Capítulo 7

Intentando pasar el golpeteo de su lápiz sobre la mesa como si fuera un reflejo, Suset tenía puesto un ojo sobre el informe que tenía enfrente sobre una pandilla de adolescentes narcotraficantes y el otro en Jesse.

A pesar de que el hombre se encontraba en un rincón apartado de la cafetería, la mujer sabía perfectamente lo que estaba haciendo, con quien hablaba y la expresión de su rostro.

Humedeciéndose sus labios, Suset reprimió un suspiro.

Aun, a pesar de todo lo sucedido entre ellos, de lo que la sensatez dictaba, y hasta de su propia dignidad, no había nada que pudiera alejar de sus pensamientos y su corazón la imagen de Jesse Fletcher.

El cabello castaño cortado al mínimo, su tez bronceada y sus ojos oscuros como dos guijarros, eran algo que no podía sacarse de la cabeza ni cuando dormía, como tampoco la complexión atlética de su cuerpo, ni sus fuertes brazos o su espalda fuerte, los cuales extrañaba cada mañana cada vez que despertaba y encontraba vacío el lado contrario de su cama.

Mordiéndose la lengua, la mujer se tragó un juramento.

Si tan sólo Jesse no hubiese sido tan cabezota o ella hubiera intentado entenderlo…

¡Pero a quién engañaba!

Jesse era un tozudo de lo peor. Si tenía una idea en la cabeza, no había santo que se lo sacará.

Igual que Amy.

Ambos tenían muchas en común, casi como si fueran dos hermanos siameses separados al nacer, pero con la diferencia que Amy lloraba cuando el dolor la embargaba. Jesse, en cambio, no decía ni media palabra. Y aquello la desesperaba.

Sacudiéndose levemente el cabello, Suset apreció de refilón como el hombre por el cual suspiraba como una idiota, se levantaba llevando bajo su brazo una carpeta azul.

Con algo de nervio, la mujer se acomodo en su asiento pegando la vista sobre lo que leía.

Acércate… pregúntame algo… lo que sea… pensó para sí sintiendo como un ardor traidor le recorría la espalda.

-¿Suset?

La voz ronca de Jesse hizo que la mujer esbozara una secreta sonrisa, y levantó su rostro con lentitud.

-¿Jesse? – exclamó como si la hubiese pescado distraída.

-Hola… - expresó este en voz baja, a lo que a Suset le supo a ese ronroneo sensual - ¿cómo estás?

-Aquí… - indico la mujer intentando que su sonrisa no se ensanchara demasiado – trabajando… ¿y tú?

-En lo mismo… - resopló palmeando la carpeta que llevaba, y haciendo un breve visaje, Jesse se acunclilló estirando los labios al tiempo que le sostenía la mirada con intensidad – lo de siempre… ¿y Amy?

La pregunta obligada.

A pesar de trabajar en lo mismo, de haber estudiado juntos, de haber sido novios por casi 7 años, aún así y, por los siglos de los siglos, Amy era lo que los unía. La siempre estaba ahí para los dos. La que podía decirles hasta para su abuela, pero que, sin embargo, amaban como a nadie.

Eso sí, Jesse corría con ventaja.

Amy y él prácticamente se habían criado juntos. La madre de Amy, Estela, se ocupó de Jesse cuando este tendría sólo 13 años. Su madre había muerto en un accidente de carretera, y su padre desapareció sin dejar huella.

Por ello, ellas representan para Jesse lo más cercano a una familia.

-Ya lo sabes… - indicó ella haciendo un gracioso gesto con la nariz – en lo suyo… Parker le dio una misión encubierto así que de anoche que ya no llega a dormir.

-Mhmmm… - apretándose los labios, Jesse alzó la ceja con recelo – ojala y no sea nada peligroso…  con esos tipos nunca se sabe.

