6


Hacía tiempo que Thea Ghandour sabía que era inútil pellizcarse para averiguar si uno estaba soñando. Opinaba también que la expresión era bastante absurda. Pellízcame porque debo de estar soñando. ¡Oh, vamos! Desde luego, a ella no le funcionaba. Nunca había tenido problemas para dilucidar qué era sueño y qué realidad; de hecho, cuando soñaba, a menudo lograba que las cosas acontecieran tal y como ella lo deseaba.


Bueno, así había sido hasta hacía un año. Después de tropezarse con los horrores sobrenaturales, Thea se sentía ansiosa por probar cualquier cosa que demostrara que lo que estaba viviendo no era producto más que de una larguísima pesadilla. Tras pellizcarse repetidamente, decidió que había estado en lo cierto desde el principio. Los pellizcos no le procuraban más que dolor y eso no la hacía sentirse mejor.

Teniendo en cuenta la expresión confusa de Margie Woleski, Thea se figuró que su amiga se encontraba estancada aún en la etapa de "prueba cualquier cosa para demostrar que lo que sucede no es real". Si hubiera podido ahorrarle a Margie el descubrir lo que se ocultaba tras la máscara del mundo, lo habría hecho. Pero ahora que el daño estaba hecho, Thea pensó que lo mejor sería ayudarla a asimilarlo. Eso era lo que ella había estado tratando de hacer durante los últimos días, pero Margie no parecía estar dispuesta a intentarlo. Era relativamente consciente; miraba cuando la hablaban, comía cuando se le ponía un plato delante, se aseaba cuando se la metía en la ducha y el agua caía sobre su cuerpo. Pero se había quedado sin habla y, por lo general, el tiempo que estaba despierta lo pasaba ensimismada. Se quedaba absorta mirando a la pared o por la ventana.

Thea se estaba volviendo loca de la preocupación. Margie era casi un vegetal. Necesitaba ayuda.

–No te lo discuto, Thea -dijo Jake Washington, mirándola por encima de su portátil-, pero no podemos llevarla a ningún sitio. No por aquí y, desde luego, no ahora.

–Tan sólo es una espectadora inocente, Jake -respondió conmovida-. Nosotros somos los jodidos cazadores de monstruos, es a nosotros a quienes buscan.

–Sabes que eso no es así. Con toda seguridad los podridos estarán tan atentos por si Margie aparece como lo puedan estar por nosotros. La secuestraron para hacernos hablar; ¿qué te hace pensar que no lo intentarían de nuevo? ¿Te has olvidado de que ella fue su rehén? ¿De que estuvo sentada en primera fila viéndolos en acción? ¿Crees que van a olvidarlo?

Thea se pellizcó el puente de la nariz, mientras trataba de retener las lágrimas. Jake tenía razón; sabía que tenía razón. Se lo repitió a sí misma. Se sentía culpable y herida por ver a Margie en un estado tan lamentable.

–Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. Y no sólo por Margie. Llevamos cuatro días escondidos en la casa del amigo de Lupe. ¡Están hartos de tenernos aquí, me voy a volver loca, Margie no se está recuperando y tú te pasas el día pegado a ese puto ordenador!

Jake suspiró.

–He estado hablando con otras personas de hunter-net. Intentando que nos ayuden en esta situación; que nos ayuden a nosotros y a Margie.

–¿Y? – Refunfuñó Thea-. ¿Qué has conseguido después de todo este tiempo?

–No tanto como esperaba -admitió Jake, lanzándole al Compaq una mirada de reproche-. Los chicos estaban interesados en saber qué ocurrió con los vampiros, sobre por qué nos retuvieron como rehenes en la Torre Sears en lugar de matarnos, el que utilizaran a Margie para ejercer presión y averiguar quiénes éramos, cosas del estilo…

–¿Les has dicho también que parecían tenernos tanto miedo como nosotros a ellos?

–Sí, eso les encantó. Aunque saber que estamos empezando a asustar a los monstruos es un consuelo mínimo comparado con haber perdido al resto de la brigada Van Helsing.

Thea sintió como si otros cuarenta y cinco kilos se sumaran a la carga de culpa que amenazaba con aplastarla.

–Volviendo a eso, ¿has encontrado algo nuevo sobre el Templo de Akenatón, aquellos egipcios o Nicholas Sforza?

–Nada aparte de lo que ya sabíamos. En el templo se desarrollaba algún culto oscuro, es de suponer que los egipcios que nos atacaron pertenezcan a él. Pero aún no he averiguado qué tiene que ver Sforza en todo ello.

–Durante el asalto mencionaron algo del Corazón que arrojé desde la Torre Sears. Y también querían saber dónde… ¿Qué cojones era?

–Amenti. Como "amén", ¿no?

–Sí, Jake, eres muy perspicaz. – Le dedicó una sonrisa, la primera desde hacía muchos días-. He tenido mucho en lo que pensar estos días, de modo que ¿qué hay sobre eso?

–Mucha información inútil pero interesante. La gente dice A-M-É-N al final de sus oraciones, ¿no es cierto? Pero también es una de las muchas formas de escribir el nombre de un dios egipcio. ¿Sabes algo de Amón-Ra? Algunos piensan que la costumbre deriva de su nombre. Creo que es más conocido con la "O" o la "U", pero eso es lo de menos.

–Parece que todo está relacionado de alguna forma con los egipcios. – Thea había estado meditando una idea. No obstante, a simple vista parecía demasiado descabellada como para ser real. Optó por darla a conocer con cautela; quizá así pudiera conseguir que fuera Jake quien la expresara en voz alta primero-. ¿Recuerdas que Sforza llevaba joyería egipcia cuando lo conocimos en el templo?

Jake asintió lentamente.

–Y dijiste que se había dibujado símbolos extraños sobre el pecho cuando Romeo le disparó.

Thea sintió el acoso del vértigo al recordar a Romeo, su pérdida era aún muy reciente. Se acordó del hijo de la grandísima puta que le había segado la vida; que, de hecho, había originado toda la pesadilla.

–Carpenter. ¿Recuerdas cuando secuestró a ese tío? ¿Te acuerdas del sarcófago hecho pedazos en la oficina de Sforza? No parece casualidad, ¿verdad?

Después de observarse durante unos segundos, Thea se sorprendió echándose a reír. Una sonrisa confusa se dibujó en los labios de Jake.

–¿Qué? – preguntó, riéndose entre dientes.

–¡Estás pensando en lo mismo que yo! – lo acusó ella. Su carcajada rozaba la histeria, pero le hacía sentir mucho mejor. Había necesitado largamente una liberación, algo que aliviara la tensión que la tenía acogotada desde hacía muchísimo tiempo. Suspiró y señaló a Jake con su dedo índice-. Estás pensando "momia" pero no te atreves a decirlo porque suena demasiado ridículo.

