Balada por la luz perdida

por Juan G. Atienza

De sólida formación cinematográfica, ayudante de dirección de Rosellini, Juan García Atienza, como todo cineasta inteligente, no ha tenido demasiada suerte en el cine español; sólo consiguió dirigir una película: Los dinamiteros (una excelente muestra de cine de humor negro al estilo de un Ferreri), que los distribuidores y la cuota de pantalla se encargaron de hacer pasar sin pena ni gloria por los circuitos comerciales, pese a sus estimables valores. En medio de su desencanto cinematográfico descubrió la ciencia ficción, y empezó a escribir como un loco: dos volúmenes de relatos en la colección «Nebulae», un número de la revista Nueva Dimensión dedicado exclusivamente a él y un par de docenas de relatos esparcidos en revistas y antologías. Durante un tiempo alimentó la idea de hacer una película española de ciencia ficción digna, y estuvo manejando varios guiones basados en argumentos suyos y de otros autores, también españoles. Sus proyectos fracasaron. Metido como guionista y director en televisión española (su serie Los paladines, donde mezclaba sobre el fondo de la reconquista española grandes dosis de magia y fantasía, obtuvo un notable éxito de público), se desengañó también pronto de la casa de locos que es la Mejor Televisión de España (hasta que se autoricen las televisiones privadas, por supuesto). Últimamente ha dejado de lado el cine, la televisión y la ciencia ficción, por la que dice haber perdido buena parte de su antiguo interés, y se ha centrado en el esoterismo hispánico. Tras recorrer durante un par de años toda la geografía española en busca de huellas mágicas, para una obra monumental que debía ser editada y producida al mismo tiempo por televisión española (proyecto que, desgraciadamente, y como suele suceder con estas cosas, acabó por malograrse), Atienza ha empleado la exhaustiva documentación recogida y su propia lúcida perspectiva para escribir una serie de libros de gran impacto entre el público, entre los que cabe destacar Los supervivientes de la Atlántida, La meta secreta de los Templarios, y Guía de la España mágica, publicados en la colección Fontana Fantástica en esta misma editorial, y que han sido traducidos ya a varios idiomas.

Su relato de ciencia ficción más conocido es Limpio, sano y justiciero, una amarga sátira sobre la «justicia social», que ha sido reproducido en todas las antologías del género en nuestro país, por lo que he preferido no incluirlo aquí. En su lugar, Balada por la luz perdida es, a mi juicio, uno de los relatos más profundos dentro de una obra de honda significación y que apunta ya, de forma muy clara, hacia las futuras inquietudes que convertirían más tarde a Atienza en el investigador más lúcido del esoterismo de nuestro país.

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Canteras,

18 de enero.

Dr. Gregorio Fuentes

Blasco de Garay, 120

Madrid, 15.

Querido colega:

Recibí su amable carta y acepto sin reservas la propuesta de ser mi sustituto. Estoy seguro de que cumplirá las funciones a la perfección, no es necesario en absoluto que me mande más referencias; son suficientes las que incluye en su carta y su palabra.

Sólo le ruego que apresure su viaje a Canteras. Mi salud no es demasiado buena y necesito cambiar de aires cuanto antes. Ya soy viejo y querría pasar en un clima seco una larga temporada. Mis bronquios me lo agradecerían y mi reuma haría que no tuviera que estar alimentándome de aspirinas.

No es necesario que me anuncie su llegada. Yo, desde ahora, tengo ya las maletas preparadas, dispuesto a tomar el primer autobús en cuanto usted haga su aparición y le ponga al corriente de las cuatro tonterías que habrá que tener en cuenta para desempeñar sus funciones aquí.

Le espero, doctor Fuentes. Sinceramente suyo,

Santiago Ruano

Canteras, 25 de enero

Luis de mis entretelas, tenías más razón que un santo cuando me advertías de los peligros de meterme en un pueblacho. Ya los estoy sufriendo. Fíjate cómo será la cosa que yo, que tengo siempre pereza para ponerme a escribir, no he podido evitar hacerlo hoy, por más esfuerzos que hice para contenerme.

Te lo diré en confianza: la verdad es que si no te escribo, reviento. Tú hazte la idea de que no te estoy escribiendo a ti. Imagínate que tengo ganas de poner un poquito en orden mis experiencias vitales de estos días, tómate la carta como un monólogo y aguántame los desvaríos. Si los hay, que no lo sé aún.

Llegué con lluvia. No es extraño; dicen que en Canteras llueve trescientos sesenta y seis días al año. Un cortinón de gotas que no me dejó ver el pueblo hasta que estuve dentro de él. Y aún… Salió a recibirme el viejo Ruano, el titular, ya sabes. ¡Con unas ganas de que yo llegase, que parecía que cada minuto se le hacía un siglo! Con decirte que terna ya las maletas preparadas y al lado de la puerta… Me acogió como a un hijo, maldita sea su estampa. Porque me ha metido en un atolladero del que no sé siquiera cómo voy a poder salir. Y el viejo se ha salido de él sin avisar siquiera, dejándome a mí en la estacada, solo en medio de todos estos problemas que…

Déjame que me amanse, a ver si logro contarte las cosas con un cierto orden. El viejo me llevó a su casa —que ahora es la mía, claro— y se limitó a enseñarme sus archivos. «Aquí está toda la historia humana de este pueblo, desde hace treinta y cinco años», me dijo. Y yo le contesté que bueno, que me alegraba mucho. Sin más averiguaciones. Cenamos, me fui a dormir y, a la mañana siguiente, me había abandonado dejándome sólo una nota, esa que te acompaño:

Siento dejarle así, pero mi mujer no me ha permitido hacer ruido para que no le despertase. Que le vaya tan bien como deseo. Hay pocas visitas urgentes que hacer. Las más importantes, las de los González, Alonso, Romera y Loreiro. En el archivo encontrará las fichas correspondientes. No estoy seguro de haber acertado los diagnósticos, pero usted, con su experiencia, seguramente sabrá corregir mis errores. En todo caso, suyos son los enfermos. Buena suerte. Le haré llegar mi dirección en cuanto me instale, lo más lejos que pueda de Canteras.

En serio, ¿tú crees que ese es modo de despedirse? Ya estaba un poco mosca desde que llegué y pude comprobar sus prisas. Ahora, esto saturaba la rabieta que me bailaba dentro y me hacía sentir cazado en un cepo. Pero no había remedio. Me fui a buscar las fichas.

Me gustaría poder enseñarte las fichas. Eran como para volverse loco. Me refiero a las cuatro fichas que él me indicaba. Lo malo es que no te las puedo mandar, pero apelo a los remotos recuerdos que puedan quedarte de medicina para que intentes formarte una idea del cisco que el buen Ruano me había dejado organizado.

Las cuatro fichas correspondían a cuatro niños. Uno de poco más de un año, los otros tres de pocos meses, nacidos con un intervalo de cuarenta o cincuenta días. Por lo que veía, los últimos nacidos en Canteras. Pero ahora agárrate, porque las historias que se desprendían de aquellas fichas eran dignas de un manicomio.

Bueno, tú sabes, mi dilecto Luis, que en estos pueblos sucede a veces que algunas chicas… se deslizan. Los hijos naturales son corrientes. Pues todo comenzó hace como veinte meses, cuando la chica de los González se quedó embarazada. Cuando suceden cosas así, la historia es siempre la misma: gritos de la familia, unas averiguaciones personales que nunca se alargan demasiado y una boda precipitada a las seis de la mañana si el presunto padre es soltero. Si es casado —que también sucede— la familia de la chica grita un poco más, consigue casi siempre una compensación económica que oscila según las posibilidades de escándalo y el crío pasa a formar parte de la marea de expósitos que abunda como agua de mayo. Total, nada demasiado grave.

Pero el caso de la chica de los González fue bastante distinto. Primero, se negó en redondo a revelar el nombre del padre y no hubo palabras ni palos que le arrancasen la confesión. Dice Ruano en sus notas que llegó a impresionarle el silencio obsesivo de la chica, hasta el punto de que la familia tuvo que dejar las cosas como estaban. El viejo comenzó a tratarla y a apuntar todos los detalles en la ficha médica de su archivo. Esta ficha revela cosas extrañas, fíjate:

——hacia el cuarto mes, la chica comenzó a presentar síntomas de debilidad. Ruano comenzó a tratarla con sobredosis de calcio y vitaminas, pero no parece que tuviera éxito, incluso parecía que se agotaría antes de dar a luz.

——por el contrario, el embarazo en sí marchaba con una extraña precocidad. Al quinto mes se escuchaban perfectamente los latidos de la criatura y sus movimientos convulsos, muy violentos, aparecieron mucho antes de lo que puede considerarse normal.

Era algo así —me planteo yo— como si la madre se estuviera desgastando a costa de un crío que venía con una fuerza extraordinaria.

——hacia el sexto mes, la madre fue incapaz de abandonar la cama, porque había engordado mucho más que una embarazada de ocho meses y su debilidad iba en aumento.

——y, antes de cumplirse el séptimo mes de embarazo, sobrevino el parto. Setenta y dos horas de parto, Luis, apunta. Al final, un chico de cinco kilos y medio y la madre muerta, sin que Ruano pudiera hacer nada por salvarla. No me extraña.

Cinco kilos de peso en un sietemesino es algo bastante fuera de lo normal, ya sabes. Pero es que había más, y la ficha del médico lo revela. El crío tenía una cabeza mucho más grande de lo normal, aun en casos tan fuera de lo corriente como aquel. Más aún, la fontanela estaba totalmente cerrada y el niño presentaba síntomas alarmantes de RAQUITISMO. Aquí, una de dos: o Ruano chocheaba o sucede algo absolutamente insólito. Tú colgaste la medicina al tercer año y tal vez no te suene a raro nada de lo que te digo, pero permíteme que te recuerde que el raquitismo jamás es congénito. El raquitismo se adquiere, incluso en los primeros meses de la vida, debido a una serie de deficiencias ambientales y alimenticias. ¡Pero raquitismo congénito! Nunca lo había oído hasta ahora.

Sin embargo, la ficha de Ruano era clara. El chico presentaba una coloración blanco mate en la piel. Y los ojos, abiertos apenas media hora después de haber nacido, contemplaban la penumbra del cuarto con curiosidad mortecina. Son palabras que extraigo de la ficha. Había malformación de piernas y brazos y todos los síntomas que acompañan a esos niños que retratan para los carteles de la UNICEF.

Lo curioso del caso es que tanto Ruano como, por lo visto, todos los de la familia y allegados, coincidieron en observar que aquel medio feto horrible se parecía de un modo alarmante a cierto demente de treinta años llamado Cecilio que, por lo visto, recorría las calles de Canteras como un imbécil, viviendo de una caridad pública que, por lo que puedes imaginar, no debía de ser muy espléndida.

Por lo visto, la familia de la chica muerta se lanzó a la calle en busca de Cecilio, para cargárselo a palos. Dada la mentalidad de esa gente, no me extraña. Pero lo curioso es que no dieron con Cecilio y que, por lo que parece, el tal imbécil no ha vuelto a dejarse ver por el pueblo desde el día en que nació aquel engendro.

Más o menos, todo el pueblo —y Ruano en cabeza— aceptaron que el niño raquítico era hijo de aquel ser y consideraron que aquello era irreparable. La ficha sigue contando la historia clínica del monstruito, que hoy tiene año y medio. Lo insólito sigue estando presente todo el tiempo. El niño camina desde los seis meses sobre unas piernecillas horriblemente retorcidas. No ha pronunciado un solo sonido desde que nació, pero parece ser que se hace entender perfectamente de todos cuantos le rodean.

Te parece extraño todo eso, ¿verdad? Pues no es todo, Luis. Agárrate bien: desde el momento en que nació ese engendro, se han producido tres nacimientos con las mismas características. Otras tres chicas solteras, de edades comprendidas entre los veinte y los veintidós años, han sido seducidas en circunstancias extrañas por alguien cuyo nombre han ocultado celosamente. Han sucedido tres embarazos de siete meses y, durante los partos —asistidos todos por el viejo Ruano— han muerto las madres sin que nada pudiera hacer por ellas y han venido al mundo dos chicas y un chico con los mismos síntomas que el primer nacido que te conté. Dice Ruano que ha intentado llevar a alguno de esos monstruitos al hospital provincial o a la facultad de medicina para estudiar el caso, pero las familias, seguramente avergonzadas de exhibir a sus engendros, se han negado. Prefieren achacar sus desgracias al destino —así somos los celtíberos— que tratar de reparar lo que se pueda de ellas.

