CAPÍTULO 8

[1] Mohammad Ibn Azzuz Akin, La actitud de los moros ante el Alzamiento, Algazara, 1997, p. 102. <<

[2] Dionisio Ridruejo, Escrito en España, Losada, Buenos Aires, 1964, p. 94. <<

[3] Casanova, Morir, matar…, p. 11. <<

[4] Josep Fontana, prólogo a Espinosa, La columna de la muerte, p. X. <<

[5] Juliá, Víctimas…, p. 92. <<

[6] Este colectivo fue uno de los más castigados por la represión nacional. Varios cientos de maestros fueron asesinados en las primeras semanas: 20 en Huelva, 21 en Burgos, 33 en Zaragoza, 50 en León… Véase Jesús Crespo, Purga de maestros en la guerra civil, Ámbito, Valladolid, 1987; F. Morente «La repressió sobre el magisteri», en Actes del IV Seminari sobre la República i la guerra civil, pp. 80 y ss. <<

[7] Juliá, Víctimas…, p. 94. <<

[8] Casanova, Morir, matar…, p. 106. <<

[9] Ibidem, 107. <<

[10] Luis Castro, Burgos durante la guerra civil (en redacción). <<

[11] Gabriel Jackson, La República española y la guerra civil, p. 271. <<

[12] Emilio Silva y Santiago Macías, Las fosas de Franco, Temas de Hoy, Madrid, 2003, p. 303. Lo mismo sucedió en Falencia, donde la sublevación triunfó de inmediato. En 1936 los «paseos» significaron la muerte de no menos de 103 personas, a las que hay que añadir las 169 condenas a muerte pronunciadas por los tribunales militares. En Soria murieron 281 personas y en Segovia, donde nada había ocurrido antes de la guerra que pudiera justificar la represión, fueron asesinadas 358 personas y otras 2282 fueron encarceladas. Véase Jesús M. Palomares, La guerra civil en Palencia. La eliminación de los contrarios, Cálamo, Palencia, 2002, pp. 121-144. Véase Santiago Vega Sombría, De la esperanza a la persecución. La represión franquista en la provincia de Segovia, Crítica, Barcelona, 2005, p. 279. <<

[13] Juliá, Víctimas…, p. 101. El gran libro sobre la represión en La Rioja está en vías de redacción final: Carlos Gil Andrés, Lejos del frente. Guerra civil y violencia política en La Rioja, 1933-1945 (título provisional). <<

[14] E. Silva y S. Macías, Las fosas de Franco, pp. 317 y ss. <<

[15] Juliá, Víctimas…, p. 103. <<

[16] E. Silva y S. Macías, Las fosas de Franco, pp. 151 y ss. <<

[17] Fraser, Recuérdalo tú…, p. 369. <<

[18] Ibidem, p. 211. <<

[19] Ibidem, p. 213. <<

[20] Cuando, en septiembre de 1936, una columna falangista de limpieza llegó a cerro de Andavalo, lugar de residencia de muchos mineros de Río Tinto, asesino a 315 lugareños. Véase Luciano Suero Sánchez, Memorias de un campesino andaluz en la revolución española, Queimada, Madrid, 1982, p. 84. <<

[21] Espinosa, La columna de la muerte, p. 30. <<

[22] Disponemos, afortunadamente, de una serie de estudios modernos de gran fiabilidad sobre la matanza de Badajoz, sobre todo el de Francisco Espinosa ya citado. Pero véase también Mario Neves, A chacina de Badajoz, O Jornal, Lisboa, 1985; Julián Chaves, La guerra civil en Extremadura, Editora Regional de Extremadura, 1997; Alberto Reig Tapia, Memoria de la guerra civil, Alianza, Madrid, 1999, y Justo Vila, Extremadura: La guerra civil, Universitas, Badajoz, 1983. Los periodistas que informaron al mundo en directo de aquel horror fueron el portugués ya citado Mario Neves, Marcel Dany, de la agencia Havas, Jacques Berthet, de Temps, Jean d’Esme, de L’Intransigeant, Rene Brut, fotógrafo de Pathé Newsreels, Jay Alien, del Chicago Tribune, y John T. Whitaker, del New York Herald Tribune. <<

[23] José Manuel Martínez Bande, La marcha sobre Madrid, SHM, 1982, y Ramón Salas Larrazábal, Pérdidas de la guerra, Planeta, Barcelona, 1977. <<

