Estar siempre volviendo
Estar siempre volviendo
Ángela Paloma
“La cuenta. Pago yo. No, pago yo. No, de verdad, pago yo. He dicho que pago yo, y no se hable más. Esto es España.”
Sosiego. Las manos entrecruzadas que sostienen dulcemente la barbilla. Los codos apoyados en la mesa y en la boca una mueca de reflexión. Los ojos absortos en una copa de vino blanco en la que brilla al trasluz el reflejo de las personas que vienen y que van en pleno barrio del Born en Barcelona. Vienen de hacer su día, van hacia todas partes. Eso es España. Un sorbo frío para respirar. Que sean dos. Huele a volver.
Me inventé a Gabriela Abad Real, Gaby para los amigos, una noche de julio en mitad de un silencio que me interrumpía hasta quebrar los pensamientos de los que cada día intentaba huir. Hubo un tiempo en que la soledad era eso. Huir. Hubo un tiempo en que emigrar también era eso: volver a huir. Lo cuento en A Praga desde la Mitad del Mundo. Gaby refleja las historias de muchas de las personas que se han ido, de las que han vuelto, de las que no quieren volver pero sueñan con hacerlo. Según el INE, en 2017, los datos de emigración tocaron máximos históricos: más de 2,4 millones de personas en el extranjero, y siempre más mujeres que hombres fuera de casa. Más mujeres.
Bendito momento en el que Gaby, en ese libro, decidió volver… aunque ya fuera tarde. Que no se te haga tarde a ti. Eso cuento en ese libro. Que no se te haga tarde. Praga no es sólo una ciudad, es un viaje, una invitación a vivir. Es un momento. Es la metáfora de querer llegar hasta donde siempre soñaste que debías estar. Es la felicidad. La felicidad de volver, de ser, de hacer, de sentir, de soñar. Volver es eso también: decidir, no huir. Gaby es esa persona, que son todas, el talento infinito de un país ingobernable, el país soleado de los que se van, la lluvia serena de abril de los que se quedan, las plazas vacías de julio, las terrazas en primavera bañadas de vino y cerveza, la chicharra del campo, el ascensor de la Torre Picasso, la Plaza Mayor en Navidad, mi pueblo.
Fernando me dijo en Quito que como fuera de casa en ningún sitio. Que mi madre no lo oiga porque le pone delante unas migas manchegas que quitan el sentío a cualquiera. Gemma se va para volver, porque Málaga es demasiado grande como para no vivirla. Rosa se marchó de Lérida, ya ha vuelto y ha vuelto a marcharse, también, para estar siempre volviendo. Amigo, ponga otra copa de vino. Paula, el vino y Soria son un mismo capítulo abierto. Paula, la educación y su sonrisa eterna. De bodegas en España ella entiende un rato. Yasin y el abrazo de su madre después de no verlo durante dos años fue un suspiro para los que ya regresamos. Jaén, el talento, la juventud y Yasin son la misma cosa. Camelia es de Colombia, que la traiga a España, me dice. Recuerdo a Felipe en Chile entre risas, conversaciones y sueños por cumplir. Se despide de Ecuador para siempre estar volviendo a España. A España. Adrián aceptó un baile irlandés, se casó, se marchó a Australia a vivir. Huesca siempre lo espera. Él quiere una casa con jardín, pero en Huesca. Paloma no puede hacer en Madrid tartas de chocolate tan exquisitas como las que hace en la costa ecuatoriana. Lo sé bien… porque queremos que las haga mejor. Aquí. En casa. ¿Sería? Será. Es.