Con todas estas cosas, empiezo a comprender por qué Ruano ha querido cambiar de aires y me ha echado encima este muerto. Es un bonito modo de evitar responsabilidades y salir relativamente airoso, porque parece ser que la gente, en los últimos tiempos, le echaba la culpa de que estuviera pasando todo eso. Así, yo me he quedado para aguantar la situación y él ha tomado las de Villadiego, sin que hasta ahora haya dado señales de vida en ninguna parte del país.

Bueno, Luis, no te he escrito solamente para contarte mis penas. Tú recuerdas a José Antonio Fayos, ¿no es cierto? Trabaja en las salas de niños del provincial. Acércate a verle y, como cosa tuya, como si la hubieras oído por ahí —y sin nombrarme nunca, porque no me llevaba bien con él— cuéntale el caso, a ver si te da alguna pista que luego puedas contarme. A ver si me aclaro.

Un fuerte abrazo y no tardes en escribirme.

GREGORIO

Madrid, 30 de enero

Camarada Gregorio:

Una recomendación, no me escribas cosas tan emocionantes, porque mis nervios tienen un límite de aguante y, desde que me dediqué al periodismo, huelo noticias incluso donde no las hay. El misterio de los niños de Canteras me está removiendo las tripas y siento un tremendo impulso de tomar el tren y largarme contigo a verlo. Ahí hay reportaje… a no ser que las fichas del doctor Ruano te hayan contado un camelo como una casa.

Fui a ver a Fayos, como me recomendaste. ¿Quieres saber lo que piensa? «Si un médico ha hecho un diagnóstico de raquitismo congénito, merece empezar la carrera de nuevo o dedicarse a la veterinaria». Palabra de honor que no cité tu nombre para nada. Tuve tentaciones de atizarle en los morros, porque ese cretino se ha creído siempre un supersabio y me ha resultado inaguantable. Fui sólo por hacerte un favor y, antes de salir del clínico, ya estaba arrepentido. Luego me acerqué a ver a otros médicos amigos. Ninguno de ellos me ha dicho nada positivo. Dicen que necesitarían más datos. Tú, por tu parte, no me los distes. Y supongo que, desde tu carta, ya habrás visto a esos engendritos. ¿Qué conclusiones sacaste? Cuéntamelas si quieres que te busque datos.

Abrazos y pescozones a partes iguales.

LUIS

(Fragmentos del Libro Sagrado de Ktoth)

I: LOADO SEA EL TODOPODEROSO GUNHAR, EL CREADOR, EL JUSTO, EL INMORTAL EN NUESTRA MEMORIA. SUYOS SOMOS, PUES ÉL NOS DIO LA VIDA Y PUEDE ARREBATÁRNOSLA CUANDO SEA SU VOLUNTAD.

II: LOADO SEA GUNHAR, QUE NOS INDICÓ EL CAMINO DE LAS PROFUNDIDADES PARA PRESERVARNOS DEL MAL. ÉL NOS ABRIÓ LAS PUERTAS DE LOS DIVINOS ABISMOS. ÉL NOS DIO LA FUERZA Y NOS DIO A CONOCER NUESTROS PROPIOS PODERES…

III: EN EL PRINCIPIO FUE EL CAOS DE LA LUZ. Y DEL CAOS NACIERON AL ENGENDRO HUMANO Y LOS SIETE MUNDOS LOS NUEVES PRÍNCIPES DE LA VIDA Y DE LA MUERTE. Y ELLOS ENGENDRARON AL ENGENDRO HUMANO Y EL PRÍNCIPE KTOTH ENGENDRO AL PUEBLO EN LA EXECRABLE FAZ EXTERIOR DEL TERCER MUNDO.

Hace días que quiero escribirte, Luis, pero no he encontrado las palabras ni he sentado mis pensamientos para poder hacerlo. Aun ahora no sé si lograré serenarme y contarte las cosas por orden, con objetividad y sin dejarme llevar por mis impresiones. Va a ser difícil, te lo juro.

Los he visto. Los vi apenas unas horas después de haberte escrito mis primeras impresiones. Fui con las fichas aprendidas de memoria y —entre nosotros—, con bastante desconfianza ante los datos que había consignado el viejo médico del pueblo, mi antecesor.

Déjame que te lo cuente con cierto orden. Llegué a la casa del que nació primero —se llama Pablo, Pablo Expósito, claro— aún temprano. Pero aquí parece que el temprano no existe. La mayor parte del día está nublado y, una vez pasado el efecto primero de la amanecida, todo el resto del día es un mundo de grises húmedos y los campesinos, que han salido con esa primera luz al trabajo, permanecen ausentes hasta que el sol —dicen— se pone. Hasta que se hace oscuro del todo, diría yo. Bien… La casa es humilde, tan humilde como el noventa por ciento de las casas de Canteras. El diez por ciento restante lo constituyen viejas mansiones que se caen a pedazos, porque Canteras, hace ya cincuenta o cien años, fue, por lo visto, un centro de veraneo de la burguesía de la capital. Está —la casa del niño— al final del pueblo, donde las cercas del ganado comienzan a sustituir a las casas y no sabes a ciencia cierta si has dejado atrás el caserío o te encuentras aún en él. Reina en torno un silencio de gallinas tranquilas y de goteo constante.

Los González me acogieron bien, a pesar de ser la primera vez que me veían. Me dieron la impresión de amedrentados, como si no se atreviesen a hablar en voz alta y tuvieran que hacerlo siempre en susurros. Por lo demás hablaron poco y me condujeron a la habitación trasera, que permanecía cerrada. Al abrirla, vi ante mí un agujero negro de ventanas cerradas y me llegó una vaharada de aire húmedo y caliente. «No soporta la luz», fue todo lo que me dijeron. Yo dudé antes de entrar, pero al final me decidí. No veía nada a dos palmos de mis narices, sólo sentía el olor de aquella pocilga y… no sé cómo decírtelo: como una presencia invisible que me llevaba hacia un punto de aquel cuartucho. Detrás de mí estaba la familia —el abuelo, la abuela, el hermano de la madre muerta— y me observaban, mientras yo caminaba vacilante hacia algo que me atraía irresistiblemente. Por fin lo vi. Mejor dicho, vi aquellos ojos acuosos, grandes, mirándome fíjamente, casi hipnotizándome con su fijeza. En la penumbra pude distinguir al chiquillo, su piel amarillenta, como marfil, y sus manos blancas e inmóviles a los lados del cuerpo, tumbado en una especie de cuna cubierta con arpillera.

Perdona, Luis, lo estoy intentando, te lo juro, pero no sé describirte la sensación que me causó la presencia de aquel ser. Era como si me encontrase ante una mente que pudiera traspasarme de parte a parte, una mente que, metida dentro de mí, era enemiga, hostil. En ese momento no lograba verlo claro. Sólo tenía ante mí a un niño deforme e indefenso. Eso parecía, al menos. Pero había algo más, mucho más. Había… algo así como un ser de otro mundo que estuviera en ese lugar como por casualidad, extraño a todo, ajeno a nuestro universo, más lejano de nosotros que si hubiera aparecido en la Luna o en Marte. Y, sobre todo, aquellos ojos traspasándome como berbiquíes, paralizando mis movimientos hasta el punto de que debió pasar mucho tiempo antes de que lograse reaccionar y abrir el maletín para sacar el fonendo y reconocerle. No dejó de mirarme ni un instante y, cuando logré tomar fuerzas y abrí el ventanuco de la habitación, me hizo sentir aquí, en la médula, como un trallazo eléctrico que casi me tiró al suelo. No, no quiero decirte que ese trallazo me lo produjera él, te digo que lo sentí únicamente. Y que el niño tenía odio en los ojos cuando entró la luz del día en el cuarto y levantó sus manitas deformes y blanquecinas para servirle de pantalla a los ojos albinos. Seguí el reconocimiento sintiendo allí su hostilidad hacia mí y sólo cuando cerré la puerta que nos separaba comencé a sentirme tranquilo otra vez.

A la familia le recomendé que dejasen la ventana abierta, para que entrase luz en el cuartucho. «¡Pero no quiere!», dijo el abuelo. «¿Cómo sabe que no quiere? —pregunté—. ¿Le ha dicho a usted algo?». No, no le había dicho nada. La familia no sabe qué voz tiene ese engendro, jamás ha pronunciado un solo grito. Dicen —y lo vi— que es como una planta, que permanece siempre inmóvil, mirándolo todo, que no saben que duerma, porque siempre le han visto con los ojos abiertos, a cualquier hora del día o de la noche; que come lo que le dan, sin protestar y sin dar nunca muestras de que una cosa le guste más que otra. Pero hay una cosa curiosa. Lo he comprobado en esa familia y en las otras. Los niños no hablan, pero todos sus familiares saben —o creen saber— lo que quieren, cómo quieren estar, cuándo desean comer e incluso los sentimientos que abrigan hacia cada miembro de la familia. Lo sienten, del mismo modo que yo sentí la hostilidad del pequeño primero y de los otros niños después. Porque los cuatro pequeños monstruos parecen hijos del mismo padre. Todos tienen idénticas características y me hacen pensar en una extraña epidemia que se ha despertado en Canteras y nadie puede saber adonde ha de llegar.

Que todos ellos sufren raquitismo en grado agudo, no me cabe la menor duda. Que todos ellos, como decía el doctor Ruano, nacieron raquíticos, ya lo he comprobado. Luis, ¿te das cuenta? Necesito ayuda. Te incluyo copia exacta de las fichas de los cuatro monstruos y de los análisis que he mandado hacer. Consulta ahora a quien quieras, porque la verdad te digo que a mí me da vergüenza ir con datos tan absurdos a nadie. Me tomarían por loco o por un indocumentado y aún me queda ese poquito de honrilla profesional que me impide rebajarme para pedir una ayuda que me es absolutamente necesaria.

Un abrazo, Luis. Contéstame en cuanto sepas algo. Y no pierdas los datos que te envío.

GREGORIO

PABLO GONZÁLEZ EXPÓSITO: Nacido en 13 de mayo de 1969. Edad actual, veinte meses.

Apariencia exterior: Raquitismo.

Palidez extrema. Anemia. Poco pelo, albino. Al tacto, los huesos deformados presentan apariencia dura. La osteomalacia afecta por igual a huesos planos y largos. Pecho en quilla. Piernas en X. Funcionamiento normal articulaciones.

Auscultación normal. Pulso, 50 pulsaciones p.m. Temperatura, 33°.

Aparentemente, insomnio total. A juicio de los familiares, aparte de no hablar ni emitir sonido alguno, hace vida normal y come «lo que todos». Caminó a los ocho meses. No sigue en la actualidad ningún tratamiento, dicen que el doctor Ruano le declaró reacio a la medicación apropiada.

Descartada la posibilidad de sordomudez. Oye perfectamente, obedece instantáneamente a todos los estímulos auditivos. Lo mismo sucede con la visión, aunque el extremo albinismo le hace ver mejor en la oscuridad.

El raquitismo debería dar síntomas de astenia. No se dan. Hay, en cambio, distensión abdominal debido —comprobación al tacto— a que el hígado es mayor de lo normal. Carencia de hiperflexibilidad articular. Carencia aparente de dolores difusos. Sólo los síntomas óseos son diferenciales del raquitismo. Parece deducirse de todo esto que el niño conserva restos profundos de un raquitismo que hubiera sido superado.

FRANCISCA LOREIRO EXPÓSITO: Nacida el 20 de marzo p.p. Once meses en la actualidad. Observaciones generales idénticas al caso anterior.

Características generales: Camina desde los cinco meses, a pesar de pronunciada deformación pelviana y piernas en ( ). No grita ni llora. Oye bien.

Auscultación normal, lentitud de latidos. 55 pulsaciones p.m. Temperatura, 34°.

Albinismo. Ojos azules acuosos. Dentadura completa en incisivos y caninos; ocho molares. Según manifestación familiar, crecimiento normal de uñas y pelo. Vista defectuosa en condiciones normales, supranormal en la oscuridad.

CÁNDIDA ROMERO EXPÓSITO: Nacida en mayo p.p. Nueve meses. Auscultación normal. 53 pulsaciones p.m. 33’5° de temperatura. Albinismo y resto de signos externos similares o idénticos a los dos casos anteriores. Camina desde los cuatro meses.

ROGELIO ALONSO EXPÓSITO: Nacido en julio p.p. Siete meses. Latidos lentos a la auscultación, Pulso: 50 pulsaciones por minuto. Temperatura, 34°.

Signos externos idénticos a los otros casos. Osteomalacia.

Ha comenzado a dar sus primeros pasos. Curioso: sólo logra mantenerse en pie y caminar agarrándose a las paredes y cerrando los ojos. Cuando los abre, parece fallarle el equilibrio y casi o está a punto de caer.

Incisivos y caninos completos, dos molares.

