Capítulo 4

Jake la tomó por la cabeza y la apretó contra su pecho sin decir nada. Ella se tranquilizó, cerró los ojos y deseó llorar. No era culpa de Jake. Estaba demasiado cansada para luchar contra sí misma.

Cuando la soltó, él tomó su rostro entre las manos.

—No me había dado cuenta de lo mucho que te he echado de menos hasta que te he visto esta noche. Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad?

—Sí —contestó ella, evitando sus ojos—. He dejado de ser la niña que solía vivir aquí en el rancho.

Él sonrió y rozó sus labios con los de ella.

—Ya me he dado cuenta —dijo él—. Te has convertido en una mujer preciosa, Ashley.

—Gracias. Hace mucho tiempo que no estamos juntos, Jake y todo ha cambiado.

Él se separó.

—Tienes razón. Creo que todavía te veo como la niña que eras —dijo y al ver que no respondía, tomó su mano y añadió—: Te dejaré elegir habitación. Hay una a cada lado y otra enfrente de la de Heather. Puedes usar la que prefieras.

Y sin detenerse, agarró la bolsa que Ashley había dejado antes al pie de la escalera y siguió subiendo sin soltar su mano.

Se detuvieron en el pasillo, junto a la puerta de Heather mientras Ashley echaba un vistazo a cada habitación.

—Me quedaré en la de enfrente.

—Está bien. Cada habitación tiene su cuarto de baño. Creo que encontrarás todo lo que necesitas. Si no, dímelo —dijo entregándole la bolsa.

Ella entró en la habitación y dejó la bolsa en una de las sillas.

—Tu madre estará encantada cuando sepa que tiene una nieta —comentó distraídamente mientras abría la cama—. Una vez me confesó que en ocasiones se preguntaba si alguno de vosotros sentaría la cabeza y tendría hijos.

Al ver que no respondía pensó que se había ido, así que se sorprendió al ver que estaba parado junto a la puerta con una extraña expresión en el rostro.

—¿Qué ocurre?

—Mis padres. Tengo que decírselo a mis padres.

—Pensé que estaban fuera de la ciudad.

—Así es, están en algún lugar al noroeste, pero llaman con frecuencia. Mamá querrá volver enseguida, en cuanto se entere.

—No hay nada malo en eso. Así podrá cuidar de Heather hasta que hagas los arreglos necesarios.

—No quiero aprovecharme de mi madre de esa manera —dijo él sacudiendo la cabeza—. No me parece justo. Después de tantos años, se merece viajar con papá sin tener que preocuparse de lo que pasa aquí. Ya se me ocurrirá otra manera de resolver esto.

Jake se dio media vuelta y se fue. Ashley cerró la puerta y miró alrededor de la acogedora habitación. Después, se quitó la ropa, se metió en la cama y enseguida se quedó dormida.

Jake entró en su cuarto de baño y se apoyó en la puerta cerrada. Había sido una noche de grandes sorpresas. Descubrir que era padre de una niña y que iba a tener que ocuparse de ella había sido impactante. Pero también lo había sido descubrir a la mujer en la que se había convertido Ashley al cabo de los años.

Abrió el grifo y se desnudó, pensando en Ashley. Se metió en la ducha y dejó que el agua corriera sobre sus músculos tensos.

Seguía siendo menuda, pero ahora su cuerpo tenía unas curvas capaces de quitar el hipo. La trenza que siempre había llevado, había desaparecido y llevaba un corte de pelo masculino, que resaltaba sus mejillas, llamando la atención sobre sus exóticos ojos verdes y su esbelto cuello. Incluso de niño, le había sido imposible resistirse a aquella mirada y acababa haciendo todo lo que ella le pedía.

Esa noche, sus ojos reflejaban cansancio y se sentía mal por haberla hecho ir a aquella hora. La había abrazado y besado sólo para agradecerle su ayuda. No estaba preparado para lo que había sentido al rozar sus labios.

De repente recordó la noche en que años atrás ella lo había besado, haciendo que el corazón le bombeara sangre hasta sitios donde nunca pensó que pudiera llegar, al menos, no con Ashley. Ella era tan sólo una chiquilla descubriendo su propia sensualidad y no habría entendido la reacción que le había provocado. Probablemente, ella no recordaría el incidente. Ahora, era una mujer adulta y en lo que a él se refería, la atracción no había desaparecido. Con todo lo que acababa de pasar en su vida, lo último que necesitaba era preocuparse por sus sentimientos hacia Ashley.

Tan pronto como Heather estuviera preparada para conocer a su padre y se produjera el primer encuentro, Ashley se iría y él se haría cargo de la situación. Al menos, eso era lo que Jake esperaba.

