Capítulo 16
Al día siguiente Isabella aceptó ver a Carmen y Raúl. Aun se sentía dolida por lo que sucedió, pero Marco le pudo narrar a grandes rasgos qué era lo que sucedió en realidad y entendía que todo estuvo demasiado bien planeado como para que no pensaran que todo era cierto. La tenacidad de su hermano la dejó sin palabras y no le alcanzaría toda la vida para agradecerle que le hubiera creído a pesar de que todo la acusaba. Quería continuar hablando con él, aún tenía muchas dudas, pero el chico ya estaba impaciente porque sus padres adoptivos pudieran verla al fin y jamás le negaría nada, no a él.
—Isa, hija… —la primera que se acercó fue Carmen y la abrazó. Al sentirla de nuevo tan cerca recordó todo el amor, comprensión y seguridad que en ella antes encontraba. En cuanto se separaron observó que Raúl la miraba sintiéndose muy culpable, tanto que no se animaba si quiera a acercarse, ella le tendió una muy delgada mano y él, con una lagrima en los ojos, se acercó y la tomó contrariado.
–Isa… perdónanos, perdóname por favor mi niña… —rogó.
—Raúl, yo… lo entiendo, sé lo que pensaron, no tengo nada de que perdonarles, los… comprendo. Marco ya me explicó todo —él besó su mano cariñosamente.
–Gracias hija, gracias. No debimos dudar aun así, sin embargo, ya no lo podemos cambiar… por mucho que desearamos que todo fuera diferente —Isabella sonrió con tristeza y apretó sus dedos débilmente.
—Estaré bien —sentenció con seguridad y aplomo. Carmen se limpió los ojos negando.
—¿Cómo te sientes, mi niña? —Le preguntó de lado opuesto al de su esposo.
–Mejor, aunque me canso muy rápido y todavía me quedo dormida de repente — respondió cariñosa.
—Isa, queremos que regreses a la casa cuando salgas de aquí —le pidió suplicante el hombre que tenía aún sujeta su mano. Ella no sabía qué decir, tenía miedo de regresar, pero sabía que ellos lo decían de corazón, además… no tenía en ese momento muchas opciones.
–No lo sé… no quiero causar… molestias —admitió apenada y afligida, claramente temerosa.
—De ninguna manera, mi niña. Eso no está a discusión, tú debes recuperarte y yo personalmente me voy a encargar de que así sea —estaba tan delgada, tan pálida, parecía mucho menor de su edad y sobre todo tenía la mirada más triste que jamás hubiera visto.
—Sí hija, tú te vas con nosotros en cuanto te den de alta, ahí… es tu casa, y… quisiera pedirte algo… —Raúl no sabía cómo decirlo así que sin pensarlo mucho comenzó–. Sé que puedes no estar de acuerdo y lo entenderemos… pero es algo que ya habíamos pensado desde hacía mucho tiempo Carmen y yo, y después de lo que pasó no queremos que nunca más te sientas desprotegida… Isabella nos gustaría ser tus padres, ¿nos concederías el honor de poder adoptarte? —Los observó completamente confusa y desconcertada, de todo lo que hubiese pensado no contaba con eso.
—¿Adoptarme? —Él asintió expectante al igual que Carmen–. Pero… yo ya soy mayor de edad ¿Cómo? ¿Por qué?...
—La edad no importa mi niña, sería un honor si quisieras llevar nuestro apellido y además… nos dejaras protegerte y cuidarte como cualquier padre a un hijo — Isabella no sabía qué decir, nunca pensó en eso. Los quería y punto, no buscaba nada a cambio, nunca–. Tú sabes que desde que nuestros hijos… murieron, hemos estado muy solos, pero cuando ustedes aparecieron no volvimos a sentirnos así. Sabemos que nadie va a poder llenar el hueco y el dolor que ellos nos dejaron cuando se fueron, pero con ustedes hemos vuelto a sonreír, a disfrutar, a vivir. Queremos ser una familia y no estaría completa sin ti —le explicó Carmen con la mirada empañada por las lágrimas que querían liberarse nuevamente de sus ojos.