ORDENO HACER ANÁLISIS DE SANGRE Y ORINA A TODOS ELLOS. HE MANDADO LAS MUESTRAS AL LABORATORIO DE LA CAPITAL HACE CINCO DÍAS.

25 de febrero

Dr. Gregorio Fuentes

Canteras

Estimado colega:

Imagino que, a estas alturas, tendrá usted formada una imagen bastante negativa de mi persona. Me tendrá, en el mejor de los casos, por un cobarde. Y lo peor de todo es que, efectivamente, lo soy. Por cobardía abandoné Canteras, por cobardía ni siquiera me despedí de usted al marcharme, por cobardía sigo sin decidirme a darle mi dirección actual. Porque tengo miedo de su respuesta, si es que se dignase escribirme.

Pero sucede que me es imposible, totalmente imposible, actuar de distinto modo a como lo he hecho, si quiero seguir viviendo. Y, aun en el caso de que le parezca pueril y absurdo a mis años, amo a la vida más que a cualquier otra cosa del mundo.

Se trata de esos monstruos, doctor Fuentes. Ahora puedo ya llamarles así, porque ya no me considero su médico. Sé que, mientras estuve en Canteras, me odiaban y quisieron matarme. Y me gustaría darle a usted razones concretas sobre este sentimiento mío y admitiré incluso, si usted quiere, que son alucinaciones paranoicas. Pero, en cualquier caso, sé que no me creería… a no ser que usted mismo haya comenzado ya a sentir lo mismo que yo. En cualquier caso sé que, cuando reciba esta carta, habrá comenzado ya a visitar a esos seres y que me concederá aunque sea un remoto margen de razón.

Por mi parte, sin contar con esa enfermedad (en la que no creo), sé que esos monstruos no son niños normales. Son seres de una especial configuración mental, que han tomado esa apariencia casi humana para mezclarse con nosotros y destruirnos. No me pregunte razones, porque no las tengo. He tratado durante mucho tiempo de confirmar mis sospechas de algún modo y he terminado por renunciar a encontrar las pruebas que me harían aparecer a sus ojos —e incluso a los míos— como un ser normal y no atacado por el terror que aún no me ha abandonado. Un terror tan espantoso que me ha impulsado a meterle a usted en la ratonera para escapar yo. He llegado a un estado en el que priva, sobre cualquier otra cosa, mi instinto de conservación en el grado más primitivo.

Si creyera en brujerías —usted sabe bien que en la región esa creencia no es tan absurda— pensaría que esos niños son encarnaciones demoníacas. Pero no lo creo y lo siento, porque creer en algo podría haberme salvado de mi espanto.

Le deseo suerte, doctor Fuentes, y le pido perdón por lo que yo mismo le he provocado. Piense lo que quiera de mí. Hable con el párroco de Canteras; él le dirá qué clase de hombre he sido… hasta que eso sucedió. El tenía ciertas teorías que yo nunca quise confirmar. Teorías que se basan en un cierto san Cristóbal que hay en un altar lateral de la iglesia parroquial y en ciertos documentos de procesos inquisitoriales que guarda en su archivo. Si tiene usted curiosidad y valor, véalos. Yo soy demasiado cobarde para haberme atrevido. Perdóneme si puede.

SANTIAGO RUANO

COPIA DEL AUTO DE FE QUE SE CELEBRÓ EN SANTIAGO DE COMPOSTELA ESTE AÑO DE 1679, SIENDO INQUISIDOR DEL REINO DE GALICIA DON ANTONIO ZAMBRANO DE BOLAÑOS, PARA CONOCIMIENTO Y MEMORIA QUE SE CONSERVE EN EL ARCHIVO PARROQUIAL DE LA ALDEA DE CANTERAS, CUYA ERA NATURAL LA RELAJADA EN DICHO AUTO DE FE MARÍA DOS FOGOS, ALIAS A MEIGA, POR LOS FECHOS QUE SE RELACIONARÁN.

A la católica y sacra Magestad Real del Rey Ntro. Sr. don Carlos Segundo.

Señor: el sagrado blasón de católico monarca, conseguido por Recaredo de los Godos, proclamado en el Tercer Concilio toledano, restaurado por el rey Don Alfonso de León…

(bien dedicatorias y todo lo demás, pero ¿a qué viene todo?).

… pareció que el excelentísimo señor don Diego Sarmiento de Valladares, obispo de Oviedo y Plasencia, del Consejo de Estado de S. M. y de la junta grande de la gobernación, como inquisidor general de la monarquía católica pusiese en la noticia del pueblo…

… Sepan todos los vecinos e moradores de esta noble ciudad… cómo el Santo Oficio de la Inquisición celebra Auto de Fé Público en la Plaza Mayor de la misma, el domingo veintisiete de…

… se les conceden las gracias e indulgencias por los sumos pontífices, dadas a todos los que acompañaron o ayudaron a dicho Auto. Mándase publicar para…

(tuvo que ser un día negro más negro que los días que sufrimos en…)

…se ven las desiguales suertes de los malos y los buenos: unos con las notas de su infamia y otros con las insignias de su dichoso arrepentimiento y…

… manda leer las causas de los reos a la vista de todo el mundo y a unos admite a la gracia y comunión de la Iglesia y a otros relaja a los incendios voraces del fuego, absolviendo con piedad y condenando con rigor…

(y a estas alturas estarían ya las hogueras encendidas en las afueras de la ciudad o recogiendo leños desde la semana anterior para achicharrarlos a todos y que ardan bien…)

… fue menester que la noche anterior anduviese muy vigilante la prevención y así fueron reducidos a las cárceles secretas los reos…

… y habiéndolos congregado a todos, como a las diez de la noche, después de haber dado de cenar a los presos, el señor don Antonio de Zambrano y Bolaños, inquisidor de la corte más antiguo, entró en los retiros donde estaban los reos condenados a relajar y a cada uno de por sí les notificó la sentencia en la forma…

«… que para castigo y ejemplo de ellos se ha hallado y juzgado que mañana habéis de morir: preveníos y apercibíos, y para que lo podáis hacer como conviene, quedan aquí dos religiosos».

(menos mal, por lo menos que se salven).

Y habiéndoles explicado a cada uno las dichas palabras, mandaba que les asistieran y dejaba dos familiares a la puerta de cada encierro para que les guardasen. Y gracias a ellos los dos religiosos encomendados a la preparación y custodia del alma de la condenada a relajar María dos Fogos pudieron salir con vida, por cuanto la dicha María, condenada a las llamas por brujería…

(aquí está por fin la que buscábamos ya ha tardado pero).

… se revolvió con quienes trataban de reconciliar su alma con Dios Nuestro Señor, con grandes palabras y ademanes huraños que habrían podido herirlos a no haber intervenido prontamente los dichos familiares, que redugeron con grandes fatigas a la condenada. Y la muger clamaba por una inocencia que habíase mostrado falsa y fementida…

(bruja bruja bruja pero ¿qué había hecho para ser bruja?).

… a las tres de la mañana se empezaron a dar a los reos los vestidos que el tribunal les había mandado hacer con tanta prevención, que antes de las cinco se les había acabado de dar el almuerzo…

plato extraordinario, gachas o pan migado con agua que engorda para que todos tuvieran deseos de meterse entre las llamas de una vez).

… y a las siete de la mañana empezaron a salir los soldados de la Fé, y después de ellos la cruz de la parroquia de San Bartolomé, vestida con velo negro y doce sacerdotes con sobrepellices…

…y luego fueron saliendo hasta treinta y cuatro reos, cada uno de por sí y con dos ministros del lado…

… los dieciocho primeros en estatua, ya muertos, ya fugitivos…

(fuego después de la muerte).

… De los reos que salieron en persona se seguían once penitentes con abjuración de Lavi, unos por casados dos veces, otros por supersticiosos…

… todos con velas amarillas apagadas en las manos…

… Inmediatamente salieron otros diez reos condenados a relajar, todos con la coraza y capotillos de llamas y los pertinaces con dragones entre las llamas y siete de ellos con mordazas y atadas las manos, como la antes dicha María dos Fogos, que lanzaba espumarajos por la boca y rugía a través de su mordaza, a pesar de los vergajazos que le imponían los familiares para que caminara con el mismo silencio penitente que los demás…

(aquí vienen uno por uno todos… Los once primeros muertos o fugitivos más allá los de levi los de relajar que son los que han de ser quemados vivos aquí está Francisco Diego José Ignacia ¡aquí!).

31. María dos Fogos, alias María a Meiga, muGer de ManueL FrancisCO, natural y VECina de la aLDEA de CANTERAS, de edad DE CINcuenta y SIETE AÑOS, que tenía tIENDA dE ESPECERía, rECONCILIada en LA INQUISICIón dE SANTIago DE COMPOSTELA EN SIETE DE ENERO DE MIL SEISCIENTOS SETENTA Y CINCO POR HEREGE, REJUDAIZANTE RELAPSA CONFITENTE, VARIA, DIMINUTA Y NEGATIVA EN SUS CONFESIONES, POR CUANTO SE NEGÓ A ADMITIR LA PROBADA ACCIÓN DE BRUJERÍA COMETIDA EN LA PERSONA DE ELVIRA PEREIRA, FALLECIDA AL PARIR DOS HIJOS INFORMES Y PELIBLANCOS POR LA INTERVENCIÓN INFERNAL DE LA DICHA MARÍA A MEIGA EN LA MISMA ALDEA DE CANTERAS, DE DONDE LA DICHA ELVIRA ERA TAMBIÉN NATURAL. LEYÓSE LA SENTENCIA Y SALIÓ AL AUTO CON INSIGNIAS DE RELAJADA, Y COMO TAL FUE RELAJADA A LA JUSTICIA Y BRAZO SEGLAR, CON CONFISCACIÓN DE BIENES QUE NO TUVO…

Bajaron a la plaza de las Valias y tomaron vía recta por la calle hasta la puerta del Perdón, donde se había instalado el Brasero…

… iba a poca distancia el Secretario de la Inquisición, para asistir y dar testimonio de cómo se habían ejecutado las sentencias…

… que previnieran el brasero con diez palos y argollas para poder dar garrotes, y atando en ellos como se acostumbraba… aplicarles el fuego, sin necesitar del horror y violencia de otras más impropias y sangrientas egecuciones…

…Debemos relajar y relajamos la persona de la dicha fulana María dos Fogos, alias a Meiga a la justicia del brazo seglar…» a los cuales rogamos y encargamos muy afectuosamente como de derecho mejor podemos, se haya benigna y piadosamente por ella…

… a pesar de lo cual, la mentada REA VOLVIÓ CON SUS GRITOS Y PROTESTAS DE FEMENTIDA INOCENCIA. HASTA QUE SE APLICÓ LA PENA QUE LA PRUDENTE Y MADURA DELIBERACIÓN JUZGÓ AJUSTADA… FUE EJECUTADO EL SUPLICIO, DANDO PRIMERO GARROTE A LA REDUCIDA Y LUEGO APLICÁNDOLE EL FUEGO…

¿Y ahora, Luis, qué puedo pensar? No se trata de casos aislados. Estos hechos se han repetido a lo largo de los siglos. Ahora son cuatro niños y hace unos años fue ese extraño Cecilio, el imbécil del pueblo —todos le llaman así, al menos— que desapareció misteriosamente al nacer el primer crío y nadie ha vuelto a ver. Bueno, pero antes, allá por el siglo XVII, fue alguien que inspiró al artista que talló en madera al San Cristóbal que luce la capilla lateral de la parroquia. Tendrías que haber visto la imagen. Yo mismo hubiera pensado que se trataba de una caricatura deforme, cuando me la mostró el párroco. Un santurrón de cara blanca y cabezota deforme, con las piernas horripilantemente retorcidas y los brazos rugosos sosteniendo al niño Jesús sobre sus hombros. Creí ver una representación de los niños cuando sean mayores.

El párroco no tiene ningún informe que aclare el origen de la imagen del San Cristóbal. Nada figura en los archivos y los hemos repasado juntos de arriba abajo, te lo aseguro.

Bien. Y antes del santo cabezón, la copia del Auto de Fe en el que se quemó a una bruja bajo la acusación de haber provocado… dos casos iguales. ¿Qué me dices de eso?

