Capítulo 10
Ashley cerró la puerta de su armario, dejó el correo sobre la mesa y fue a la nevera en busca de un refresco. Con la lata entre las manos, se acercó a la ventana y miró el tráfico de fuera. Trataba de convencerse de que era un alivio volver a estar en casa sin tener al lado a una niña habladora y al hombre que la volvía loca, pero antes de acabarse la bebida se dio cuenta de que eso no era cierto.
Era irónico que durante una semana fuera a vivir la vida que siempre había deseado: vivir con Jake y cuidar de sus hijos.
Por suerte, ya no la trataba como a una niña. Aunque la situación actual era peor porque aunque él se sentía físicamente atraído por ella, no quería mostrarse cariñoso con ella.
Entró en su habitación. Además de recoger ropa, tenía que adoptar una nueva actitud hacia Jake y su hija. A pesar de lo que su padre creía, no estaba usando a Heather como una excusa para seguir allí, tan sólo quería hacerle más fácil su adaptación.
Lo que haría de ahora en adelante sería ignorar a Jake y tomar pastillas para dormir.
Cuando Ashley regresó, Heather se había levantado de la siesta y oyó que estaba en la cocina. Al oír reír a Jake, sonrió y entró.
Jake había encontrado los dulces que había comprado el día anterior y se los había dado a Heather, que parecía disfrutar saboreándolos, a juzgar por el color fresa de la mancha de alrededor de su boca.
—¡Ashley! Has llegado. Te he echado de menos. No te encontré cuando me desperté.
—Te prometí que volvería enseguida —dijo Jake mirando en dirección a Ashley, pero evitando encontrarse con sus ojos—. Y aquí está.
—No quiero que te vayas, Ashley —dijo Heather—. Nunca más.
Ashley se sirvió un vaso de agua.
—Hagamos un trato. Tengo que trabajar y no puedo llevarte siempre conmigo. De vez en cuando sí, pero no siempre. Así que durante el día estarás con tu papá y cuando acabe de ocuparme de los animales que vengan a mi consulta, vendré a casa y estaré contigo por las tardes.
—Y las noches —añadió Heather insistente.
—Durante una temporada, me quedaré también por las noches.
—Pero yo quiero que te quedes siempre aquí.
Jake permaneció en silencio.
—No puede ser, cariño —dijo Ashley agarrando su bolsa—. Subiré mi ropa arriba y veré qué preparo de cena.
Ashley subió a su habitación, cerró la puerta y se dejó caer en una silla. Sus sospechas sobre sí misma se habían confirmado. Era una masoquista.
El viernes siguiente, Ashley, acompañó hasta la puerta a su último paciente y a su dueño y se quedó junto al escritorio de Wendy.
—Creo que he acabado por hoy. ¿Qué tal se presenta mañana?
—Ocupado, como de costumbre. Al menos, este fin de semana no estás de guardia.
—Por suerte. Estoy contando los días para que llegue el nuevo veterinario. Aunque Woody y yo trabajemos a jornada completa, hay demasiado trabajo para los dos.
—Lleváis toda la vida viviendo aquí y la gente confía en vosotros.
Ashley se encogió de hombros.
—Es bueno saberlo. De momento, lo único que me apetece es darme un baño caliente y luego meterme en la cama hasta el día siguiente.
—Parece un buen plan.
Ashley sonrió.
—¿Con una niña de tres años cerca? ¡Imposible!
—No me has contado qué tal van las cosas.
—Van progresando. Jake voló a Austin y San Antonio a entrevistar a algunas candidatas, pero no parece que ninguna de ellas le haya gustado especialmente, aunque todas están cualificadas e interesadas en conocer el rancho. La próxima semana vendrán dos. En cuanto a Heather, tanto ella como Jake se encuentran más cómodos el uno con el otro. Creo que empieza a gustarle vivir en el rancho.
—¿Pero?
Ashley suspiró.
—Sigue insistiendo en que no me vaya. Dado que Jake asegura que antes de que acabe la próxima semana habrá contratado a alguien, Heather tendrá que aceptar que no puede salirse siempre con la suya.
—Todo el vecindario está muy interesado en saber cómo van las cosas por el rancho. El rumor de que Jake tiene una hija, ha mantenido los teléfonos ocupados. Y contigo en el meollo, el teléfono de mi casa tampoco ha dejado de sonar.
—Es una lástima que no haya otras formas de entretenimiento en la ciudad. No sé por qué les interesa tanto.
Wendy sonrió.
—Vamos, Ashley. Por un lado está un codiciado soltero y su hija y por otro, una veterinaria muy atractiva pasando su tiempo libre con ellos. Eso es todo un cotilleo.
—Bueno, como mi abuela solía decir, mientras hablen de mí, no hablan de otros. No pasará mucho tiempo antes de que ocurra algo que desvíe la atención de nosotros.