—Piénsalo Isa… Por favor —le rogó Raúl observando su confusión y desconcierto. Ella asintió levemente–. Lo que sí tienes que saber y eso no es negociable… —le anunció muy serio–, es que pusimos una fuerte cantidad a tu nombre, después de lo que sucedió, pase lo que pase ese dinero es tuyo ¿Comprendes?, sólo tuyo y puedes disponer de él cómo tú quieras.
—No… —protestó impactada. La vida era muy extraña e impredecible, hacía unas semanas creía que moriría y ahora le sucedían ese tipo de cosas y no sabía cómo reaccionar… le daba miedo confiar de nuevo en su suerte.
—Sí hija y como te digo eso no lo vamos a hablar siquiera, no puedo permitir que te veas sola y desprotegida y aunque juro que no va a volver a suceder, sé que la vida no está escrita y puede ocurrir alguna desgracia que se salga de nuestras manos, por lo que mientras viva a ti nunca más te va a volver a faltar nada, por lo menos no dinero y si tu aceptas tampoco una familia —dijo Raúl limpiándole las mejillas al ver las lagrimas correr. Era un joven tan inocente, tan fuerte. La protegería, se juró que lo haría pasara lo que pasara ella jamás volvería a convivir con el dolor.
–No… sé… qué decirles —articuló.
—Nada mi niña, esa decisión está tomada, lo otro… piénsalo ¿Sí? —Asintió perpleja.
—Disculpen… —entró Paco con algunos papeles en los brazos. –Isa debe descansar, aún está muy débil y si queremos que pronto salga de aquí, lo mejor es que duerma.
—Sí, claro que queremos que pronto estés en casa, mi niña. Te vemos después, descansa —Carmen le dio un beso en la frente, Raúl otro en la mano y salieron.
Paco le acomodó las almohadas, mientras le tomaba la presión y checaba el suero.
—Isa… sé que superar todo esto no está siendo fácil, pero… verás que pronto lo recordaras como si hubiera sido una pesadilla —la joven sólo logró sonreír con tristeza no obstante, de inmediato recordó algo que no la dejaba en paz.
—¿Por qué Marco dijo que… no fue mi culpa perder a… mi hija? —Paco se sentó frente a ella serio, eso debía pasar y era hora de asumir su negligencia. Isabella tenía lágrimas en los ojos que resbalaban cristalinas y sin detenerse por sus pálidas mejillas.
—Porque así es Isabella ¿Recuerdas la ocasión que te desmayaste ya hace tiempo en el apartamento de Sebastián? —Claro que lo recordaba. Asintió—. Pues cuando te trajo aquí, descubrimos que tenías una anemia severa, entre otras cosas, tu salud era muy precaria, tus niveles en todo estaban en el mínimo…
—¿Y por qué… no me dijeron? —Quiso saber, la voz se le quebraba mientras arruga con sus huesudas manos la sábana blanca. El hombre torció la boca y llenó de aire los pulmones.
—Negligencia de mi parte, Isabella, como tu médico debí decirte y no dar por sentado nada. M i única es que veía que tú te cuidabas, todos se encargaban de que así fuera, con el tiempo di por sentado algo que jamás debí omitir. Ahora sé que fue un error de enormes proporciones, una mancha grande en mi carrera; debí informarte, decirte cómo cuidarte. Yo… lo siento —lucía realmente arrepentido.
—Si ya estaba bien… Entonces ¿Por qué…? —No pudo terminar. Paco hizo una mueca de pena y colocó una mano sobre la suya.
—Porque tu salud es… frágil, no sé si algún día sea completamente normal, por eso aquella fiebre repentina… El bebé… tomó todo de tu organismo, como es normal, el problema es que tú… no podías dárselo pues apenas tenías para ti —sus ojos se rasaron y giró el rostro más destruida aun.
—Eso quiere decir que… nunca tuve oportunidad —comprendió dolida.
