Capítulo 3
Ashley Sullivan abrió la puerta de su pequeño apartamento a tiempo de oír que el teléfono estaba sonando. Gruñó. Estaba agotada. Aquel fin de semana estaba de guardia y ya había salido dos veces aquella noche para cubrir un par de urgencias. Y lo peor era que todavía era viernes.
Una llamada en mitad de la noche era siempre mala señal.
Dejó en el suelo el botiquín y descolgó el teléfono.
—Soy la doctora Sullivan —dijo.
—Hola, Ashley.
Ella se dejó caer a un lado de la cama al reconocer quién la llamaba.
Al ver que no respondía, él continuó.
—Soy Jake Crenshaw. Espero no haberte despertado.
Como si no reconociera el tono de su voz. Sintió que se le disparaba la adrenalina al pensar en los motivos por los que podía estar llamándola a esas horas de la noche. Hacía años que no hablaba con Jake.
—¿Qué ha pasado? ¿Se trata de papá?
—No, no es nada de eso —dijo y se detuvo antes de continuar—: Tengo una urgencia. Odio tener que pedirte esto, pero ¿te importaría venir al rancho?
Ella miró su reloj.
—¿Ahora?
—Sé que es tarde, pero necesito verte.
—¿Qué pasa?
Nunca antes había oído aquellas palabras de Jake y eso la sorprendió. Al ver que no contestaba, Ashley pensó que había colgado.
—Mejor te lo explico cuando llegues.
—Me gustaría ayudarte, Jake, pero llevo trabajando sin parar desde la siete de la mañana. ¿No puedes esperar a mañana?
—No, no puedo —dijo. Parecía impaciente. Al ver que ella no contestaba, continuó—: Es algo personal. Fuiste en la primera persona en la que pensé para que me ayudara.
Ashley se llevó la mano al pecho y trató de respirar. No estaba preparada para aquello. Quizá algún día, cuando tuviera sesenta años, sería capaz de controlar sus emociones en lo que a Jake se refería.
—Lo siento, pero. . —comenzó ella y él la interrumpió.
—Sé que no hemos mantenido el contacto durante los últimos años como solíamos hacerlo antes.
Ashley se separó el auricular de la oreja y lo miró incrédula. Él continuó hablando, lo que le obligó a seguir escuchando.
—Esperaba que me ayudaras por la amistad que una vez mantuvimos.
—Jake, no creo que. .
—Ashley —dijo él. Parecía asustado—. Acabo de recibir la noticia más impactante de mi vida.
Tiffany ha estado aquí y me ha contado que tengo una hija que pronto cumplirá cuatro años. La ha dejado aquí y no tengo ni idea de qué hacer con ella.
Ashley se alegró de estar sentada. ¿Jake tenía una hija?
—El caso —continuó él, en tono grave—, es que dentro de unas horas se despertará en un lugar extraño junto a un hombre al que no conoce. Me gustaría que estuvieras aquí cuando se despertara.
Aquel tono íntimo siempre le había hecho derretirse. Aquella conversación no iba bien en absoluto.
—¿Te refieres a que me quede en casa de mi padre? —preguntó ella por fin.
—Quiero que te quedes aquí, con Heather y conmigo. Por cierto, ése es su nombre, Heather Anne Crenshaw.
Ashley cerró los ojos. ¿Qué debería hacer? Estaba demasiado cansada para pensar con claridad.
Estar cerca de Jake, en su propia casa, sería muy doloroso para ella.
Tenía una hija, la hija que siempre había soñado que tendrían juntos. Había sido una ingenua al pensar que algún día formaría parte de su vida. Había aceptado la dura realidad años atrás, pero el descubrir que él tenía una hija, había despertado viejos recuerdos que pensaba olvidados.
—Está bien —dijo ella por fin—. No quisiera ser la responsable de que se asustara de por vida cuando te viera por la mañana —añadió esbozando una sonrisa.
—Gracias, Ashley —dijo aliviado—. Te prometo que no te arrepentirás.
Ya estaba arrepentida, pero los niños eran su debilidad.
—Estaré ahí tan pronto como pueda —dijo y colgó.
Miró la ropa que llevaba puesta y sacudió la cabeza. Después de todo el día en la consulta con animales, tenía que cambiarse antes de ir a ningún sitio.
Ashley entró en el baño y se quedó mirando su reflejo en el espejo. Se alegraba de haberse cortado el pelo el año pasado, lo que le ahorraba tiempo en su apretada agenda. El pelo corto le permitía lavarse el pelo sin necesidad de arreglárselo.
Las ojeras evidenciaban su cansancio. Cerró los ojos. Podía hacer aquello. Tenía que sacar fuerzas de donde fuera y hacerlo. Se quitó la ropa y se metió en la ducha, dejando que el agua corriera por su cuerpo mientras trataba de dejar la mente en blanco.