Estoy por volverme loco. En Canteras sucede algo que viene repitiéndose aisladamente a lo largo de siglos. No ha pasado los límites de la aldea. Pero, me pregunto, ¿por qué aquí? ¿Qué tiene este lugar que puede provocar estas extrañas malformaciones en algunos de sus habitantes?…

Aparentemente, nada. Canteras, ya te lo dije en una de mis primeras cartas, es un pueblecillo como hay tantos otros, con gentes que tienen los mismos afanes y, más o menos, las mismas supersticiones de cualquier otro lugar que, escondido como éste, deje pasar por las mentes de sus habitantes los remotos resquicios de las supersticiones. Ya sabes, en un sitio se trata de una fuente milagrosa; en otro, de una encrucijada en la que dicen que espera el diablo; aquí todos temen pasar cerca de la cueva de la Meiga. Supongo que se referirán a la Meiga esa que se cargó al Santo Oficio, pero lo cierto es que sí hay una cueva, en lo alto de la colina que da al poniente del pueblo y que un kilómetro a la redonda de la boca no hay campesino que se atreva a plantar una mata de habas. Dicen que de allí salen gritos y lamentos —ya sabes, lo de siempre— y que a quien se acercara le sucedería algo muy malo, morirse por lo menos.

Bueno, ya te dejo para no cansarte más. ¡Ah, se me olvidaba! Hay otra novedad, pero no tiene demasiada importancia. Me han escrito del laboratorio central para pedirme que repita las tomas de sangre y de orina de los monstruitos. Por lo visto —aunque no lo dicen en la nota— se han encontrado con tales anomalías que han dudado seriamente de no haber metido la pata. Así que he vuelto a extraer sangre y les he escrito diciéndoles que me manden los resultados por más absurdos que puedan parecerles.

Un abrazo,

GREGORIO

Santiago, 4 de marzo

LABORATORIO DE ANÁLISIS CLÍNICOS

DR. PIZARRERO

Al Dr. Gregorio Fuentes.

Canteras

Apreciado doctor:

Le remitimos los resultados de los análisis repetidos por nuestra indicación. No podemos ocultarle que nos han parecido tan descabellados como la primera vez que los hicimos. No obstante, deseamos que tenga usted ocasión de comprobar personalmente nuestras conclusiones para que pueda obrar en consecuencia.

Observará usted cómo la cantidad de glóbulos rojos —2.300.000 de promedio en las distintas muestras— es una muestra clara de un proceso anémico, suposición que vendría reforzada por el bajo porcentaje de hemoglobina que acusan, así como por el volumen de corpúsculos —menos dos—. Sin embargo, este es el primer absurdo, estos corpúsculos no tienen la menor alteración que pueda dar luz sobre la naturaleza u origen de la anemia observada.

Igualmente, apreciará usted un alarmante aumento del número de leucocitos. Pero dicho aumento, que debería corresponder a un indicio de infección puesto a la luz por la velocidad de sedimentación, vuelve a plantearnos el absurdo. Esa velocidad de sedimentación es comparativamente más baja de lo que podríamos considerar normal —tres milímetros en la primera hora, doce en la segunda y un índice de Katz de ocho y medio—. ¿Cómo es posible que esto corresponda a un número de leucocitos cinco veces superior al normal? Sucede lo mismo cuando consideramos la distribución porcentual de los diversos tipos de leucocitos. Los porcentajes son correctos y corresponden a una persona absolutamente normal.

Finalmente, hemos realizado, como podrá comprobar, un análisis total del suero sanguíneo. Nos ha dado proporciones alteradas de fosfatasa alcalina y de calcio sérico, síntomas claros de raquitismo en los sujetos analizados.

Le repetimos, doctor, que con gusto volveremos a estudiar los análisis, si tiene la bondad de remitirnos nuevas muestras.

Entre tanto, nos tiene incondicionalmente a su servicio.

(firma ilegible).

NECESITO URGENTE INFORMACIÓN, caso de que algún compañero tenga experiencia en tales casos, sobre eventuales posibilidades de raquitismo congénito o hereditario. Dirigirse con información o sugerencias al doctor Fuentes. Canteras. Pontevedra.

Leído tu anuncio en Medicamenta. ¿No te habrás equivocado en las apreciaciones? Parecen tan disparatadas tus preguntas que pienso si, en lugar de las enfermedades descritas, no se tratará más bien de…

…y, por último, ¿tiene la amabilidad de mandarme su número de colegiado? Tal vez con una renuncia voluntaria o con una denuncia en regla podríamos resolver el acuciante problema del exceso de médicos indocumentados. Suyo affmo:

… y un solo caso en la bibliografía descrito por Teller en 1926 fue desmentido poco después por Ashing y Hoffer, que demostraron sin lugar a dudas que se trataba de…

… Nos permitimos remitirle nuestro preparado Raquimina que, aún en período de experimentación, creemos que puede sustituir con ventaja a los…

Canteras, 6 de marzo

Perdona, Luis. Supongo que debería haber esperado a recibir carta tuya para contestarte. Pero reviento si no escribo esta noche. Reviento de miedo, de miedo de volverme loco. ¿O será que ya lo estoy? Tengo los ojos de los niños metidos aquí, entre las cejas, mirándome desde las oscuridad de sus pocilgas, transmitiéndome ese odio mudo que apareció cuando por primera vez hice abrir las ventanas para que entrase la luz que no podían resistir en sus ojos. Un odio que aumentó cuando les pinchaba para extraerles sangre para los análisis. Un odio que estaba presente hasta en aquel líquido casi blancuzco que era su sangre acuosa y que me persigue ya incluso cuando estoy lejos de ellos, como si se me hubiera pegado a la piel.

Ya sé lo que estarás pensando: que me he dejado influir por la carta de Ruano. Y no es eso, Luis, porque esa carta llegó cuando yo ya estaba absolutamente convencido de estar inmerso en un lodazal de miedo del que no puedo salir, porque se me pegan las piernas al fondo y me va tragando, poco a poco, chupándome como un torbellino. No sé lo que me digo. Es decir, sí lo sé, pero no logro explicarlo. Me rodea una atmósfera densa en la que oigo voces lejanas que no vienen de ninguna parte y parecen ordenarme que me esté quieto, que no haga nada, que esos mocosos son así y que nada de lo que yo haga podrá alterar lo que es únicamente un proceso lógico de su naturaleza. ¿Pero qué naturaleza? Es algo extraño, como si hubieran aterrizado desde otro planeta, poco a poco, uno o dos a lo largo de los siglos, en una invasión que hasta ahora fue esporádica y que ahora —¿ahora?— comienza a tener éxito.

No me tomes por más loco de lo que yo me siento. Al margen de mis propios terrores, he logrado de vez en cuando equilibrar mis pensamientos y me he sentido capaz de actuar con cierta objetividad. He comprobado que no soy el único que está metido en esto. La gente, en el pueblo, procura no hablar de estos niños, aunque el pueblo es pequeño, muy pequeño, y en mayor o menor grado cada uno de los habitantes es pariente de estos monstruitos. He mantenido algún contacto —poco, desde luego— con las fuerzas vivas de aquí. Y todos se sentirían más tranquilos si estos engendros no hubieran nacido… o si hubiera algún modo honesto —honesto, ¡fíjate!— de hacerlos desaparecer. Fue lo que me dijo el alcalde la semana pasada: «¿Pero en serio puede usted creer que tienen salvación?», y me añadía: «Lo mejor sería una inyección… y ¡angelitos al cielo!». O al infierno, estuvo a punto de añadir, pero no se atrevió, porque estaban allí el párroco y delante de la Iglesia parece que está feo eso de desearle la muerte al prójimo.

También yo lo había pensado. Pero me di cuenta de que lo pensaba por un sentimiento de impotencia, porque no le veo salida a esto, porque tengo la impresión de que nada podré hacer por convertirles en seres normales. He comenzado a administrarles dosis masivas de vitaminas. Eso fue ayer. No, anteayer. Casi confundo los días. Bueno, el caso es que no parecen tolerarlas demasiado bien. Me dirás que ha pasado muy poco tiempo desde anteayer para ver los resultados. Y es que, en efecto, los resultados no se han visto todavía… Los he sentido yo aquí dentro, como si me hubieran transmitido de un modo especial su repulsa a las drogas que les estoy administrando. Y porque…

Vale, te lo diré. Cuando comenzaba a escribirte dudaba, estaba seguro de que no iba a hacerte partícipe de lo que ahora creo que te voy a contar. Yo mismo pienso si no será ya producto de mi imaginación, del cansancio propio de este estar dándose de cabezadas contra lo desconocido. Y, sin embargo, creo que es… sí, real, real es la palabra.

Te decía que comencé el tratamiento anteayer. Ayer fui a pasarles visita y sentí lo que te contaba más arriba. Regresé a casa bajo la lluvia. Aquí llueve un día sí y el otro también. Me pasé la tarde estudiando unos libros sobre osteomalacia que me hice traer de la capital. Había silencio en el pueblo, el mismo silencio de siempre, apenas roto por ese caer monótono del agua sobre los charcos, el lejano cacareo de las gallinas y el paso de las esquilas del ganado que regresaba a la aldea a la caída de la tarde. De la lectura no había sacado nada en limpio cuando cayó definitivamente la noche. No había luz. Hay cortes a menudo, porque los cables conductores son viejos y están podridos de tanto llover. Encendí un quinqué y cené muy poco. Tenía la cabeza que no sabía si era mía o de mi vecino. Hacia las once me fui a la cama con dos aspirinas.

Seguía lloviendo y yo no lograba dormirme, a pesar del cansancio. Y habría pasado una hora o así, cuando escuché unos pasos desiguales que chapoteaban por el barro de la parte trasera de la casa. Parecía que se acercaban. Despacio. Como si quien llegaba procurase pasar lo más desapercibido posible. Se detuvieron y, pasado un instante, llamaron, no demasiado fuerte, contra los cristales de la puerta de atrás, que da a la cocina. Cosa rara, porque por allí nunca suele llamar nadie. He de confesarte que, a estas alturas y sin saber exactamente por qué, no me llegaba la camisa al cuerpo. Pero me levanté de prisa, me eché la gabardina sobre el pijama y fui a abrir.

Sin embargo, ya antes de llegar, oí de nuevo los mismos pasos que parecían alejarse. Estuve a punto de volverme atrás, porque ¿para qué iba a abrir si quien llamaba no había querido esperar? Pero corrí a la puerta de atrás, la abrí y, en la penumbra de la noche, aún vi uña silueta que se alejaba más allá de la valla del pequeño corralillo trasero. Era una silueta extraña, como de una persona más bien baja, que caminase con dificultad, cojeando o tratando de no hundirse demasiado en el barro. Antes de desaparecer —porque apresuró su paso vacilante cuando oyó que yo abría la puerta— pude darme cuenta (o me lo pareció) de que tenía una cabeza descomunal. Le llamé fuerte, preguntándole qué quería, pero no me respondió y, de un salto, desapareció más allá de los matojos que sirven de cerca a mi patinillo.

Sólo entonces me di cuenta de que había algo a mis pies. Era algo envuelto en un viejo papel de periódico, algo que pesaba cuando lo recogí y me metí en la casa. Lo desenvolví sobre la mesa, después de encender una vela. No te lo creerás, Luis. Era una especie de ladrillo de tierra blanquecina o amarillenta con unos dibujos muy esquemáticos grabados en la superficie más ancha. El dibujo mayor representaba un hombre estilizado, como esos muñequitos que pintaba El Santo: palillo por cuerpo y extremidades y un redondelito por cabeza. Bien, fíjate bien. Ese hombre estaba inclinado sobre otros tres hombrecillos, como si fuera a comérselos o algo así. Pero lo curioso es que, mientras el hombre guardaba más o menos dentro de su estilización las proporciones normales, los hombrecillos sobre los que se inclinaba parecían tener la cabeza mucho más grande y los miembros —o los palitos que hacían de miembros— retorcidos y deformes.

Al otro lado había un dibujo de proporciones más pequeñas. En él, el hombre-de-dimensiones-normales aparecía tendido, no sé si muerto. Y varios hombrecillos-de-miembros-retorcidos estaban de pie en torno suyo, como contemplando su muerte. Bueno, esa es mi interpretación, española porque realmente el dibujo podría significar cualquier cosa. Pero en su simplicidad tenía un algo inquietante que no me dejó dormir en toda la noche.

Al despertar esta mañana no llovía. Pura casualidad. He abierto la puerta de atrás, la que abrí anoche, y he visto las huellas de los pies que dejaron el paquete junto a la puerta. Eran pies descalzos y si bien es verdad que yo no entiendo de huellas, habría jurado que pertenecían a un ser absolutamente deforme. Estaban como si hubieran pisado por la parte de fuera del pie, ¿entiendes? Es decir, como si quien las hubiera marcado caminase zambo. El barro permitía seguirlas más allá de la acera del patinillo y no sé aún por qué eché a andar detrás de las huellas. Tenía, después de la noche de insomnio, un estado de semiinconsciencia que no me permitía pensar. O que me lo permitía volviendo, en cierto modo, a aquellas experiencias infantiles, cuando jugábamos a los comanches y seguíamos las huellas del rostro pálido por los caminos empolvados.