Tenía que esperar al lunes para llamar a las oficinas de empleo de Dallas, Austin y San Antonio y solicitar a alguien cualificado para cuidar a su hija.

Jake cerró el grifo y se secó antes de regresar a su dormitorio. Al meterse en la cama, de repente reparó en que no era una buena idea seguir durmiendo desnudo ahora que su hija estaba allí.

Usar pijama era sólo uno de los cambios que tenía que hacer en su vida ahora que Heather vivía allí.

Sonrió y cerró los ojos. Era el padre de una niña preciosa. Cualquier cambio que tuviera que hacer, merecería la pena.

Ashley acababa de dormirse cuando alguien le tocó el hombro.

—Déjame —murmuró sin abrir los ojos.

De todas formas, la voz de Jake junto a su oído era todo lo que necesitaba para despertarse de inmediato y recordar dónde estaba.

—Ashley —susurró él—. Siento despertarte, pero Heather está muy intranquila. Sigue en la cama, pero ya ha llamado dos veces a su bisabuela. Ahora está llamando a su madre.

Ashley se frotó los ojos e hizo un gran esfuerzo por mantenerlos abiertos.

—¿Qué hora es?

—Poco más de las seis. Haré un poco de café mientras tú vas a hablar con ella.

Ashley se quedó mirándolo fijamente. Estaba recién afeitado y llevaba ropa limpia. ¿Cómo podía alguien tener tan buen aspecto nada más levantarse?

Tan pronto como él se fue, apartó las sábanas y se vistió. Luego, abrió la puerta y se sorprendió al ver a Jake dando vueltas por el pasillo.

—Venga, Jake —susurró—. Es tan sólo una niña. Te comportas como si toda la casa estuviera a punto de explotar.

—Lo siento —dijo pasándose la mano por el pelo—. Es que no quiero que se asuste. Es tan pequeña. ¿Y si se pone a llorar?

Ella sacudió la cabeza. Uno de los hombres más duros de Texas estaba asustado ante la idea de una niña llorando. ¿Quién lo creería?

—Todos los niños lloran de vez en cuando, Jake —dijo ella—. No es el fin del mundo. Ve y haz el café que me has prometido y veré lo que puedo hacer.

Habían estado hablando en susurros y Ashley se preguntó si Heather los habría oído. Una vez que Jake se hubo ido, se asomó por la puerta y vio a la niña arrodillada en el centro de la cama y abrazada a sus muñecos de peluche.

Ashley respiró hondo y dibujó una sonrisa en su rostro.

—Buenos días, Heather —dijo entrando lentamente en la habitación—. ¿Cómo estás esta mañana? Heather se giró hacia ella, abrazando con fuerza sus peluches.

—No te conozco —dijo con voz temblorosa, abriendo sus grandes ojos azules—. ¿Dónde está mi mamá?

A fin de dar tiempo a Heather para que se acostumbrara a su presencia, Ashley se acercó a la ventana y abrió las cortinas, dejando que el sol entrara en la habitación. Después, regresó junto a la cama y se sentó a los pies.

—Mi nombre es Ashley. Tu mamá te dejó anoche aquí para que pasaras un tiempo con tu papá.

¿Cuánto podría comprender una niña de tres años? Ashley confiaba en poder explicarle bien las cosas a Heather para no inquietarla más de lo que ya estaba.

—Yo no tengo papá —dijo Heather frunciendo el ceño.

Aquellas duras palabras le partieron el corazón. Aquello iba a hacer el encuentro con Jake más difícil de lo que habían imaginado.

—Claro que lo tienes —respondió Ashley con dulzura—. Y está muy contento de que hayas venido a verlo. Está deseando conocerte. ¿No quieres conocerlo?

Heather se quedó mirando a uno de sus muñecos: Al levantar los ojos, estaba llorando.

—Tengo que ir al baño.

—Claro. ¿Ves aquella puerta? Tienes tu propio cuarto de baño. ¿Necesitas ayuda?

Rápidamente, Heather sacudió la cabeza, salió de la cama por el lado contrario al de Ashley y corrió al baño antes de cerrar la puerta tras ella.

Ashley se encogió de hombros. Bueno, aquello había ido bien. ¿Qué sabía ella de niñas pequeñas?

El hecho de haber sido una, no la capacitaba para tratar con una niña asustada por su nuevo entorno.

Oyó el sonido de la cadena y del grifo. Alguien la había educado bien. Cuando abrió la puerta, Heather trataba de subirse el pantalón del pijama que se había enredado con su ropa interior.

—¿Necesitas ayuda, tesoro?

Heather se paró y la miró.

—Me llamo Heather, no tesoro.

—Pareces un tesoro con ese pijama amarillo, tus rizos rubios y tus ojos azules. Tesoro es un apodo divertido.

