CAPÍTULO 1

[1] La fotografía se reproduce en el pliego de ilustraciones de este libro. <<

[2] El 66 por 100 de la población activa —más de cinco millones de personas— trabajaba en el campo. La minería y una industria modesta y focalizada en Cataluña y el País Vasco daban empleo a un 18 por 100 de los trabajadores, y el resto de la población activa se ganaba la vida en los servicios, sobre todo en el doméstico. Sólo dos ciudades —Barcelona y Madrid— sobrepasaban los 500 000 habitantes y cerca de la tercera parte de la población española vivía en comunidades, en muchos casos prácticamente aisladas, de menos de 2000 almas. La renta per capita no llegaba por entonces ni a la mitad de la que correspondía a la media de Gran Bretaña, Francia y Alemania. La tasa media de analfabetismo era del 64 por 100, aunque en algunas zonas se alcanzaba el 70 y, en el caso de las mujeres, podía pasar del 80 (por ejemplo, en Almería). La mortalidad infantil rozaba el 200 por 1000 y la esperanza de vida media no sobrepasaba los 35 años de edad, más o menos como en tiempos de los Reyes Católicos. Todos los datos proceden de Albert Carreras y Xavier Tafunell, Historia económica de la España contemporánea, Crítica, Barcelona, 2004; Manuel Tuñón de Lara, Historia de España, 8. Revolución burguesa, oligarquía y constitucionalismo (1843-1923), Labor, Barcelona, 1983; Jordi Palafox, Atraso económico y democracia. La Segunda República y la economía española, 1892-1936, Crítica, Barcelona, 1991 y Mercé Vilanova y Xavier Moreno, Atlas de la evolución del analfabetismo en España de 1887 a 1981, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1992. <<

[3] En enero de 1907, y como protesta por la Ley de Jurisdicciones de 1906 que daba a la justicia militar, en determinados supuestos, preeminencia sobre la civil, surgió la gran coalición de Solidaritat Catalana, que obtuvo en las elecciones 41 de los 44 escaños que correspondían a la circunscripción electoral de Cataluña, marcando para siempre una dinámica electoral propia. <<

[4] Las propiedades menores de 10 hectáreas constituían el 78,7 por 100 de todas las de Galicia; las comprendidas entre 10 y 100 ha. representaban el 34,2 por 100 en Murcia; las grandes fincas (mayores de 100 ha) ocupaban el 52,4 por 100 de la tierra en Andalucía. Pero en las provincias de Cádiz o Sevilla las fincas de más de 250 ha. representaban el 50 por 100. En Castellar de la Frontera, un pueblo de Cádiz, un solo terrateniente poseía 17 141 ha de las 17 506 que tenía el municipio. Véase Edward Malefakis, Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo XX, Ariel, Barcelona, 1971. <<

[5] Carreras y Tafunell, Historia económica de la España contemporánea, pp. 201-202. <<

[6] Los bancos participaron activamente en la financiación de empresas industriales y de servicios, de tal modo que en 1921 los siete bancos más importantes controlaban la mitad del capital de todas las sociedades anónimas españolas. Véase Carreras y Tafunell, pp. 203-204. <<

[7] Tanto el Arancel de 1906 (que levantaba las barreras aduaneras más altas de Europa) como la Ley de Industrias de 1907 respondían a los intereses de los trigueros vallisoletanos y a los del Foment del Treball Nacional y de la Liga Vizcaína de Productores. <<

[8] Otra cosa es cómo se gestionaron esos beneficios, que se elevaron a cerca de 4000 millones de pesetas. Una parte importante, convertida en oro, quedó absurdamente inmovilizada en el Banco de España; otra se dedicó a la adquisición de activos financieros en manos extranjeras, y, otra, por fin, constituida por divisas, prácticamente se disipó por la especulación. La Banca privada fue la gran beneficiaría de los excedentes de tesorería no reinvertidos. El presupuesto del Estado no pudo participar de los beneficios porque los gobiernos liberales fracasaron en todos los intentos de reformar la política fiscal en un sentido progresista dada la cerrada oposición de los poderosos. De modo que los principales recursos del Estado siguieron siendo los impuestos indirectos y la emisión de deuda pública. Véase Francisco Comín, Historia de la hacienda pública, II (España 1808-1995), Crítica, Barcelona, 1996, p. 81 (para la presión fiscal) y 133 (para la deuda pública en circulación). <<