No me di cuenta del camino que seguía detrás de las huellas hasta que me encontré a casi dos kilómetros de la aldea. Eran fáciles de seguir, porque estaban por un sector de poca vegetación en el que el barro había formado reguerillos entre las piedras. Yo iba buscando las marcas de aquellos extraños pies, sin levantar la mirada y sin fijarme en nada que no fuera aquello. Por eso me sobresalté al oír una voz a mis espaldas que me gritaba: «¡Eh, doctor!… ¡Por ahí no!». Levanté la cabeza y vi a uno de los campesinos de la aldea, que me hacía señas desde lejos. «¿Por qué no?», le grité yo también. Y él me señalaba hacia lo alto de la pendiente: «¡La cueva, doctor!… ¡La cueva de la Meiga!».

Me había olvidado de la superstición y, sin darme cuenta, estaba subiendo la pendiente que conducía a aquella caverna que era el diablo para todos los del pueblo. Ahora me daba cuenta. Por eso en todo el trayecto no había visto más huellas que las que iba siguiendo. Por eso no las había ocultado ningún ganado de los que salen de amanecida. Pero estaba en el camino y… ¿qué quieres? Por un lado, me fastidiaba hacer caso a la superstición campesina y regresar sin haber llegado a ver adonde conducían aquellas huellas. Por otro lado, de pronto, había comenzado a sentir una enorme curiosidad, porque algo me ligaba —no sé por qué— la cueva con las huellas, algo que me decía que las huellas terminaban allí, precisamente allí.

No hice caso de las voces del campesino, que seguía advirtiéndome, desde la lejanía, del peligro. Seguí subiendo, mirando las marcas impresas en el barro arcilloso y, al cabo de un momento, me encontraba casi en la cumbre de la colina. Sólo entonces me fijé en el ambiente que me rodeaba. Me sería difícil describírtelo, porque no tenía nada de particular y, al mismo tiempo, causaba una profunda sensación de desasosiego. No sé si sería por la soledad del lugar, o por las rocas negruzcas de humedad que rodeaban la pequeña boca de la cueva, o por la tristeza que emanaba de la atmósfera gris, más gris allí arriba. No lo sé. Pero tenía ganas de volver sobre mis pasos y dejar las cosas como estaban. No lo hice, sin embargo. Seguí acercándome a la cueva y me asomé a su boca enorme y negra, tratando de acostumbrar los ojos a la oscuridad del interior. Había como una rampa que bajaba suavemente y luego la oscuridad. Bueno, yo no llevaba lámpara ni nada parecido. Sólo las cerillas, una caja casi llena en el bolsillo. Bastaba para aventurarme unos metros. Entré despacio, arrastrándome. Y, cuando no vi nada en tomo, cuando la claridad del día no bastó para orientarme, comencé a encender cerillas, una tras otra.

Después de la rampa primera, la cueva se ensanchaba hasta formar un amplio vestíbulo de piedra. El suelo estaba lleno de guano de murciélagos y las paredes no estaban húmedas. La verdad es que no sé si deberían estarlo, pero me parecía que habría sido lo lógico en el interior de una cueva, ¿no? Caminé un trecho alumbrándome malamente con las cerillas y tanteando las paredes con la mano.

Y entonces sentí que había algo grabado en la roca, debajo de la palma que apoyaba en el muro de piedra. Acerqué una cerilla y vi un grabado del mismo estilo del que estaba dibujado sobre el ladrillo que habían dejado ante mi puerta anoche. Sólo que este grabado parecía hecho mucho tiempo atrás, porque la roca negra lo comía en parte. Se adivinaba que casi la pared entera de roca estaba llena de aquellos grabados, hasta mucho más allá de lo que la llama de la cerilla podía alumbrar. Había muchas figuras allí. Figuras de miembros retorcidos, dibujados como palotes. Y otras representaciones extrañas. Algunas eran fácilmente reconocibles. Había soles esquemáticos, algo así como barcos navegando por los aires y otros dibujos que no me siento capaz de interpretar: algo así como dibujos de estallidos unos. Otros, como si fueran grafismos indescifrables, letras de un alfabeto desconocido.

Por lo que he podido apreciar, la cueva tiene ese gran vestíbulo en el que estuve y hay un agujero que permite pasar a gatas, que se interna mucho más profundamente. Naturalmente, no me metí por él, entre otras cosas porque no tenía condiciones de luz y las cerillas se iban agotando. Salí de la cueva y, ¿querrás creerlo?, me sentí mucho más tranquilo cuando el aire húmedo me dio en la cara.

No sé si he hecho bien en contarte mi aventura. Si estás dudando de mi salud mental, te habré dado más motivos para afianzarte en la duda. Está bien, haz como si no te hubiera dicho nada, no tengas en cuenta mis tonterías, pero déjame que, de vez en vez, te moleste con mis cuentos. Es un modo de hablar en voz alta, de no tragarme lo que me muerde por dentro.

Un abrazo, Luis. No te hagas el remolón. Escribe.

GREGORIO

(Fragmentos del libro sagrado de Ktoth)

VII. Y EL PUEBLO VIVIÓ DE POR SIGLOS MALDITO Y CONDENADO AL CASTIGO DEL DÍA Y LA NOCHE. PERO EL PODEROSO KTOTH LO HABÍA ENGENDRADO PURO Y ASÍ EL PUEBLO SOBREVIVIÓ, AÚN DÉBIL Y CEGADO.

VIII. LAS PIERNAS CRECIERON COMO ESTALACTITAS Y LA GRAN MENTE ABANDONÓ AL PUEBLO AL CAOS DE LA LUZ. Y LOS ROSTROS ENNEGRECIERON Y LOS OJOS PERDIERON SUS PODERES.

IX. EL PUEBLO OCUPABA MEDIO PLANETA Y EL OTRO MEDIO ESTABA OCUPADO POR LOS DESCENDIENTES DEL SEXTO PRÍNCIPE, LLAMADO KINAL BI-MEL. Y EL PUEBLO DE KINAL BIMEL CRECIÓ Y CRECIÓ Y QUISO FORTIFICAR SUS FRONTERAS, PARA QUE EL PUEBLO ELEGIDO DE KTOTH NO INVADIERA SUS DOMINIOS.

X. PERO EL PUEBLO DE KTOTH COMPRENDIÓ LA OFENSA DE LOS HIJOS DE KINAL BIMEL Y SE APRESTÓ A LA DEFENSA DE SUS DERECHOS. PORQUE ESTABA ESCRITO QUE NINGÚN PUEBLO DESCENDIENTE DE PRÍNCIPE ALGUNO OSARÍA OPONERSE A LOS DESIGNIOS DEL DESTINO.

¿HUBO UNA RAZA REMOTA DE ENEMIGOS DEL SOL? IMPORTANTE HALLAZGO ARQUEOLÓGICO

Nueva York, 3 (Crónica del corresponsal de Afp-Efe). Una noticia aparece hoy en todos los los periódicos de Estados Unidos y de Canadá. Una importante noticia, aunque la mayor parte de los editores le hayan reservado una modesta tercera página en sus rotativos. Un equipo de arqueólogos de la universidad de Yale se internó, hace tres meses, en la región canadiense del Klondyke en busca de yacimientos arqueológicos que aportasen alguna luz sobre las primitivas culturas esquimales. Los resultados de esas investigaciones no hubieran probablemente traspasados los límites universitarios y especializados, de no haber sido por el extraño hallazgo que hoy traen a colación casi todos los diarios de Norteamérica.

¿Hubo en algún remoto pasado un pueblo de hombres que odiaban al Sol? Hasta ahora, esta hipótesis habría parecido absurda a cualquier estudioso de las culturas primitivas. El Sol ha sido siempre —o casi siempre— la primera divinidad adorada por el Hombre. Sin embargo, los miembros de la expedición de Yale parecen estar hoy en condiciones de proporcionar una hipótesis que está reñida con todas las anteriores.

Al parecer, en una caverna en algún punto no demasiado determinado de la región que exploran, han sido hallados dibujos y grabados prehistóricos en los que prácticamente se demuestra esta hipótesis. Según las primeras declaraciones del profesor Donald F. Synden, los dibujos rupestres que han sido encontrados parecen contar la historia y las costumbres de un pueblo primitivo que buscaba la oscuridad de las cavernas y huía del Sol, al cual debía considerársele como portador de una larga serie de extraños males que tal pueblo debía sufrir.

La encarnación del Sol como espíritu adverso nunca se había dado hasta ahora en la historia remota de las comunidades humanas, por más oscuro e ignorado que haya sido su pasado. Ha sido precisamente el caso contrario, el de los Adoradores del Sol, el que ha presidido siempre la aparición de las culturas primitivas, cualquiera que fuese su situación geográfica. Si los descubrimientos realizados por la expedición Synden resultaran ciertos —y no hay nada que, por ahora, se oponga a su verosimilitud— habría que replantearse muy seriamente el estudio de la arqueología y las razones del origen de los mitos religiosos. De todos modos, por las declaraciones hechas hasta el momento, se desprende que la propia Universidad de Yale se muestra muy reservada antes de sentar conclusiones que podrían acarrearles polémicas ante las cuales aún no parecen estar en condiciones de aportar pruebas irrefutables.

El N. Y. Times ha publicado, junto a la noticia, la reproducción de algunas de las fotografías sacadas por los miembros de la expedición Synden. Los dibujos, bastante borrosos en la impresión, muestran figuras humanas sumamente estilizadas y, al parecer, afectadas por extrañas distorsiones de los miembros inferiores. El sol aparece como un elemento del cual huyen estas figuras; y ciertos redondeles torpes dibujados a sus pies parecen indicar —siempre a juicio de los investigadores de Yale— las cuevas donde esos hombres tratan de refugiarse ante la amenaza del astro. Otras pinturas parecen representar a esos mismos hombres reptando por canales muy estrechos que les conducen a las profundidades de la Tierra. Todos los dibujos aparecen rodeados de signos semejantes a alguna forma de escritura. Según ha manifestado el profesor Synden, podría tratarse, efectivamente, de una forma desconocida de expresión escrita, si bien declara que su equipo no ha sido capaz de descifrarla por el momento. A pesar de ello, asegura que se trata de una forma muy evolucionada de escritura, en la que estarían representados fonemas y no ideas u objetos, como sucede corrientemente con las formas de escritura de los albores de las culturas humanas conocidas hasta la fecha.

El problema del pueblo de Enemigos del Sol parece hallarse en estos momentos en un punto en el que sólo una concienzuda investigación puede tener la respuesta. Las rocas y los dibujos están siendo sometidos, al parecer, a ciertas pruebas químicas que podrían determinar con bastante aproximación la época de esta extraña cultura. Los ideogramas, por su parte, han sido sometidos a la investigación en los computadores de Yale. De todos modos, la ausencia hasta ahora de restos orgánicos en los lugares donde se han realizado hasta ahora los descubrimientos parece descartar la posibilidad de efectuar ensayos con base al Carbono 14, que podría determinar con mucha mayor exactitud las fechas en que las pinturas pudieron ser realizadas.

Un misterio más que se desvela poco a poco para la Humanidad. Un misterio que tal vez pueda descubrir una faceta totalmente desconocida del remoto pasado del Hombre sobre la Tierra.

Canteras, 18 de marzo

URGENTE

Querido Luis: No vengas aún. Me haces más falta ahí, de momento. Te mando por correo aparte la piedra grabada. Mándala analizar y haz que la investiguen.

Se me han muerto dos críos. No han resistido al tratamiento masivo que les administré. Son los dos más chicos. Los otros dos están mal, pero confío en que no se mueran. Lo extraño es que han muerto por un tratamiento que de ningún modo podría causar la muerte. Les estaba administrando sesiones de rayos ultravioleta. Un minuto a los pequeños y minuto y medio al mayor. Eso, acompañado con inyecciones de Vitamina D masiva (Lipo-Catavín) y un régimen especial de comidas.

¿Por qué no lo han podido soportar? No logro explicármelo por más esfuerzos que hago. Se me han muerto dos pacientes y llevo bastante menos de un mes en mi trabajo. Y no es que la muerte de los dos monstruitos haya causado en sí un gran pesar. Ni su familia lo ha sentido, creo. Pero no es eso. Es el sentimiento de fracaso y es, sobre todo, el pensar que en el fondo deseaba que se murieran.

Cuéntame el proceso de investigación del pedrusco, si tiene algún resultado. Abrazos.