—¡Oh!

Heather resolvió el problema quitándose el pantalón. Ashley se levantó y se acercó al armario.

—Veamos si hay algo aquí que puedas ponerte. Heather la siguió.

—¿Tienes ropa en tu casa para mí?

Ashley decidió que aquél no era un buen momento para hablar de quién era el dueño de aquella casa.

—Tu mamá trajo tu ropa —contestó Ashley abriendo uno de los cajones.

Sacó un pantalón azul marino y una camiseta rosa. Podía percibir el agradable olor a café recién hecho y le dio las gracias mentalmente a Jake.

—¿Qué te parece esto? —preguntó mostrándole a la niña la camiseta y los pantalones.

Heather sacudió la cabeza.

—Eso no me gusta —dijo mirando el cajón.

Al ver que no encontraba lo que buscaba, abrió cada cajón y sacó un pantalón rosa a juego con la camiseta. También sacó ropa interior y calcetines a juego.

Ashley se arrodilló junto a la niña, le desabrochó la camisa del pijama y se la quitó. Al ver que no protestaba, continuó ayudándola a vestirse.

—¿Dónde está mi papá? —murmuró Heather, mirando nerviosa alrededor de la habitación.

—Está abajo en la cocina. Iremos a verlo tan pronto como te vistas.

Ashley se sintió aliviada de que la niña se hubiera tranquilizado después de haberse vestido y peinado. Cuando Ashley le ofreció la mano, Heather la tomó sin dudarlo, haciendo que Ashley se sintiera como si hubiera logrado una gran victoria.

Era encantadora e independiente. Era muy especial para su ropa y su cabello, lo que le parecía muy divertido. La hija de Jake era tan decidida como él.

Ashley sonrió al pensar aquello.

—¿Esta casa es vieja, verdad? —preguntó Heather mientras atravesaban el vestíbulo de camino a la cocina—. ¿Mi papá también es viejo?

—Eso depende de lo que para ti signifique ser viejo —dijo Ashley tratando de contener la risa.

Antes de que Heather pudiera hacer otra pregunta, llegaron a la cocina. Heather se detuvo de pronto y se quedó mirando fijamente a Jake, que estaba apoyado sobre el mostrador bebiendo una taza de café. Lentamente, dejó la taza y se puso en cuclillas para estar a la altura de la niña.

—Tienes puestas unas botas —fueron las primeras palabras que Jake oyó de su hija.

Él parpadeó y dirigió una rápida mirada hacia Ashley antes de devolver su atención a Heather.

—Sí, así es —contestó—. Estás muy guapa de rosa. Esos dibujos de tu camiseta, ¿son personajes de cuentos?

—Sí.

Heather continuaba apretando la mano de Ashley mientras estudiaba con gran interés a Jake, lo que parecía ser una buena señal. Al menos, no parecía temerlo.

—No tengo papá —dijo y como si quisiera enfatizar su declaración, añadió—: Eso es lo que dice mamá.

Ashley advirtió que Jake tensaba la mandíbula y entrecerraba los ojos, pero su voz continuó calmada.

—Quizá tu mamá lo olvidó, cariño, porque yo soy tu papá.

Su voz se entrecortó al pronunciar la última palabra.

Heather miró alrededor de la enorme cocina.

—¿Vives en esta casa vieja?

Jake sonrió lentamente.

—Sí, llevo toda la vida viviendo aquí.

—Apuesto a que eres viejo, ¿verdad?

—Quizá para ti lo sea, pero esta casa es más vieja que yo.

Heather se quedó en silencio y de repente levantó la vista hacia Ashley.

—Tengo hambre —susurró.

Ashley había estado observando a Jake atentamente y cuando sus miradas se encontraron de nuevo, ella le hizo un gesto de que todo iba bien.

—Creo que tendré algo por aquí que te guste —dijo él sin demasiada confianza y se dirigió a la despensa—. A ver, tengo cereales y avena.

—Odio la avena —dijo Heather arrugando la nariz.

—Está bien. También tengo. .

—¿Puedo tomar tortitas? —preguntó ilusionada, mirando a Ashley y sonriendo triunfante.

Ashley se rió.

—¿Te funciona eso con tu madre?

—Mamá no me da de comer. Lo hace la abuela. Pero mamá dice que no puedo quedarme con la abuela porque está enferma.

—¿Y qué te da tu abuela de desayunar?

Heather se encogió de hombros.

—Cereales, huevos y esas cosas. Pero a veces me prepara tortitas.

—Te propongo una cosa —dijo Ashley—. Prepararé huevos, tostadas y beicon y dejaré las tortitas para otra mañana. ¿Qué te parece?

—No estaré aquí otra mañana. Mamá vendrá a buscarme.

