Capítulo 28
Sintiendo que una tibia humedad se deslizaba por sobre la comisura de la boca, Amy comenzó a tambalear, pero no quiso darle importancia.
Como nunca los brazos de ese hombre la hacían sentir segura, y acortando aún más la distancia, se apegó a él, invitándolo a que profundizará más ese beso.
Sintiéndose en las nubes, la canción que había escuchado en el restaurant resonó en sus oídos, haciéndola suspirar.
-Amy… - escuchó murmurar entre las penumbras, y apretándose más a Patrick, entreabrió un ojo con suavidad.
Con la vista nublada, sólo distinguió entre brumas el perfil del hombre y sus ojos cerrados.
-Amy – percibió nuevamente, y extrañamente se sintió incómoda, para luego volver a escuchar con insistencia – Amy…
Un atisbo de consciencia la hizo pensar en que Patrick no podía llamarla así. Para él, ella era Emma.
-Amy…
Como si alguien le quitará un apoyo, la mujer abrió los ojos de golpe, encontrándose reclinada sobre el sillón con una mano apoyada en el descanso y la otra sobre su regazo. Frente a ella, Gilbert la observaba con la mirada inquieta.
-Amy… - resopló con suavidad, y se acercó a ella - ¿estás bien?
-Sí… - respondió soñolienta y movió la cabeza para despertarse – sí… lo estoy.
-No lo parecías… - y torciendo el labio con una tenue sonrisa, el muchacho expresó – nombraste muchas veces a Patrick.
-¿Patrick? – inquirió ella balbuceando e irguiéndose como si ya no tuviera una pisca de sueño - ¿lo hice? ¿muchas veces?
-Varias… - sentenció Gilbert – y hacías unos ruiditos raros.
-No me acuerdo de nada… - y parándose con rapidez, se dirigió a la cocina - ¿quieres comer algo?
-Me gustaría - contestó el niño recordando como su estomago rugía cuando despertó.
-¿Leche?
-Claro.
Y mientras ponía a calentar la leche en el microondas, y sacaba el pan de la alacena, Amy se mordió el labio con ansiedad.
Había tenido el sueño más estupendo, y nada menos con el hombre al cual debía proteger.
Intentando retener un suspiro, se dijo que estaba en problemas.
En serios problemas…
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Las primeras luces de la mañana comenzaron a colarse por la ventana del dormitorio de Suset, cuando Jesse se vestía.
Observándola de reojo, no pudo dejar de apreciar lo absolutamente perfecta que era.
Su cabello castaño se esparcía alborotado por sobre su rostro, mientras sus ojos cerrados le daban el aspecto más adorable que, sólo podía competir cuando ella estaba despierta.
Suspirando, el hombre se sentó con delicadeza en el borde de la cama, y acarició con suavidad el brazo desnudo que tenía extendido al lado de su cabeza, y miró con atención el largo de sus dedos notando con emoción como ella mantenía aún puesto el anillo que él le diera en su primera navidad.
Pestañeando muchas veces, tuvo dificultades para reprimir un par de lágrimas, y mordiéndose el labio, se quedó contemplando mucho tiempo a Suset.
Luego de que escuchará cantar a un gallo a la lejanía, se aproximó y, con sigilo, beso con reverencia la mano del anillo y, luego, su mejilla.
-Te amo – murmuró después de levantarse y pasarse la mano por sobre el rostro, secando la humedad de la comisura de sus ojos.
Cerrando la puerta sin hacer ruido, se volvió a mirar aquella y puerta.
Te prometo Suset, que volveré por ti… te pediré perdón y me arrastraré sin es necesario hasta que decidas perdonarme…
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Presionando su frente con un par de dedos, Patrick se levantó, y arrastrando los pies hasta la cocina, encendió la cafetera.
Sabía que se había excedido con los tragos, y torciendo el labio, se disculpó diciéndose que la culpa había sido de esa mujer.
Si no se hubiera presentado con ese vestidito y ese aire de suficiencia, y no lo hubiese mirado con esos ojos calmos, todo su mundo sería lo tenía que ser y habría dormido decentemente.
Sin embargo, Emma tenía el don de revolverlo todo.
A Gilbert… a Diana… a los chicos del centro… y, ahora, a él mismo.
Tomando un sorbo del café, se dijo que iría a buscar a esa mujer. No importaba si esta de novia que el hombre que la había visto, y que él tenía que desaparecer.
Si ella trastornó mi sueño que le toque a ella también su parte.