Sin embargo, más recuerdos la asaltaron. Con cuatro años, solía perseguir a Jake, de doce, que siempre iba tras su padre. Recordaba cuando montaba a caballo con él, haciéndole toda clase de preguntas mientras él se reía. Había sido alto para su edad, con una mata de pelo rubio que siempre estaba revuelto, unos ojos impresionantes que cambiaban de color, del azul plomizo al gris, dependiendo de su estado de ánimo y una sonrisa capaz de detener el corazón de cualquier mujer. No era que con cuatro años se diera cuenta de todo aquello. Por aquel entonces, lo único que quería era no perderlo de vista.
A la edad de siete años, había sabido que él era la persona con la que deseaba casarse algún día y se lo había dicho a todo aquél que se mostraba dispuesto a escucharla. Ahora se preguntaba cómo Jake, a sus quince años, habría soportado las burlas por aquel entonces. Si se sintió avergonzado, nunca se lo dijo.
Jake había hecho su infancia mágica. Le había enseñado a montar a caballo y a disparar un rifle.
Le había prevenido para que nunca abandonara el rancho sin protección contra los animales salvajes que vivían en las colinas y le había enseñado a distinguir sus huellas.
El estaba en la Universidad cuando a los doce años su madre los abandonó. Tan pronto como se enteró, Jake había regresado a casa para ver cómo estaba. Su infancia terminó cuando su madre se fue. Con su ayuda y la de su familia, pudo superar la situación.
Su amor por Jake había ido en aumento con el transcurso de los años. Había deseado durante años que llegara su dieciséis cumpleaños, convencida de que a esa edad Jake la vería como a una mujer y le juraría esperar hasta que acabara sus estudios para casarse.
Un sueño estúpido que se había desvanecido la misma noche de su cumpleaños. Por supuesto que él le había declarado sus sentimientos, pero no había tenido nada que ver con cómo había imaginado que sería.
Dos años más tarde, todas sus esperanzas desaparecieron cuando él se casó con Tiffany pocas semanas antes de que ella se graduara en el instituto.
Había ido a la boda con su padre, a pesar de que tuvieron que conducir hasta Dallas y pasar allí el fin de semana. Su padre le contó que Jake había corrido con todos los gastos de las personas del rancho que quisieron asistir a la boda. Nunca olvidaría la expresión del rostro de Jake al ver a Tiffany dirigirse hacia el altar. Él nunca la había mirado a ella de aquella manera. Fue entonces cuando supo con certeza que nunca la había considerado más que una chiquilla.
Unas semanas más tarde, convenció a su padre para que la dejara irse a la Universidad. Se fue en verano, poco después de que Jake y Tiffany regresaran de su luna de miel. No podía soportar verlos juntos en el rancho. A excepción de alguna breve visita a su padre, había estado alejada del rancho durante años, concentrada en sus estudios y manteniendo a Jake lejos de sus pensamientos, o al menos, eso creía.
Ahora, había aceptado ayudar a Jake a cuidar a la hija que había tenido de aquel matrimonio.
Después de secarse, Ashley se puso unos vaqueros limpios, un jersey y unas zapatillas. Preparó una bolsa con algunas cosas y volvió a salir de su casa, prometiéndose no sucumbir a los sentimientos que aquel hombre le despertaba.
Eran las dos y media cuando Ashley llegó a casa de Jake. Se detuvo enfrente, aparcó su camioneta y se dirigió hacia las enormes puertas de madera de la entrada.
Jake debía de haberla visto llegar porque enseguida abrió.
—Gracias por venir —le dijo cerrando la puerta tras ella.
Parecía tan cansado como ella. Se giró y la condujo hacia la escalera. Ella cerró los ojos, aliviada de que no pudiera ver su reacción. El profundo timbre de su voz le causaba escalofríos en la espalda.
Al pasar junto a él, había sentido el calor de su cuerpo, había oído su respiración y había aspirado su olor. Todavía usaba la misma loción para después del afeitado
—No importa —replicó, mintiendo—. ¿Dónde está?
—Aquí arriba —dijo él comenzando a subir la escalera.
Aquella casa había sido su segundo hogar. Los padres de Jake le habían dado cariño, tratándola como si fuera su hija.
«Puedes hacerlo, sé que puedes hacerlo», se decía mientras caminaba detrás de él. «Sólo porque no lo hayas visto en nueve años no es motivo para que reacciones así. Ya no eres la misma persona. Ni él tampoco».
Una vez arriba, Jake la guió por uno de los pasillos hasta que se detuvo junto a una puerta entreabierta.
Se quedó a la espera de que Jake entrara, pero en su lugar, él le hizo un gesto para que pasara.
Lo primero que Ashley vio al acercarse a la cama fue un puñado de rizos rubios. Tanto Jake como Tiffany eran rubios, aunque lo más seguro era que el pelo de Tiffany fuera teñido.
