Capítulo 37
Amy se estaba sacando el shampoo del cabello cuando sintió el golpe inconfundible de una puerta cerrándose.
Haciendo un respingo, se dijo que tenía que relajarse. No tenía porque estar nerviosa. Iba a dormir en el mismo cuarto con ese hombre, pero nada iba a suceder.
Aunque no conocía mucho a Patrick, no parecía para nada el tipo de hombre que estuviese insinuándose a cada rato. Bueno, eso sin contar aquel extraño flirteo que tuvieron en el restaurant.
Pasándose la mano por la garganta, se dijo que quizás ello fue sólo producto del momento. Nada especial, y aunque el golpeteo traidor de su corazón le decía que aquello fue más que eso, Amy se mordió el labio.
Ella no era del gusto de ese hombre. Lo había observado desde hacía un mes, por lo que sabía perfectamente lo que a él le interesaba de una mujer: pechos amplios, caderas voluptuosas y condenadamente hermosa como esa tal Lora…
Cerrando de un tirón la llave de la ducha e intentando olvidar el asunto tomó la toalla y se frotó la piel con energía.
Buscando entre las pocas cosas que había conseguido traer, sacó una falda de jeans que le quedaba cinco dedos sobre la rodilla, y una blusa celeste de manga corta.
Luego de instante de acomodar el cabello húmedo y colocarse un poco de crema en el rostro, decidió reunirse con los demás en el comedor.
Mientras caminaba por un ancho pasillo, observó, primero distraída, los cuadros que ahí estaban colgados los cuales eran retratos de personas que seguramente eran parte de la familia de su anfitrión, para luego mirar con más atención, notando algunas personas que ella conocía de la central de policía.
Pestañeando con premura, la joven contempló con nostalgia a algunos de ex compañeros de academia. La gran mayoría había emigrado a otras ciudades, quedando solamente Jesse, Suset y Paul.
Con la mirada clavada aún en las fotografías, una en grande y blanco negro llamó poderosamente su atención. Era un retrato antiguo de la policía. Segura que era de uno de los patriarcas de la casa, pasó revista con la mirada por esos remilgados rostros cuando uno familiar la hizo abrir la boca de emoción.
Con muchos años menos y parado con su natural gallardía, su padre, ubicado en un extremo de la fotografía junto con otros jóvenes cadetes, estaba vestido con su impecable uniforme.
Un amplio suspiro se escapo de sus labios al ver a su querido viejo, y esbozando una sonrisa orgullosa, deseo como nunca tenerlo cerca de ella.
-¿Te gustan los policías?
Volviendo rápidamente su rostro hacía donde escuchado la voz, descubrió recostado en un pilar a Patrick, quien la observaba con esos ojos verdes que, contrario a lo que era su naturaleza, la hacía sentirse nerviosa y torpe.
-¿Por qué lo dices? – inquirió ella mordiéndose el borde de un labio.
Nada le desagradaba más que mostrarse aturdida frente a ese hombre, y parándose derecha, intento hacerle frente como pudo. Ese hombre la pasaba por lo menos en dos cabezas.
-Estabas muy interesada observando a esos ex – jovencitos de la policía… - comentó el hombre retirándose lentamente de donde estaba apoyado y, estirando los labios, indico con algo de ironía hacia el lugar donde se encontraban aquellos cuadros colgados en la pared – deberías saber que aquellos apuestos y fornidos hombres, a estas alturas de la vida, podrían ser abuelos tuyos.
Sabía que era una observación idiota, pero no pudo dejar de decirla, y es que al verla embelesada viendo a esos tipos que, de seguro, eran todos unos vejestorios, unos celos extraños le llenaron las entrañas.
-O mi padre – susurró ella como si se le escapará de la boca.
-También… - consideró Patrick cruzándose de brazos, y sosteniéndole la mirada, se animo a preguntar con voz amable - ¿dónde aprendiste Tae kondo?
No se había olvidado de lo que vio ese día en que defendió a Gilbert y hacía frente a la bestia de Marcus. Hacía tiempo que no veía a alguien utilizar ese tipo de defensa, sobre todo en una mujer tan delicada como ella.
