Capítulo Ocho

—¡No!

Gabriel escuchó el agudo grito, en el momento en que salió del coche que acababa de estacionar fuera de la casa de Samson.

¡Maya! Alguien la estaba lastimando.

Corrió hacia la puerta, metió la llave en la cerradura y empujó la puerta una fracción de segundo antes de entrar en la casa sin ni siquiera molestarse en cerrar la puerta detrás de él. Sus botas llenas de barro dejaron un desastre en el suelo inmaculado, y su ropa aún estaba húmeda por el inesperado baño. Carl probablemente le clavaría una estaca si veía el lío que había hecho a su paso.

Otro grito salió de la cocina— ¡Suéltame!

Un momento después, Gabriel irrumpió en la habitación. La escena que se encontró no era en absoluto lo que esperaba. En lugar de un intruso desconocido, sus propios colegas Thomas y Zane, sostenían a Maya que luchaba contra la pared, mientras Yvette trataba de echar una botella de sangre en su garganta. Maya pateaba con saña, con el rostro furioso, los labios se apretaban rechazando la botella que Yvette tenía contra sus labios.

—¿Qué mierda está pasando? —gritó Gabriel y sacó a Yvette de un tirón lejos de Maya—. Suéltenla ahora. Todos ustedes.

Ni Thomas ni Zane cumplieron.

—Ella no quiere beber —explicó Yvette mientras dejaba correr su mirada por encima de su cuerpo, con un signo de interrogación claramente escrito en su cara mientras veía el pantalón y las botas llenas de barro.

—Dije que la soltaran, ya. —Tal vez fue la furia de su voz o el hecho de que sus colmillos habían presionado y se estaban mostrando, pero Thomas y Zane inmediatamente soltaron a Maya, quien de inmediato se acercó a él. Gabriel la tomó suavemente por los hombros con sus manos.

—¿Qué te pasó? —preguntó Thomas.

Gabriel le dio una mirada impaciente—. No me preguntes. —No había forma de que pudiera explicar su visita a una bruja. Además, él era el jefe y a nadie le debía una explicación. Los ojos de Gabriel recorrieron el cuerpo de Maya en busca de lesiones.

—¿Estás bien?

Ella asintió con la cabeza, pero no dijo nada. En cambio, buscó refugio en su pecho como si no hubiera notado su ropa mojada y sucia. Gabriel se alegró por su confianza en él, sin embargo, pero se preguntaba por qué ella se sentía a gusto con él. Él era tan extraño para ella como los otros… más bien un extraño mojado.

Mientras ponía su brazo por su espalda, volvió a mirar a sus colegas.

—Explíquense. —Se dio cuenta de la mirada de Yvette centrándose en su brazo alrededor de Maya. El flash que había en sus ojos, sólo podía interpretarse como celos. Darse cuenta de eso le había tomado por sorpresa. Nunca le había dado a Yvette alguna razón para creer que él estaba ni remotamente interesado en ella, más que como un valioso colega. ¿O él se había apoyado demasiado en ella en busca de compañía y lo había interpretado mal?

—Ella escupe la sangre —afirmó Thomas—. Llamamos al doctor, y dijo que la obligara a beber.

—¿Dónde está Drake?

—Viene en camino —dijo Thomas.

Gabriel se alejó un poco de Maya para mirarla a la cara— ¿Es cierto que no querías beber la sangre?

—¡Es asquerosa! Su sabor es horrible. Me hace vomitar —escupió ella.

—No estábamos mintiendo —replicó Zane.

Gabriel le lanzó una mirada furiosa—. Y creo que fue tu idea el retenerla y obligarla a alimentarse. —Él no tenía necesidad de esperar la respuesta de Zane para saber que estaba en lo cierto—. Puedo recordarte que esta no es la Segunda Guerra Mundial, y no estás en una cámara de tortura.

Los ojos de Zane se estrecharon. Gabriel vio como las venas del cuello de su segundo al mando, se le hinchaban. Al mismo tiempo, el cuerpo de Maya se sentía tenso. Se dio cuenta al instante, que sus instintos eran agudos. Zane tenía mal genio y tenía poca paciencia. La violencia era una forma de vida para él, y tenían razón para temerle.

—Cualquier cosa que funcione. —La voz de Zane era fría y desprovista de cualquier emoción. Si él no fuera un gran luchador, Gabriel lo habría despedido años atrás. Pero era más inteligente tener a Zane luchando en su bando que en contra, al lado del enemigo. Y una vez que Zane elegía un lado, se mantenía fiel. De dónde provenía su feroz lealtad, Gabriel no lo podía adivinar, pero sabía que nunca sabría la verdadera razón.

