CAPÍTULO 14

Es de noche. Las estrellas centellean sobre el campamento, más brillantes y numerosas por la ausencia de luna.

Me he resistido a salir de mi tienda, pues todavía no me he recuperado del susto vivido con el caballo desbocado y no tengo ganas de nuevos sobresaltos. Sin embargo, Moira me ha invitado a que me reúna con ella en su tienda, y todo el mundo sabe que una invitación que proviene de una princesa es, en realidad, una orden.

Al entrar bajo la carpa granate, el resplandor de las velas me hace parpadear. Hay muchas, distribuidas en pesados candelabros de plata. Deslumbrada por tanta luminosidad, mis ojos tardan un rato en adaptarse al cambio… y en descubrir a Edan.

Está sentado junto a la cama de Moira, si bien se levanta nada más verme entrar. Yo me detengo en el umbral de la tienda, sin saber qué hacer.

—Será mejor que venga más tarde —digo—. Altezas…

—No, Kira, no —Moira me hace un gesto desde la cama para que me acerque—. Tenemos que hablar los tres.

—Es que… yo creía que… Kadar dijo…

—¡Al diablo Kadar! —me interrumpe Edan con expresión sombría—. Ya hemos tenido demasiada paciencia con sus caprichos.

Avanzo insegura hacia la cama de Moira. Ella me indica que me siente a sus pies. Obedezco.

—No hemos querido decírtelo antes para no alarmarte sin necesidad —comienza la princesa, aferrando mi mano entre las suyas—. Sin embargo, ahora que estamos seguros, no podemos seguir ocultándotelo. Es mejor que lo sepas… Cuéntaselo tú, Edan.

—Lo que ocurrió con tu caballo no fue casualidad —explica Edan, mirándome a los ojos—. Tenía un dardo clavado en la grupa. Yo mismo se lo arranqué… El médico de Moira lo ha estado analizando. La punta estaba impregnada en una sustancia irritante que se extrae de una planta de las salinas.

Desvío la mirada desde Edan a Moira, y enseguida mis ojos regresan a Edan.

—Alguien quería… matarme —murmuro al mismo tiempo.

—Sí. Alguien que lo tenía muy bien planeado —me confirma Edan—. Y quienquiera que sea es probable que vuelva a intentarlo.

—Por fortuna, en la ruta de Hebe no volveremos a encontrarnos con una etapa tan difícil como esta —interviene Moira—. Aun así, Edan y yo estamos de acuerdo en que debemos tomar medidas para protegerte.

Asiento.

—Estaré alerta —le aseguro—. Y os comunicaré cualquier cosa extraña que detecte, cualquier detalle que me llame la atención.

—Eso no es suficiente —dice Edan, poniéndose en pie con brusquedad—. Se supone que yo estoy aquí para velar por tu seguridad, pero esta mañana has estado a punto de morir. La culpa es mía, por no haber hecho lo que debía haber hecho desde el principio. Kadar puede decir lo que quiera. A partir de ahora, voy a asumir mis responsabilidades… y, si eso significa desobedecer sus órdenes, así será.

—Edan tiene razón —dice Moira, notando mi escaso entusiasmo ante el anuncio de su hermano—. Hasta Kadar lo admitirá, cuando le expliquemos con detalle lo que ha pasado. Yo me encargaré de ello, no te preocupes. A partir de ahora, Edan cabalgará a tu lado. Sé que estamos desobedeciendo las órdenes que nos envió mi hermano, pero ya van dos ataques: acuérdate de la serpiente, y ahora esto… No podemos arriesgarnos a que suceda por tercera vez.

—¿Y no sería mejor intentar averiguar quién lo ha hecho? —pregunto yo—. Tiene que haber una forma de averiguarlo.

—Ya he mandado a dos de mis agentes a las aldeas de la zona —replica Edan con prontitud—. Si alguien ha visto algo raro en el camino o en el Bosque de Piedra, ellos se enterarán. De todas maneras, aunque lleguemos a saber la verdad, eso no te ayudaría demasiado. Lo importante es impedir que vuelvan a atentar contra ti. De modo que a partir de ahora, si me lo permites, pasaré mucho más tiempo a tu lado…

—No; no te lo permito —le interrumpo ásperamente.

Edan parpadea repetidamente como si no hubiese oído bien.

—Perdona, creo que no me has entendido —explica en tono paciente—. Esto no es una decisión que dependa de ti. Moira y yo estamos de acuerdo, y pensamos que es lo mejor en estas circunstancias. Lo siento si te resulta incómodo o desagradable; no hay otra opción.

—Claro que la hay —le contradigo con firmeza—. Esta vez tiene que haberla. Estoy harta de que todo el mundo decida por mí y me imponga su voluntad. No acepto tu propuesta, Edan… Va contra las órdenes del rey.

Un temblor casi imperceptible se apodera de la mandíbula de Edan.

—Kira, sé que estás enfadada conmigo por lo que te dije. Pero esto es más importante que tú y que yo juntos. El milagro que estás obrando con las fuentes sagradas es maravilloso. Le estás devolviendo la salud a este país… No podemos permitir que nada ni nadie se interponga en tu misión, ¿no te das cuenta?

—De lo único que me doy cuenta es de que a nadie le importa lo que yo pienso ni lo que yo quiero. No voy a aceptar tenerte a mi lado a todas horas, Edan. No así… De ninguna manera.