[24] Espinosa, La columna de la muerte, p. 103. La manipulación de la sobrepropaganda republicana tuvo como eje la nota sensacionalista y fantasiosa que publicó un periódico de Madrid diciendo que en la plaza de toros de Badajoz los rebeldes fusilaban a mansalva ante la complacencia de lo más granado de la sociedad pacense: «Cuando Yagüe se apoderó de Badajoz… hizo concentrar en la plaza de toros a todos los prisioneros milicianos y a quienes, sin haber empuñado las armas, pasaban por gentes de izquierdas. Y organizó una fiesta. Y convidó a esa fiesta a los cavernícolas de la ciudad… Ocuparon los tendidos caballeros respetables, piadosas damas, lindas señoritas, jovencitos de San Luis y San Estanislao de Kotska, afiliados a Falange y Renovación, venerables eclesiásticos, virtuosos frailes, y monjas de albas tocas y mirada humilde». Aquel artículo, destinado a enardecer el ánimo de los defensores de Madrid ante el ataque inminente de las fuerzas golpistas que se aproximaban a la ciudad, ha sido una bendición para los historiadores franquistas porque les ha permitido denunciarlo como pura propaganda y desmentir la falacia de situar a todas esas gentes en el lugar del asesinato en masa, aunque no los hechos mismos, cuya veracidad no pudieron negar. En efecto, la plaza de toros de Badajoz (Pinochet utilizaría un estadio) fue un inmenso reservorio de prisioneros: algunos, especialmente las fuerzas de seguridad leales al Gobierno, fueron sacados y asesinados en las calles y plazas de la ciudad en las que yacían «montañas de cuerpos apiñados en posiciones macabras… o bien alineados en extensas filas dentro del cementerio para ser más tarde incinerados con gasolina», pero otros, no menos de 1200, casi todos civiles y milicianos, fueron masacrados en el mismo albero por el fuego de las ametralladoras que los nacionales montaron en la contrabarrera del toril. La Voz, Madrid, 27 de octubre de 1936. Mario Neves, A chacina de Badajoz, p, 19. <<

[25] En el documentadísimo libro de Francisco Espinosa, que contiene una relación de víctimas de la violencia republicana y de la represión uní nacional, se dan 6610 asesinatos para toda la provincia de Badajoz, pero añade el autor: «No exagero si digo que con lo que sabemos de la zona estudiada es muy fácil que estas 6610 personas aquí relacionadas se duplicaran», La columna de la muerte, p. 321. <<

[26] Alfonso Bullón y Álvaro de Diego, Historias orales de la guerra civil, Ariel, Barcelona, 2000, p. 177. <<

[27] John Whitaker, We cannot escape history, Macmillan, Nueva York, 1943. Citado por Reig Tapia, Memoria de la guerra civil, pp. 140-141 n. <<

[28] Ian Gibson, Federico García Lorca, Crítica, Barcelona, 1998, p. 485. <<

[29] Para los fascistas «café» era también el anagrama de «Camaradas: Arriba Falange Española». <<

[30] La mejor información sobre el asesinato de García Lorca sigue siendo la de Ian Gibson, Granada en 1936 y el asesinato de Federico García Lorca, Crítica, Barcelona, 1979. <<

[31] Michael Seidman, A ras de suelo. Historia social de la República durante la guerra civil, Alianza, Madrid, 2003, p. 120. <<

[32] Casanova, Morir, matar…, p. 97. <<

[33] Juliá, Víctimas…, p. 201. <<

[34] A. Nadal Sánchez, Guerra civil en Málaga, Arguval, Málaga, 1984. <<

[35] NA PRO, FO 371/39742,9903. <<

[36] Véase Ignacio Martín Jiménez, La guerra civil en Valladolid, 1936-1939, Ámbito, Valladolid, 2000. <<

[37] Fraser, Recuérdalo tú…, p. 219. <<

[38] Ibidem, p. 217. <<

[39] Testimonio citado por Bullón y de Diego, Historias orales…, 178. <<

[40] Luis A. Bolín, España, los años vitales, Espasa-Calpe, Madrid, 1967. <<

[41] Juliá, Victimas…, pp. 411-412. <<

[42] La Unión, 26 de julio de 1936. <<

La guerra civil española
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