Morir de viejo
por Luis Eduardo Aute
Supongo que muchos de ustedes habrán tarareado alguna vez, mientras se afeitaban (o se aplicaban crema hidratante las señoras), las notas del Aleluya o de Rosas en el mar, dos de los grandes éxitos del Luis Eduardo Aute cantautor. Lo que probablemente no sepan es que las dos grandes aficiones de Aute, aparte de la canción, son la pintura y la poesía. En la primera de ellas, Aute cultiva un estilo sobrio, a menudo áspero, muy en la línea de los Caprichos de Goya, basado en la alienación del hombre, sus traumas físicos y sociales, y el ambiente en que vive: la polución, el átomo, el terrorismo… Debido a ello, su pintura es catalogada de «no comercial», pese a su tremenda fuerza. Pero Aute no quiere renunciar a sus convicciones pictóricas, y sigue con su estilo personal, duro, difícil, pero terriblemente impactante. Como poeta, sus desgarrados versos parecen hacer contrapunto a su pintura…, y tampoco quiere renunciar a ellos. Por eso, Luis Eduardo Aute sigue ganándose la vida como cantautor, en cuya faceta también ha puesto pese a todo sus condiciones (para mí, su LP Rilo es una auténtica maravilla, algo no superado en nuestro país), mientras practica como hobby la pintura y la poesía que él quiere, marginando los mercantilizados circuitos comerciales del arte.
Morir de viejo, poesía autiana al cien por cien, es una sátira cruel, una despiadada disección de una parte importante de nuestra sociedad occidental, hecha con tanta fuerza como economía de medios. Creo que es una poesía a la que sólo falta ponerle música, y el propio Aute podría hacerlo perfectamente. Es probable que algún día lo haga.
Cuando ya los policías
iban a matar a los criminales,
entró Pepsi en la habitación.
Estaba nervioso.
Biopapá y biomamá, que estaban
viendo la televisión,
le invitaron a sentarse.
Pepsi no se movía. Sudaba
y le temblaba la mejilla derecha.
¿Qué te pasa, Pepsi?
No hubo respuesta. Ven, siéntate
a ver como los policías
matan a los malos.
Pero no se movía. Me acerqué a Pepsi.
¿Qué te pasa? ¿Ha ocurrido algo?
Bioa—bioabuelo…
le oí decir.
¿Qué le ha sucedido?
El sargento Johnny Wayne liquidó
a todos esos
malvados
negros
en la televisión
Bioabuelo
se está muriendo,
pudo decir
por fin
Pepsi.
Pero ¿quién lo ha matado?, le preguntamos
biopapá, biomamá y yo.
Johnny Wayne besaba a la chica rubia.
Pepsi tardaba en responder.
No sabemos…
Nadie.
¿Nadie?
¿Quién es nadie?, le pregunté.
Se muere de viejo.
Biopapá soltó una carcajada.
Pero si de eso no se muere.
Estos niños tienen una imaginación
peligrosa.
Y le dije:
Pero, Pepsi, ¿no comprendes que alguien
lo tuvo que matar?
Hubo un momento de spot publicitario.
Bueno, tengo que subir a ver a bioabuelo.
Voy contigo,
le dije.
Mientras subíamos en el ascensor le pregunté:
¿Quién ha dicho que se muere
de viejo?
El determédico.
Eso no puede ser, Pepsi. Todos
morimos un día pero de
asesinato.
Entramos en la habitación del bioabuelo de Pepsi.
Allí estaban, sentados junto al lecho
del moribundo, los biopapás de Pepsi.
Les di los buenos tiros
y observé al viejo.
El televisor daba
el parte
de las últimas bajas de la guerra
contra los malos.
No se le veía herida alguna al viejo,
ni un mal rasguño,
ni un mal cardenal,
y se estaba muriendo,
y ninguno de nosotros lo entendíamos.
¿Será alguna enfermedad?
Parece ser que no.
Es de viejo;
se muere de viejo.
Nadie lo ha matado, me aseguró
el biopapá de Pepsi.
Esto es intolerable, es una inmoralidad;
esto es un insulto a la
AMERICAN
WAY
OF
LIFE,
esto es una conspiración de los
enemigos
del país. Habrá que notificarlo al Presidente,
al Pentágono si es preciso.
Esto es intolerable. A dónde
vamos a ir a
parar. Morir
de viejo…
¡Conspiración!
Tenía razón, pensé,
nuestra
LAW
AND
ORDER
no podía permitir esto. Es antiamericano
morir
de
viejo.
Antiamericano.
Algo habrá que hacer para sofocar estos
brotes
anticonstitucionales.
Pepsi estaba de acuerdo aunque
en aquellos momentos
sentía más pena que deber patriótico.
Era su bioabuelo al fin y al cabo,
aquel que le contaba las matanzas de
Vietnam
y
Corea
donde estuvo defendiendo la
paz
del mundo y
el honor de la
STAR
SPANGLED
BANNER
como todo buen americano que se precie.
Era su bioabuelo
Pobre bioabuelo.
Al poco rato entraros mis biopapás
que se pusieron a hablar
con los biopapás de Pepsi.
Llegaron a un acuerdo finalmente.
Había que dar parte,
antes que nada
a la policía.
La policía tomaría las medidas prudentes.
El biopapá de Pepsi se acercó al teléfono
y marcó el número de la policía.
¿Policía?
Tienen que venir al 26 de
K1LL
STREET;
es un caso de urgencia
que amenaza la seguridad de la nación.
Mi biopapá se muere de viejo.
Mi luxmujer y yo somos inocentes.
No tenemos nada que ver con este lamentable
asunto.
Pepsi y yo
aumentamos el volumen
del televisor
para que el bioabuelo se distrajera
en sus últimos momentos
Aquel anuncio de
SUPERNAPALM
nos llenó de
orgullo
nacional.
La policía
llegó en seguida.
El teniente, después de darnos los buenos tiros,
empezó a hablar con nuestros biopapás.
Por lo visto,
ya se habían dado otros casos parecidos
en el estado.
Pero no se han hecho públicos
por temor a que cundiera el pánico.
Sería un golpe mortal a la
dignidad
del poderío neocolonial americano
en el resto del mundo.
No te preocupes, Pepsi, todo
se solucionará.
La policía nunca se equivoca.
Ya habrás visto en la televisión
que siempre tienen razón.
Pasaron unos minutos.
De pronto, el bioabuelo de Pepsi
gritó
con voz estertórica:
¡ME MUEROOO O O O O O O O . . . !
¡BANG!
¡BANG!
¡BANG!
le contestó el teniente con el revólver.
En la frente del bioabuelo había
tres
agujeritos
vomitando
sangre
YIPEEEEE! HURRAY! YIPEEEEE!
gritamos todos.
Abrimos una botella de
SPANISH SHERRY
y brindamos por la americanísima
muerte
del bioabuelo de Pepsi,
mientras que en la televisión
el Presidente
anunciaba una nueva marca de
misiles.