—Si alguna vez la tocas de nuevo, te voy a matar —advirtió Gabriel, luego pasó su mirada sobre los otros dos—. Eso va para todos ustedes. Maya está bajo mi protección personal. Si le hacen daño, se las verán conmigo.

Las miradas de asombro en las caras de sus colegas, le decían que tomaban su amenaza en serio… Como debía ser. Él nunca hacía amenazas vacías, y nunca mentía. Y era el peor jugador de póquer que jamás había existido, precisamente por esa misma razón.

—Bien. —Gabriel regresó nuevamente su atención hacia Maya. Él estaba muy consciente de que aún la sostenía en sus brazos, y quizá en ese momento sintió la misma incomodidad que él había experimentado, porque de repente se apartó de su control.

—Yvette estaba tratando de forzar la sangre en mi garganta, cuando yo ya le había dicho que me estaba haciendo vomitar —dijo Maya.

Yvette dio un paso adelante—. Le di sangre de la mejor calidad. Ella lo hace sonar como si le estuviera dando de comer sangre de animales.

—Eso no es lo que he dicho. Su sabor y su olor es lo que me enferma. No puedo beberla. ¿No lo entiendes? —Las manos de Maya se hicieron puños y los apoyó en sus caderas mirando fijamente a Yvette.

Sin querer una pelea de gatos en su guarida, Gabriel levantó la mano—. Bueno, vamos a repasar detalladamente. Yvette, ¿qué le diste?

—Nada de lo que yo misma no tomaría. —Cuando Gabriel levantó la ceja, ella continuó—. En primer lugar le di la botella de O-positivo, incluso la de O-negativo. Tú sabes que Samson siempre tiene de las mejores. Pero ella ni siquiera bebe O-negativo. Nunca he oído hablar de tal cosa.

—Tal vez soy alérgica —interrumpió Maya.

—Imposible —contestó Thomas.

—Algo nunca visto —coincidió su colega Zane—. Los vampiros no son alérgicos a la sangre.

Gabriel asintió con la cabeza. Tenía que estar de acuerdo con ellos. Nunca en su larga vida, había oído hablar de un vampiro que rechazara la sangre humana—. Maya, la inmensa sed de un vampiro recién convertido, asegura de que tú beberás cualquier sangre humana que esté disponible. Es un instinto, puro y simple.

Los otros instintos de Maya parecían estar funcionando bien, su respuesta inmediata a la agresión de Zane le había mostrado a Gabriel, que estaba totalmente adaptada a su sentido natural de conservación propia, pero por qué no se alimentaba, no podía explicarlo.

—Quizás no soy un vampiro entonces —respondió ella.

Gabriel pasó una larga mirada sobre su cuerpo. Estaba claro que podía sentir su aura, y si eso no era suficiente para probarle a él lo que era, recordó el momento en que ella lo había mordido. Había sentido sus colmillos morderlo. No, ella era un vampiro—. Algo está mal.

***

Maya tragó saliva al oír las palabras de Gabriel. ¿Algo malo? Había un montón de malditas cosas que estaban mal. Para empezar, ella era un vampiro… incluso cuando ella no pudiera aceptar ese hecho… debería ahora estar en el hospital diagnosticando y curando a los pacientes. Además, ella estaba más o menos encerrada en una casa extraña, con cuatro extraños… no, eran cinco con el mayordomo… cuando debería estar en su propio pequeño apartamento. Llevaba la ropa de una mujer que nunca había conocido. ¿No era eso suficiente?

Al parecer no. Así que no se había convertido en un vampiro normal entonces… era sólo su mala suerte. En vez de anhelar sangre humana, como le dijeron que todos los vampiros recién convertidos hacían, le resultaba repugnante y se ahogaba con ella.

Pero lo que no sabían y lo que ella no quería… no podía… decirles, era que realmente lo que quería, era tomar un bocado de Gabriel. Literalmente. En el momento en que él había entrado en la cocina a rescatarla de sus incómodos amigos, había luchado en contra de su deseo de hundir sus colmillos en su brazo y alimentarse de él. Sí, alimentarse. Así era como lo llamaban.

Cuando él la había estrechado en su pecho, había inhalado profundamente su olor. Sus sentidos eran tan fuertes, que casi podía oler la sangre caliente por debajo de su piel, tan cerca para tomarla. Si sólo sus amigos salieran de la habitación, tal vez de alguna manera podía vencerlo y tomar lo que necesitaba. Y lo que necesitaba, no era sólo su sangre. Ella quería sus brazos y su cuerpo desnudo, encima o debajo de ella, de cualquier manera que pudiera tenerlo.