La sonrisa del muchacho se ensanchó.

–Bueno, quizá no porque resulte ridículo. Simplemente no lo sé, ¿entiendes? Quiero decir, miras en hunter-net y ¿alguna vez has leído algo acerca de una momia? Y piensa en ello, momia es sólo otra palabra para zombi, ¿no es así? Un cuerpo muerto que se levanta de la tumba, ¿verdad?

–Uhm -resopló Thea, sus labios prietos en actitud pensativa. No estaba realizando ninguna acción física, pero aquella discusión constituía una actividad. Lo cierto era que había añorado intensamente la sensación de estar haciendo algo-. Las momias regresan, ¿no es así?

–Eso es lo que hacen en las viejas películas. Pero, teniendo en cuenta lo que he descubierto hasta ahora, dudo que sean muy diferentes de tus típicos ocultos.

–No son mis ocultos.

–Ya sabes a qué me refiero. Ocultos como Carpenter -aclaró Jake. La sonrisa se esfumó de sus labios. Maxwell Carpenter seguiría siendo un recuerdo doloroso para ambos durante mucho tiempo-. Romeo nunca nos comentó lo que había visto en Sforza, ¿verdad? Si el tío era, bueno, si acaso era un tío. En lugar de un podrido o algo por el estilo.

En el rostro de Thea nació una mueca de dolor. Negó con un gesto.

–No… no tuvo la oportunidad.

–Había algo en él que lo diferenciaba, como si fuera un hechicero… Bueno, desde luego, eso sí que suena ridículo. Pero no estoy seguro. Si la conexión egipcia es correcta, y considerando todas las pruebas yo diría que sí lo es, tiene más sentido que Sforza sea un podrido. – Jake hablaba con lentitud, tratando de obtener una respuesta lógica a partir de un discurso confuso e inconexo-. Piensa en los acontecimientos que rodearon su desaparición; eso también cuadra. Desapareció en circunstancias sumamente extrañas. ¿Quizá porque murió? Carpenter estaba dando caza a toda su familia; tal vez llegó también hasta él. Excepto que Sforza regresa para vengarse, de la misma manera en que lo hizo Carpenter. Y sí alguien sabe de qué es capaz un zombi, ése es Maxwell Carpenter. De tal forma que, en lugar de ocuparse él mismo y mediar con otro no muerto en el elegantísimo escondite que éste ha construido y que además está protegido con defensas místicas, nos convence para que le sirvamos como carne de cañón.

–Supongo que eso tiene sentido. – Aún así, Thea era incapaz de reconciliar todo lo acaecido-. Pero eso nos deja ciertas incógnitas. Sigo dándole vueltas al asunto egipcio. Sforza es italiano. Italo-americano. O eso parece. Si se levantó de la tumba como tus zombis habituales, ¿qué tiene él que ver con templos, sectarios asesinos y reliquias egipcias extremadamente poderosas?

–Ya, yo tampoco entiendo ese cruce de culturas. Y ese Corazón que los sectarios y los vampiros buscaban con tanto ahínco… -se encogió de hombros-. ¿No dijiste que irradiaba algún tipo de energía?

–Hizo algo con mi percepción. Cuando luché contra el vampiro, sabía con seguridad cuáles iban a ser sus cinco pasos siguientes. Era como si mi sexto sentido hubiera alcanzado su culminación.

–Joder, eso podría ser cualquier cosa.

–¿Cómo? ¿Acaso oímos hablar de reliquias misteriosas todos los días?

–Últimamente, sí. Quise decir que no hay forma de averiguar qué es ese "corazón".

Thea sonrió.

–Parece que tendremos que hacer más averiguaciones sobre el tema de las momias.

–Y supongo que por el "tendremos" entiendes que "tendré" que hacerlo yo.

–Eh, tú eres el que tiene el ordenador. Los juguetitos los dejé en mi apartamento.

Se acordó de que el portátil era el último de los cacharros que le quedaban, aparte de los aparatos puramente lúdicos como el reproductor de DVD y el equipo de música. Había perdido el teléfono móvil, la agenda electrónica y el reloj de buceo por las peleas contra los no muertos en el último mes. Y, por lo que sabía, los vampiros habían saqueado su hogar y se habían agenciado lo que quedaba. Ignoraba en qué estado había quedado el apartamento. Salvo por el desplazamiento que habían hecho desde el estudio de Jake hasta su actual escondrijo después de su huida de la Torre Sears, no habían salido a la calle desde hacía varios días.

El refugio estaba bien. Se encontraba situado en un sótano amueblado de la casa de Howard Casey, en los suburbios de Oak Lawn. Casey era veterinario y formaba parte del laxo entramado de cazadores, amigos de Guadalupe Droin, que trabajaban en la zona sur de Chicago. Los cazadores del sur no eran un grupo tan unido como lo había sido el del norte, el equipo de Thea. Lupe y Howard eran dos en una docena que cubría un área hacia el oeste hasta Aurora y por el sur hasta Gary, Indiana. No es que la "zona norte" y la "zona sur" indicaran la presencia de una frontera firme; hacían referencia a los lugares donde los cazadores habitaban. La calle Madison dividía la ciudad de Chicago horizontalmente, creando un punto de referencia desde el que partían las patrullas. Empero, los dos grupos de cazadores no lo entendían como una frontera formal; si la caza los conducía hasta Oak Lawn o hasta la Universidad de Chicago, Thea no le traspasaría el trabajo a Lupe. Podría contactar con alguno de los cazadores de la zona sur para que los ayudara, pero no existía razón alguna por la que quisieran arrebatarse la tarea. Había monstruos para todos.

Ésa había sido la costumbre antes de que la mayor parte de la brigada Van Helsing pereciera.

Estando entre la espada y la pared, Thea y Jake recurrieron al auxilio de los cazadores de la zona sur. La estancia en la casa del veterinario era una solución temporal; habían acudido allí para reagruparse y decidir qué harían después. Y la situación, ya de por sí tensa, iba volviéndose cada vez más complicada porque Thea y Lupe no simpatizaban, y Casey no hacía otra cosa que provocarla. Por ende, al hombre le correspondía tener a sus hijos ese fin de semana. Tendrían que encontrar otro sitio en el que quedarse a partir del viernes, esto es, al día siguiente.

Había transcurrido una semana desde que fueran atacados por sectarios egipcios y retenidos como cautivos por vampiros. Menos de cuatro semanas desde que se encontraran por primera vez con Maxwell Carpenter y engañados para caer en su trampa. Hacía un mes Romeo, Parker, Cari, Lilly, Dean y el amante de éste, Wayne, habían estado vivos. Hacía un mes, la mejor amiga de Thea, estudiaba tranquilamente su posgraduado. Hacía un mes su vida tenía todavía algún sentido. Con esfuerzo logró vencer la melancolía que le contagiaban sus recuerdos del pasado. ¿Acaso voy a ganar algo si me hundo en la miseria? Céntrate en el futuro.

