Capítulo 21

 

-¿Porqué no contestaste mis llamadas? ¡te llame mucho rato!

Esbozando una sonrisa de disculpa, el hombre suspiro con fuerza antes de contestar, en tanto se metía las manos en los bolsillos.

-Estaba ocupado… había dejado mi móvil sobre la mesa del desayuno y no lo había echado en falta – expresó Patrick intentando ser convincente.

La verdad de ello es que se había forzado por a colaborarle a Paul y ayudar a los chicos que les costaba, con el sólo objetivo de dejar de pensar en Emma y en porque diablos esa policía se demoraba tanto en regresar con noticias de ella.

-Patrick… - resopló Lora con voz endulzada en tanto seguía con las manos apoyadas en el amplio pecho del hombre - ¿recuerdas que quedamos en salir a cenar?

-No lo he olvidado – contestó este asintiendo la cabeza.

-Me gustaría que me llevarás a un restaurant que queda cerca de la bahía… - mordiéndose el labio con sensualidad, la mujer siguió con la mirada un par de dedos de ella que presionaban suavemente del mentón de Patrick y agregó con voz ronca – es un lugar espectacular… te va encantar.

-Me parece - e hizo un mohín de mostrarse conforme.

-¿Te parece bien a las 8? – Lora pestañeo con picardía e inquirió con esperanza - ¿o quisieras más temprano?

-Las 8 está bien para mí… - y suspirando otra vez con fuerza, Patrick señaló como si estuviera apurado - ¿en eso quedamos?

-¿Terminaron? – escuchó preguntar de pronto una conocida voz a sus espaldas, que al volverse, lo observaba con los ojos muy grandes y esa expresión de querer una explicación.

-No - meneo este la cabeza, y haciendo una leve gesto de despedida a Lora, volvió hacia el centro con paso rápido.

Observando aquella mujer con curiosidad, Lora esbozó una sonrisa amable al tiempo que la inspeccionaba con la mirada, preguntándose qué tipo de relación tendría Patrick con esa mujer que por la edad, podría ser, sin lugar a dudas, su madre, aunque era lo bastante guapa como para que fuera su amante ocasional.

Aquello lo había visto centenares de ocasiones.

Volviéndose sobre sí misma, Diana sólo le dedico una ojeada a Lora y se enfiló nuevamente hacia el centro.

No pareciéndole que aquella mujer fuera diferente al resto de las mujeres con las que Patrick solía salir, tenía que admitir que sí era muy elegante y distinguida.

Resoplando, Diana sólo esperaba que su muchacho se fijara en alguien con quien pudiera ser realmente quien era y convertirse en un hombre feliz.

********

Era pasado al medio día, cuando Gilbert salió del centro en compañía de un par de amigos en dirección a su casa.

Iban tan entretenidos conversando que ninguno se fijo que alguien venía detrás de ellos a prudente distancia, pero sin perderle de pista.

Estaba por cruzar la calle cuando Gilbert se le ocurrió la brillante idea de ir a ver a su madre. Hacía días que no la veía, y aunque sabía que llegaba a alojar en las noches pues encontraba comida en el refrigerador y algo de aseo hecho, aún así necesitaba verla.

Despidiéndose del “Coyote” y del “Mexicano”, se encamino con tranco largo hacia aquel supermercado. Mientras iba de camino pensó en Emma, y en la confesión que le obligó que le hiciera.

-… quiero confiar en que nada de lo que te diga saldrá de tu boca… - había comenzado diciendo – esto es importante Gilbert… ¿puedo contar contigo?

-¡Claro! – resopló este con seguridad abriendo sus enormes ojos castaños.

-Soy una poli… - dijo con voz solemne la mujer sosteniéndole la mirada – no tengo intensiones de fisgonear ni delatar a nadie… sólo quiero protegerlos.

-¿De quién? ¿ocultando tu identidad? – exigió saber.

-De alguien que no dudará en jalar el gatillo y disparar a diestra y siniestra sobre cualquiera- y aspirando aire, Emma torció la boca como si se estremeciera.

-No diré nada… - indicó él luego de un instante de silencio en la que se quedaron viendo – sólo si me dejas que te ayude.

-Claro que puedes ayudarme… - y esbozando una bondadosa sonrisa, la mujer alargó una mano y le acarició la mejilla – no diciendo nada es ya una gran ayuda.

-No es suficiente… - resopló este de mala gana, sintiendo que Emma lo trataba como un bebé, y reafirmó su oferta – quiero ayudarte de verdad… hacer algo para que ese “alguien” no le haga daño a quienes quiero.

-Quédate cerca de mí – expresó Emma con sinceridad.

Sin saber bien porque, aquella conversación concluyó en un contundente abrazo.

Aquello lo hizo sentir mejor.

Cruzando la puerta del amplio recibidor del supermercado, Gilbert buscó con ansías el rostro de su madre, hasta que la encontró sumida detrás de la vitrina de licores caros junto a otra dependiente.

Sintiendo que la emoción se le agolpaba en el rostro, el muchachito camino con paso rápido hacia donde ella se encontraba, mientras se mordía los labios con anticipación.

En tanto, la otra dependiente golpeó sin ninguna delicadeza el hombro de la mujer, y al momento en que esta se volvía, le indicó que mirara hacia el frente.

Irguiéndose con prontitud, la mujer se tomó el cabello marrón que caía descuidado sobre su rostro, y saliendo de donde estaba, fue al encuentro de su hijo.

-¿Qué haces aquí? – preguntó ella con reprensión antes de que el niño le dijera algo - ¿qué te he dicho sobre venir al lugar donde trabajo? – y jalándolo de la manga con brusquedad, le dio un tirón en dirección a la salida al tiempo que exclamaba - ¡vete a casa!

-Sólo quería verte… - musitó Gilbert conteniendo las lágrimas.

-No tienes nada que hacer aquí… - resopló la mujer exasperada. Si su jefe la viera estaba segura que le costaría el empleo – ¡vete de aquí!

Empujando al niño hasta la puerta, se volvió con presteza a seguir en lo suyo cuando una mano, de manera violencia, la cogió del brazo apegándola a un cuerpo grande y musculoso.
Girándose espantada, sus ojos se abrieron con temor al reconocer la identidad de aquel sujeto.

-¿Nora? – inquirió Marcus con los ojos empequeñecidos por el desconcierto - ¡hace tiempo que nos veíamos tú y yo!

-Mátame si quieres… - bufó la mujer en tanto tragaba saliva – no tengo nada que te pueda interesar.

Recorriendo parte de su cuerpo con cierta insolencia, Marcus tenía que admitir que ella ya no gozaba del cuerpo que solía tener. Claro, que en su tiempo de bonanza, aquella era una potra que supo tener caliente su cama.

-Estas hecha un adefesio… - escupió este mirándola con desprecio – pero no vine por ti… - mirándola a los ojos como si la escrutara, demandó - ¿quién es ese niño al cual sacaste a empujones? ¡y no digas que es tu hermano, por qué sé muy bien que eres sola en este mundo!

-Es tu bastardo - le aventó con una mirada cargada de odio, en tanto, Marcus, mordiéndose el labio, intentó disimular una extraña sensación que calentó su helado corazón.

 

Viviendo al limite
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