—No, eso quiere decir que el día que llegues a embarazarte… deberás estar muy vigilada, más que en lo cotidiano ya que en general debes cuidarte, comer bien, dormir bien… no mal pasarte, tomar vitaminas… Tu vida puede ser como la de cualquier otra persona. Pero… esto se salió de las manos de todos —recordó enseguida como siempre estaban preocupados por su horarios, por su alimentación, ahora lo entendía.
—Paco… gracias —él se llevó su pequeña mano a los labios, esa chica le inspiraba ternura, admiración. Sonrió. —Al contrario, jamás me perdonaré esto y créeme, no tienes por qué Isabella.
—No digas eso, tranquilo, y sí, sí tengo por qué… sé que ayudaste a mi hermano y… nunca olvidaré eso… —siempre le cayó bien; era sencillo y simpático, sin embargo, ahora sentía mucho más afecto y agradecimiento.
—Era lo justo Isabella, ustedes son asombrosos, y de verdad espero que… puedas superarlo pronto, tú y Sebastián se lo merecen —en cuanto pronunció su nombre su gesto inocente se le ensombreció y su semblante cambió convirtiéndose en duro y adusto.
—Tengo sueño —dijo con voz temblorosa. De inmediato comprendió su actitud y por otro lado, era cierto, debía descansar. Se puso de pie y checó el suero.
–Descansa y dale tiempo al tiempo, déjalo hacer su magia… Eres una gran mujer, lo lograrás, ya lo verás —la alentó mientras acariciaba su cabello con una media sonrisa. Sin embargo, Isa no compartía esa idea, no veía cómo podría lograrlo, ¿Cómo volvería a confiar en las personas? ¿Cómo recuperaría su vida? Nunca podría olvidar a esa hija que nunca conoció ¿Cómo iba lograr vivir sin el miedo de que alguien la odiase y decidiera volver a acabar con su mundo? Y ¿Cómo iba a poder volver a ver a Sebastián a los ojos y no pensar que aunque lo amaba, jamás le iba a poder perdonar que lo hubiera creído todo? ¿Cómo? Él fue la persona en la que más confió… en la que más creyó…. a la que más amó… la que llegó a pensar estúpidamente la conocía mejor que nadie. Ilusa. Ingenua.
Marco despertó después de una noche tranquila. Isabella durmió bien, las enfermeras entraban cada cierto tiempo a verificarlo todo y después desaparecían, pero ella parecía no ser consiente de nada, pues no movía ni un poco los parpados sumida serena y segura en aquel sueño reparador. Somnoliento se sentó sobre su improvisada cama e hizo a un lado la cobija. Tallándose los ojos en medio de un gran bostezo, notó que su hermana ya se encontraba despierta, de nuevo tenía esa mirada vacía que a él tanto le dolía.
–Hola… —saludó para que saliera de su encierro mental. Isabella lo observó desorientada. Parecía haber vuelto de repente de aquel mundo donde se recluía y que no parecía ser en lo absoluto placentero.
–Hola, ¿dormiste bien? —Le preguntó con ternura en voz baja.
–Sí y ¿Tú? —Asintió. Se puso de pie y se acercó a ella–. Isa, no quiero que lo tomes a mal pero… permite que… Sebastián entre —de inmediato palideció–. Él ha estado afuera todo este tiempo… sólo se va por las noches… prácticamente aquí vive, si les diste una oportunidad a mis padres ¿Por qué no a él? — En automático acudieron las lágrimas.
—Porque con él, es diferente —replicó con hilo de voz. La realidad era que si el mundo se hubiera caído a su alrededor pero él hubiese seguido a su lado, nada la habría importado, pero no fue así, ella le confió todo y él… la lastimó. Su mundo la acabó, no tenía sentido que volvieran intentar algo sabiendo que esas podían ser las consecuencias, ya había aprendido su lección.
—Isa… te ama.
—Eso no importa Marco… Entre él y yo ya no hay nada, nunca más habrá nada — declaró con fría firmeza.
—Tú también lo quieres —le recordó serio. La conocía, ella era de sentimientos firmes, fuertes e indestructibles, por lo mismo sabía que lo seguía amando igual que antes.
