Tres fábulas feministas
SUNITI NAMJOSHI
Historia de un caso
Después del incidente, la pequeña R. se quedó traumatizada. El lobo no está muerto. El guardabosques es el lobo. Si no, ¿cómo es que estuvo allí justo a tiempo? Se lo explica a su madre. Madre no está contenta. Piensa que el guardabosques es sumamente simpático. Se muere la abuela. El lobo no está muerto. El lobo se casa con madre. R. no está contenta. R. es una chiquilla. Madre piensa que el lobo es sumamente simpático. Le rogamos que vea al psiquiatra. El psiquiatra explicará que en general los lobos son sumamente simpáticos. R. se lo toma al pie de la letra. Está bien ser lobo. Mamá es un lobo. Ella es un lobo. El psiquiatra es un lobo. Mamá y el psiquiatra, y también el guardabosques, están sumamente tensos.
Una habitación privada
La quinta vez, las cosas fueron distintas. Le dio sus instrucciones, le entregó las llaves (incluida la pequeña) y se marchó solo cabalgando. Volvió a aparecer exactamente cuatro semanas más tarde. La casa estaba limpia, los suelos encerados y la puerta de la habitación pequeña no había sido abierta. Barbazul estaba asombrado.
—Pero, ¿no sentías curiosidad? —le preguntó a su esposa.
—No —respondió ella.
—Pero, ¿no deseabas descubrir mis secretos más íntimos?
—¿Por qué? —le replicó la mujer.
—Bueno —dijo Barbazul—, es lo normal. ¿No deseabas saber quién era yo en realidad?
—Sois Barbazul y mi esposo.
—Pero el contenido de la habitación. ¿No deseabas ver lo que hay en el interior de esa habitación?
—No —dijo la criatura—, creo que tenéis derecho a poseer una habitación privada.
Aquello lo irritó de tal manera que la mató en aquel mismo instante. En el juicio alegó provocación.
Leyenda
Había una vez un monstruo hembra. Vivía en el fondo del mar, a seis mil metros de profundidad, y fue sólo una leyenda hasta que un día los científicos se reunieron para pescarla. La arrastraron hasta la costa, la cargaron en un camión y finalmente la colocaron en un vasto anfiteatro donde se aprestaron a efectuar su disección. Pronto se vio que estaba embarazada. Alertaron a las fuerzas de seguridad y precintaron todas las puertas, porque eran hombres responsables y no querían correr riesgos con los cachorros del monstruo, pues quién sabe el daño que habrían podido causar si se los hubiera dejado sueltos por el mundo. Pero el monstruo hembra murió con su camada de monstruos enterrada en su seno. Abrieron las puertas. La carne del monstruo empezaba a despedir mal olor. Varios científicos sucumbieron a los gases. No se rindieron. Trabajaban en turnos y con mascarillas. Al final, rascaron los huesos de la criatura hasta que quedaron bien limpios y contemplaron su brillante esqueleto. El esqueleto puede verse en el Museo Nacional. Debajo se puede leer: «El temido monstruo hembra. Los gases de esta criatura son nocivos para los hombres».
Y a continuación figuran los nombres de los científicos que dieron su vida para descubrirlo.