–No creí que fuera a resultar tan complicado hallar algo de interés, Jake. Por lo que me has comentado, ya has hecho algunas averiguaciones.

–Bueno… No tantas como crees. He estado estudiando cosas que ya sabía, información general sobre los podridos. Los últimos días los he dedicado exclusivamente a analizar lo del Templo de Akenatón y los vampiros, asuntos de ese estilo… hablando de lo cual -Jake atravesó a Thea con una mirada-, he estado meditando acerca de una cosa.

–¿Sobre una sólo?

–Ja ja. No, sobre el templo y, bueno, y tu madre.

Thea se sobresaltó sorprendida. Había estado tan preocupada en escapar de los insólitos sectarios, luchando contra los vampiros y cuidando de Margie que había olvidado por completo la extraña reacción que su madre había tenido cuando le mencionó el tema del Templo de Akenatón.

–Muy bien, adelante, pregunta.

–¿Dijiste que se había puesto como una fiera cuando le hablaste acerca del lugar, no es así?

–Sí. Disimuló rápidamente, pero su reacción fue inequívoca. Había algo allí que la desagradaba mucho. – Thea dejó que su mirada vagara por la habitación, mientras trataba de evocar la conversación que había mantenido con Newa Ghandour-. Parecía estar aterrorizada de que yo visitara el templo, pero no quiso decirme por qué.

–¿Y no crees que ella preveía lo que podría ocurrir?

–¿Qué? ¿Quieres decir que tuvo algo parecido a una visión? – Sonrió divertida-. De ninguna manera. Mi madre no es una psíquica. Por lo que sé, soy la única de la familia que lo es.

Jake jugó reflexivo con la tapa de su portátil.

–No, no me refería a eso. Estaba pensando que quizá ella supiera quién o qué había allí.

–¿Quieres decir que tal vez sepa qué es una momia? ¿O lo que sea que estuviera en el canope? ¿Ese Corazón que todos estaban desesperados por conseguir?

–Sí, algo así.

Thea se irguió en el asiento, su mirada empapada de determinación.

–¿Sabes qué? Creo que ya va siendo hora de que lo averigüemos.


Thea quería que Jake la acompañara. Era una buena periodista, independiente, y contaba con el potencial necesario para convertirse en una gran profesional de la comunicación. Con tiempo y experiencia, dedicación y perseverancia, y si ningún podrido acababa con ella, lograría forjarse un nombre. No obstante, cuando tenía que enfrentarse con su madre, revertía a una conducta infantil. A pesar de sus diferencias y sus actos de rebeldía a lo largo de los años, le profesaba un gran respeto (y miedo) a su madre. Incluso estando enojada con ella, Thea no estaba segura de poder reunir el valor para formularle preguntas directas y secas.

Contar con la presencia de Jake la ayudaría a ser más decidida, ceñirse a las preguntas y no perder de vista las reacciones. Pese a que se sentía incómodo por conducirse hacia una situación que podría terminar convirtiéndose en una disputa familiar, Jake prometió apoyarla.

–¿Qué hacemos con Margie?

–Creo que deberíamos llevarla con nosotros -respondió ella.

Jake la miró por encima de sus gafas.

–¿Estás segura de que es una buena idea?

–Tenemos que vigilarla de cerca, ¿no? Ayudarla a mejorarse, asegurarnos de que no se mete en problemas. – Thea se sentó junto a su amigo en el viejo sillón que miraba hacia la mesa de futbolín.

–En eso tienes razón, ¿pero no se inquietará tu madre cuando la vea en este estado?

–Ellas se llevan muy bien -explicó Thea abrazando a Margie con un solo brazo. Ésta le devolvió tímidamente el apretón y recostó la cabeza sobre el hombro de Thea, todavía con la mirada perdida en algún lugar de la habitación-. Quizá ayude a Margie a recuperarse. Tengo la sensación de que lo está intentando; pero parece que está demasiado asustada como para dar los últimos pasos. – Calló la esperanza que tenía de que si su madre sabía algo pero se negaba a hablar de ello, el estado de Margie conseguiría que lo hiciera. Con las lágrimas agolpándose en los ojos, miró a Jake-. Tenemos que hacer todo lo que podamos para ayudarla.

–Sí, bien. Aún tenemos que encontrar un sitio en el que podamos quedarnos a partir de mañana.

La mujer asintió.

–Creo que lo mejor sería que reserváramos una habitación de hotel para el fin de semana. Fácil y anónimo. Serán escasas las probabilidades de que alguien nos asalte allí.

Jake no parecía complacido con la idea. Los hoteles costaban dinero y Thea estaba en bancarrota. Jake había obtenido una buena indemnización en el accidente que había sufrido hacía un par de años, pero había vivido de esa cantidad durante cierto tiempo y comenzaba a estar falto de liquidez.

–Aun así, deberíamos preocuparnos por encontrar un lugar a largo plazo. Mi idea era ayudar a otros grupos de cazadores. Y no estoy haciendo mucho de eso aquí. – El chico suspiró ruidosamente y río sin alegría-. Pero no me iré antes de haberlo dejado todo en su sitio.

–Dudo que algo vuelva a estar en su sitio alguna vez, Jake.

–Ya sabes a qué me refiero. Hacerlo lo mejor que podamos. No obstante, nos llevará mucho más que un fin de semana y no podemos estar cambiando de sitio de manera indefinida.

–Cierto. Somos listos; se nos ocurrirá algo.

Dejaron el tema por el momento. Aquella tarde, Howard Casey, de quien Thea consideraba que estaba disfrutando de su segunda etapa de soltería como demostraba su abultada colección de mesas de juego y carísimos aparatos de entretenimiento dispuestos en el sótano, regresó a casa con comida china. Lupe Droin se dejó caer por allí para compartir la agradable y atípica cena de los cazadores. La comida era un insípido derivado americano de las recetas asiáticas, pero la semejanza era más que suficiente para que Thea evocara dolorosos recuerdos de Romeo Theng. Apenas probó un bocado del kung pao que volcó en su plato. Por lo menos Margie parecía estar disfrutándolo; emergió brevemente de su estado comatoso para rescatar una empanadilla china situada en un plato en el centro de la mesa. Su actitud despreocupada elevó los ánimos de Thea, que opinaba que su amiga debía estar conmocionada pero no en un estado permanente de fuga. La ayuda profesional la ayudaría a recuperarse con celeridad, pero Thea no quería correr el riesgo de llamar la atención de los no muertos. Con toda seguridad los podridos estarían esperando algo así. Tendría que conformarse con mantener la esperanza de que su actual curso de acción la ayudara a reponerse sin secuelas.