—¿Y eso de que sirve? —Refutó mirando hacia otra dirección. Sin embargo, Marco no iba a rendirse, creía fehacientemente que ellos dos debían estar juntos sólo así lograrían superar el dolor que sentían.
—También ha sufrido mucho con todo esto, creo que incluso se ve mayor…
—Marco… por favor… no insistas, no cambiaré de opinión, ni ahora, ni nunca — susurró suplicándole ansiosa.
—Está bien… Sabes que no va a entrar hasta que lo decidas ¿De acuerdo? —Le intentó hacer ver agobiado ante la expresión que ella tenía—. Sólo debes saber que algún día no lo podrás evitar y tendrás que enfrentarlo, Isa.
—Lo sé, pero no ahora… no así —expresó haciendo alusión a sí misma. Marco no insistió más; si no quería pues no y listo. Pero no se rendiría.
Isabella ya llevaba más de quince días en el hospital y seguía reusándose a verlo, M arco intentaba ser suave con él, pero Sebastián sabía que iba a ser muy difícil volver a llegar a ella. Cada día se sentía más desesperado, más ansioso, la perdía y ni siquiera podía luchar. Carmen y Raúl la pudieron ver un par de veces y Marco no se despegaba de Bella en todo el día.
—Sebastián ¿Piensas estar aquí haciéndome compañía hasta que me jubile? — Bromeó Paco que tenía un pequeño descanso y sabía que seguía ahí, como todos los días desde que llevó a Isabella en aquellas condiciones—. ¿Puedo? —Señaló la silla vacía a su lado. Su amigo asintió completamente perdido en sus pensamientos—. ¿No te vas a mover de aquí hasta que la veas? ¿Ese es tu plan? —Lo cuestionó sin rodeos mientras estiraba las piernas y las cruzaba relajadamente. El aludido tenía un aspecto fatal, jamás lo había visto así. Lo conocía desde niños, lo consideraba fuerte, inteligente e inquebrantable pero cuando se trataba de esa muchacha que se recuperaba lentamente, él realmente se volvía otra persona.
—No sé, no lo sé —confesó confundido–. En realidad me siento como un imbécil aquí… pero cuando no estoy no puedo hacer nada más, no me concentro… — admitió jugando con la pajilla de un café que ya se había terminado hacía horas.
—Ella no está preparada para verte y lo sabes —se acercó a él y le puso una mano en el antebrazo—. Sebastián, recupera tu vida. Ella no puede ver a este hombre que ahora yo tengo enfrente. Isabella fue la más afectada, no lo olvides. Ella te necesita luchando, no derrotado —ahora sí captó su atención.
—¿Por qué me dices todo esto? —Preguntó confuso, se sentía agotado, cansado y… vencido.
—Es simple; ustedes tienen que volver a estar juntos, ellos —dijo alzando el mentón señalando hacia un lado, él supo enseguida a quiénes se refería, a los responsables de que ella estuviera así, ahí–, no pueden salirse con la suya… ¿O sí? —lo retó arqueando una ceja.
—No —contestó colocando los codos en la mesa y cubriéndose la cabeza con las manos–. Paco, no me sentía tan perdido desde que mis padres murieron… es así cuando se trata de ella; no sé qué hacer y te juro que eso me vuelve loco. Siempre controlé mi vida, cuando me proponía algo lo conseguía, nunca dudé y ahora… no sé… me siento inseguro, un estúpido que no fue lo suficientemente inteligente y fuerte como para salvar a su mujer y a su hija, que las dejé solas y eso… generó está tragedia. Lo cierto es que con ella nunca sé que hacer, cómo reaccionar y por lo mismo no tengo un plan que seguir… me siento un idiota, sin embargo, necesito arrodillarme frente a ella y rogar perdón por esta monstruosidad a la que la arrastré.
