Capítulo Diecisiete

Maya inspiró profundamente antes de entrar en la cocina. Se sentía vigorizada por la ducha y por haber dormido en los brazos de Gabriel. Él le había dado más placer con solo tocarla y besarla, de lo que había sentido en todas las relaciones sexuales que tuvo. Cuando estaba con él, las cosas se sentían bien otra vez en su vida. Casi como si todo fuera normal otra vez, no, no eran normales… eran mejores.

Por primera vez desde su transformación, tenía una verdadera conciencia de su nuevo cuerpo. Ella sentía cómo sus sentidos estaban en sintonía con su entorno, cómo el cuerpo procesaba los estímulos de forma diferente. Era una experiencia extraña, casi como si este no fuera su cuerpo, sino de alguien más. De otra persona, porque por primera vez en su vida, había sentido la satisfacción sexual real en este cuerpo. O tal vez no era que ella ahora tuviese un cuerpo de vampiro, tal vez todo era debido a lo que Gabriel había hecho: le había colmado de ternura y pasión, sin tomar ningún placer para sí mismo.

Maya sabía que Gabriel estaba en la cocina, incluso antes de que ella entrara. Había escapado de la cama una hora antes del atardecer, asegurándole que él no quería nada más que pasar la noche entera en la cama con ella. Pero él tenía trabajo que hacer.

Gabriel la saludó con la sonrisa de un hombre satisfecho dibujada en su cara, y la llevó hacia sus brazos.

—¿Has dormido bien? —le preguntó sobre sus labios.

—Sólo hasta que saliste de la cama.

Sus labios se curvaron hacia arriba, antes de que ellos rozaran su boca. Luego se enderezó, y su rostro se puso serio otra vez—. Tuve que ponerme en contacto con mi gente. He hablado con Ricky, pero no ha sido capaz de comunicarse con tus amigas todavía. Supongo que son más difíciles de encontrar de lo que pensábamos.

—Podría mandarles un mensaje si lo deseas.

Gabriel negó con la cabeza—. ¿Y qué les dirás? Ricky dijo que un vecino vio salir a Paulette con una maleta de viaje.

—Ah, me olvidaba. Ella tiene un día de seminario en Seattle una vez al mes y le gusta llegar una noche antes para no estar demasiado cansada.

—Bueno. Entonces volverá mañana. Le diré a Ricky. En cuanto a Bárbara, está tratando de ubicarla en el hospital. —Él miró su reloj—. Tengo que encontrarme con Zane ahora. ¿Quieres alimentarte antes de irme?

La idea de hundir sus colmillos en su cuello, hacía que Maya se sintiera ruborizada de nuevo. Si se alimentaba de él ahora, no había manera de que saliera de esa casa dentro de una hora o dos, porque lo arrastraría a la cama.

—No, estoy bien ahora.

Él le dirigió una mirada que ella pensó que podría ser de decepción—. Si tú lo dices.

Maya estrechó sus brazos y puso los dedos en sus labios—. Tú sabes lo que sucederá si me alimento de ti ahora mismo, ¿no? Así que, por qué no vas a encontrarte con Zane. Mientras tanto, se me abrirá el apetito. —Se lamió los labios—. Estoy segura que estaré hambrienta cuando regreses.

El brillo malvado en sus ojos hizo latir su corazón dos veces más rápido que antes.

—Bueno. Ansío la cena.

Ella lo siguió por el pasillo, donde Gabriel gritó—: Thomas, ¿dónde estás?

Un momento más tarde, Thomas salió del estudio de Samson—. ¿Qué necesitas?

—Cuida a Maya. Tengo que ir a ver a Zane. —Antes de volverse, agregó—: ¿Alguna noticia sobre los registros telefónicos?

Thomas negó con la cabeza—. Los servidores de AT&T están todavía sin funcionar. Tengo a Eddie controlándolos. Se supone que me llamará tan pronto como se restablezcan.

Gabriel asintió con la cabeza—. Gracias.

Después de un rápido beso en los labios, se fue. Maya se dio vuelta para mirar a Thomas—. ¿Qué registros telefónicos?

—Los tuyos… pensamos que tal vez el rufián te llamó en algún momento, sobre todo si estabas saliendo con él.

Maya se estremeció ante la idea. Ella nunca podría haber tenido relaciones íntimas con alguien tan malo, ¿o podría? ¿Podría ella haber reconocido cómo era, lo suficientemente pronto… antes de irse a la cama con él? ¿Por qué no podía recordar nada acerca de él? Por un momento, cerró los ojos y se concentró, pero no apareció ninguna imagen en su memoria.

—¿Estás bien? —La voz de Thomas sonó preocupada—. La situación se percibió un tanto impredecible por un momento. ¿Estás bien?

Ella estaba muy consciente de que Thomas sabía muy bien lo que ella y Gabriel, habían estado haciendo durante las últimas horas, y se sentía sorprendentemente tímida al respecto. Cuando bajó los párpados para evitar su mirada, y murmuró con tan solo un «Sí», él chasqueó con su lengua.