[9] La inflación fue del 22 por 100 anual durante la guerra. Los precios se duplicaron largamente con respecto a 1913, mientras que los salarios sólo crecieron en un 25 por 100. José Luis García Delgado, La España del siglo XX, Marcial Pons, Madrid, 2003, pp. 309 y ss. <<

[10] Javier Tusell, ed., Historia de España. 2. La Edad Contemporánea, Taurus, Madrid, 1998, pp. 252-253. <<

[11] Para la composición y procedencia social del ejército español véase Julio Busquets, El militar de carrera en España, Ariel, Barcelona, 1967. <<

[12] Durante la noche del 25 de noviembre de 1905 unos 300 militares asaltaron la redacción del Cu-Cut! irritados por un chiste antimilitarista publicado por esta revista satírica. A continuación asaltaron también la redacción de La Veu de Catalunya y la librería Bagunyá, destrozando y saqueando imprentas y redacciones y apaleando a ciudadanos pacíficos. La fuerza pública no intervino. <<

[13] A causa de un choque armado cerca de Melilla, el gobierno conservador de Maura decidió enviar reservistas al Rif. En Barcelona se produjo una protesta popular espontánea, aunque canalizada por radicales y anarquistas, seguida de una huelga general que duró desde el 26 de julio hasta el 1 de agosto de 1909, y durante la cual la ciudad se llenó de barricadas y fueron incendiadas o destruidas 42 iglesias y conventos. Al terminar los disturbios, que fueron reprimidos con saña y costaron más de cien muertos, el gobierno condenó a muerte a cinco personas, entre ellas a un joven carbonero deficiente mental y a Francesc Ferrer Guardia, pedagogo ácrata, fundador de la Escuela Moderna, que no había tenido que ver directamente con la revuelta. Su fusilamiento en Montjuïc levantó una oleada de protestas en toda Europa y condujo a la caída del gobierno Maura. Para estos hechos el libro de referencia es Joan Connelly Ullman, La Semana Trágica, Ariel, Barcelona, 1972. <<

[14] Santos Juliá, La España del siglo XX, p. 18. <<

[15] La empresa que abastecía de luz y energía a Barcelona y explotaba su servicio de tranvías era la Barcelona Traction Light & Power, llamada La Canadiense por sus orígenes. Fundada en 1911 bajo la legislación del Canadá, era un holding que operaba a través de subsidiarias, como Riegos y Fuerzas del Ebro, que gestionaba las centrales eléctricas del Pirineo catalán. <<

[16] Entre 1921 y 1923 murieron en atentado 152 personas en Barcelona. En 1923 fueron asesinados, allí, el abogado laboralista Francesc Layret y el dirigente anarcosindicalista Salvador Seguí, «el noi del sucre». También fue asesinado el arzobispo de Zaragoza, cardenal Soldevilla. <<

[17] Juan Díaz del Moral, Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, Alianza, Madrid, 1973, pp. 265 y ss. <<

[18] Entre 1917 y 1923 se produjeron 23 crisis totales de gobierno y 30 parciales. <<

[19] A través del Patronato del Circuito Nacional de Firmes Especiales, la Dictadura mejoró 2500 km de carretera. Creó las Confederaciones Sindicales Hidrográficas del Ebro, Duero, Segura, Guadalquivir y Pirineos Orientales, aunque sólo se trabajó en la del Ebro. El ingeniero Manuel Lorenzo Pardo (La conquista del Ebro) fue el gran impulsor de estos trabajos, apoyado por el ministro de Fomento, conde de Guadalhorce. Véase José Luis García Delgado, La España del siglo XX, pp. 319 y ss. <<

[20] Datos procedentes de Josep Fontana, La Segunda República española (inédito). <<

[21] No sabemos con exactitud los resultados. M. Martínez Cuadrado (Elecciones y partidos políticos en España, 1808-1931, Madrid, 1969, vol. 2, pp. 1000-1001) da 19 035 votos monárquicos contra 39 568 republicanos y 15 198 votos de tradicionalistas, integristas, nacionalistas vascos, independientes, etc. En cualquier caso, en Madrid los republicanos obtuvieron el triple de votos que los monárquicos y en Barcelona el cuádruple. <<

[22] Santos Juliá, La España del siglo XX, p. 15. <<

[23] Miguel Maura, Así cayó Alfonso XIII, Ariel, Barcelona, 1966, p. 329. <<

La guerra civil española
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