Durante la comida, Jake informó a Lupe y Howard sobre sus planes. El veterinario, aliviado por tener la casa para sí otra vez, se animó perceptiblemente. Thea castigó su alegría con algunos comentarios maliciosos. Se suponía que el hombre estaba comprometido con la caza tal y como lo estaban los demás, pero se incomodaba más por los ocupas que por los monstruos que habían exterminado a media docena de cazadores y que habían dejado a su amiga en un estado emocional lamentable. Que le jodan, pensó. Si está más interesado en estafar a las mujeres solteras que traen a sus mascotas para desparasitarlas, no lo quiero cubriéndome las espaldas.

Lupe pensó que su plan era razonable pero parecía escéptica al pensar que el resultado pudiera ser positivo.

–Tú misma dijiste que no estabas segura de si las impresiones que tenías del templo eran recuerdos o una serie de déjá vu -comentó Lupe a Thea antes de llenarse la boca con cerdo agridulce.

–¿Y cómo explicas la reacción de mi madre? – Thea trató de no dejarse provocar porque estaba convencida de que eso era precisamente lo que Lupe trataba de conseguir. Sin embargo, respondió. Guadalupe sabía bien cómo forzar una discusión.

–Quizá sólo se preocupe por ti. – La mujer se encogió de hombros-. No todo tiene un significado oculto, ¿sabes?

–Eso ya lo sé, Lupe. – Después de contar hasta cinco (porque carecía de la paciencia necesaria para llegar hasta diez), Thea continuó-. Mira, tú no conoces a mi madre. Ella es muy reservada y siempre lo controla todo. Nunca habla de sus sentimientos, ni de su pasado. Su reacción fue desmedida. Tiene que haber algo.

–Eh, ya sabemos que podría ser una falsa alarma. – Jake volvió a asumir el puesto de diplomático-. Pero no lo sabremos hasta que lo hayamos comprobado.

Thea no podía evitar sentir que los gestos afirmativos de sus compañeros no eran más que la intención de zanjar una cuestión y no la manifestación de un acuerdo.


Thea pensó que no sería muy arriesgado ir a su apartamento durante el día. No había razones para pensar que los malos estuvieran apostados allí seis días después de la pelea en la Torre Sears. Ninguna razón salvo que los muy bastardos habían demostrado ser sibilinos y pacientes. Parecía inevitable que los no muertos tuvieran a alguien vigilando el lugar durante el día, algo como un "Renfield" al servicio de los vampiros. La mujer tenía la esperanza de que quien quiera que fuera estuviera aburrido y no demasiado atento después de una semana de vigilancia infructuosa.

Los demás pensaron que no merecía la pena correr riesgos para coger una muda de ropa y los artículos de aseo para ella y Margie. Pero Thea opinaba que lo más sabio era recuperar su ordenador y las armas que habían escondido después del asalto al Templo de Akenatón (si acaso algo de eso estaba aún allí). Teniendo en cuenta que había archivado información importante en el portátil y que las armas siempre eran de gran ayuda en la cacería, el resto terminó por claudicar.

A la mañana siguiente, el buen doctor de mascotas les deseó buena suerte con un tono que malamente ocultaba el alivio que sentía porque abandonaran finalmente su guarida. El sentimiento era mutuo para Thea. Lupe se subió al taxi, mientras Jake se acomodaba en el asiento del copiloto (desde donde podría disparar con precisión en caso de problemas) y Thea se deslizaba con Margie en la parte de detrás. La Interestatal 50 dio paso a Cicero Avenue y de allí, en línea recta, alcanzaron North Avenue. Giraron a la derecha desde donde Thea guió a Lupe hasta su edificio en Wicker Park. Transitaban a velocidad de crucero entre el tráfico de mediodía. La tensión aumentaba a medida que se aproximaban al bloque de viviendas. Para ella era frustrante que, pese a todos los esfuerzos que había realizado para mantener su residencia en secreto, los enemigos hubieran podido encontrarla. Gracias a Margie; aunque Thea no la culpaba de ello. Su amiga había estado bajo la influencia del vampiro, la habían hipnotizado para que cumpliera con sus deseos. Al menos la consolaba saber que Jake y ella habían acelerado el fin del bastardo obligándolo a realizar el salto del ángel desde la Torre Sears.

Margie se animó al reconocer Wicker Park. Deambular por lugares familiares parecía estar haciéndola bien. Thea consideró la idea de llevarla dentro consigo, pero no podía asegurar si se encontrarían o no con problemas y no estaba por la labor de poner a su mejor amiga en peligro otra vez. En lugar de ello, Lupe acercó el vehículo hasta el bordillo donde Thea y Jake se bajaron como clientes normales. El taxi arrancó y se alejó. Margie sentada aún en el asiento trasero, estaba confusa. El plan era que disponían de cinco minutos para entrar, coger lo que fuera y salir. Si tenían problemas, Jake contactaría con el taxi a través de un barato walkie-talkie que Lupe le había dado. El espectro de frecuencia sólo cubría un kilómetro y medio, de modo que la mujer tendría que estar aparcada a unos dos bloques de distancia, aguardando con el walkie-talkie gemelo encendido.

La mañana, aunque fría, prometía la pronta llegada de la primavera. Habiendo crecido en el Medio Oeste, Thea sabía que aquella promesa era tan efímera como la de un yonqui que jura desengancharse de la droga. Podrían esperar aún otra gran tormenta de nieve, posiblemente unos días después de que hubiera dado comienzo la estación primaveral. De cualquier forma, aquel era un hermoso día y Thea se bañó en la luz del sol y la brisa fresca. Analizó la zona, tratando de traspasar incluso el plástico opaco que cubría las ventanas de la mansión incendiada al otro lado de la calle. Después de concentrar su sexto sentido en busca de cualquier signo de riesgo, no detectó nada fuera de lo corriente.

Se aventuraron al interior, Thea iba en cabeza. Las escaleras estaban despejadas, pero a nadie se le ocurriría estar apostado en el recibidor. Tras un asentimiento de Jake indicando que estaba preparado, Thea abrió la puerta del apartamento y se deslizó dentro. No estaba segura de qué era lo que esperaba encontrar; quizá una cuadrilla de matones, un vampiro capaz de resistir la luz del sol o incluso una nota en la que estuviera escrita la palabra: "¡buuu!". Lo que les aguardaba no era peligroso, pero sí sorprendente.