Heather estaba tumbada de lado y al verla, Ashley advirtió que se parecía mucho a Jake. La niña llevaba un pijama amarillo con personajes de Disney y tenía un brazo alrededor de un muñeco de peluche que alguna vez debió de ser rosa.
Ashley se acercó y estiró las sábanas que la niña había revuelto hasta cubrirle los hombros.
El rostro de Heather era dulce e inocente. ¿Cómo podía una madre abandonar a una criatura así?
Ella sabía perfectamente lo que era ser abandonada por una madre.
Ashley se quedó allí unos minutos, asumiendo aquel cambio en su vida.
Al salir de la habitación, encontró a Jake esperándola en el pasillo. Deshicieron sus pasos hasta llegar al vestíbulo y él le propuso ir al salón.
—Es preciosa, Jake —dijo acercándose a una de las sillas y sentándose.
—Sí, es cierto —admitió él sentándose frente a ella.
—Cuéntame qué ha pasado esta noche. Necesito saber qué pasa. ¿Volverá Tiffany dentro de unos días a recogerla?
Aunque parecía calmado, apretaba los puños con fuerza como si tratara de contener sus emociones.
—Cuando llegué a casa, Tiffany ya estaba aquí. Había acostado a Heather y había guardado sus cosas en los armarios. Al parecer, va a casarse con un imbécil que no quiere tener a la niña. Hasta hoy no le había dicho a Tiffany que tenía pensado dejar a Heather en Las Vegas, donde van a casarse.
Habían hecho planes para disfrutar de una larga luna de miel y por lo que se ve, su novio no contaba con Heather.
—¡Eso es terrible! ¿Cómo puede casarse con un hombre que está dispuesto a abandonar a su hija así?
—Hace tiempo que dejé de intentar comprender a Tiffany. Todavía estoy tratando de asumir la idea de que tengo una hija de la que nunca antes me habían hablado.
Ashley se puso de pie y caminó hasta la gran chimenea. Si ella estaba sorprendida por la idea, podía imaginar cómo debía de sentirse Jake. Él la miraba fijamente. Sabía que tenía que decir algo, pero no sabía el qué.
—No sé cómo puedo ayudarte, Jake. Soy tan extraña para ella como lo eres tú.
—Lo sé. De todas formas, siempre ha estado con mujeres, con su bisabuela y su madre. Confío en que se sienta menos asustada si ve a una mujer durante los primeros minutos.
—Y luego, ¿qué? Aunque supiera cómo cuidar a una niña, apenas tengo tiempo para ayudarte, tan sólo unas horas por la mañana. ¿Has pensado en April? ¿Todavía te ayuda a llevar la casa? Quizá ella pueda hacer algo por ayudar.
Jake se puso de pie también.
—April tiene demasiadas cosas que hacer supervisándolo todo. Y a Craig, su marido, nunca le gustaría la idea de que pasara las noches aquí. Lo cierto es que tengo una hija que no sé cómo tratar.
Dentro de unas horas se despertará y no sé cómo reaccionará cuando vea que su madre no está.
Admito que estoy asustado. Confiaba en que pudieras darme algún consejo.
—¿Por qué yo, Jake? Hay varias mujeres aquí en el rancho a las que podías haber llamado.
—¿Quieres saber la verdad? —preguntó frotándose la nuca—. Porque me acordé de ti a su edad y de lo feliz que eras. Pensé que quizá podrías saber lo que a esta niña le gusta hacer, lo que es importante para ella y todas esas cosas de las que yo no tengo ni idea. No sé qué querrá comer o beber o si sabrá vestirse ella sola.
Ashley sintió que se le encogía el corazón. Si se comprometía a ayudar a Jake durante un tiempo, eso supondría un suicidio emocional. Pero tampoco podía apartar aquel dulce rostro de su mente.
—Jake, vayamos con calma. Ahora mismo no puedo pensar con claridad. Estoy cansada y necesito dormir —dijo mirándolo fijamente y deseando estar en otro lugar—. Sé que esto es muy difícil para ti.
Pero lo bueno es que te has encontrado con algo muy especial. Nunca conocí bien a Tiffany, pero el hecho de que eligiera tener a Heather es digno de admiración.
—Sí —murmuró él—. Me sorprende que siguiera adelante con el embarazo. Al poco de casarnos, dejó bien claro que ella no quería tener hijos. Quizá si lo hubiera sabido antes de casarnos. . —su voz se entrecortó.
—Te habrías casado con ella de todas formas —dijo Ashley terminando su frase—. Era evidente que estabas muy enamorado de ella.
Probablemente lo seguía estando. Enterarse de que Tiffany se iba a casar de nuevo debía de haber sido otro duro golpe para él.
Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Jake se había acercado hasta ella y ahora la abrazaba con fuerza contra él.
—Gracias por hacer esto.
Aquello no iba bien. Estaba demasiado cerca y era tan fuerte, tan masculino. .
A pesar de lo que había decidido, su corazón estaba en peligro.