Capítulo 42
Sin dejar de conducir, Jack tenía como sólo objetivo llegar pronto a la hacienda.
Mientras se rascaba la
oreja, no deseaba hacer consciente todo lo que había
sucedido.
Aunque había escuchado atentamente lo que
Patrick le había confiado sobre Morán, no podía creer que se iba
volver a inmiscuir con un asunto policiaco.
Resoplando fuerte, sintió como sus nervios estaban tan tensos que creía que se romperían a la menor provocación.
-¿Te sientes bien? – preguntó Lora con suavidad con el rostro vuelto hacia el hombre que estaba recostado en el asiento de atrás con una expresión desfallecida.
Había notado lo pálido que se había vuelto desde que habían abandonado la calle principal y se habían metido en la autopista.
-Sí – asintió Paul haciendo un rictus de seriedad, en tanto, mantenía la mano presionada sobre su hombro.
Una bala hacía rozado su hombro. No estaba claro si era grave o no, pero sentía como corría la sangre y parecía no parar.
-Deberíamos ir a un hospital... – Lora miro a Jack con abierta preocupación. Había notado como debajo del brazo de aquel hombre se había formado una mancha oscura. Estaba segura que era sangre – él está herido.
-¿Estás bien, Paul? – preguntó Jack mirando a su hermano desde el espejo retrovisor.
Asintiendo, el hombre movió apenas la cabeza intentado no hacer una mueca. Poco a poco iba aumentando el dolor.
-No me mientas – repuso el hombre de cabello rubio mirando desafiante a su hermano menor.
-No puedes detenerte – resopló después de un momento de duda. Sabía cuán importante era tener ventaja sobre Morán.
-Depende… ¿dónde te hirieron?
-En el hombro.
-¿Por qué, diablos, no me lo dijiste? – lo increpo Jack frunciendo la mirada. Cualquier herida había que ser atendida lo más pronto posible, y ahora se encontraban muy lejos de cualquier cosa a la redonda.
-Voy a estar bien... sólo conduce… – balbuceo Paul con voz conciliadora para luego apretarse los labios y ahogar un gemido.
La herida le estaba doliendo más de lo que creía.
-Detén el auto – pidió Lora al hombre que estaba su lado, mirándolo sin pestañear.
A pesar de parecerle uno de esos tipos mal genios y amargados, de igual modo no podía pasar la oportunidad de socorrer a ese tal Paul. Le había ayudado a salir de ahí con vida, y le habían pegado un tiro. Lo mínimo que podía hacer era acomodarlo para que la herida no siguiera haciendo de las suyas.
Aquel se volvió a ella brevemente, y escudriñó su rostro.
Todavía no entendía porque estaba ahí. No parecía del tipo de la policía, y aunque en la central abundaban las mujeres hermosas como esa tal Suset de la cual su hermano estaba medio enamorado, aquella mujer no era en absoluto alguien acostumbrado a la tensión y las dificultades propias de la central.
Su aspecto remilgado y fino le hablaba de alguien más bien frágil y delicado.
-¿Por qué? – inquirió mirando nuevamente al frente tratando de mostrarse distante.
-Quiero acomodarlo… - mordiéndose el labio incómoda, Lora alzo las cejas con inquietud – por lo menos para que se sienta mejor.
Sin decir nada, Jack aminoro la marcha del coche, y orillándolo, detuvo el motor y afirmó los brazos sobre el volante con la mirada pegada al horizonte.
Parpadeando varias veces, Lora bajo de la camioneta y se cambio de asiento. Intentando que Paul estuviera en una posición más placentera, notó como la herida era mucho más grave de lo que creía.
-Está perdiendo mucha sangre… - jadeó Lora con los ojos muy abiertos mientras le temblaba la mano.
-No perdamos más tiempo – indico Jack poniendo en marcha el motor.