El lugar estaba hecho un desastre. Los muebles de la sala de estar estaban cubiertos por los intestinos plumíferos de una docena de almohadas. La televisión miraba a Thea tumbada en el suelo; una acusada grieta dividía la pantalla de un extremo al otro. El vídeo y el reproductor de DVD no habían corrido mejor suerte, el soporte metálico estaba pelado como la piel de un plátano y el interior no era más que una ensalada de cables y circuitos rotos. El estéreo yacía en el suelo junto al mostrador de la cocina convertido en un revoltijo plano de metal y plástico. Los cuadros habían sido arrancados de las paredes con sus marcos hechos pedazos y los fragmentos de cristal, diseminados por doquier, se asemejaban a un confeti letal. Las plantas yacían desmembradas fuera de sus tiestos, la tierra esparcida alrededor.

La cocina no estaba mucho mejor. La nevera había sido extirpada de su hueco en la pared y reposaba de lado en el pasillo que conducía a las habitaciones. Los quemadores estaban diseminados por el suelo. El microondas, el horno, la cafetera y demás aparatos se habían transformado en una pila de basura irreconocible descompuesta sobre los mostradores de la cocina. Un sinnúmero de agujeros decoraban tétricos las paredes, exponiendo el yeso y el metal, y ofreciendo una panorámica del armario que se encontraba junto a la cocina. El pasillo presagiaba más de lo mismo; unas cuantas fotografías esparcidas por el suelo y más agujeros en las paredes.

Considerando la gravedad de los daños, el saqueo del apartamento tendría que haber sido extremadamente ruidoso. Estaba sorprendida de que nadie hubiera llamado a la policía y de que no hubieran envuelto el lugar en cinta amarilla. Pero claro, era más que probable que los podridos tuvieran a la policía metida en el bolsillo y se hubieran asegurado de que no irrumpirían allí. Era difícil aventurar cuándo había acontecido, pero Thea tenía la sospecha de que había sido cuando ese cabronazo de Graham había secuestrado a Margie. Se abrió camino hacia el pasillo a través de los escombros, dejando sitio a Jake para que entrara en la habitación.

–¿Por qué no coges las cosas de Margie? – dijo, señalando la primera puerta después del baño-. Con un poco de suerte no habrán hecho jirones toda nuestra ropa. Asegúrate de que sean prendas cómodas, algunos jerséis, zapatos y un abrigo.

El chico asintió.

–¿Tenía una maleta?

–Debería tenerla; comprueba el armario del pasillo, si no ves ninguna en su habitación. – Thea siguió por el pasillo, rodeando los fragmentos de cristal y los pedazos de yeso-. Yo me encargaré de recoger algunas cosas en mi habitación.

Thea sintió un estremecimiento cuando se disponía a abrir la puerta entornada de su habitación. Detuvo la mano a escasos milímetros de la madera. Se concentró en la sensación. Pese a ser ligeramente diferente a la percepción que precedía a sus enfrentamientos con los monstruos, entrevió sus posibilidades. La parte más sencilla era la de reconocer que el peligro acechaba en la habitación; lo complicado estaba en decidir cuál sería el mejor curso de acción. ¿Qué era? ¿Una bomba? ¿Una persona? Sí, eso parece. Hay alguien detrás de la puerta. Y tenía que haberlos oído hablar, así que no podría sorprenderlo. La sensación de peligro se hizo entonces más intensa, ¡qué viene!, y de pronto Thea sabía qué era lo que debía hacer.

Se apartó a un lado y asió una manta caída en el suelo del pasillo. La puerta de la habitación se abrió de par en par en ese instante. La mujer sacudió la alfombra, lanzando los escombros de cristal y yeso como proyectiles hacia el individuo. La basura no lo dañaría, pero el hombre que había dado un paso al frente, se encogió en un acto reflexivo, perjurando y tratando de protegerse los ojos con una mano. Thea arrojó la manta después y, mientras el sujeto la apartaba para despejar su campo de visión, ella giró hacia el extremo contrario del angosto pasillo. Se agachó para asestarle una patada en el esternón. La fuerza de la agresión lo envió volando por encima de la cama hasta estrellarlo contra el suelo.

Thea se precipitó hacia delante, al tiempo que el hombre luchaba por ponerse de rodillas, boqueando falto de aliento y elevando una ametralladora con un gran silenciador adosado. Ella alcanzó la cama en dos zancadas, irguiéndose frente al él de forma que no tuviera oportunidad de apuntar. Arremetió con el puño izquierdo y golpeó la cara del hombre con todo el peso de su cuerpo. Esperaba sentir la calidez del tatuaje de su mano, pero no hubo más que un fuerte porrazo. Aquello probaba que se trataba de un mortal corriente puesto que sus tatuajes desprendían brillantes haces de luz y calor cuando entraban en contacto con lo sobrenatural. Este descubrimiento la hizo vacilar durante unos instantes; no quería matarlo si podía evitarlo. Él aprovechó ese momento de duda para mover rápidamente hacia arriba la mano que portaba el arma; no para disparar, sino para coger a Thea por la parte trasera de la rodilla y hacerla caer.

Cayó sobre la cama y luchó por incorporarse mientras el hombre se abalanzaba sobre ella. El hombre apresó con fuerza uno de los lados de la cabeza de Thea, presionando el pulgar dolorosamente sobre la garganta y capturó la mano que encañonaba la metralleta. Ella se revolvió, pero la fortaleza del individuo era enorme. Trató de hacerle perder el equilibrio, pero estaba enterrada en el blando colchón, sus miembros aprehendidos entre las pesadas arrugas de la colcha.

–Chica lista -dijo él, mirándola con los ojos entornados a pocos milímetros de distancia-. Has conseguido que se me meta cristal en los ojos. Ahora…

–¡Eh! – aulló Jake desde el umbral, apuntando con la Sig Sauer 9mm automática que Lupe le había dejado.

El hombre reaccionó con rapidez, asiendo la ametralladora y apuntándola hacia el origen del sonido. Con la culata a escasos centímetros de sus ojos, Thea vio que se trataba de una HyK MP-5. Reconoció el gesto de Jake por lo que significaba y tensando los músculos, elevó sus caderas y hombros para desnivelar al sujeto. La mano izquierda la sostenía con tanta firmeza que no la dejaba respirar. Fogonazos fluctuantes emergieron de la metralleta cuando accionó el gatillo, los casquillos que caían sobre su frente y pelo la quemaban. Ignoró el dolor tanto como pudo y levantó la rodilla para empotrarla contra los cojones del tipo. Él se sacudió y aterrizó con el estómago sobre la cara de ella. Enterrada bajo un gamberro de más de cien kilos, Thea escuchó su quejicosa agonía como un murmullo distante. Rebelándose contra la laxitud del colchón y la falta de aire, volvió a balancear sus piernas hacia delante, que emitieron un crujido a la altura de sus caderas, y dando una torpe voltereta, quedó sentada sobre la espalda del grandullón. Moviéndose hacia atrás como un cangrejo, situó las rodillas sobre los hombros del individuo y se sentó sobre la nuca para que no levantara la cabeza.