La mirada de Edan se vuelve amenazante.

—¿Es por Kadar? Le tienes miedo. ¿Crees que no puedo protegerte de él? Si yo quisiera…

—No has querido hasta ahora —le interrumpo de nuevo—. Y ya es demasiado tarde para cambiar eso. Además, ya que tanto te interesa saberlo, no es por miedo… Es porque yo lo he decidido.

Edan se me acerca despacio y se queda en pie, a escasas pulgadas de mí, contemplándome desde arriba con una expresión que casi me asusta.

—Ya entiendo —dice en voz baja—. Quieres congraciarte con él, agradarle en todo. Como no conseguiste lo que querías conmigo, ahora intentas castigarme rebelándote contra mí.

—Edan, por favor —le advierte Moira—. Así no vas a convencerla…

—No, Moira, si Edan tiene razón… Ya que quiere que hablemos claro, hablaremos claro —digo, poniéndome en pie y obligándole a retroceder un paso—. Es cierto que no conseguí lo que quería de ti. Era algo muy sencillo…, algo que tú me habías ofrecido, y que luego olvidaste. Tu lealtad…, tu amor.

Al oírme hablar con tanta crudeza, su rostro cambia. Baja los ojos, es como si no pudiese soportar escucharme.

—Kira… —murmura—. Basta.

—No. Deseo que Moira entienda el porqué de mi decisión. No quiero tu protección, Edan; no, si es un deber más que te impones a ti mismo. Si no puedo tenerte completamente, no quiero nada de ti.

—Kira, esto no es algo que os afecte solo a vosotros dos —interviene Moira con delicadeza—. Hay muchas cosas en juego, muchas vidas. Edan tiene razón: la misión es lo más importante.

—No os preocupéis por la misión —digo sin ocultar mi desdén—. Seguiré invocando el poder de vuestras fuentes, ese poder que vuestro pueblo no ha sabido preservar. Eso es todo lo que podréis exigirme. Nada más. Si tanto os preocupa mi seguridad, hallad a los culpables, impedid que vuelvan a atacar. Es lo mejor que podéis hacer.

—¡Y lo haremos! Aun así, Kira, debes permitirme que esté a tu lado —Edan me mira otra vez con ojos suplicantes—. No me lo perdonaría jamás si algo te pasara. Y ahora que Moira nos deja…

Giro el cuello hacia Moira, asombrada.

—¿Cómo que nos dejas?

La sorpresa ha hecho que me olvidara del trato de cortesía que le debo.

Moira se vuelve hacia su hermano con expresión de reproche.

—¿Tenías que decírselo precisamente ahora? Muy bien, Edan. Justo a tiempo.

—¿Por qué? —insisto, sin dejar de mirar a la princesa—. ¿Adónde vas?

—A Igrid, y después a Asura. La situación es preocupante, Kira. Con la ausencia de Kadar y la debilidad del nuevo Gran Maestre, nos enfrentamos a un vacío de poder. No sabemos quiénes son exactamente nuestros enemigos, no sabemos si están bien o mal organizados. Lo que está claro es que hay una relación entre las revueltas de los últimos días en las ciudades y las bandas de malditos que están apareciendo por toda Decia. Es una revolución; o alguien pretende que lo sea… No obstante, todavía estamos a tiempo de impedirlo.

Arqueo las cejas, sorprendida por la resolución y vehemencia de la princesa.

—¿Cómo? —pregunto—. Podría ser peligroso.

—No para mí. Nuestra gente me adora, jamás me atacarían. Tengo que hablarles directamente, Kira, escuchar sus quejas y sus peticiones, entender por qué está pasando esto, y quién está detrás. Sé que puedo hacerlo y, tal y como está la situación, tengo que actuar cuanto antes. Por eso necesitaba asegurarme de que todo irá bien cuando me vaya. Por eso quería que tú y Edan…

—No voy a causarle problemas a Edan, no te preocupes —le aseguro, evitando la mirada de su hermano—. Pero estoy segura de que has comprendido mis razones, y de que no me obligarás a aceptar una cercanía que no deseo. Estoy cansada de que se me trate como a una niña.

La princesa estudia a su hermano Edan pensativa.

—Creo que Kira tiene razón —murmura finalmente—. Ha hecho mucho por nosotros. Merece un poco de respeto a cambio. Y ni Kadar ni tú parecéis capaces de entender lo que significa esa palabra.

Edan contempla a Moira con una sonrisa incrédula.

—¡No puedes estar hablando en serio! —exclama, sin esconder su irritación—. Creía que estábamos de acuerdo.

—Lo estábamos. Pero he cambiado de idea.

—¡No puedo protegerla si tengo que mantenerme permanentemente alejado de ella! —protesta Edan cada vez más alterado—. Me estáis pidiendo algo imposible.

—En ese caso, no haber aceptado las instrucciones de Kadar —le digo con una serenidad que me sorprende a mí misma—. Pudiste rebelarte.

Nuestros ojos se encuentran durante unos segundos.

—Sí —dice por fin en voz baja—. Pude hacerlo. Aún podría.

—Pero no quieres. En el fondo no quieres. Ni yo tampoco, ¿sabes? Ya no. Así que habrá que buscar otra fórmula para que no me maten. Tiene que haberla… Eres inteligente, seguro que algo se te ocurrirá.

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