-Amy sabe cuidarse muy bien sola… - y con los ojos clavados en su pupila oscura, recalcó con humor - ¿o no te acuerdas la paliza que te dio cuando salía de la academia?

Aquello había sido de antología.

Amy, pesando apenas 50 kilos, contra un hombre como Jesse, que debía estar en los 80. Pero eso no fue impedimento para ella. Con una sola llave, la joven agente derribó a su amigo de infancia, demostrando a sus jefes directos que era capaz y suficiente.

-No me lo recuerdes… - resopló este emitiendo una sonora risita, asintiendo con ademán de aceptación y señaló con entusiasmo – y si… tienes razón… es capaz de poner en su sitio a cualquiera…

El sonido de un móvil los distrajo un instante de lo que iba a decir.

Suset palmeó su pantalón al percatarse de que ella se trataba, y sacándolo con rapidez, lo miró brevemente antes de contestar.

-Jensen al hablar…  - y ensanchando una sonrisa, Suset hizo unos ruiditos de aprobación – claro Paul… por supuesto…

Jesse, en tanto, se levanto con la mirada apegada en ella.

-Nos vemos… - expresó este después de un momento cuidando de que Suset lo viera, y moviendo sólo los labios le dedico una cálida sonrisa.

Suset, en cambio, sólo agito brevemente la mano y continuó con actitud presta a lo que le decían por teléfono.

Caminando algunos pasos, Jesse suspiro y apretó con fuerza la carpeta que llevaba.

Meneando la cabeza, un brillo quebradizo se alojó en el fondo de sus ojos negros. Tragando saliva, el hombre se dijo que se lo merecía por imbécil…

Pero aún así, la extraño

En tanto, cuidando de notar que el hombre hubiera salido de la cafetería, la mujer respiró profundamente antes de hacer un puchero de desdicha.

-Ya se fue… - indicó con voz desinflada.

-¿Cómo está? – preguntó una voz con un deje de tristeza por el otro lado de la línea.

-Precisamente estaba preguntando por ti… - y levantando un pie sobre una silla cercana se recostó sobre el respaldo de la silla - ¿qué otra cosa si no?

-¡No te estes quejando, Suset, por Dios! – rezongó Amy intentando mostrarse animada - ¡cómo si Jesse no fuera un vergonzoso de lo peor! Además… - y con un suspiro, añadió – es como si mi hermano preguntara por mí… nada anormal… no es como tú y Jesse… ¡qué hasta yo que estoy al otro lado del teléfono me doy cuenta de lo estúpido que esta por ti!

-¡No seas melodramática! – exclamó Suset con una sonrisa – pero bien… ¿me vas contar donde estás?

-Sólo puedo decirte que estoy bien… - y mordiéndose el labio, Amy se acarició la frente – cuando veas otra vez a ese zopenco dile que no sea burro y que quiero que salga contigo.

-¡Claro! – jadeó Suset estirando los labios hacia delante con ironía - ¿alguna otra cosita?

-Que te quiero mucho amiga… y te hecho de menos.

-Yo también Amy.

Luego de conversar algunos minutos más, Amy cerró con suavidad la tapa de su móvil.

Estaba anocheciendo.

Acomodando el telescopio que había comprado para navidad, Amy prestó atención por milésima vez a Stevenson. Aquel se encontraba en la entrada del edificio con su nueva vecina.

Con una mano en su cintura, con la otra acariciaba suavemente algunos mechones de su cabello claro.

Arqueando una ceja, Amy observó con interés como este la apegaba a él y la comenzaba a besar, primero en el cuello, para luego ascender a la mejilla y llegar finalmente a los labios.

Parpadeando con falso asco, luego de un momento, la mujer se mordió un labio cuando vio que Stevenson entraba con ella con el brazo de él puesto sobre los hombros.

Espero, Parker, que me pagues extra… refunfuñó Amy haciendo un respingo… esto no es dos por el precio de uno.

 

Viviendo al limite
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