Pese a todo, le costaba mantener el equilibrio sobre el cuerpo del hombretón, mientras éste luchaba por liberarse. Era demasiado fuerte para poderlo controlar, de forma que lanzó unos cuantos ataques severos contra sus riñones. Los primeros dos debieron conseguir sus objetivos, si acaso los gemidos estrangulados podían ser una señal de ello, pero Thea continuaba atacándolo para estar segura.

Jake se acercó a ella, la hizo bajar y la tranquilizó. Ella se dio cuenta de que estaba resollando, tenía problemas para respirar. Me siento como si el muy hijo de puta me hubiera hundido la garganta, pensó. Se masajeó la garganta que poco a poco recuperó el ritmo de respiración normal. Le dolía al tragar, pero sobreviviría.

Entre tanto, Jake lo había desarmado y sentado sobre el colchón con las piernas estiradas formando una uve, e inclinado hacia delante sujetándose las pantorrillas. Thea se rió por la postura, luego jadeó cuando la carcajada sacudió dolorosamente su garganta. Jake se encogió de hombros avergonzado.

–Supongo que sentando así no podrá intentar nada.

Tomó la MP-5 que Jake le tendió y con la mano sondeó el costado de su cadera. La herida de bala que había sufrido hacía una semana le dolía aún, pero parecía que la pelea no la había agravado. Súmalo a la larga lista de padecimientos y dolores.

–¿Crees que…? ¡Oh, mierda, cómo duele! – Su voz era tan áspera como el papel de lija. Continuó con un tono más suave-. ¿Crees que alguien habrá oído los disparos?

–No hay forma de saberlo. Incluso con el silenciador el ruido ha sido importante, pero éste parece ser un edificio antiguo y robusto. – Jake acarició la línea de agujeros de bala en la pared que aislaba el cuarto de Thea del de Margie-. Te llevará algo de tiempo repararlo, pero al menos no tenemos que preocuparnos por balas perdidas que puedan dañar a otras personas. Hemos tenido bastante suerte, pero creo que no deberíamos tentar al destino.

–Tienes razón. Ojalá tuviéramos tiempo de interrogar a este tío, pero lo mejor será que salgamos de aquí cuanto antes. Cojamos lo que podamos y vayámonos ya de aquí.

Independientemente de qué rabia había alimentado la destrucción en la sala de estar, el desastre parecía haber menguado en su habitación, de forma que sólo tenía que preocuparse por cosas menores como que los cajones estaban abiertos y todas sus prendas yacían diseminadas por el suelo como si un ciclón hubiera arreciado en el lugar. Lo cierto es que no era muy diferente a su estado habitual.

Cogió la mochila del armario y metió dentro algo de ropa. De la caja que tenía apoyada sobre la repisa rescató las escasas fotografías que tenía de su madre y de ella, un paquete de cartas de amor de su primer novio y la tarjeta American Express "para emergencias" que su madre le había regalado hacía unos años. Después de guardar aceleradamente las cosas en un bolsillo lateral, apoyó la talega contra la puerta.

–Jake, reúne las cosas de Margie; tienes un minuto. Yo me ocuparé de este tío.

El muchacho se apresuró por el pasillo. Thea se aproximó a los pies de la cama con la ametralladora apuntando directamente hacia el pecho del hombre. A pesar del evidente dolor que sufría por los golpes que había recibido en los ríñones (a lo que no ayudaba la postura en la que ahora estaba sentado), el sujeto estaba alerta, vigilándola tan bien como podía.

–¿Cómo te llamas? – preguntó.

Él sonrió y negó con un gesto de su cabeza, pero respondió.

–Earl.

–Muy bien, Earl. ¿Dónde está mi portátil y la bolsa de armas que tenía guardada aquí?

–¿Tú qué crees?

Thea asintió, figurándose dónde podían estar.

–Vale. Mira, estarás bien siempre y cuando no nos persigas. No quiero matarte, pero lo haré si me veo obligada. ¿Lo has entendido? – Earl la miró sin pronunciar palabra. Un chico duro, está bien-. Earl, quiero que te inclines tanto como puedas y que pongas las muñecas entre los pies -El hombretón tuvo que bajar la cabeza para conseguirlo, de forma que Thea pudo liberarse de sus miradas inescrutables-. ¡Jake! ¿Cómo lo llevas?

Jake regresó medio minuto después tratando de meter el último jersey en una maleta Samsonite.

–Dispara si se mueve -ordenó Thea.

Guardó la MP-5 en la complicada pistolera de cinchas situada en su mochila y desabrochó una de las correas de un bolsillo lateral. Se acercó a Earl con cautela. Pese a que su postura era en exceso incómoda para lanzar un ataque, siempre cabía la posibilidad de que se incorporara y la volviera a apresar. Contaba con hacerle creer que Jake dispararía. Thea enganchó uno de los extremos en el duro somier de hierro, rodeó con la correa las muñecas del hombre formando un tenso ocho y tiró con fuerza del otro extremo para abrocharlo bajo la cama en el lateral contrario. Earl conseguiría liberarse con algo de esfuerzo, pero ellos tendrían tiempo suficiente para batirse en retirada.

No obstante, antes de marcharse, Thea quería algunas respuestas. Jake y ella ignoraban demasiadas cosas y eso la hacía sentirse incómoda.

–Mira, Earl, como podrás ver no tenemos nada contra ti, así que ayúdanos un poco y saldrás con bien de esto.

–No chica, no pienso decirte nada -respondió él, con la voz amortiguada por tener la cara metida entre las rodillas.

–¿No? Y, sin embargo, estabas aquí para llevarnos de regreso y que nos dieran el golpe de gracia. ¿No crees que te conviene ayudarnos un poco?

–Ja, ja. Muy diplomática. – Jake aprovechó la pausa para exhortar la retirada-. Muy bien, princesa, te diré algo. Ya no tiene importancia lo que sepáis. Se os considera demasiado peligrosos como para dejaros con vida.

Un estremecimiento recorrió la columna vertebral de Thea.

–¿A quién te refieres?

–¿Cómo que quién? Todos los imbéciles como vosotros. Tú y tu compañero, la muñequita rubia; y todos cuantos queden vivos.

Thea lo miró boquiabierta. Podía soportar que anduvieran tras su pista y la de Jake, pero no podía imaginar que también quisieran darle caza a Margie. No quería creerlo. Pero tenía sentido. Su amiga era una testigo. En otras circunstancias podrían haberse olvidado de ella porque quién iba a creer una historia sobre vampiros en la Torre Sears. Cuando menos era descabellado. No obstante, estaba vinculada a los cazadores y estaba claro que los podridos querían vengarse. La vida de su mejor amiga estaba arruinada y todo por su culpa. A menos que… era una posibilidad remota, pero tenía que intentarlo. Conteniendo el aliento, Thea permitió que la ira la embargara.