Maya sacudió el pensamiento de su mente. Ella no era un animal que atacaba sin tener en cuenta a su víctima, pero por Dios, cómo quería la sangre de Gabriel, al igual que deseaba su cuerpo. ¿En qué se había convertido? ¿Era una criatura impulsada por sus necesidades nada más? ¿Acaso había perdido toda su humanidad?

Ella no quería creerlo. Su sentido del bien y del mal se encontraba todavía en su lugar. Sus miedos seguían siendo los mismos de siempre, su pasión estaba desenfrenada y lista para ser liberada en el desprevenido hombre que no le había hecho nada más que ayudarla y consolarla.

Ella miró a Gabriel. Era extraño, hace sólo pocas horas había tenido miedo de la cicatriz en su rostro. La fea cicatriz tenía aspecto amenazante. Pero todas las cosas que había dicho y hecho, habían comenzado a reemplazar su aspecto exterior. Cuando ella lo miraba ahora, no había fealdad, sólo un hombre que estaba tratando de protegerla.

¿Y cómo quería pagarle por toda su bondad? Mordiéndolo.

Ella no podía permitirse hacer eso. Tenía que salir de ese lugar. Sin decir una palabra, giró sobre sus talones y salió corriendo de la cocina.

—¿A dónde vas? —Escuchó la voz de Gabriel, detrás de ella—. ¡Maya!

Pero ella no quiso escucharlo.

En el pasillo, giró hacia las escaleras. Ella necesitaba su bolso con las llaves para poderse ir a casa. Antes de que pudiera poner su pie en el primer escalón, Gabriel ya estaba detrás de ella y le dio la vuelta, para que lo mirara de frente.

—¿Qué pasa? —preguntó, con cara de preocupación y confusión.

Trató de encontrar las palabras adecuadas, pero no salió nada. ¿Cómo podía decirle lo que realmente quería? Hundir sus colmillos en su cuello, mientras ella exploraba su cuerpo desnudo con las manos, cuando lo único que él quería, era protegerla.

—Te prometo que no te harán daño nunca más. Me tienen demasiado miedo. Yo soy su jefe. Nadie te va a tocar o te obligará a hacer algo que no quieras hacer —prometió.

Maya negó con la cabeza. Ella le creía, pero no era suficiente—. Yo no pertenezco aquí. Me voy a casa.

La boca de Gabriel se quedó boquiabierta—. No puedes irte a casa. Ese delincuente aún está por ahí. Es demasiado peligroso.

—Tengo que irme a casa. No puedo quedarme aquí con ustedes. Esta no es mi vida. Esta no soy yo. —Las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos otra vez, pero ella las empujaba hacia atrás—. Tengo un trabajo, una vida. ¿Qué les diré a mis padres? ¿Y mis amigos? Paulette y Bárbara se preocuparán mucho si no les digo donde estoy.

—Nosotros te ayudaremos a resolver las cosas. Yo te ayudaré —insistió Gabriel.

—¿Y qué mentiras voy a inventar para ocultarles lo que soy? ¿O voy a estar muerta para todos los demás?

Su mano la acarició por encima de su brazo, en un gesto tan reconfortante que quería apoyarse en él.

—Todos tenemos que hacer una nueva vida para nosotros mismos. Nos mantenemos jóvenes, mientras que todos los demás envejecen y mueren. Voy a ayudarte a determinar qué hacer con tus padres y tus amigos. Pero por ahora, no puedes contárselo a nadie, mientras no encontremos a ese rufián.

—¿Y luego qué? ¿Qué voy a hacer con mi vida? No podré ser más una doctora. Eso es todo lo que sé hacer, y ahora, soy un bicho raro, ¿no entiendes? No soy normal. Y no voy a beber sangre humana. Yo no lo haré.

—Vas a morir si no lo haces —dijo una voz desde la puerta de entrada, antes de cerrarse de golpe.

La mirada de Maya, llegó al hombre que ahora estaba en el vestíbulo. Alto y flaco, que la miraba.

—Ese es el Dr. Drake, y me gustaría estar en desacuerdo con él, pero tiene razón —agregó Gabriel.

—Parece que llegué justo a tiempo —Drake dio un paso más dentro de la casa y extendió su mano hacia Maya—. Nos hemos visto antes, pero me temo que en nuestro último encuentro, estabas inconsciente. —Luego se dirigió a Gabriel y le miró de arriba a abajo—. Veo que no fuiste bienvenido en tu visita.

