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Ásmundur estaba en ascuas. Tan pronto como abrió la tienda por la mañana, le había llegado la noticia de que algo terrible había sucedido en el cementerio. Más tarde había podido hablar con Thormódur el Corneja, que le había dicho que el periodista de Reikiavik estaba allí tirado, muerto sobre una sepultura. La historia empezó a tomar forma según fue pasando el día. Y aquello pronosticaba buenas ventas. Los isleños acudieron muchas veces durante la jornada: buscaban algún recado que hacer allí, pero lo más importante era conseguir más información. Obviamente, había que comprar algo para que la curiosidad no fuese tan descarada, y nadie se atrevía a quedarse demasiado tiempo en la tienda; era mejor marcharse y volver más tarde a comprar alguna otra cosa. Incluso esperaba que la gente de las islas interiores hiciera algún viaje de compras con aquel mismo propósito.

La historia que rondaba por el pueblo era la siguiente: aquella mañana temprano habían hallado a Bryngeir, el periodista de la capital, terriblemente mutilado en el camposanto. No había unanimidad sobre quién lo había encontrado primero, pero ahora el alcalde había prohibido el acceso al área y había puesto vigilancia en la cancela. Se esperaba la llegada de policías de Reikiavik en el primer barco para investigar el caso. Habían visto salir del cementerio al representante del gobernador y encaminarse con Högni hacia la escuela; de allí fue a casa del alcalde y no se le había visto salir de nuevo. Fue la doctora quien llamó en primer lugar a Reikiavik y habló con las autoridades policiales. Luego el alcalde había hecho unas cuantas llamadas más. El sacerdote se había prestado a oficiar los rezos en la escuela a las cuatro, porque la iglesia tenía ahora prohibido el acceso y el alcalde había ordenado vigilarla.

Aquella misma historia la repitió Ásmundur en innumerables ocasiones a lo largo del día mientras despachaba todo tipo de cosas innecesarias que a la gente se le ocurría comprar.

24.ª pregunta: «Eligieron el lugar en que caer. Segunda letra». El rey Sverre asedió a los Baglar en Túnsberg. Los Baglar vieron las banderas de ambos ejércitos: una bajaba por el cerro de Fródaás, otra salía de la ciudad. Algunos blandían sus espadas y al poco muchos cayeron aunque unos pocos lograron escapar. Entonces los Baglar incitaron a Hreidar a que abandonase la peña y apoyase a sus hombres. Hreidar respondió: «Veamos primero cómo responden, si los Birkibeins acaban saliendo de la fosa». Y añadió: «Muy extraño actúan estos hombres, pues me parece como si fuese algún tipo de juego. Mirad cómo eligen el lugar donde caer, siempre allí donde está seco y, además, con los escudos por encima. ¿O acaso veis que haya algo de sangre en sus armas o en sus vestiduras?». «No, no se ve ni lo uno ni lo otro», respondieron. «Debe de ser una de las estratagemas de Sverre». La respuesta es «Birkibeins» y la segunda letra es la I…