–¿Sabes cuántos de nosotros quedamos? ¡Sólo dos! No hay "muñequita rubia", ya no. Tu colega chupasangre Graham asesinó a mi mejor amiga, ¡maldito bastardo! – Se abalanzó sobre él, golpeándolo con los puños en el costado y en el rostro-. ¡No le hizo nunca nada a nadie y la liquidasteis!

–¡Thea! – aulló Jake, apresando sus rápidos brazos-. ¡Déjalo ya! Tenemos que irnos ya.

–Sí, corred -rió Earl, lamiéndose unas gotas de sangre-. Gracias por ponerme al día, preciosa. Me aseguraré de que todos lo sepan.

Thea permitió que Jake la tranquilizara.

–¿Quieres más información? Diles a tus jefes que ella ha sido la última. Si fuera tú empezaría a buscar otro trabajo, Earl. Tus jefes van a desaparecer del mapa dentro de muy poco.

Las carcajadas del grandullón, alegres pese a encontrarse en tan mala postura, los siguió por el apartamento y las escaleras.


Jake habló al walkie-talkie mientras escapaban. El taxi se aproximó veloz cuando llegaban a las escaleras de entrada al edificio. Thea y él no perdieron tiempo y tiraron el equipaje en el suelo del asiento trasero antes de entrar a toda prisa.

–¿Cómo ha ido? – indagó Lupe, mientras conducía hacia el oeste por North Avenue.

–Los podridos tenían a un tío de guardia que nos estaba esperando en la habitación de Thea.

–¿Qué ha ocurrido?

–Su arma se disparó cuando tratábamos de controlarlo -respondió Thea, mirando confusa la MP-5 durante unos pocos segundos hasta que hubo averiguado cómo se quitaba el silenciador. Accionó el enganche y desabrochó el pasador, luego guardó las piezas desmontadas en su mochila-. Lo dejamos maniatado. – Una mirada penetrante evidenció la opinión de Lupe al respecto-. ¿Qué, acaso lo habrías matado? Quizá trabaje para los no muertos, pero sigue siendo un ser humano.

–Relájate, hermana -tranquilizó Lupe, tomando un desvío hacia la derecha-. Simplemente me hubiera gustado que pudierais haberle sacado alguna información.

–A mí también -admitió Jake. Thea tuvo la sospecha de que sus razones para interrogar a un siervo de los no muertos eran ligeramente diferentes a las de la pragmática Guadalupe Droin-. De todos modos, sabemos lo suficiente como para estar seguros de que los podridos ya no sienten el menor deseo de hablar con nosotros.

Lupe asintió y se concentró en conducir el coche a través de un recorrido diseñado para no dejar rastro alguno y llevarlos hacia el condominio de Newa Ghandour en Gold Coast por el norte. Tras echarle un vistazo al inmenso pistolón que le habían dado, Jake guardó la Sig Sauer en el bolsillo de su chaqueta y miró por la ventana perdido en sus pensamientos.

–¿Qué era eso sobre Margie? – preguntó, después de unos minutos-. ¿Un intento por despistarlos?

–Exactamente. – Palmeó a su compañero en la espalda y explicó a Lupe:- También la querían a ella. Fue testigo de todo cuanto aconteció. Si la matan no tendrán que preocuparse de lo que pueda contar o a quién.

No había tenido que esforzarse mucho para mostrar rabia hacia Earl. El trauma que había sufrido Margie la contagiaba con pensamientos de violencia que nunca pensó que podría tener. Pese a lo convincente que pudiera parecer, no había forma de saber si el tipo y sus jefes lo creerían. Pero tenía que intentarlo. Al menos hacía algo por Margie.

Veinte minutos después llegaron a la casa de la señora Ghandour. El condominio formaba parte de una hilera de casas con vistas al hermoso Paseo de Lakeshore y el Lago Michigan. Se aproximaban al mediodía del viernes. Thea sabía que su madre estaría haciendo lo que fuera que hicieran los directores de marketing durante las siguientes ocho horas. Newa rondaba la medianía de los sesenta pero seguía estando sometida a un estricto horario de entre cincuenta y sesenta horas semanales en una compañía farmacéutica llamada Panflex. Jake se había estado sintiendo incómodo por presentarse tan temprano y, para colmo, sin haber avisado. Pero como no habían buscado todavía otro lugar en el que quedarse, Thea pensó que lo mejor era ir directamente en vez de ir a un hotel, alquilar una habitación y volver allí. Quería tener tiempo de sobra para concienciarse de lo que pretendía conseguir. No tendrían mayores problemas para coger un taxi más tarde.

Introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta sin complicaciones, pero sufrió un instante de pánico al no recordar la clave de la alarma. Sentó a Margie en un sofá, mientras Jake cerraba la procesión llevando las maletas. Lupe se despidió de ellos para continuar con su ruta y les deseó buena suerte.

Pasaron la tarde en torno al portátil de Jake reuniendo información. Thea cuidó de Margie. Su amiga había mejorado un poco. Había visitado el condominio a menudo en el pasado y era evidente que el ambiente familiar la tranquilizaba. Thea tuvo la sospecha de que el mejor lugar para su recuperación sería la casa de sus padres, pero llevarla allí en ese estado implicaría tener que responder a una serie de preguntas muy espinosas. Unas preguntas cuyas respuestas difícilmente harían sentir mejor a nadie.

La mujer pensó que se sentiría igualmente incómoda cuando se enfrentara a su madre en un par de horas.


Thea debía reconocer que su madre tenía mérito. Volver a casa para encontrarse con una hija que hacía tiempo se había emancipado, junto a su mejor amiga sentada en un estado de fuga y un chico negro recién salido de la adolescencia y a quien no había visto en la vida, era una sorpresa comprensible.

Pero Newa Ghandour no era una mujer que perdiera fácilmente la compostura (exceptuando aquel arranque que había tenido con respecto al Templo de Akenatón). Cuando entró en el condo aquella tarde, se detuvo al ver a Thea y Margie sentadas en el sofá viendo la televisión y a Jake trabajando con el portátil en la mesa del comedor. Después de asimilar la inesperada escena, Newa preguntó:

–¿Qué ha ocurrido?

–Hola mamá. Yo también me alegro de verte. – Thea rodeó el sofá y se reclinó contra el respaldo, imitando la tranquilidad de su madre. Le hizo una señal a Jake para que se acercara y continuó-. Mamá, éste es Jake Washington; Jake, ésta es mi madre, Newa Ghandour.

