensó que lo mejor era ir directamente en vez de
ir a un hotel, alquilar una habitación y volver allí. Quería tener
tiempo de sobra para concienciarse de lo que pretendía conseguir.
No tendrían mayores problemas para coger un taxi más
tarde.
Introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta sin
complicaciones, pero sufrió un instante de pánico al no recordar la
clave de la alarma. Sentó a Margie en un sofá, mientras Jake
cerraba la procesión llevando las maletas. Lupe se despidió de
ellos para continuar con su ruta y les deseó buena
suerte.
Pasaron la tarde en torno al portátil de Jake reuniendo
información. Thea cuidó de Margie. Su amiga había mejorado un poco.
Había visitado el condominio a menudo en el pasado y era evidente
que el ambiente familiar la tranquilizaba. Thea tuvo la sospecha de
que el mejor lugar para su recuperación sería la casa de sus
padres, pero llevarla allí en ese estado implicaría tener que
responder a una serie de preguntas muy espinosas. Unas preguntas
cuyas respuestas difícilmente harían sentir mejor a
nadie.
La mujer pensó que se sentiría igualmente incómoda cuando se
enfrentara a su madre en un par de horas.
Thea debía reconocer que su madre tenía mérito. Volver a casa
para encontrarse con una hija que hacía tiempo se había emancipado,
junto a su mejor amiga sentada en un estado de fuga y un chico
negro recién salido de la adolescencia y a quien no había visto en
la vida, era una sorpresa comprensible.
Pero Newa Ghandour no era una mujer que perdiera fácilmente
la compostura (exceptuando aquel arranque que había tenido con
respecto al Templo de Akenatón). Cuando entró en el condo aquella
tarde, se detuvo al ver a Thea y Margie sentadas en el sofá viendo
la televisión y a Jake trabajando con el portátil en la mesa del
comedor. Después de asimilar la inesperada escena, Newa
preguntó:
–¿Qué ha ocurrido?
–Hola mamá. Yo también me alegro de verte. – Thea rodeó el
sofá y se reclinó contra el respaldo, imitando la tranquilidad de
su madre. Le hizo una señal a Jake para que se acercara y
continuó-. Mamá, éste es Jake Washington; Jake, ésta es mi madre,
Newa Ghandour.
El chico sonrió y saludó entre dientes, inseguro de cómo
debía saludar a una mujer cuya casa había invadido. Por su parte,
Margie estaba tan absorta con Atrapa a un
ladrón que no se había percatado siquiera de la llegada de
Newa.
A pesar de que su belleza había menguado con el paso de los
años, Newa Ghandour era todavía una mujer muy atractiva. Su rostro
cobijaba las arrugas de la edad y la determinación, pero retenía el
lustroso color caramelo de la piel y el radiante cabello azabache
de su juventud. Newa correspondió a Jake con un
correcto:
–Me alegro de conocerte. – Se centró en Thea-. Tienes el
cuello magullado, ¿te encuentras bien?
–Estoy bien, pero tenemos que hablar de algunas
cosas.
Su madre se quedó pensativa un instante antes de afirmar con
un gesto de la cabeza.
–Prepararé la cena.
Jake miró a Thea sorprendido por la extraña rectitud que
existía entre ella y su madre. Encogiéndose de hombros y sonriendo,
le indicó que no era muy diferente del trato
habitual.
Dejaron a Newa sola en la cocina. Incluso en circunstancias
normales, la madre de Thea prefería estar sola cuando preparaba las
comidas. Cocinar era su gran afición y tener a alguien merodeando
por allí, sesgaba su inspiración. Por contraste, Thea era una
inútil en la cocina.
Jake guardó el portátil y se reunió con las mujeres en la
sala de estar. Thea dividía su atención entre la televisión y
Margie. La esperanza batía sus alas de mariposa en su estómago. En
las pocas horas que habían estado en el condo, Margie se había
relajado casi por completo. Estaba echa un ovillo en el sofá, como
solía hacer siempre que veía una película, sus pies apoyados contra
el muslo de Thea y riéndose de las anécdotas divertidas.
Exceptuando el hecho de que no hablaba (Margie solía obsequiar a su
amiga con alguna crítica de lo que estaba viendo, sobre los
actores, las escenas, hasta lo que el guionista podía haber estado
pensando cuando escribió uno de los diálogos), cualquiera podría
haber supuesto que volvía a ser ella misma.
Al escuchar la algarabía de los platos, Thea se levantó como
accionada por un resorte y puso la mesa en el comedor. Jake hizo
amago de ayudar, pero ella rechazó la oferta y le pidió que
permaneciera donde estaba. Pocos minutos después, Newa Ghandour
entró en la sala con una cacerola repleta de comida. Aquella noche
cenarían sobras. Se percató de cómo Thea guiaba a Margie hasta la
mesa, pero no dijo nada. La silenciosa conformidad de Margie era
otro de los misterios cuya respuesta ignoraba.