Maya no tenía idea a lo que se refería el doctor, pero al parecer Gabriel sí, porque su siguiente palabra sonó más como una advertencia, que como un saludo—. Doc.

Con una sonrisa, Drake la examinó—. La transformación se completó muy bien, y dale gracias de eso a Gabriel.

Maya miró al médico. ¿Qué tenía que ver Gabriel con su transformación? Le habían dicho que un delincuente la había atacado y la había transformado. Mientras daba a Gabriel una mirada interrogadora, él bajó los párpados un poco, como si quisiera esconderse de su escrutinio.

—¿Qué quiere decir? —preguntó al médico, mirando directo hacia sus ojos azules.

—Bueno, sin duda, te contaron lo que sucedió.

Los pelos se le pusieron de punta a Maya. Ocultaban algo sobre ella. No le habían dicho la verdad—. No. ¿Por qué no me lo dice?

Drake la miró y a Gabriel y luego nuevamente a ella. Él parecía nervioso.

—Estabas en muy mal estado cuando te encontraron. La transformación había comenzado, pero no se realizó. Sólo teníamos dos opciones: dejarte morir o transformarte completamente.

Los recuerdos de la noche anterior, florecieron en Maya—. No me dejaron morir. —Recordó el dolor y el frío. Y el extraño sueño que había tenido.

—No, Gabriel te convirtió en su totalidad. Él te dio bastante de su sangre, para que la transformación terminara. Para todos los efectos, él es tu padre.

La boca de Maya se abrió, mientras miraba nuevamente a Gabriel, que estaba a sólo un metro de distancia de ella. Ahora todo tenía sentido. Su sueño, no había sido un sueño en absoluto. Esa noche se había alimentado de la muñeca de Gabriel, había sentido su cuerpo abrigándola, confortándola. Ahora no era una sorpresa que él fuera tan protector con ella. Para él, ella debía sentirse como su hija. No era de extrañarse, que hubiera estado tan renuente a darle un beso y se había visto tan avergonzado y lleno de culpa, cuando el beso había terminado.

¿Era arrepentimiento lo que veía en sus ojos?

—No había tiempo que perder. Tenía que actuar —dijo Gabriel, y sonaba como una disculpa.

¿Había actuado precipitadamente y había tomado una decisión que ahora lamentaba? Ella no quería saberlo, no podía preguntarle, pero sus ojos lo decían todo: tanta culpa, tanto dolor. Había asumido una responsabilidad, que no estaba seguro de querer. Eso es lo que era para él: alguien que tenía que cuidar, porque la había convertido. Él la había convertido en lo que era.

—No me debes nada. Tú me salvaste la vida, y te doy las gracias por ello —le dijo ella, tratando de no llorar. Pero no quería tener nada más de él. Ni siquiera su oferta de protegerla, que claramente venía de un falso sentido de responsabilidad al saber que era por su sangre que finalmente se había convertido en un vampiro. Su sangre corría por sus venas. ¿Era por eso que ella ansiaba su sangre? ¿Y era esa la razón por la que sentía esa atracción por él?

—Dr. Drake, me gustaría que me examinara.

—Por supuesto. Vamos a usar el estudio de Samson —respondió y señaló hacia una puerta al final del pasillo.

Cuando Gabriel hizo un movimiento para seguirla, ella agregó—: en privado.

Maya captó su mirada de reojo. Lo que vio la sorprendió. ¿Estaba herido? ¿No debería estar aliviado de que ella le había liberado de su obligación de cuidarla? Sin embargo, parecía todo lo contrario.

Maya cerró la puerta del estudio detrás de ella y se recostó contra ella. La habitación estaba revestida de madera oscura y una colección de estanterías muy llenas. El antiguo escritorio, tenía por encima dos grandes pantallas de computadoras y otros aparatos de todo tipo. Al parecer, al dueño de la casa… Samson, asumió ella… le gustaban los juguetes electrónicos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó el médico.

Ella hizo un gesto impaciente con la mano—. Vamos a ir al grano y hablaremos de un médico a otro.

Él asintió con la cabeza—. Bien.

—Aunque he oído que eres un psiquiatra, creo que eres lo más cercano que ellos tienen a un doctor real en San Francisco.

Drake frunció el ceño—. La psiquiatría es una disciplina médica real.

—Lo que usted diga. Esperemos que pueda aclarar algunas cosas para mí… en este momento no me importaría si fuera un veterinario.

