Epílogo
Maya organizó el calendario en su nuevo escritorio y miró a su alrededor. Su pequeño consultorio propio. Claro, sus horas de oficina eran poco ortodoxas, pero también lo eran sus pacientes. Ella ahora era oficialmente, el primer vampiro médico en San Francisco.
Gabriel le había comprado una hermosa casa victoriana cerca a la de Samson, y ahora su consultorio médico se encontraba en el sótano de ella. La había animado a continuar con su carrera de medicina, a pesar de que significaba que tenía que empezar todo de nuevo y aprender todo lo que podía acerca de la forma física de un vampiro. No es que le importara. Gabriel siempre estaba dispuesto a dejarla que experimentara en él. Se sintió sonreír ante la idea.
—Te ves feliz —dijo una voz desde la puerta.
Maya levantó la vista.
—Toqué —dijo Yvette y entró—, pero no me escuchaste.
—Soñaba despierta, supongo.
La mirada de Yvette se trasladó por la habitación, apreciándola—. Te deseo mucho éxito con tu consultorio.
—Gracias. Estoy sorprendida de verte aquí. Pensé que querías regresar a Nueva York.
Podía ver duda en Yvette—. Es por eso que quiero hablar contigo. Con Ricky muerto y Gabriel con las riendas de la oficina de San Francisco, ha habido algunos cambios.
Maya levantó una ceja. Gabriel no había dicho mucho sobre el futuro de la empresa, y lo que él y Samson pensaban hacer después de la muerte de Ricky, además del hecho de que Gabriel tomaría el puesto de Ricky y abandonaría su cargo en Nueva York.
—Gabriel me preguntó si quería quedarme en San Francisco. Creo que él siente que tiene que darme algo a cambio por salvarte de Ricky, cuando en realidad fue un esfuerzo de equipo.
Maya dio dos pasos hacia Yvette y puso su mano sobre el brazo de la mujer—. Estuviste allí primero. Tú lo enfrentaste. Estoy muy agradecida por eso. Nunca pensé que arriesgarías tu propia vida por mí, no creí que te cayera tan bien.
Yvette sonrió—. Ricky me caía peor.
—Gracias.
—Pero volviendo a la oferta de Gabriel… yo no quería aceptarla a menos que estuvieras de acuerdo con eso.
—¿Por qué no lo estaría?
—No se te puede haber escapado de que yo quería a Gabriel para mí.
—No puedo culparte por eso. Él es un hombre increíble. Pero tú has aceptado que él es mío. No tengo ninguna pelea contigo. Si Gabriel quiere que trabajes con él en San Francisco, no deberías dejar que esperara mucho más tiempo por una respuesta.
Yvette puso su mano sobre Maya y la apretó—. Me alegro de que te sientas así. Lo hace más fácil para que te pida otra cosa.
¿Qué otra cosa podría ser? Ella e Yvette no eran precisamente amigas, a pesar de que esperaba que eso cambiara con los años—. ¿Sí?
—Drake me ha dicho que eres una buena investigadora.
—Lo era —admitió Maya, una punzada de pesar recorrió su cuerpo.
—Puedes volver a serlo. Hay algo… —Yvette se detuvo.
—¿Qué es? —Preocupación se reveló en el rostro de Maya.
—Yo quiero un hijo. Pero como tú sabes, las mujeres vampiro son infértiles. —Maya escuchó la desesperación en la voz de Yvette. Si Yvette sabía de la propia capacidad de Maya para concebir, Yvette sólo se sentiría más devastada. No podía decírselo, pero lo sentía por ella. Comprendía su desesperación, su anhelo.
—Yvette.
Yvette levantó la vista.
—Voy a hacer todo lo posible… me dará un propósito. No puedo prometerte que encontraré una cura, pero haré mi mejor esfuerzo.
—Cariño, ¿vas a venir para que podamos…? —dijo Gabriel desde la puerta—. Oh, hola, Yvette.
Maya miró a su hombre. Parecía más apuesto cada día que pasaba—. Gabriel, Yvette ha venido a darte su respuesta.
—Excelente, vamos a hablar.
Yvette se dirigió hacia él, pero luego volvió a mirarla—. Gracias, lo digo en serio.
Gabriel estaba casi afuera de la puerta cuando Maya lo llamó—: Bebé, ¿qué era lo que querías?
Se dio vuelta y le dio una mirada hambrienta sobre su cuerpo, haciéndola estremecerse de placer. Él podía hacerle eso a ella con sólo una mirada. Su voz era ronca cuando dijo—: No contestes. Creo que tengo una idea. Estaré esperando por ti.
FIN