—Debes de dejar eso. Pero además, esta no es la forma. Así no conseguirás nada, eso te lo seguro. Ve a trabajar, despabílate. Los hospitales no son un buen lugar para tomar decisiones. Descansa y verás que todo lo ves diferente. Incluso podrás pensar en qué debes hacer. Sebastián… ella necesita paz y tú también, ambos deben encontrarla para poder estar juntos de nuevo ¿Comprendes? Tú haz lo que debes hacer y no te preocupes por nada, aquí estoy yo y sabes que le he tomado mucho cariño, la estamos cuidando muy bien…
—Creo que tienes razón… esto no me está llevando a ningún lado —aceptó entendiendo que tenía que recuperarse de este golpe para poder dar la cara a Isabella y poder pelear por ella.
—Así es Sebastián, tú mejor que nadie sabes que cuando se está dentro del problema es muy difícil ser objetivo, haz triunfado en todo y lo que has construido no es porque te hayas tentado el corazón ni hayas sido un blandengue. Veló así… esto es otro complicado negocio en el cual están en juego demasiado; estrategias Sebastián, piensa en estrategias, es la única forma de que la vuelvas a tener y ella te vuelva a aceptar —le sugirió animándolo.
—Gracias Paco, tienes razón… la quiero en mi vida de nuevo y te juro que la tendré, pero esta vez, haré las cosas bien —se prometió a si mismo al tiempo que le sonreía agradecido. Ciertamente no podía seguir así, sentía que se estaba volviendo loco, cada hora era peor que la anterior, su cabeza corría a mil por hora, revoloteando con ideas que no tenían solución. Debía cambiar las cosas y debía hacerlo ya, la situación era muy dolorosa y el estar ahí no estaba ayudando en nada. Se sentía la sombra de sí mismo. Necesitaba ser el hombre fuerte que siempre fue, por él y sobre todo por ella, pues sabía que muchas batallas se avecinaban y tenía que poder enfrentarlas todas y cada una, tenerla de nuevo iba a costar mucho más de lo que siquiera alcanzaba a imaginar, eso lo sabía muy bien.
Sin embargo, ahí, en ese sitio, se juró que así sería; Isabella volvería a verlo de aquella forma y entonces él sería la peor versión de sí mismo para quienes pretendieran siquiera dañarle un cabello.
Año nuevo pasó sin que nadie lo notara. A Dana la enteraron de que su hermana estaba internada cuando estuvo en condiciones de recibirla. Fue a verla y al salir, lloró desolada en el regazo de su madre. Verla en una cama, en el hospital, así de delgada y ojerosa, la impresionó tanto como le dolió.
Sebastián regresó a trabajar al día siguiente de aquella conversación. Hablaba constantemente con Marco y este lo mantenía informado de cómo iba evolucionando su hermana. Isabella ya estaba completamente fuera de peligro, la debilidad poco a poco cedía al igual que las ojeras y ya comenzaba a ganar un poco de peso. La pasaron a un cuarto en el piso regular. Cada día se sentía mejor físicamente, pero en su interior todo era tan diferente; su pecho continuaba con la misma opresión aplastante, existían momentos que hasta incluso respirar le costaba mucho. Prefería dormir y evadir así todo las emociones y sentimientos, eso era más fácil que enfrentarlos.
No pasaba segundo en el que no pensará en él, a pesar de todo lo amaba y por lo mismo toda la situación era peor. No quería ni siquiera preguntar por Sebastián y los demás no lo mencionaban, sólo su hermano de vez en cuando. Sin embargo, sentía que era lo mejor, entre ella y él todo acabó y no existía manera de que fuera de otra forma. Jamás se volvería a exponer a que algo como lo que ocurrió volviera a pasar, su mundo nunca la vería con buenos ojos y no veía cómo podría perdonar a esa gente por lo que le hicieron. Aprender la lección costó muy caro, no cometería de nuevo ese error por mucho que lo amase como lo hacía.
Estar cerca de Marco le daba fuerzas para seguir, pues su interior estaba seco, vació. Él ya le había narrado cómo descubrió todo. Le explicó que encontró las fotografías en el periódico y que al verla abrazada de su madre supo que todo era mentira. Todos le dijeron que se había ido a España, no lo creyó.