GREGORIO

FACULTAD DE CIENCIAS

INSTITUTO DE ECOLOGÍA

Ciudad Universitaria

A don Luis Varela

Diario Informaciones

20 de marzo

Amigo Varela:

No he podido localizarte por teléfono. Llámame tú para vernos inmediatamente. Hemos analizado el mineral que nos mandaste. Y necesito saber todo cuanto puedas contarme sobre su origen. Nunca tuve ocasión de tener en las manos silicato magnésico en estado puro.

Y este lo es. Y no sé si lo recuerdas aún del bachillerato. El silicato magnésico puro se encuentra solamente en las capas más profundas de la Tierra, por supuesto bastante lejos del alcance humano. No puedo ahora decirte más. Llámame y hablaremos.

SÁNCHEZ

CONSEJO SUPERIOR DE

INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Seminario de ARQUEOLOGÍA

A don Luis Varela

Diario Informaciones

22 de marzo

Bueno, chato, ya puedes decirle al imbécil de Gregorio Fuentes que vaya por ahí a tomarle el pelo a su honorable padre: ese ha visto el artículo de la expedición Synden y las fotos y ha querido gastarnos una broma pesada.

Gracia no le falta, porque el estilo lo ha sabido imitar muy bien. Tan bien que hemos caído en la trampa al principio y creimos encontrarnos ante un descubrimiento sensacional. No olvides que, aparte de que la prensa haya aireado los descubrimientos de Yale, otras investigaciones aisladas han venido corroborando en distintos lugares del mundo cuestiones muy parecidas. Sin ir más lejos, el Nepal tiene yacimientos de este tipo y ha habido algún otro descubrimiento de menor importancia en África del Sur. Por supuesto, los americanos se llevan la palma cuando se trata de la publicidad y, si estos descubrimientos siguen adelante, ya todos les llamaremos la Civilización de Synden.

Pero de ahí a tomarnos en serio el ladrillo de Fuentes… Fuentes, aunque yo nunca lo hubiera creído, está resultando un bromista fuera de los Santos Inocentes. El ladrillito nos «cameló» y hasta lo sometimos a pruebas. El resultado es… que ha sido grabado hace menos de una semana. ¡Mándale a freír espárragos de mi parte! Y, si te interesa para algo, ven a recogerlo.

GARCÍA ACOSTA

Atento Dire: Me largo por unos días. No puedo decirte de momento lo que voy a hacer, pero te juro por mis muertos que tiene que ver con el trabajo y que, si se confirma lo que ando sospechando, vas a tener que tirar ediciones extras en cuanto comience a mandarte reportajes desde el punto H. Te acompaño una crónica de Estados Unidos que pasó al cesto de los papeles después de ser someramente leída por el inefable Garrido. Apareció la primera parte y ésta se sumió en el olvido. Te aconsejo que la publiques. Tiene algo que ver con lo que yo voy a investigar. Sabrás de mí. Ciao.

VARELA

VAMOS CAMINO DE UN CAMBIO

EN EL HORIZONTE HUMANO

SI CIERTOS HECHOS SE CONFIRMAN, LA APARICIÓN DE CIVILIZACIONES TERRESTRES PUEDE REMONTARSE MUCHOS MILENIOS ANTES DE LAS QUE HASTA HOY HAN SIDO CONOCIDAS.

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ENTREVISTA CON EL PROFESOR SYNDEN, EL DESCUBRIDOR

DE LA CIVILIZACIÓN DEL KLONDYKE

Nueva York, 7 (Crónica de Afp-Efe). En Yale, los más importantes acontecimientos forman parte de la rutina diaria. No importa que hayan salido de esta Universidad los más grandes políticos de Estados Unidos. No importa que varios Premios Nobel tengan aquí sus cátedras. Tampoco el cielo ha caído encima por el hecho de que un científico de sus laboratorios arqueológicos esté a punto de transf ormar todas nuestras viejas creencias sobre el pasado del Hombre sobre nuestro planeta.

Yo diría que incluso se han extrañado al ver que un periodista solicita entrevistarse urgentemente con el profesor Donald F. Synden. Pero me guían hasta él con un encogimiento de hombros y nos dejan charlando tranquilamente en el seminario de arqueología. Le he pedido que me detalle el estado de sus actuales estudios sobre las pinturas y los grabados de la caverna de Chestenooka, en Klondyke.

—Nuestra primera sorpresa —nos dice— la constituyó el hallazgo de muestras de una civilización muy avanzada que, al contrario de las demás culturas de los albores de la Humanidad, tenían al sol como representación del Espíritu del Mal. Esto parecía indicar, por meros supuestos, que los hombres de aquel pueblo vivían casi todo el tiempo en las entrañas de la Tierra, saliendo de las profundidades únicamente cuando el Sol se ponía. Posteriormente, un análisis concienzudo de los componentes orgánicos de las pinturas ha arrojado cifras tan extrañas que necesitaremos estudiar detenidamente los resultados antes de sentar ninguna conclusión.

—¿En qué consiste ese elemento de extrañeza?

—Precisamente en la edad de las pinturas. Las más profundas, situadas a casi dos millas de profundidad en la gruta de Chestenooka, parecen tener… unos treinta mil años.

El profesor Synden lo ha dicho con cierta timidez, como con temor a que sus cálculos no hayan sido exactos.

—Pero profesor, si eso resulta cierto, esas pinturas fueron realizadas mucho antes de que aparecieran las más antiguas civilizaciones conocidas del Planeta.

—Exactamente. Las primeras culturas prehistóricas no han sido localizadas con fechas anteriores a diez mil años.

—En tal caso, ese hallazgo significaría la existencia de un núcleo cultural avanzado en tiempos en los que creíamos que sólo el Phitecantropus andaba sobre la Tierra, ¿es así, profesor?

—Significaría eso… Y por tal motivo nos movemos con toda cautela antes de proclamar los hechos.

—Pero si llegan a comprobarse sin ninguna duda…

—Usted habla, como todos hemos hablado hasta el momento, de culturas humanas primitivas. Y no es este el caso. Por la interpretación que estamos haciendo de los grabados y pinturas de Chestenooka, cabría hablar de una civilización particularmente brillante. Creemos haber hallado representaciones gráficas de instrumentos de metal y de alfarería. Y fíjese usted en que la llamada Edad de los Metales, si las pruebas no nos engañan, tendría que haber tardado varios milenios aún en aparecer. Y, en cuanto a las vasijas de barro, las primeras muestras conocidas hasta ahora no son anteriores a ocho mil años.

—¿Quiere usted decir, entonces, que nos podemos hallar ante el descubrimiento de una civilización realmente evolucionada muy anterior a cualquier otra de las conocidas?

—Contemporánea al Hombre de Java… y tal vez incluso anterior a él.

—Según eso, cabría pensar en una especie de regresión de la cultura humana.

—Y aun de la raza, posiblemente. Las muestras del arte de Chestenooka parecen descubrir un pueblo visiblemente evolucionado. No hemos logrado aún desvelar el significado de muchas de sus pinturas, pero le puedo asegurar que no figura en ellas el motivo de la caza, por ejemplo, que sería el argumento primitivo de una civilización incipiente.

El profesor Synden me enseñó las fotografías de muchos de los dibujos que estaban en aquellos momentos en estudio. Pudimos comprobar cómo aquellas singulares representaciones plásticas, además de poseer un raro sentido moderno de la expresión —hasta hacer de ellas, a veces, auténticas pinturas abstractas— parecían transcribir complicados motivos e historias, tal vez acontecimientos clave sucedidos a aquel pueblo. Y, en ocasiones, el significado de las pinturas llama casi a una interpretación metafísica, expresada por medio de colores dispuestos únicamente según un alto sentido estético.

—¿Expresiones religiosas, tal vez? —pregunté.

—Quizás —contestó el profesor Synden, lacónico.

Con ánimo de sonsacarle cosas que, al parecer, él mismo desea toda vía mantener ocultas, observé más atentamente las fotografías de tas pinturas de Chestenooka. En todas ellas advertí series constantes de símbolos abstractos.

—¿Y esto… se trata tal vez de una forma de escritura?

El profesor se encogió de hombros. Es diplomático por naturaleza y sabe mantener los secretos cuando se lo propone.

—Podrían serlo…

—¡Pero profesor!… La escritura no apareció hasta la civilización egipcia, tres mil años antes de Jesucristo…

—Por eso mismo no puedo desvelarle la duda. Pero hay numerosos rasgos que nos hacen pensar que sea efectivamente un tipo de escritura. Los estamos catalogando con todo cuidado para someterlos al análisis de las computadoras.

Y, antes que permitirme que siga haciendo preguntas indiscretas, me las arrebata y continúa con sus explicaciones puramente arqueológicas.

—En cualquier caso, sí podemos asegurar que esta cultura floreció sobre la Tierra miles de años antes de la última glaciación. De ahí deducimos que no hayan aparecido más vestigios; la glaciación pudo destruir todo resto orgánico humano… en la superficie de la tierra, al menos. Tendríamos que profundizar en las cavernas para encontrar alguno.

Esto es todo cuanto pude conseguir del profesor Synden, de Yale. A su modo de ver —y hay que respetar su autorizada opinión— la ciencia no puede ni debe actuar más que sobre seguridades absolutas, casi matemáticas y, puesto que los estudios del equipo arqueológico del Klondyke no están aún en condiciones de asentar ninguna premisa irrevocable, prefiere mantener silencio hasta que aquello que se diga no pueda ser más que cierto.

Pero hay algo indudable: que nos encontramos ante un fenómeno insólito en la historia de los remotos orígenes del género humano. Estos seres extrañamente deformados por el arte, cuyas representaciones plásticas han sido halladas en una gruta del Canadá, pudieron ser las remotas avanzadillas de nuestra civilización, unas avanzadillas que luego desaparecieron sin motivo alguno aparente. Y, después de ellas, la estirpe humana regresó a las formas más primitivas de vida, para no reaparecer culturalmente hasta los recientes hallazgos de Katerine Kenyon en el valle de Jericó.

Pero ¿quiénes eran esos hombres?… ¿De dónde procedían, cuál fue su vida y su muerte? Y, sobre todo, ¿qué fue de ellos? ¿Qué extraño fenómeno les llevó a odiar el sol y a refugiarse en las entrañas de la Tierra?

(Fragmentos del Libro Sagrado de Ktoth)

XXXVII. YA EL PUEBLO DE KTOTH DOMINABA LOS AIRES CON GRANDES PÁJAROS METÁLICOS. YA LAS AGUAS HABÍAN ENTREGADO SUS SECRETOS Y LOS PECES METÁLICOS DEL PUEBLO DE KTOTH LAS SURCABAN EN TODAS DIRECCIONES. YA LA FUERZA MORTAL PODÍA SER METIDA EN VASIJAS Y SER LANZADA DESDE LAS ALTURAS DEL CIELO O DESDE LAS PROFUNDIDADES MARINAS. YA EL PODER INMENSO SE HABÍA DOBLEGADO A LA VOLUNTAD DEL PUEBLO BENDITO DE KTOTH.

XXXVIII. Y LAS GRANDES MÁQUINAS DE GUERRA ESTABAN DISPUESTAS EN LOS ARSENALES, INMENSAS Y TODOPODEROSAS, COMO LA PROPIA MENTE DE KTOTH QUE LAS HABÍA CREADO. YA SÓLO ESPERABAN EL INSTANTE DE PARTIR PARA SEMBRAR LA MUERTE Y EL EXTERMINIO ENTRE LOS HIJOS MALDITOS DE KIMAL BIMEL.

XXXIX. PERO LLEGARON EMISARIOS SECRETOS PROCEDENTES DE MÁS ALLÁ DE LAS TIERRAS DE KTOTH. Y NARRARON CÓMO LOS HIJOS DE KIMAL BIMEL POSEÍAN TANTAS ARMAS MORTÍFERAS COMO LAS QUE EL PUEBLO TENÍA PREPARADAS EN SUS ARSENALES. Y KTOTH INSPIRÓ A LOS ANCIANOS PARA QUE SE REUNIERAN LEJOS DE LA PRESENCIA DE LOS JÓVENES ARDOROSOS Y MIDIERAN CON SERENIDAD EL TRIUNFO QUE LES ESPERABA.

XL. Y HABIENDO HABLADO TODOS Y EXPRESADO SUS TEMORES Y SUS ESPERANZAS, SE LEVANTÓ DE SU ASIENTO EL ANCIANO GUIAN ATSE Y HABLÓ: «¿ES EL MIEDO QUIEN INSPIRÓ LAS PRUDENTES PALABRAS QUE HE ESCUCHADO? ¿ES LA PRUDENCIA, SU HIJA, QUIEN OS HIZO EXPRESAROS A TODOS DE ESE MODO?».