—No hay nada malo en lo que ustedes hicieron. Gabriel es un buen tipo.

—Apenas lo conozco, pero por alguna razón, lo conozco. ¿Tiene eso sentido?

—Como he dicho, está todo bien.

Maya levantó la cabeza y le sonrió. A ella le agradaba Thomas y sabía que podía entablar una amistad fácilmente con él—. Gracias. Acerca de los registros telefónicos: yo recibo una factura detallada online de mi proveedor del celular. ¿Ayudaría eso?

Thomas asintió con entusiasmo—. Claro que sí. No puedo acceder a AT&T ahora mismo, así que si podemos ingresar a los registros de otra manera, agilizaríamos la búsqueda.

—Sólo tengo los últimos tres meses en línea. Este mes, aún no está disponible.

—Eso es mejor que nada.

Pero después de pasar media hora mirando a través de las facturas de su teléfono celular, Maya tuvo que admitir la derrota—. Conozco a todas esas personas: amigos, pacientes, colegas. No hay ningún nombre desconocido entre ellos. Lo siento.

Thomas se encogió de hombros—. Valió la pena intentarlo.

—Tal vez me llamó por teléfono fijo… por desgracia, no tengo facturas con detalle de esas llamadas.

—No te preocupes. Tan pronto como los servidores de la compañía telefónica estén operativos nuevamente, voy a acceder a los registros y podrás revisarlos. Mientras tanto, no hay mucho más que podamos hacer al respecto.

Sin poder quedarse sin hacer nada, Maya se sintió inquieta. Estaba segura de que tardaría horas hasta que Gabriel estuviera de regreso—. ¿Crees que podrías enseñarme algunas cosas? Gabriel dijo que eras mentor de alguien.

—Es cierto, tengo un nuevo vampiro a mi cargo ahora mismo. Es un papel muy gratificante.

—¿Qué le enseñas a él o ella?

—Él —respondió—. Yo le enseño a Eddie cómo controlar sus impulsos, cómo utilizar sus habilidades especiales.

Maya le sonrió—. Gabriel me dijo que eres el mejor en la enseñanza del control mental.

Thomas levantó una ceja—. Quieres comenzar con las cosas difíciles, eres ambiciosa.

—Siempre he sido una excelente alumna.

—Esto es un poco diferente a los estudios. Tiene más que ver con emociones, que con conocimiento. Creo que debemos esperar y trabajar en algunas habilidades más elementales, como la forma de controlar tu fuerza.

Maya irguió el pecho—. No. Quiero aprender el control mental. Y quiero aprenderlo ahora.

Thomas sonrió—. Gabriel va a estar muy ocupado contigo. —Entonces él se echó a reír—. ¿Ya lo sabe él?

—¿Saber qué?

—Que eres obstinada.

—Es un hombre inteligente, lo va a descubrir muy pronto.

—Está bien, entonces. Pero necesitamos a alguien para tratar de controlar su mente —Thomas frunció el ceño—. ¿Has estado alguna vez en un bar gay?

—¿Por qué vamos a un bar gay?

—Porque es el lugar menos probable donde alguien te reconocería.

Maya se encogió de hombros—. Si mantienes a las lesbianas lejos de mí, me la juego.

—Trato hecho. Eso sí, no alejes a los muchachos lindos de .

—Como si pudiera. —Maya miró a Thomas de arriba a abajo. Era una muestra formidable de la especie masculina, y la forma en que llenaba sus pantalones de cuero, era una distracción por no decir lo menos. Afortunadamente, ella tenía su corazón puesto en Gabriel, de lo contrario, estaría en serios problemas sintiéndose atraída por un hombre gay.

—Gracias. Es muy amable decirlo de tu parte —Thomas parecía sorprendido por su comentario.

***

Media hora más tarde, ella y Thomas se abrían paso a través de una multitud de personas para entrar en el Q Bar en el corazón de Castro. Él utilizó su cuerpo para arrastrarla detrás de él a través de la multitud, que milagrosamente se apartaba para dejarlos pasar. El portero apenas los miró, antes de dejarlos entrar.

Maya expresó su sospecha—. ¿Has utilizado el control de la mente en…?

Él la cortó—. No uses esas palabras. Llámalo «habilidad» mientras estamos en público.

Ella asintió con la cabeza, dudando de que alguien la hubiese escuchado en el bar lleno de gente, donde la música retumbaba y todo el mundo trataba de gritarse el uno al otro—. ¿Has utilizado tu habilidad? —preguntó en su lugar.

Sabía que no tenía que gritar. Thomas oía muy bien, como ella también podía hacerlo. De hecho, se dio cuenta de cómo era capaz de escuchar conversaciones y dejar de prestarles atención a su antojo.

—No tuve que hacerlo. El portero me conoce. No malgasto mi habilidad en lo que no es necesario. Necesitas energía. Si lo usas en exceso, te agota. Sólo lo uso cuando es necesario. Y nunca con uno de los nuestros.

Maya asintió con la cabeza—. Yvette ya me lo dijo.