Con ayuda de sus amigos comenzó la investigación de las imágenes, las manipularon, pero nada. Un día cuando se encontraba sólo entró a la habitación de sus padres a buscar las llaves de su recámara que se quedó cerrada y al abrir uno de los cajones halló el sobre con todo lo que la acusaba. Lo leyó y corrió, con las imágenes originales, a pedir ayuda a sus amigos genios de la tecnología, pero el dinero que tenían no era suficiente. Buscó a Paco clandestinamente y le contó todo su pasado para que así entendiera por qué sabía que ella no era culpable.
El hombre confió en sus palabras y le comenzó a ayudar. Con ese dinero compraron equipo adecuado para poder ver si las fotografías eran fotomontaje. Paco contrató investigadores privados y ambos fueron a buscar a su madre. Marco la amenazó con denunciarla y como era de esperar, confesó todo. Poco a poco las piezas se fueron uniendo y dieron con la verdad de todo. Los accionistas del conglomerado que poseía Sebastián no la querían y les preocupaba su imagen en el mundo de los negocios al tener una relación con una chica cualquiera, así que idearon, junto con Abigail, esa treta para sacarla de la jugada pensando que nunca los descubrirían.
Cuando todo embonó, Marco quiso comenzar a buscarla creyendo siempre que se encontraba en un sitio seguro y a salvo, pero el terror se apoderó de él al ver que donó todo el dinero que ganó haciendo los trabajos y tareas a sus compañeros. Así que ambos decidieron que era momento de que todos se enteraran, los citaron, con todo el equipo necesario y el informe de la investigación mostrándoles la verdad.
Sebastián contrató a un escuadrón de detectives y en unos días la encontraron.
Lo que su hermano hizo por ella era increíble. Le debía el recuperarse, el salir adelante. Marco echó toda la leña al fuego por ella, no podía defraudarlo. Recordaba todo mientras lo veía dormir tranquilamente en el sofá a lado de su cama, su cara era preciosa, ya había dejado de ser un niño hacía mucho tiempo, ahora era un jovencito y muy guapo, con grandes ojos como los suyos, cabello obscuro y ondulado que le daba a sus facciones mucho más fuerza. En los dos últimos años creció mucho, era alto y cautivador, sería un gran hombre, eso la reconfortaba a pesar de todo.
—Isa, ya revisé tus últimos análisis y por fin le dimos la vuelta a tu anemia, tu cuerpo está en franca mejoría en todos los sentidos. De ahora en delante solo tienes que cuidarte mucho y terminar de recuperarte. Comer bien, no fatigarte, dejar que todo lleve su curso. Carmen ya tiene todas las indicaciones, así que… mañana sales de aquí —Paco la estaba dando de alta. Carmen, Raúl y Marco estaban ahí siendo testigos de la noticia y la veían llenos de felicidad.
–Gracias…. por todo Paco —le agradeció con una sonrisa triste. Todos hicieron lo mismo, él no se alejó de ella ni un segundo, luchó por salvarla sin descanso y ahora gozaba de su logro.
—Isa, no tienes nada que agradecer, ha sido un placer —expresó guiñándole un ojo.
Esperaba que su interior sanara tan bien como su exterior. Isabella estaba deprimida, decaída, su mirada era triste y ausente, la chica que conoció se esfumó, en su lugar estaba una muchacha inexpresiva y taciturna. Sólo esperaba que Sebastián pudiera llegar de nuevo a ella, aunque comenzaba a creer que no lo lograría, Isabella sufrió mucho y por mucho que pudiera darle la vuelta a la hoja, la desconfianza seguiría ahí, ahora esa era su forma de observar, de dirigirse y ¿Quién podría juzgarla? La vida se había empeñado en hacerle ver que no debía creer en nada, ni en nadie–. Ojala que todos mis casos fueran como tú, cuídate y no exageres, sé que no sabes estar tranquila pero es por tu bien ¿De acuerdo? —La paciente sonrió ruborizada.
—No te preocupes, Paco. Entre todos nos vamos a encargar de que esta muchachita siga tus instrucciones al pie de la letra —le aseguró Carmen tomando con dulzura la barbilla de la paciente. Haría todo para que esa joven volviera a ser la que era.