XLI. «OS DIGO QUE SÓLO LA INSPIRACIÓN DE NUESTRO PADRE KTOTH PUEDE GUIAR NUESTROS PASOS. Y HA SIDO QUIEN HA ARMADO NUESTRO BRAZO VENGADOR. LA VICTORIA ESTÁ DE NUESTRA PARTE».

MISTERIO EN UNA ALDEA PERDIDA

(II)

(De nuestro enviado especial) —Les relataba en mi crónica anterior, amigos lectores, la extraña serie de circunstancias que me impulsaron a hacer las maletas y venirme a Canteras para poderles contar de primera mano los hechos absolutamente insólitos que aquí están sucediendo. Les hablé de mi amigo el doctor G. F. y de sus monstruosos pacientes infantiles. Les hablé de mi visita a esos niños que parecen venidos de un mundo lejano al nuestro y de la impresión sincera que aquella visita me causó. Les hablé de ya no recuerdo cuántas cosas más, pero se me pasó, con todas aquellas extrañas circunstancias, hablarles de Canteras y de sus gentes. Ustedes me dirán que ahora quiero hablarles de aquello porque ya no me queda más que decir. Pueden pensarlo, pero se equivocarán. En Canteras hay material para mucho más que las pocas crónicas que yo pueda ofrecerles. Lo que sucede es que el pueblo entero está inmerso en ese formidable misterio y lo que aquí está sucediendo baña las acciones de todos y cada uno de sus habitantes.

Canteras es un pueblo frío, húmedo y embarrado. Poco más o menos, un pueblo como otros muchos de la vertiente atlántica. A veces, viéndolo desde fuera, desde la carretera, parece que los jarales se hayan de comer un día u otro las casas, los patios, los corralillos sonoros de mugidos y cacareos.

En Canteras hay una parroquia con cura propio. La parroquia tiene un viejo archivo, y de ese archivo, el doctor sacó, con la ayuda del cura, el viejo documento del que les hablé en mi primera crónica. Ayer fui a ver al párroco. Es joven y nació en un pueblo cercano. Su madre vive con él y los domingos por la tarde se marchan a ver a sus parientes. Le pillé en la casa parroquial poco antes de emprender su excursión semanal y le pregunté su opinión sobre los extraños hechos que suceden en Canteras.

—¿Y qué quiere que yo le diga? —contesta el padre Beira—. Las cosas suceden y los designios de Dios son imprevisibles.

—Pero usted ayudó al doctor en su búsqueda por los archivos y encontró el documento inquisitorial. No puede negarse a opinar.

—¿Y si le digo que no lo entiendo? ¿Me creerá entonces? Mire, ustedes los periodistas ven una noticia en cualquier hecho de la vida cotidiana. No les censuro, es su oficio. Pero déjennos pensar a los demás que hay menos cosas insólitas que las que ustedes se imaginan.

—Usted conocía al tarado que desapareció cuando nació el primer niño.

—¿Y por qué le llama usted tarado sin haberle conocido? El que no supiera hablar no significa que su mente no funcionase, tal vez mejor que la mía. Se hacía entender mejor incluso que si se hubiera expresado con palabras. Si usted hubiera visto sus ojos, estoy seguro de que le habrían impresionado tanto como a mí. Aquel hombre, simplemente, tenía algún defecto desconocido que le impedía hablar. Por lo demás, era tan inteligente (y aun yo diría más) que cualquiera del pueblo.

—¿Pudo ser, entonces, el padre de esos niños?

El cura me mira con una mirada que me atraviesa.

—¿Y cómo quiere usted que yo lo sepa?

—Usted puede saberlo, padre… Las muchachas se confesaban y…

Pero el padre Beira tiene prisa y ni siquiera me reprocha que le diga estas cosas. Por eso abandono la rectoral y voy en busca del alcalde. El alcalde regresó de las Américas hace quince años, con una fortuna regular que no fue suficiente, sin embargo, para que mereciera entre sus convecinos el apelativo de «indiano», porque ese nombre correspondía ya por derecho a don Cesáreo Chaves, que había regresado dos años antes con una fortuna más fuerte que la suya. Pero eso no parece importarle al señor alcalde. El tiene bastante con sus siete fanegas de huerta y con la tienda de suministros generales que surte de casi todo lo necesario a Canteras. Es en esa tienda donde le encuentro, tomando nota de los pedidos que tendrá que hacer en la próxima semana.

—¿Qué quiere que yo le diga? Si a mi hija le hubiera sucedido algo semejante, la habría deslomado si hubiera sido necesario, pero ella habría dicho lo que las otras ocultaron. Así, la comunidad no tendría que cargar con ese peso de los crios anémicos, o como se llamen. Lo único que siento es que el doctor no cuente con los medios para hacer algo por ellos, porque…

—Perdone, señor alcalde, ¿usted ha visto a los críos?

—¿Y cómo quiere que no los haya visto? ¿Tan grande es Canteras que pueda pasar desapercibido… eso?

—¿Y qué opina de ellos?

— Yo no opino. Me limito a ver lo que son. Unos niños enfermos. Y mi deseo es que se curen, si es que tienen curación.

—Una pregunta más, señor alcalde… ¿usted conoce la cueva de la Meiga?

—Sí… Está allá arriba, en la falda del monte ese que se ve detrás de la parroquia…

—Eso ya lo sé, señor alcalde… ¿Pero usted ha ido allí?

El alcalde me mira como miraría a un pulpo paseando por la plaza pública.

—No… Ni creo que nadie de Canteras haya ido.

—¿Por qué? ¿Porque trae mala suerte?

—Eso dicen.

—Pero usted no creerá en esas cosas. Usted es un hombre culto.

—Oiga… ¿Y si fueran verdad?

Así opina la gente de Canteras sobre la cueva de la Meiga, desde el alcalde al último campesino. Incluso Cesáreo Chaves, el «indiano», está aferrado a la tradición aldeana.

—Oiga, no se trata de una superstición. Será algo que, a lo mejor, la gente de ciencia puede explicar. Yo no sé qué es. Pero no iría a la cueva de la Meiga por todo el oro del mundo.

Y Chaves es hombre que ha corrido mundo, un hombre alto y espigado que ha cargado sobre sus espaldas muchos océanos y muchos años de hacer las américas bregando como un patán para amasar la respetable fortuna —la mayor, la única de Canteras si exceptuamos la del alcalde— que le ha permitido regresar a su aldea con la cabeza alta de triunfador. Un triunfador que no quiere oír hablar de la cueva de la Meiga, esa cueva a la que iré mañana, en cuanto despunte el día, acompañado de mi amigo el doctor G. F. Sabemos que la gente de Canteras-nos mirará con prevención, sabemos que ya hay quien ha intentado convencernos de que abandonemos la expedición, incluso…

No resisto la tentación de contárselo a ustedes. Esta madrugada, antes de salir el sol, alguien ha rondado en torno a la casa largamente. No sabemos de quién se trata, pero sospechamos que alguien anda vigilándonos, probablemente para impedir que nos desmandemos y cometamos el grave pecado de subir al lugar prohibido. Porque, ¿se lo imaginan ustedes? Vamos a subir donde nadie quiere acercarse, vamos a demostrar que el pueblo anda sumido en la superstición. Y nadie quiere reconocerlo públicamente. Se achacan unos a otros la creencia y, si todos la cumplen a pies juntillas, es sólo por no dar que hablar a los vecinos. Eso dicen, al menos. Pero mi amigo el doctor y yo sabemos que todos —¿lo he dicho bien?, ¡todos!— creen en algo que hay allí, algo que a lo largo de generaciones ha llegado a olvidarse y es apenas una nebulosa en la mente de los aldeanos de Canteras.

Mañana espero contarles a ustedes qué hay en la cueva de la Meiga.

Cartas al director:

…«¿Y será posible que un periódico tan serio como el que usted dirige dé pábulo a la superstición que, desgraciadamente, aún reina en nuestro país? Yo podría contarle cien casos de las mismas características a lo largo de nuestra geografía. ¿Y sabe usted las razones? Falta de escuelas, falta de cultura en esa informe masa campesina que desconoce aún el progreso en que viven las ciudades vecinas, por mi parte…»

«Se ejerce el periodismo sin conocimientos de ninguna clase. En este caso, su corresponsal, con una falta absoluta de vergüenza y asesorado por un doctor —así se hace llamar— que debería comenzar la carrera desde el primer curso, se atreve a hacer afirmaciones tan peregrinas que ninguna cabeza bien sentada puede tomarlas en serio. ¿Le digo lo que sus artículos me producen? Una profunda tristeza, señor director, porque nos estamos alimentando del bulo y de la incompetencia…»

… «Soy médico rural. Y nunca me había atrevido a hablar de esta cuestión hasta que la he visto aireada en su periódico. Ejerzo la medicina desde hace treinta años y, en los dos últimos, han sucedido hechos totalmente similares a los que narra su enviado especial Luis Varela en una de las aldeas que alcanza mi servicio médico. Las tímidas consultas que me he atrevido a hacer sólo han provocado risas o consejos para que revise mis diagnósticos. Y, sin embargo, los hechos están ahí, y debo confesarle que me consuela y me asusta que en un lugar tan alejado de mi jurisdicción como es esa aldea de Canteras surja algo paralelo a lo que está sucediendo aquí. Creo que ha llegado el momento de que las altas autoridades se enteren de lo que puede ser eminentemente peligroso para el estado. Y, por mi parte, estoy dispuesto a proporcionar cuantos datos sean necesarios y aclarar lo que nadie ha querido que aclare».

«Señor director: es peligroso, sumamente peligroso, hablar de cosas que se desconocen. Su enviado especial Luis Varela lo está haciendo y, al hacerlo, pone en peligro algo más que su integridad física. No estoy amenazando, sólo advierto de lo que puede suceder a la gente que, en aras de lo que cree su profesión, cuenta más de lo que debe. Si mi consejo le sirve de algo, impida usted la publicación de más crónicas sobre los sucesos de Canteras. Ni interesan a la opinión pública ni pueden resultar beneficiosas para nadie, empezando por quien las escribe. No le escribo esta carta para su publicación, aunque, lógicamente, usted puede hacer con ella lo que le parezca mejor».

Querido Dire: Te incluyo la tercera crónica con la visita a la cueva que hicimos mi amigo el médico y yo esta mañana. Por supuesto, no pienso que hagas caso a la carta de ese loco que amenaza con las peores cosas si sigues publicándolas. Yo asumo la responsabilidad, sobre todo pensando que aquí está sucediendo algo que puede ser importante. Si lees la crónica de la cueva podrás comprobarlo. No tengo ningún inconveniente en que publiques incluso la carta del tipejo ese que ha ocultado su nombre.

Mañana te remitiré otra crónica jugosa. Más jugosa que la de hoy. Te adelanto el tema. Tenemos sospechas de que tres chicas más del pueblo, una de ellas la hija del «indiano», están embarazadas. Y, o mucho nos equivocamos, o las cosas están en la misma situación que con las que parieron a los mocosos monstruosos que han provocado todo el lío de Canteras. Quiero interrogarlas, a ver cómo salen adelante. Verás que no es fácil, porque si las chicas no quieren decir nada ni a su propia familia, mucho menos querrán decírselo a un chupatintas de la prensa como yo.

De todos modos, las cosas se han expandido. Y hoy, a la vuelta de la cueva, mientras te estaba redactando la crónica que te incluyo, se ha presentado el alcalde, un poco preocupado porque le ha llegado de la capital el anuncio de la visita, para mañana mismo, de la Comisión Delegada de Asuntos Sanitarios y Epidemias. Te he dicho el nombre de la comisión exactamente, lo he copiado del membrete de la carta que el alcalde me enseñó. Lo que me extraña es que es un nombre que nunca había oído, ni como dependencia del ministerio correspondiente ni como entidad autónoma. ¿A ti te importaría desplegar los tentáculos para saber quién es esa gente? Puedes ponerme un telegrama si la cosa es corta de explicar o escribirme carta urgente si tienes más que contarme. Cuando la carta llegue, esa gente habrá llegado ya antes. Por cierto, anuncian su llegada para las diez de la noche. Y es una hora tan absurda y extraña que me ha dejado confundido. ¿Cuándo se ha visto que una comisión haga un viaje por la noche? Espero tus noticias con toda urgencia. Un abrazo.