Ashley y Jake intercambiaron miradas. Al ver que él no decía nada, se giró hacia Heather.

—Siéntate en la mesa mientras yo me ocupo del desayuno.

Era más fácil decirlo que hacerlo. No tenía ni idea de dónde estaban las cosas. Ashley abrió la nevera y se sintió aliviada al ver que estaba repleta.

Antes de sentarse a la mesa, Jake había preparado un asiento para Heather apilando un par de guías telefónicas. Heather esperó en mitad de la cocina a que Ashley estuviera lista para sentarse y entonces, le lanzó los brazos. Se había mantenido distante de Jake desde el primer momento. Aquello iba a llevar algún tiempo, pensó Ashley y se imaginó cómo debía de sentirse él ante la cautela de su hija.

Jake se quedó mirando inexpresivo cómo Ashley levantaba a la niña y la sentaba sobre las guías, al otro lado de donde estaba.

—Ya estás —dijo Ashley acercando la silla a la mesa antes de sentarse a su lado.

—No hablas mucho —dijo la niña a Jake mientras Ashley servía algo de comida en el plato de Heather.

—Hablo cuando tengo algo que decir —respondió Jake.

—Yo siempre tengo algo que decir —afirmó Heather.

—Empiezo a darme cuenta —dijo él comenzando a comer.

Estaban a punto de acabar de desayunar cuando Jake se sobresaltó.

—Acabo de recordar que he quedado en encontrarme con Jordan a las diez en el banco. Le prometí que lo acompañaría a una reunión que tiene con Tom McCain —dijo frotándose la frente como si le doliera la cabeza.

Y ahora, ¿qué? Tenía pensado que aquél sería el momento de despedirse de los Crenshaw y dejar que ellos solos resolvieran la situación. Ya que Jake no le iba a pedir a April que lo ayudara con Heather, Ashley tenía el presentimiento de que sus servicios iban a hacer falta. No se imaginaba a Heather quedándose quieta durante la reunión.

Miró a la niña. Se había comido los huevos revueltos, dos lonchas de beicon y estaba comiéndose una tostada.

Ahora que Jake lo mencionaba, recordó que Jordan le había contado hacía unos días que había solicitado un préstamo para construir un establo y dejar de usar el de Jake. Todo el dinero de Jordan estaba invertido en su granja.

—¿Quieres pasar conmigo la mañana? —preguntó Ashley a Heather sonriendo.

—¿Dónde?

—En mi trabajo. Soy doctora de animales. ¿Te gustan los pollitos y los cachorros?

—Mi abuela dice que son muy sucios.

—A veces lo son. Si quieres venir conmigo, te los enseñaré.

—Y él, ¿qué va a hacer? —preguntó la niña mirando a Jake, como si él no pudiera hablar.

—Irá a una reunión y después, vendrá a buscarte para traerte a casa.

—Esta no es mi casa —recordó Heather—. ¿Cuándo vendrá mi mamá a buscarme?

—Ésa es una buena pregunta, cariño —dijo él—. Podemos seguir hablando de eso cuando te recoja, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —respondió Heather asintiendo con la cabeza.

—Bien —dijo Ashley levantándose.

Ayudó a Heather a bajarse y la acompañó hasta el fregadero para lavarse las manos. Mientras Heather daba vueltas por la estancia, Ashley se acercó a Jake, que se estaba sirviendo otra taza de café.

—¿Sabrás arreglártelas con ella a solas?. —le preguntó en voz baja.

—Haré lo que pueda, dadas las circunstancias. Te agradezco que te la lleves contigo. No me he acordado de la reunión hasta ahora.

—Ya me he dado cuenta de que tienes otras cosas en mente. Está bien, Jake. Wendy puede ayudarme.

—¿Wendy Modean? ¿Ahora trabaja para Woody Morris y para ti?

—Fue la primera que respondió al anuncio que pusimos. Ahora que sus hijos son mayores, dice que se aburre en casa.

—Tienes suerte, no podías haber encontrado alguien más competente que ella. Creo que trabajó en el banco hace años y que fue una de las mejores empleadas, según Tom. Tienes toda una profesional.

—Lo sé —dijo mirando su reloj—. Tengo que irme. Te veremos a eso de las once, ¿no?

—Sí, no más tarde de las doce —dijo y agarrándola del brazo, añadió—: Gracias.

Su expresión era de agradecimiento y algo más. Ashley recordó el abrazo y el breve beso que habían compartido la noche anterior. Podía hacer aquello. Unas cuantas horas más y habría acabado con los Crenshaw. Una mirada más de Jake como aquélla y se lanzaría a sus brazos para pedirle que la amara. Ya había aprendido aquella lección muy bien.