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Cuando Kjartan volvió de la central telefónica se encontró al alcalde en el muelle. Grímur estaba sentado en una caja de madera y tenía puesto un saco sobre las rodillas. Encima de él había colocado una piel de foca y le estaba raspando la capa de grasa con un cuchillo afilado. A sus pies había un barreño grande de agua enrojecida con jabón en la que descansaba otra piel en remojo. La tercera la había clavado al hastial del barracón, recién raspada y lavada.

Högni se hallaba al borde de la ribera separando las piezas de foca y metiéndolas en barriles, y de vez en cuando lanzaba un trozo de grasa a un tumulto de gaviotas que se había reunido en la orilla. Dejó a un lado el machete y fue hacia ellos cuando vio llegar a Kjartan.

—¿De qué iba el responso de nuestro pastor esta mañana? —preguntó Högni interesado, sentándose sobre una carretilla oxidada y alargando la mano para coger el termo de café y una lata de galletas con comida.

Kjartan empezó a contarles la conversación con el reverendo Hannes, mientras Grímur escuchaba en silencio el relato sin dejar de raspar la piel.

—No me extraña que el sacerdote esté conmocionado al descubrir que su huésped nunca pudo volver a casa. Esta noche no se le olvidará rezar el padrenuestro al bendito hombre —dijo Högni.

—He llamado a la embajada danesa en Reikiavik y allí me confirmaron inmediatamente que el profesor Lund había desaparecido —continuó Kjartan—. Ha habido noticias sobre el asunto en los periódicos daneses este invierno. Parece ser que lo han estado buscando de arriba abajo por toda Noruega durante muchos meses, pero por lo visto nadie sospechaba que hubiese venido a Islandia. El delegado danés va a recabar más información del extranjero. Luego he llamado al gobernador de Patreksfjördur que nos ha encomendado buscar datos más concretos. La policía de Reikiavik seguirá el asunto y tomará el relevo si nos quedamos varados con la investigación. También van a buscar más información sobre los viajes de Lund por Reikiavik.

Grímur pensó en el asunto.

—Hay que hablar con los hombres del barco del correo. A lo mejor se acuerdan de este pasajero. No creo que hubiera mucha gente en ese viaje.

Kjartan asintió con la cabeza.

—¿Y el granjero de Ystakot? Dijiste que solía anotar quiénes iban y venían en el barco. ¿Crees que podría ayudarnos?

—Tienes toda la razón —dijo Grímur—. Tenemos que ir a casa de Valdi después del café.

»Cuando se escribió el Libro de Flatey, la lengua islandesa estaba sufriendo cambios considerables. En cualquier caso, el códice se transcribió a partir de otros manuscritos, algunos más antiguos y otros más recientes. Por ello, la ortografía del texto es una mezcla de trazos antiguos y nuevos; hay mucha incoherencia, como de hecho sucede en todos los manuscritos islandeses porque los escribas no disponían ni de reglas de ortografía ni de diccionarios. Cada grupo de escribas desarrolló un modo propio de escribir, aunque a principios del siglo XIII podemos apreciar que el primer tratado de gramática, de mediados del siglo XII, había empezado a tener su influencia. De todos modos cada quien transcribía tal y como estaba habituado a hacer y así fue en los siglos venideros…