VARELA

(Fragmentos del Libro Sagrado de Ktoth)

XCI. SETECIENTAS MIL VASIJAS CAYERON DE LOS AIRES SOBRE EL PUEBLO MALDITO DE KINAL BIMEL. SEISCIENTAS MIL MÁS SURGIERON DE LAS PROFUNDIDADES DEL MAR HACIA SUS CIUDADES Y SUS CAMPOS. Y UNA INMENSA LLAMARADA DE FUEGO Y AZUFRE CALCINÓ LAS TIERRAS Y LOS HOMBRES Y LAS COSECHAS Y LAS MÁQUINAS. UNA FUERZA TODOPODEROSA COMO MIL QUINIENTOS MILLONES DE SOLES ALCANZÓ HASTA LOS ÚLTIMOS RINCONES DE LA TIERRA DE KINAL BIMEL. Y MILES Y MILES DE INMENSOS HONGOS DE MUERTE Y CENIZAS CUBRIERON AQUELLA MITAD DEL PLANETA Y SE ELEVARON POR LOS CIELOS HASTA CUBRIR AL ABOMINABLE SOL.

XCII. Y ENTONCES LOS ELEGIDOS DE KTOTH ELEVARON SUS OJOS A LOS CIELOS PARA CONTEMPLAR LAS MUESTRAS DE LA DESTRUCCIÓN DE SUS ADVERSARIOS Y SE ELEVARON LAS VOCES EN ACCIÓN DE GRACIAS POR LA JUSTICIA DE KTOTH TODOPODEROSO…

CVIII. …Y EL PUEBLO CERRÓ LAS FIESTAS DE LA GRAN VICTORIA TRAS SIETE DÍAS Y SIETE NOCHES DE DANZAS Y BANQUETES. SE ORDENÓ APAGAR LA GRAN ANTORCHA DE LA GLORIA DE KTOTH Y LOS SACERDOTES PERMITIERON AL PUEBLO RECOGERSE PARA DESCANSAR.

CIX. YA LA PRIMERA NOCHE DE PAZ DESCENDÍA SOBRE EL PUEBLO. YA EL SILENCIO HABÍA SUCEDIDO A LOS CÁNTICOS. YA LA MANO TODOPODEROSA DE KTOTH SE EXTENDÍA PROTECTORA SOBRE LA TIERRA EN PAZ.

XC. ÚNICAMENTE EL PRUDENTE ILAS RIDAN VELABA EN LA NOCHE, EN LO MÁS ALTO DE LA TORRE VIGÍA, MEDITANDO LA VICTORIA Y EL ALEGRE FUTURO DEL PUEBLO DE KTOTH. Y FUE ÉL QUIEN VIO EL PRIMERO ACERCARSE LA GRAN NUBE. Y VIO CÓMO SU SILUETA GIGANTESCA TRASPASABA LOS LÍMITES DE LA MUERTA TIERRA DE KINAL BIMEL Y CÓMO A SU PASO SE ENTERRABAN EN LA MUERTE LOS ÁRBOLES Y LOS CAMPOS Y LAS RESES.

CXI. Y EL PRUDENTE ILAS RIDAN CONVOCÓ AL PUEBLO DE KTOTH Y A SUS ANCIANOS. Y BUSCÓ ENTRE TODOS ELLOS QUIEN PUDIERA EVITAR EL GRAN DESASTRE QUE SE AVECINABA. PERO NADIE TENÍA EN SU MANO EL PODER DE FRENAR A LA GRAN NUBE MORTAL, Y ÚNICAMENTE UN MILAGRO PODÍA SALVAR AL PUEBLO DE LA DESTRUCCIÓN. PORQUE LA GRAN NUBE AVANZABA SOBRE LA TIERRA DE KTOTH A LA MISMA VELOCIDAD QUE LAS AVES METÁLICAS…

CXXX. MIL DOSCIENTOS MILLONES DE CADÁVERES DE LOS HIJOS DE KTOTH MURIERON BAJO EL PODER DE LA GRAN NUBE. QUINIENTOS MILLONES DE RESES Y TRESCIENTAS CIUDADES QUEDARON TROCADAS EN CENIZAS. Y LA GRAN NUBE AVANZABA INEXORABLEMIINTE SOBRE LA TIERRA DE KTOTH Y EL PUEBLO BUSCABA LAS ALTAS MONTAÑAS PARA HUIR DE ELLA.

CXXXI. Y ENTONCES FUERON ESCUCHADAS LAS PLEGARIAS DEL PUEBLO Y EL MISMO KTOTH TODOPODEROSO HABLÓ AL PUEBLO Y SU VOZ SE EXPANDIÓ POR MONTES Y LLANURAS.

CXXXII. Y SUS PALABRAS QUEDARON GRABADAS EN EL RECUERDO COMO EL DESTINO GLORIOSO DE SUS HIJOS: «HA LLEGADO LA HORA DE LA SALVACIÓN DEL PUEBLO ELEGIDO. HA LLEGADO LA HORA DE CUMPLIR EL DESTINO QUE DESDE EL PRINCIPIO DEL TIEMPO OS TENÍA RESERVADO. HA PASADO YA EL DURO MOMENTO DE LA PRUEBA Y HAN PERECIDO EN ELLA LOS QUE CONSERVABAN EN SUS ALMAS UN ARRESTO DE IMPUREZA».

CXXXIII. «AHORA, EL PUEBLO DE KTOTH COMENZARÁ SU VERDADERA VIDA. LA PRUEBA HABRÁ SERVIDO PARA FORTALECER VUESTRAS ALMAS Y VUESTROS CUERPOS Y PREPARARLOS PARA LA VIDA DEFINITIVA. YO OS APARTARÉ PARA SIEMPRE DE VUESTRA ENEMIGA LA LUZ Y OS TRANSPORTARÉ A LA REGIÓN DIVINA DE LAS ETERNAS TINIEBLAS, DONDE EL PUEBLO ENCONTRARÁ FINALMENTE LA RAZÓN DE SU VIDA.

CXXXIV. Y DICHAS ESTAS PALABRAS, EL TODOPODEROSO KTOTH ORDENÓ QUE EL PUEBLO SE DIVIDIERA EN SIETE FAMILIAS Y QUE AL FRENTE DE CADA FAMILIA SE HALLASE UN ANCIANO. E INDICÓ LUEGO LOS LUGARES DONDE DEBÍAN DIRIGIR SUS PASOS. ERAN SIETE ESTOS LUGARES, DIFUNDIDOS POR TODA LA SUPERFICIE DE LA TIERRA.

CXXXV. Y LA FAMILIA DE ILAS RIDAN FUE DESIGNADA A LAS TIERRAS HÚMEDAS. Y LA FAMILIA DE JOSA TUKDA FUE DESIGNADA A LA REGIÓN DE LOS HIELOS DEL SUR. Y LA FAMILIA DE GUIAN ATSE FUE CONDUCIDA A LAS GRANDES ROCAS DEL SOL NACIENTE. Y LA FAMILIA DE RUG TINOTK SE DIRIGIÓ A LAS MARISMAS. Y LA FAMILIA DE MURR HILLAN CAMINÓ HACIA LAS COSTAS OCCIDENTALES. Y LA FAMILIA DE TUDA GOMAL SE REFUGIÓ ENTRE LAS SELVAS DE KURR. Y LA FAMILIA DE TCHICHAN ZIMA BUSCÓ REFUGIO EN LOS CÁLIDOS DESIERTOS DEL MEDIODÍA.

CXXXVI. Y ERAN EN TOTAL CUARENTA Y NUEVE MILLONES DE HOMBRES Y CINCUENTA MILLONES DE MUJERES DIVIDIDOS EN SIETE FAMILIAS. Y TODO AQUEL PUEBLO SE PUSO EN MARCHA PARA ALCANZAR EL LUGAR MARCADO POR LOS DESIGNIOS DE KTOTH.

CXXXVII. Y AL LLEGAR A SU META, HALLARON LAS BOCAS INCONMENSURABLES DE LAS GRANDES CAVERNAS Y SE INTERNARON EN ELLAS, ABANDONANDO PARA SIEMPRE LA ODIOSA LUZ DEL ODIOSO SOL. Y CAMINARON SEIS MIL JRINAS ANTES DE HALLAR EL LUGAR QUE KTOTH LES TENÍA RESERVADO. Y ALLÍ SE INSTALARON Y SE REUNIERON EN CÍRCULO EN TORNO A SUS ANCIANOS Y ALABARON NUEVAMENTE A KTOTH, QUE LES HABÍA CONDUCIDO SABIAMENTE A SU DESTINO…

CXLIV. Y ARRIBA QUEDÓ ÚNICAMENTE LA GRAN NUBE SEÑORA DE LA MUERTE SOBRE LA SUPERFICIE MALDITA DEL PLANETA, Y QUEDÓ ÚNICAMENTE LA FAMILIA DE GUIAN ATSE, CONDENADA POR KTOTH POR NO HABER CUMPLIDO FIELMENTE SUS JUSTOS DESIGNIOS. Y GUIAN ATSE Y SUS DESCENDIENTES POBLARON LENTAMENTE LA SUPERFICIE DE LA TIERRA Y SU RAZA DEGENERÓ Y ADORÓ AL SOL POR SER ENEMIGO DE KTOTH EL TODOPODEROSO.

CXLV. Y SUS PIERNAS SE DESARROLLARON HORRIBLEMENTE RECTAS COMO PALOS Y SUS CABEZAS SE MANTUVIERON MINÚSCULAS MIENTRAS LA RAZA DEL PUEBLO ELEGIDO DESARROLLÓ EN LAS PROFUNDIDADES SU NUEVA VIDA Y ADQUIRIÓ LA BELLEZA DE SUS MIEMBROS CON EL CORRER DE LOS SIGLOS.

CXLVI. Y ESTO SUCEDIÓ EN EL QUINTO SIGLO DEL DÉCIMO CICLO DE LA SEXTA ERA. ALABADO SEA ETERNAMENTE EL NOMBRE DE GUNNAR EL CREADOR. LOADO SEA POR LOS SIGLOS EL RECUERDO DE KTOTH QUE ENGENDRÓ AL PUEBLO. MALDITO SIETE MIL VECES SEA EL PUEBLO PROSCRITO DE GUIAN ATSE Y SIETE VECES SIETE MIL SEA MALDITA LA LUZ DEL SOL A QUE FUE CONDENADO POR TODA LA ETERNIDAD.

URGENTE:

LUIS VARELA,

en casa del doctor GREGORIO FUENTES.

CANTERAS Querido Luis:

He desplegado todos los medios para averiguar cuál es esa Comisión Delegada de Asuntos Sanitarios y Epidemias. No he conseguido averiguarlo. En todas partes nos han dicho que esa comisión no existe ni ha existido nunca. No sé de dónde habrá salido, pero te aconsejo que lo averigües tú mismo entrevistando a sus miembros, porque me parece que se trata de una superchería. Quiero estar seguro primero, haciendo caso de lo que tú me digas. Pero, en cuanto me lo indiques, estoy dispuesto a elevar una denuncia urgente para que la policía o quien sea se desplace a Canteras para investigar y llevarse por delante a esa gente. Comunícame rápidamente lo que llegues a saber.

CAMPOS

Director.

DESTINATARIO DESCONOCIDO.

Nota del empleado correspondiente:

No existe en Canteras ningún doctor apellidado Fuentes ni nadie con el nombre de Luis Varela. Devuélvase al expedidor.

(firma ilegible)

(Fragmentos finales de la profecía de Illán Ridán):

PASARÁN LOS CICLOS Y TRANSCURRIRÁN LAS ERAS. EL PUEBLO DE KTOTH PROGRESARÁ EN LAS PROFUNDIDADES DIVINAS.

PERO AÚN TENDRÁ QUE SUFRIR LA ÚLTIMA PRUEBA CUANDO SUS MUJERES SE EXTINGAN AL DAR LA VIDA A LOS HOMBRES.

CUANDO LA RAZA SE MERME LENTAMENTE.

CUANDO EL PUEBLO SAGRADO DE KTOTH ESTÉ CERCA DE SU EXTINCIÓN, PASADAS LAS ERAS Y LOS CICLOS, TRANSCURRIDOS LOS TIEMPOS DE SU ESPLENDOR, BUSCARÁ A LAS HEMBRAS MALDITAS DESCENDIENTES DE GUIAN ATSE, CUANDO EL SOL MALDITO NO ALUMBRE OMINOSAMENTE LA TIERRA, Y ENGENDRARÁ EN ELLAS A SUS DESCENDIENTES.

ENTONCES, LA RAZA BENDITA Y LA RAZA MALDITA SE MEZCLARÁN Y LOS HIJOS DE KTOTH EXTENDERÁN SU IMPERIO.

A TRAVÉS DE SUS HIJOS VOLVERÁN A LA TIERRA Y VENCERÁN AL SOL Y EXTERMINARÁN A SUS ADORADORES.

PARA QUE SU PODER LLEGUE A LAS ESTRELLAS MÁS REMOTAS Y EL NOMBRE BENDITO DE KTOTH SE EXTIENDA POR EL UNIVERSO.