—No dejo de decirles a todos los que llaman que no hay nada escandaloso en todo esto, pero no sé si todo el mundo lo entiende así —dijo y después de hacer una pausa, añadió—: No te molestes por lo que voy a decirte, pero estos últimos días pareces cansada. Quizá deberías tomarte algún día libre.
—Estoy bien, es sólo que no duermo bien.
—Entiendo —respondió Wendy enarcando las cejas.
—¿Ya qué viene esa cara?
—A nada.
—Venga, Wendy. Si tienes algo que decirme, dímelo.
Wendy se enderezó en la silla.
—Sólo me preguntaba si Jake tiene algo que ver con el hecho de que no duermas —dijo Wendy con un brillo divertido en los ojos.
—Si estás sugiriendo que duermo con él, te equivocas.
—Ah. Entonces, quizá el motivo por el que no duermas sea él.
Ashley forzó una sonrisa. Wendy había dado en el clavo, pero no estaba dispuesta a decírselo.
—Eres incorregible. Me voy. Quizá te pida que me organices un día libre la semana que viene.
Esperemos que no haya ninguna epidemia entre nuestros pacientes.
Agitando la mano, Ashley se despidió y salió de la clínica decidida a ir a comprar algunas cosas.
Después de aparcar, se detuvo unos segundos para ver qué estaba sucediendo en la plaza. Por la gran cantidad de personas que había, parecía que todo el mundo en la ciudad se había puesto de acuerdo para ir de compras.
Algunas personas la saludaron de camino a la droguería.
Una vez de camino al rancho, Ashley se preguntó si podría entrar sigilosamente a la casa sin que Heather o Jake la vieran. De ser posible, podría darse un largo y relajante baño.
Jake y ella habían creado una especie de rutina. Ella pasaba las tardes con Heather hasta que se iba a la cama, a eso de las ocho. Desde la primera noche, se había acostumbrado a irse después a su habitación a leer. El seguía mirándola como si esperara que se abalanzara sobre él en cuanto se despistara.
Ashley suspiró. No podía culparlo. Ella había tomado la iniciativa al besarlo el domingo anterior y al ver su reacción, había decidido no dejarse llevar por sus impulsos otra vez.
Una de las noches de aquella semana, había bajado a la cocina a beber algo y había visto la luz de su estudio encendida. La puerta estaba cerrada y supo entender la indirecta: no quería que invadiera su espacio.
Al menos, buscaba sin cesar a alguien que se ocupara de Heather. Estaría tan contenta como él cuando volviera a su rutina habitual y pudiera volver a dormir por la noche.
Jake y sus hombres volvieron al rancho. Tanto los hombres como los animales estaban agotados.
El sheriff había llamado aquella mañana para decirle que sus investigaciones acerca de los recientes robos de coches en la zona, le hacían creer que los malhechores se estaban escondiendo dentro de la propiedad de Jake. Debido al tamaño del rancho, había zonas que apenas eran visitadas, especialmente las que eran de difícil acceso. El sheriff solía sobrevolarlas de vez en cuando, pero hacía tiempo que nadie iba a inspeccionarlas. Si los ladrones se estaban escondiendo en el rancho, probablemente habrían elegido esa zona inaccesible.
Había recibido la llamada después de que Ashley se fuera a la clínica. Después de explicarle a Jordan la situación y la necesidad de que él junto con algunos de sus hombres fueran a caballo a inspeccionar la zona, éste se había ofrecido a quedarse con Heather. Jordan le había dicho que tendría que acercarse a la ciudad y después a su casa para comprobar cómo iba la construcción de sus nuevos establos. Le aseguró que la niña no sería ninguna molestia.
Jake sabía que su hija era agotadora, pero necesitaba ayuda. No quería pedirle a Ashley más de lo que estaba haciendo.
Había pasado el día con sus hombres en busca de huellas. Se había llevado los mapas del rancho y habían revisado todo lo que habían podido. Al llegar a casa, Jake retiró la silla de montar de su caballo, lo acarició y le dio de comer. Estaba cansado, señal de que su cuerpo no soportaba ya los largos paseos a caballo y que aquel exceso le pasaría factura.
Aquél era el momento del día que más temía, cuando tenía que estar cerca de Ashley. Por las mañanas, trataba de salir de casa antes de que los demás se levantaran, pero por las tardes, no había manera de evitar estar con ella hasta que Heather se iba a la cama. Después, solía irse a su estudio a revisar las cuentas y ver la televisión hasta que se convencía de que podría dormir.
Daba igual que estuviera con Ashley o no, su subconsciente no hacía más que recordarla cada vez que cerraba los ojos. Cansado como estaba, probablemente esa noche se quedaría dormido nada más meterse en la cama.
Entonces recordó que era viernes y que había prometido a sus compañeros de póquer darles la oportunidad de recuperar parte de su dinero. No podía hacer nada, tenía que ir. Una ducha caliente y algo para sus músculos doloridos seguro que lo ayudaban. Al menos, no tenía nada planeado para el fin de semana. Quizá se llevara a Heather a algún sitio para que se fuera acostumbrando a no tener cerca a Ashley.