El mutismo protagonizó la mayor parte de la cena. Para Thea y
su madre era una costumbre dejar las conversaciones importantes
para después de la comida. Cada una de ellas estaba absorta en sus
pensamientos, de forma que todos los intentos por mantener una
charla murieron rápidamente. Jake era un extraño en una tierra
extraña y además no era una persona que se diferenciara por su
extroversión, de modo que prefirió no hablar mas que para felicitar
a la madre por la calidad del alimento. Margie parecía estar lo
suficientemente contenta con su ración y continuó
callada.
El silencio se prolongó hasta pasada la sobremesa. Thea
estaba preparada para comenzar cuando su madre tomó la iniciativa.
Empezando por su izquierda, con Jake, Newa Ghandour pasó la mirada
sobre Margie hasta culminar el recorrido en su
hija.
–Muy bien, Thea. Sospecho que estás aquí por algo referente a
esas noticias que he visto sobre que alguien ha atacado el Templo
de Akenatón.
Thea se dio cuenta de que no podía estar sorprendida. Había
estado preguntando a su madre por el templo y, al día siguiente,
había sobrevenido la masacre. Newa Ghandour no era estúpida. Era
lógico que pensara que existía una conexión. Thea se preguntó por
qué no estaba atónita de que su madre pudiera permanecer tranquila
mientras formulaba una pregunta de semejante
trascendencia.
–Tu sospecha es acertada, mamá. Pero quizá no de la forma que
crees. – Thea se detuvo a meditar. Si su madre pensaba que estaba
involucrada en un grupo que cometía actos de violencia, entonces
obviamente sería como ella creía. Su tarea estribaba en obtener
tantas respuestas como fuera posible sin revelar el espectro
completo de la locura en la que Jake y ella estaban sumidos.
Después de varias horas de conversación, todo lo narrado parecía
demencial. Thea trató de darle un giro a la conversación para
preguntarle a su madre sobre el templo, antes de que ésta se
percatara de las incongruencias de su historia-. Mira, Jake y yo
hemos estado investigando un asunto durante cierto tiempo, a un
grupo; supongo que podríamos referirnos a ellos como una sociedad
secreta que…
–El Culto del Disco Solar -intervino Newa.
La interrupción cortó el ritmo de su conversación, Thea,
sorprendida, miró directamente hacia su madre.
Newa Ghandour estudió su taza de café y luego elevó la
cabeza. Sus ojos revelaban un gran abatimiento.
–Tenía la esperanza de mantenerte al margen de todo esto,
pero comprendo que es inútil. Uno de los Aton-u te ha encontrado e
informado sobre tu pasado, ¿no es eso?
Thea había hablado de una "sociedad secreta" para omitir el
hecho de que se trataban de no muertos. Teniendo en cuenta que su
madre les estaba hablando de todo cuanto habían querido saber,
pensó que lo mejor era no corregir la
equivocación.
–Aton-u. Eso no es árabe.
–No, es egipcio. Aton-u, los Hijos de Atón. El Culto del
Disco Solar. Se creó hace mucho, en el tiempo de las dinastías
egipcias. Sus miembros adoraban a un dios herético y fueron
perseguidos por ello. Sobrevivieron en escondrijos subterráneos
durante años. Incluso aunque los dioses egipcios reconocidos
pasaron a ser mitos, el culto a Atón perduró. Al cabo de cierto
tiempo, el culto emergió de su clandestinidad y sus integrantes se
reunieron como algo parecido a una secta de masones libres. Pero,
en secreto, la cábala continuó rindiendo homenaje a
Atón.
–Muy bien… ¿Y cómo demonios sabes todo eso?
Newa abrió la boca para responder, pero se detuvo con el ceño
fruncido.
–Deberías saberlo, porque si no ¿a qué venía toda esa
violencia contra el templo?
–No fuimos nosotros -afirmó Thea, casi con sinceridad-. Como
te he explicado antes, hemos estado siguiendo una pista. Estábamos
en medio cuando todo se fue a la mierda. Lo cierto es mamá, que no
tengo la menor idea de qué pintas tú en todo esto.
Newa Ghandour se perdió absorta en su café. En medio minuto,
la única actividad de la sala acontecía en los pensamientos que se
manifestaban en los gestos inconscientes en el rostro de la mujer y
en los movimientos nerviosos de Jake sentado en su silla.
Finalmente, suspirando con sonoridad palpable, Newa levantó la
mirada angustiada hacia su hija y dijo:
–Yo formaba parte del culto.