El chico sonrió y saludó entre dientes, inseguro de cómo debía saludar a una mujer cuya casa había invadido. Por su parte, Margie estaba tan absorta con Atrapa a un ladrón que no se había percatado siquiera de la llegada de Newa.

A pesar de que su belleza había menguado con el paso de los años, Newa Ghandour era todavía una mujer muy atractiva. Su rostro cobijaba las arrugas de la edad y la determinación, pero retenía el lustroso color caramelo de la piel y el radiante cabello azabache de su juventud. Newa correspondió a Jake con un correcto:

–Me alegro de conocerte. – Se centró en Thea-. Tienes el cuello magullado, ¿te encuentras bien?

–Estoy bien, pero tenemos que hablar de algunas cosas.

Su madre se quedó pensativa un instante antes de afirmar con un gesto de la cabeza.

–Prepararé la cena.

Jake miró a Thea sorprendido por la extraña rectitud que existía entre ella y su madre. Encogiéndose de hombros y sonriendo, le indicó que no era muy diferente del trato habitual.

Dejaron a Newa sola en la cocina. Incluso en circunstancias normales, la madre de Thea prefería estar sola cuando preparaba las comidas. Cocinar era su gran afición y tener a alguien merodeando por allí, sesgaba su inspiración. Por contraste, Thea era una inútil en la cocina.

Jake guardó el portátil y se reunió con las mujeres en la sala de estar. Thea dividía su atención entre la televisión y Margie. La esperanza batía sus alas de mariposa en su estómago. En las pocas horas que habían estado en el condo, Margie se había relajado casi por completo. Estaba echa un ovillo en el sofá, como solía hacer siempre que veía una película, sus pies apoyados contra el muslo de Thea y riéndose de las anécdotas divertidas. Exceptuando el hecho de que no hablaba (Margie solía obsequiar a su amiga con alguna crítica de lo que estaba viendo, sobre los actores, las escenas, hasta lo que el guionista podía haber estado pensando cuando escribió uno de los diálogos), cualquiera podría haber supuesto que volvía a ser ella misma.

Al escuchar la algarabía de los platos, Thea se levantó como accionada por un resorte y puso la mesa en el comedor. Jake hizo amago de ayudar, pero ella rechazó la oferta y le pidió que permaneciera donde estaba. Pocos minutos después, Newa Ghandour entró en la sala con una cacerola repleta de comida. Aquella noche cenarían sobras. Se percató de cómo Thea guiaba a Margie hasta la mesa, pero no dijo nada. La silenciosa conformidad de Margie era otro de los misterios cuya respuesta ignoraba.

El mutismo protagonizó la mayor parte de la cena. Para Thea y su madre era una costumbre dejar las conversaciones importantes para después de la comida. Cada una de ellas estaba absorta en sus pensamientos, de forma que todos los intentos por mantener una charla murieron rápidamente. Jake era un extraño en una tierra extraña y además no era una persona que se diferenciara por su extroversión, de modo que prefirió no hablar mas que para felicitar a la madre por la calidad del alimento. Margie parecía estar lo suficientemente contenta con su ración y continuó callada.

El silencio se prolongó hasta pasada la sobremesa. Thea estaba preparada para comenzar cuando su madre tomó la iniciativa. Empezando por su izquierda, con Jake, Newa Ghandour pasó la mirada sobre Margie hasta culminar el recorrido en su hija.

–Muy bien, Thea. Sospecho que estás aquí por algo referente a esas noticias que he visto sobre que alguien ha atacado el Templo de Akenatón.

Thea se dio cuenta de que no podía estar sorprendida. Había estado preguntando a su madre por el templo y, al día siguiente, había sobrevenido la masacre. Newa Ghandour no era estúpida. Era lógico que pensara que existía una conexión. Thea se preguntó por qué no estaba atónita de que su madre pudiera permanecer tranquila mientras formulaba una pregunta de semejante trascendencia.

–Tu sospecha es acertada, mamá. Pero quizá no de la forma que crees. – Thea se detuvo a meditar. Si su madre pensaba que estaba involucrada en un grupo que cometía actos de violencia, entonces obviamente sería como ella creía. Su tarea estribaba en obtener tantas respuestas como fuera posible sin revelar el espectro completo de la locura en la que Jake y ella estaban sumidos. Después de varias horas de conversación, todo lo narrado parecía demencial. Thea trató de darle un giro a la conversación para preguntarle a su madre sobre el templo, antes de que ésta se percatara de las incongruencias de su historia-. Mira, Jake y yo hemos estado investigando un asunto durante cierto tiempo, a un grupo; supongo que podríamos referirnos a ellos como una sociedad secreta que…

–El Culto del Disco Solar -intervino Newa.

La interrupción cortó el ritmo de su conversación, Thea, sorprendida, miró directamente hacia su madre.

Newa Ghandour estudió su taza de café y luego elevó la cabeza. Sus ojos revelaban un gran abatimiento.

–Tenía la esperanza de mantenerte al margen de todo esto, pero comprendo que es inútil. Uno de los Aton-u te ha encontrado e informado sobre tu pasado, ¿no es eso?

Thea había hablado de una "sociedad secreta" para omitir el hecho de que se trataban de no muertos. Teniendo en cuenta que su madre les estaba hablando de todo cuanto habían querido saber, pensó que lo mejor era no corregir la equivocación.

–Aton-u. Eso no es árabe.

–No, es egipcio. Aton-u, los Hijos de Atón. El Culto del Disco Solar. Se creó hace mucho, en el tiempo de las dinastías egipcias. Sus miembros adoraban a un dios herético y fueron perseguidos por ello. Sobrevivieron en escondrijos subterráneos durante años. Incluso aunque los dioses egipcios reconocidos pasaron a ser mitos, el culto a Atón perduró. Al cabo de cierto tiempo, el culto emergió de su clandestinidad y sus integrantes se reunieron como algo parecido a una secta de masones libres. Pero, en secreto, la cábala continuó rindiendo homenaje a Atón.

–Muy bien… ¿Y cómo demonios sabes todo eso?

Newa abrió la boca para responder, pero se detuvo con el ceño fruncido.

–Deberías saberlo, porque si no ¿a qué venía toda esa violencia contra el templo?

–No fuimos nosotros -afirmó Thea, casi con sinceridad-. Como te he explicado antes, hemos estado siguiendo una pista. Estábamos en medio cuando todo se fue a la mierda. Lo cierto es mamá, que no tengo la menor idea de qué pintas tú en todo esto.

Newa Ghandour se perdió absorta en su café. En medio minuto, la única actividad de la sala acontecía en los pensamientos que se manifestaban en los gestos inconscientes en el rostro de la mujer y en los movimientos nerviosos de Jake sentado en su silla. Finalmente, suspirando con sonoridad palpable, Newa levantó la mirada angustiada hacia su hija y dijo:

–Yo formaba parte del culto.