Llevaba todo el día sin ver a Heather, así que tendría muchas historias que contarle. Así pasarían el rato hasta que se fuera a la cama. Después, se iría a la ciudad.
Había entrevistado al menos a una docena de candidatas. Dos de ellas reunían los requisitos que buscaba y estaban dispuestas a vivir en Hill Country. Había hecho los arreglos necesarios para que visitaran el rancho durante la semana siguiente. Eran de mediana edad y confiaba en que a Heather le gustaran.
Aun así, no estaba seguro de que él pudiera evitar pensar en Ashley una vez se fuera y regresara a su casa. Una voz interior no cesaba de repetirle durante los últimos días que tenía que casarse con ella. Había tratado de ignorar aquel pensamiento, pero la idea no hacía más que dar vueltas en su cabeza y no podía evitarlo. Aquella voz interior no cesaba. De hecho, no dejaba de resaltar las diferencias entre su relación con Tiffany y la que había tenido y podía tener en un futuro con Ashley.
Ya había asumido el hecho de que estaba enamorado de ella. Si había tenido alguna duda al respecto, la semana pasada se habían desvanecido. Cada vez que oía su voz y su risa, cada vez que la veía, deseaba rodearla con sus brazos y abrazarla con fuerza.
No era que no estuviera seguro de su amor por ella. Era que la idea de volver a casarse le producía pesadillas. Tiffany le había hecho sufrir mucho durante su matrimonio. Nunca pensó que pudiera ser capaz de ocultarle la existencia de su propia hija.
Entonces, era cuando la voz interior comenzaba de nuevo.
A Tiffany nunca le había gustado la vida en el rancho. Sin embargo, Ashley no conocía otro tipo de vida. Tiffany se gastaba miles de dólares en ropa, maquillaje y peluquería. Rara vez había visto a Ashley con algo que no fueran vaqueros y camisetas y el único maquillaje que Ashley utilizaba era pintalabios. Además, tenía un corte de pelo sencillo que la hacía parecer adorable.
Si hubiera sido sensato, se habría casado con Ashley. Sólo que ella era demasiado joven.
«Eso era antes. Ya no es ninguna adolescente», le decía su voz interior.
Al salir del establo, Jake se preguntó dónde estarían, Jordan y Heather. Allí estaba la camioneta de Ashley. Quizá Jordan había dejado a Heather y se había ido a casa.
Una vez en el interior de la casa, no oyó ningún sonido, lo que era una señal de que Heather no estaba allí o, si estaba, estaría durmiendo.
El contestador automático estaba parpadeando y apretó el botón para escuchar los mensajes.
Había uno de Jordan. Al fondo, se oía la voz de Heather, además de la de otras personas.
—Hola, Jake, no quería que te preocuparas por nosotros. He parado en casa de mis padres para que conocieran a la niña y mamá nos ha invitado a quedarnos a cenar con ellos. He pensado que no te importaría. La llevaré de vuelta antes de que anochezca.
Puesto que eran casi las siete, Jake se imaginó que volverían no más tarde de las ocho, hora de que Heather se fuera a la cama y él a la ciudad.
Se preguntó dónde estaba Ashley. Solía estar en la cocina cuando llegaba. Subió los escalones de dos en dos y se detuvo frente a la puerta de su habitación. Si estaba durmiendo, no quería molestarla.
Al ver que no obtenía respuesta, abrió cuidadosamente la puerta para asegurarse de que no estaba allí y vio la cama intacta.
Al darse la vuelta para salir, se dio cuenta de que la puerta del baño estaba abierta y la luz encendida.
—¿Ashley?
Se alarmó. ¿Y si estaba enferma?
Se detuvo a la entrada del baño y vio su reflejo en el espejo. Estaba dentro de la bañera y parecía dormida. Se quedó de piedra al verla. Sabía que tenía que irse, lo sabía. Verla así era lo último que necesitaba.
Pero ¿y si se ahogaba? Era peligroso quedarse dormido en la bañera.
Jake entró lentamente en el baño, pensando en la manera de despertarla sin asustarla. Sus rosados pezones flotaban sobre el agua.
Sin poder pensar, se agachó junto a la bañera.
Tenía un cojín detrás de la cabeza y sonaba una suave melodía de una radio que había cerca. El verla tan relajada le hizo darse cuenta del aspecto cansado que había tenido durante toda la semana, el mismo que él veía cada mañana cuando se afeitaba.
Se arrodilló junto a la bañera, absorto por su belleza. Sus pechos guardaban proporción con su pequeña constitución, su cintura era fina, sus caderas simétricas y tenía las piernas y el abdomen ligeramente musculados, sin perder el aspecto delicado.
Cerró los ojos, pero no le sirvió de nada. Ahora estaba impresa en su cabeza para siempre.
Cuando volvió a abrir los ojos, pronunció su nombre como si fuera una oración.
Ashley —susurró.
Sus pestañas aletearon y Ashley abrió los ojos.