—¿Qué es en lo que puedo ayudarte? —Al médico no parecía importarle la referencia que había hecho, y en silencio le dio las gracias por su buen carácter. Ella necesitaba su colaboración.

—Usted ha dicho que Gabriel me engendró. ¿Esto hace que sea su hija? —Que Dios la ayude, si estuviera deseando la sangre… y el cuerpo de su padre.

—No, en absoluto. Por supuesto, siempre hay una cierta afinidad entre un padre y el vampiro que crea, pero todo se debe a que cuando un vampiro se crea, por lo general se queda con el padre y su familia. Tomemos a Carl como ejemplo. Samson lo engendró cuando se enteró que casi lo mataban después de un ataque violento. Era muy natural que Carl se quedara con Samson, ya que él era el único vampiro que conocía, y podía enseñarle todo lo que necesitaba saber. Así, mientras que a menudo se desarrollan amistades, no es una cuestión de quién es la sangre que llevas. Ha habido muchos incidentes en los que un vampiro mata a su padre.

Mientras que Maya se sentía aliviada al saber que no se consideraba hija de Gabriel, no se explicaba por qué ella quería beber de su sangre.

—¿Has oído hablar de un vampiro que no bebe sangre humana?

Drake frunció los labios—. Bueno, es muy inusual. Admito que he escuchado rumores de vampiros que beben sangre sintética en algún lugar de la costa este, e incluso de algunos vampiros que beben sangre animal, porque no les gusta la idea de hacer sufrir a seres humanos. Pero nunca he oído hablar de alguien que no la beba en absoluto. Dime por qué es que no la quieres beber —le preguntó.

—Tiene un sabor desagradable. Quiero vomitar tan pronto como toca mi paladar.

—Fascinante.

Maya le dio una mirada de exasperación.

—Lo siento —se disculpó—, pero hay que admitir que, desde un punto de vista médico, esto es muy interesante.

Ella tenía que estar de acuerdo con él. Quisiese o no. Durante su investigación como asociada, le habría encantado que le presentaran un caso como el de ella, algo a lo que le podía hundir el diente de verdad. Pero ahora ella era el caso, la fascinación no era tan grande.

—¿Cómo son tus habilidades de investigación? —preguntó a Drake.

Se encogió de hombros— Razonables, ¿por qué?

—Escucha, necesito que hagas algo por mí. Necesito que investigues qué podría causar esta aversión a la sangre humana. Cualquier cosa que puedas encontrar. Alergias, genes, condiciones pre-existentes.

Haría la investigación ella misma, pero no sabía nada acerca de los vampiros… ¿dónde podía tan siquiera empezar? No, Drake tenía una mejor oportunidad de unir los puntos y, además, necesitaba toda su energía sólo para luchar contra su deseo por la sangre de Gabriel. Maya tomó una pluma y un pedazo de papel de la mesa y escribió en él—. He aquí, este es mi usuario y contraseña de los archivos médicos. Te mostrará todo lo que he sufrido. Quiero saber qué hay de malo en mí.

Él tomó el papel que ella le dio—. ¿Quieres que piratee en la historia clínica electrónica del Centro Médico?

—No es piratería cuando se tiene la contraseña. Usted debe saber cómo leer un archivo médico, ¿no? —Hizo una pausa sólo lo suficiente para reconocer su ceño fruncido—. ¿Cuánto tiempo tengo hasta que mi cuerpo se muera de hambre? —Cuando habló de las palabras, un escalofrío le recorrió la espalda. Ella lo apartó. Si quería triunfar, tenía que pensar con lógica. No podía permitir que sus emociones interfirieran.

—No estoy del todo seguro, pero la sed crecerá y se convertirá en dolor. Tu cuerpo será capaz de sostenerse a sí mismo durante unos días, pero poco a poco empezarás a volverte loca por la sed. ¿Segura que no puedes beberla? —Él le dio una mirada de lástima.

Ella asintió con la cabeza— Estoy segura.

Drake se volvió hacia la puerta, pero ella lo detuvo antes de abrirla.

—Otra pregunta. ¿Ha habido casos en que un vampiro esté sediento por la sangre de su padre?

Los ojos de Drake salieron desviados—. ¿Una vez terminada la transformación?

Maya asintió con la cabeza.

—Dra. Johnson, si eso es lo que su cuerpo necesita, usted tiene que decírselo.

¿Y estar aún más, en deuda con Gabriel, que claramente sólo la veía como una obligación? No, no era una opción. Ella sacudió la cabeza—. Buenas noches, Dr. Drake.