Dedicándole una breve mirada por el espejo retrovisor, luego de que ya habían avanzado un buen trecho, notó como aquella mujer presionaba la herida de su hermano con una mano, mientras estiraba los labios como quien estuviera tratando de animar con alguien.
Resoplando con suavidad, Jack esbozo una pequeña sonrisa.
*******
Eran la 1 de la tarde cuando Amy y Patrick se sentaron en el amplio comedor.
-¿Dónde estaban ustedes? – pregunto casi enseguida Gilbert mirándolos alternativamente.
Estuvo tentado muchas veces en ir hasta la habitación que compartían sus adultos favoritos, pero la señora Weizz no se lo permitió. En vez de ello, lo llevó hasta las caballerizas, visitaron la huerta y la lechería.
-Nos quedamos dormidos – respondió Amy en un tono atolondrado bajando la vista como si se acomodara la servilleta. Lo cierto es que no podía mirarlo a la cara. Por una extraña razón, sentía el rostro encendido.
-¿No me digan que en su habitación tenían televisión? – inquirió el muchachito mirándolos acusadoramente. Desde su perspectiva, la única razón para quedarse dormido era haber visto algún buen programa hasta muy tarde.
-Sip – contestó, escuetamente Patrick ladeando una sonrisa como si aquella hubiera sido la razón, mientras que una de las empleadas de servicio colocaban en su plato abundante carne y vegetales.
-Por favor… - indico la señora Weizz esbozando una discreta sonrisa hacia esos dos – deben tener mucho apetito… - al notar como Emma hacia un respingo, añadió en seguida – no han desayunado.
Asintiendo, Amy pestañeó muchas veces antes de tomar los servicios que tenía frente así, y luego de intentar degustar algunas verduras, sin proponérselo, observó de reojo al hombre que estaba su lado el cual daba buena cuenta de la comida que tenía sobre su plato.
Tocándose apenas los labios, aún no podía creer que todo hubiese cambiado en tan sólo unas pocas horas.
Hasta el día anterior ella era una virgen resignada e infantil que lo único que esperaba era tener una vida normal. Ahora, como si hubiera envejecido 10 años, de un solo golpe se había convertido en una mujer.
Tragándose un suspiro, su mente recordó las muchas veces que Suset y algunas chicas de la academia comentaban sobre el sexo: que era fantástico, que quitaba el stress, que era agradable… hasta este momento, considero que exageraban.
Hoy, tenía otra opinión.
Aquella era una experiencia única.
Las agradables sensaciones que se arremolinaron en su cuerpo fueron todas de una emoción y un bienestar, que nunca creyó que aquello existía. Por un minuto, creyó que su alma se desprendía de su cuerpo para luego, quedar suspendida sobre las nubes.
Claro, hasta la molesta punzada que sintió de pronto en el centro de su ser. Aquello la devolvió a la realidad, haciéndola consciente de cada parte de sí misma, donde, luego de que Patrick la tranquilizará con sus caricias y sus besos, un sopor difícil de contener hizo que cerrará los ojos, para encontrarse abrazada a la almohada.
Patrick ya se había levantado de la cama, y al erguir la cabeza, se percató que estaba sola en la habitación.
No queriendo ahondar la razón de porque él no estaba a su lado, a pesar de sentirse adolorida, como pudo se ducho, se vistió con lo que encontró, un short blanco y una polera negra, y se encamino hacia el comedor.
Fue casi al llegar a la puerta, cuando se encontró frente a frente con Patrick.
Este, vestido con una polera de ejercicios y un pantalón de buzo, sin decirle nada, le sostuvo la mirada y le abrió la puerta.
No estaba segura si era la sorpresa de verlo o expresión radiante de sus ojos, pero por 10 segundos, como nunca, fue consciente de los estruendosos latidos de su corazón.
Dios… este hombre no sólo me está gustando… se dijo con la garganta seca… me estoy enamorando de él…
Patrick, en tanto, se obligó a comer.