Volver… Volver es la causa de nuestro presente. Lo fue del mío. Del presente de los que se van. También de los que nos fuimos. Y de aquellos que hemos vuelto. Incluso de los que nos volveríamos a ir. Nosotros podemos volver, pero si hay algo que jamás podría volver es el tiempo… El tiempo es el que se va y ya no vuelve. España no se va a ningún sitio, es el tiempo el que se va y tú cuando decides irte o quedarte. Y una decide dónde pasar ese tiempo. Volví ante la maldita putada de no poder seguir. Volví porque tenía que volver. Oler mi casa. España es ese viaje que no termina, entre lo indefinido y la incerteza. Incertidumbre, la que crean los que dirigen este país mientras sabemos que no saben qué hacer con España. España también es el viaje de la certeza de sentirse viva. Tremenda contradicción, ¿no? Pero así es. Porque España la haces tú, cada día. España se hace contigo, se vive contigo, se respira contigo, se disfruta contigo, se sueña contigo, se crea contigo. España es contigo. Sin nosotros no hay España. Volver a España porque estás tú, porque quiero estar yo. Porque quiero vivir y compartir. Y vivir nuestro país, porque vivas donde vivas y vayas donde vayas, siempre querrás volver. Vivir.
Del sosiego a la ininterrumpida conversación. Ponga unas patatillas, que hay hambre. Nada. Una buena tapa, como en La Mancha, mi tierra. No sabes lo que me ha pasado hoy. Qué te ha pasado. Madre mía, madre mía. Virgen Santa. Qué te ha pasado. Qué fuerte. Fuertes y valientes, las personas que se van, las que vuelven. Joder, qué rico esto, ¿no? Como te decía. ¿Decías algo? Nada. Que como en España en ningún sitio. Eso es España, querer estar, querer saber que estás. Es empezar el descenso del avión que te trae a casa. Es empezar a ver las casas a los lejos, chiquitas, como hormigas que se mueven cuando parecen estar quietas. Es empezar a ver las carreteras que van hacia todas partes, como cordones que unen un mismo zapato que echa a andar, carreteras que conectan todos los lugares que nos enamoran, a los que queremos ir todos los fines de semana que no nos queremos quedar en Madrid. Es recoger las maletas y decir «allá voy», allá están ellos, esperándome. Es el abrazo y el llanto, es oler a tu hermana, a tu madre y decirte a ti misma, en el símil de la inconsciencia, estoy en casa. Y déjame que conduzca yo el coche, que tengo ganas de llegar a Castilla-La Mancha, en coche, mientras el resto dormita entre campos de olivos y uvas blancas, ésas que cubren nuestra tierra dorada mientras Cervantes coge su pluma para ilustrar con palabras el tiempo que desconocemos y que otros admiran porque ya, Don Quijote, se encargó de plantar su locura. Ah, y la plantó entre el trigo. ¿Para qué? Para que la leyésemos todos. Vivan los locos, las locas. Bendita locura, la de arriesgar, la de atreverse, la de crear bajo el sol semejante maravilla. Puertollano y mi casa. Porque, cuando te vas tantas veces, ¿dónde queda el hogar?
Cómo no conocer de dónde viene una. Los sueños, venerable destino que se nos olvida a veces para estar siempre recordando de dónde venimos. Que vienen más amigos a verte. Pide otra ronda entonces. Qué bien sabe volver a casa. ¿Y entonces? Entonces bajé del coche y aspiré el olor a leña, quieta, inmóvil, suspendida. Ahora sí, ya estoy en casa, me dije. Ahora sí, la leña, y el aire que azota las chimeneas de las casas bajas donde todos viven. Y esa salita con esa mesa camilla y en mitad un brasero. ¿Un brasero? Sí, eléctrico. Ya no sabemos dónde quedaron los de picón, como el que ponía mi abuela en Andalucía cuando íbamos a verla, porque a ver, claro, cómo iban a pasar frío los niños, que luego vienen los mocos y los resfriados y el dolor de garganta. Ni hablar. Enciende el brasero de picón.
Puertollano y Argamasilla de Calatrava. Ahí estaba María, la vecina, que se enteró de que volvía y quiso estar la primera para recibir el regreso. El abrazo y el beso. No te vayas más, hija, a esas tierras, con lo bien que se está en casa. Y qué razón tiene. El amor. El beso. El abrazo. Tu familia. La vecina y los bollos que trae recién hechos para merendar. ¿Pedimos el café? Pídelo. Cortado. Manchado. Solo. Café y el aroma interminable de las palabras en boca de la gente que quieres. El chisme, lo curioso, la noticia, el qué dirán, el qué dijeron, lo que nunca sabrán. ¿Y el novio? Déjate de novios y disfruta, hija, disfruta.