-Pues… - expresó Amy con lentitud, donde su primera intensión fue mentir, pero no conto con que su cuerpo, negándose, comenzó a secretar sudor sobre sus manos haciendo que cambiara de opinión – mi padre me enseño.
-¿Tu papá? – exclamó este con admiración animándose a acercarse más a ella.
-Si… tenía 9 años y él me enseño mis primeros movimientos.
-Debe ser muy bueno… - señaló Patrick asintiendo complacido – no cualquiera pelea como lo hiciste… ¿todavía práctica?
-No… - y meneando al cabeza, un brillo de dolor cruzó su rostro girando su rostro hacia la fotografía que donde él se encontraba retratado – murió cuando tenía 12 años.
Pestañeando, Patrick se dijo que había sido muy torpe, pero ¿cuándo se iba a imaginar algo así?
-Lo siento… - musito meneando la cabeza con un deje de tristeza en la voz – no lo sabía.
-Tranquilo… - resopló Amy sin mirarlo con un gesto de que no se preocupara – no tenías como saberlo…
-No es excusa… - y arrimándose a la muchacha, Patrick alargó una mano y rozó con suavidad el borde de su hombro. Por alguna razón cósmica, no deseaba que se entristeciera, menos por una indiscreción de parte de él – debió haber sido un gran hombre.
-Lo fue… - indicó Amy con la mirada luminosa. Cada vez que pensaba en su padre, una luz parecía encenderse en su interior, aunque estaba vez, esta luz estaba más bien relacionada con la calidez que la mano de ese hombre, depositada sobre su hombro desnudo, parecía transmitirle – un hombre maravilloso y agradable… dedicado a su familia y a su trabajo… - y pasándose una mano por sobre su nariz, se giro hacía él esbozando una tenue sonrisa - ¿y tú? ¿qué me dices de tu papá?
-Mi papá fue un tipo genial… - señaló casi enseguida – un hombre como pocos… comprometido… leal… un excelente policía.
-¿Fue Policía? – inquirió Amy volviéndose completamente hacía él con expresión interesada. Aún cuando sabía su historia, por alguna razón quería escucharla de él.
Nunca en su vida le había importado la vida de los pocos novios que había tenido. Con suerte recordaba su apellido y que clases tenían en común, pero nunca demostró importarle de donde venían, quienes eran sus padres, sí tenían hermanos…
Sin embargo, un deseo de saber de la vida de Patrick le atenazaba por dentro con una intensidad que la desconcertaba, pero al mismo tiempo la fascinaba.
-Sip… - dijo sin dejar de acariciar el hombro de la muchacha ni refrenar su lengua – trabajo muchos años en la central de policía de la ciudad. Tuvo muchas propuestas para irse a la capital, pero nunca tuvo interés por irse… creo que siempre le gusto la vida más tranquila que le ofrecía este lugar… - esbozando una suave sonrisa, resopló como si fuera un pensamiento para sí, añadió – siempre decía que aquí había nacido y aquí quería morir.
-¿Vive todavía? - preguntó a ella a sabiendas de la respuesta.
-No… - meneando la cabeza, el hombre hizo un respingo que aquello le dolía desviando la mirada a un punto neutro – lamentablemente no… mi padre murió de una insuficiencia cardíaca…
Pasando un diente por sobre su labio, Patrick sintió como la voz había huido de su boca y, con suavidad, intentaba respirar.
Pestañeando, pensó en como toda una vida había tratado de salvaguardarse de no decir nada que pudiera dar a alguien la posibilidad de conocerlo.
Ni familia, ni amigos, escuela, hobbies… ninguna información que expresara era verdad y, sin embargo, Emma lo invitaba a que le desnudará el alma con la misma intensidad con que deseaba arrancarle la ropa.
Haciendo un pequeño resoplido, decidió volver su vista a Emma, y como si estuviera hipnotizado, se encontró mirando fijamente esos ojos calmos y castaños de esa mujer.
Aquellos le regalaban tanta paz…
Amy, en tanto, sintió que apenas podía respirar. El corazón, como nunca, le latía con fuerza, y como si tuviese un imán, se encontró acortando el espacio que había entre ellos, deleitándose del olor que se desprendía de su piel, y alentada ante la expresión ansiosa de Patrick, tomó su rostro con ambas manos mientras sus labios esperaban tocar los suyos.