Había corrido durante una hora con el sólo propósito de gastar todas esas energías reprimidas, pues Emma no estaba en condiciones de satisfacerlo. No todavía. Había escuchado que la primera vez de una mujer no era placentera, por lo que considero que no debía apresurarla ni hostigarla.
Ya habría más ocasiones
Dibujando una pequeña sonrisa, se dijo, que iba disfrutar mucho en ser su maestro. Nunca había tenido especial paciencia con nadie, pero con ella, iba a ser una excepción.
Después de todo la amaba.
Ahora no le quedaba ninguna duda.
********
-¡Maldita sea!
Yanine Smith se paseo
la mano por sobre la frente con una sensación de
angustia.
Estaba insistiendo desde las 10 de la
mañana al móvil de Paul, y la señal entraba pero nadie
contestaba.
Con el credo en la boca, la joven teniente, no quería pensar en que algo malo pudiera haberle ocurrido.
-¿Has tenido suerte? – preguntó Suset entrando expresión asustada a la pequeña oficina de rastreo.
-No – respondió esta secamente, volviendo a su postura acostumbrada: el ceño fruncido y la boca apretada.
-¡Diablos! – maldijo Suset, sintiéndose muy ruin, pues apenas supo de la noticia, lamento no haber asistido a esa cena en que Paul la había invitado junto con su hermano Jack, un ex policía que había quedado con una grave secuela luego de recibir un desafortunado balazo en la espalda.
Empequeñeciendo los ojos, Smith estuvo a punto de decirle a Jensen que se fuera a lamentar a otra parte. A pesar de saber que era una buena persona, no podía ni verla. No sabiendo lo que Brown sentía por Jensen, y lo que, a su vez, ella misma sentía por Paul.
-¿Alguien sabe en qué Brown se llevó a la mujer fuera del estacionamiento? – inquirió Parker entrando en ese justo en ese momento.
Ambas mujeres menearon la cabeza, mientras Howard, el genio informático de la central, tecleó algo donde aparecieron las cámaras de seguridad, y buscando en los archivos, encontró el momento que necesitaban.
-¡Capitán! – exclamó Howard con satisfacción – creo que ya sabemos cómo se fue nuestro héroe.
Luego de examinar las imágenes, todos se dieron cuenta que había abordado una camioneta, la cual él no manejaba.
-¿Quién es el que conduce? – preguntó Yanine casi por descuido, intentando, al mismo tiempo, disimular el escalofrío que sintió al apreciar que a Paul lo habían herido.
-Puede que sea su hermano… - musitó Suset entrecerrando la mirada.
-¿Jack? – demandó Parker con urgencia mirando a Jensen.
-Ayer menciono que su hermano estaba en la ciudad… - ella alzó los hombros – puede que sea él.
-Howard busca el número de Jack Brown… - expresó el capitán inmediatamente - tiene una casa cerca de la montaña… - y como si fuera un pensamiento para sí, indicó – creo que sería bueno enviar refuerzos a ese lugar si fuera necesario.
-Yo quiero ir – pidió Suset inmediatamente.
-Yo también – replicó Yanine dedicándole a Jensen una fugaz mirada de reto.
-Capitán, tenemos un problema… - resopló Jesse entrando con celeridad, a lo que todos se volvieron hacia él con la mirada ansiosa – Morán tiene a Diana Carson, la monitora del centro juvenil. Dice que si no le entregan a Lora Wagner y a Stevenson, él matará a esa mujer.
-¿Cómo dices? – resopló Parker sin creer lo que Jesse había dicho.
-Eso capitán… - indicó Fletcher con inquietud – Morán tiene a la mujer que está a cargo del centro donde Stevenson colabo…
-¡No, hombre! – farfulló Parker con un tono ansioso - ¡repite el nombre! ¿cómo se llama esa mujer?
-Diana Carson.
¡No es cierto! jadeo John para sus adentros con los ojos muy abiertos ¡No puede ser la misma Diana!