¿Y el trabajo? Mucho. En España sobra trabajo. Lo que faltan son empleos dignos. La dignidad. Otra cosa es lo que vemos, leemos y oímos. La televisión, un hervidero de lo que no queremos oír. La radio, la voz de los que nos dan la razón. El periódico, la colección de sucesos que no deberían ser. Y, sin embargo, España es eso, volver, volver a respirar sosiego, paz, tranquilidad, la que no nos da el trabajo sin empleo pero que sabemos encontrar en la gente, en el cine, en el teatro, en la calle, en las cafeterías, en los barrios, en la picardía de las niñas, en el juego de los niños, en la carcajada, en el saludo a voces, en el grito amable, en la calle, sí, en la calle, otra vez, al sol, en las terrazas de las ciudades y los pueblos. Nos queremos por cómo vivimos, por cómo nos unimos, por cómo sobrevivimos, por cómo vemos que deben ser las cosas para que todo sea. Somos nosotros, España, su gente, sus cuestas y su risa, su esfuerzo, su lucha, sus costumbres, sus lenguas, su historia y su cultura. Y lo viejo que, para nosotros, cada día es nuevo.
Sosiego. Y el deseo de volver. La cuenta. Pago yo. No, pago yo. No, de verdad, pago yo. He dicho que pago yo, y no se hable más. Y, a la playa, ¿cuándo? Ya, pronto. Vigo, Cádiz, Santander, San Sebastián, Barcelona. Qué ganas. Galicia, amigas y ostras. Las Cíes y una canción. Andalucía y los amantes. Cantabria y el desnudo. País Vasco y la locura. Cataluña y la pasión. Cuánto echaba de menos esto, sentirme segura, en casa. Mucho. Por eso he vuelto, para irme otra vez, pronto, y estar siempre volviendo. Volver para escribir, sentir y volver, hasta que se me acabe el tiempo o el tiempo ya no vuelva, o el tiempo deje de existir. No pierdas el tiempo. Y qué seríamos nosotros sin tiempo para estos ratos… Porque, amigas, lo mejor de la vida son estos ratos. Risas, carcajadas, y entonces cuéntame, los amores, el amor escondido, el sexo tras las esquinas de lo castizo, el joven, el oculto, la aventura y el delirio que siempre será. Y qué sería de nosotros sin estos ratos. Por eso he vuelto. Por eso hay que volver. España era esto, es esto. Volver. Volver a irse y estar siempre volviendo.
Ángela Paloma Martín Fernández (Puertollano, 1985) es periodista, candidata a Doctora en Género y Política, asesora política y consultora de comunicación en más de seis países entre los que se encuentran España, Ecuador, Panamá o República Dominicana. Además, es profesora asociada en la Universidad Carlos III de Madrid y tiene un máster en Comunicación Política y Corporativa por la Universidad de Navarra & The George Washington University (Graduate School and Political Management). Ha impartido conferencias en Perú, Argentina, Alemania (Deutsche Welle y Universidad de Rostock) y Noruega, donde ha expuesto investigaciones relacionadas con la igualdad, la acción política de las mujeres y la presencia de las mujeres en la política para la movilización del electorado femenino. Es autora de A Praga desde la Mitad del Mundo (Libros.com, 2017), Se llamaba Alfredo… Las claves de una derrota electoral inevitable (LAERTES, 2013, www.sellamabaalfredo.com), y de diferentes libros en colaboración. En mayo de 2014, fue destacada por la revista Vanity Fair como uno de los treinta jóvenes españoles con menos de treinta años que han despuntado en sus profesiones, y en 2016 fue galardonada como una de las doce mujeres más influyentes en el mundo de la comunicación política con el Victory Award que recogió en la Universidad de Georgetown, Washington D. C.