—Bueno. Entonces estás prevenida. Muy pocos de nosotros podemos evitar una batalla y repeler su habilidad una vez que te atacan.

La curiosidad se apoderó de ella—. ¿Puedes tú?

Thomas le dio una mirada seria—. Es una pregunta demasiado personal. Paso.

—Lo siento —Se volvió hacia la barra, no quería ver su mirada reprendiéndola.

Puso una mano en su hombro, dándole una pequeña palmada—. Hay cosas que cada uno de nosotros mantiene cerca de su corazón… tú lo entenderás algún día. Todos tenemos cosas de lo que no hablamos. Tal como lo haces tú.

El aliento de Maya se entrecortó. ¿Qué sabía él de ella? Por unos momentos, se sintió paralizada.

—Maya, no puedo leer tu mente, así que relájate. No tengo ningún interés en saber lo que no quieres que nadie sepa. Aunque otra persona podría. —Guiñó un ojo y sonrió.

—Ahora vamos a empezar con nuestra pequeña lección, de lo contrario, podría ser acusado de utilizarte tan sólo como una excusa para salir.

La tensión en los hombros de Maya se alivió, y ella le devolvió la sonrisa.

—¿Quieres decir que no me estabas usando?

—Si le dices a Gabriel, te juro que voy a decir que me obligaste.

—Eres un buen tipo, ¿lo sabías Thomas?

Lanzó una mirada a su derecha, luego a la izquierda—. No digas eso tan fuerte, mujer. Si la noticia se propaga, nunca voy a conseguir otra cita por aquí. —Frunció el ceño con un enojo simulado—. Los buenos muchachos no echan un polvo.

—Bien, entonces, enséñame. —Maya tenía curiosidad. Si tenía que aceptar su nueva vida, haría lo mejor con ella. Y si eso significaba que tenía algunos súper poderes, entonces mucho mejor.

—Bueno. Esto es lo que harás. ¿Ves aquel hombre contemplando su bebida en la esquina? Es tímido. Quiero que lo hagas levantarse y caminar hasta ese buenmozo de pelo oscuro en el bar y que lo hagas poner su mano en su trasero.

Maya miró al hombre al que se refería Thomas. Sentado en la esquina, sus párpados se mantenían bajos como si estuviera avergonzado de estar ahí. De vez en cuando, él llevaba su vaso de cerveza a los labios y bebía. Sentía pena por él. Estaba claro que no se sentía cómodo. Luego sus ojos se dirigieron hacia el hombre de cabello oscuro en el bar. Ella lo miró de arriba hacia abajo—. Tienes que estar bromeando, Thomas. Él no tiene ninguna posibilidad.

—Ese es precisamente el punto. Es por eso que lo ayudarás. Plántale confianza en su mente para que pueda llegar hasta ese tipo y pedirle una cita. Controlarás su mente para pensar que tiene una oportunidad.

Maya negó con la cabeza—. ¿Cómo?

Thomas la miró a la cara—. Mira en tu interior. Concéntrate en los latidos del corazón. Luego concéntrate en el hombre de la esquina y dile qué hacer. Envíale tus pensamientos. Haz la prueba.

Tomó un par de respiraciones profundas, luego trató de apagar el ruido del bar. Ella había hecho yoga antes, por lo que trató de recordar lo que se sentía centrar su cuerpo y calmar su mente. Un calor agradable llenaba su cuerpo—. Siento una calidez.

—Eso es bueno —elogió Thomas—. Tu cuerpo te está diciendo que está recogiendo su fuerza. Es la energía que se reúne en su interior, lo que crea la sensación de calor.

Ella asintió con la cabeza sin responder, tratando de no romper su concentración. Miró al hombre y formó palabras en su mente.

Levántate. Ve a la barra. Pon tus manos en el trasero del hombre de cabello oscuro.

Maya repitió sus pensamientos y los dirigió hacia el hombre nuevamente. Pero él no se movía.

—Trata de nuevo —Thomas le animó—. Pon toda tu energía en eso. No pienses en nada más.

Una vez más, ella tomó fuerzas y calmó su mente. Todo en lo que ella trató de concentrarse, era en el hombre de la esquina, en cómo estaba allí sentado, con su mirada baja en su cerveza y su mano agarrando el vaso. Cerró los ojos y envió sus pensamientos de nuevo a él, diciéndole que bajara la cerveza y se levantara. El sonido de un vidrio rajándose, la hizo abrir los ojos rápido.

Miró a su víctima. Ante él en la barra, estaban los restos de su vaso, la cerveza se había derramado corriendo por los bordes de la mesa. Con horror, se miraba las manos, que habían aplastado a los vidrios.

Maya giró para hacer frente a Thomas—. ¿Yo hice eso?

Thomas asintió con la cabeza—. ¿Le dijiste que rompiera el vaso de cerveza?

—No, por supuesto que no. Le dije que dejara el vaso de cerveza y que luego se levantara.

Thomas se frotó la barbilla—. Mm. Eso es extraño. Vamos a intentarlo de nuevo. Pero creo que ese pobre idiota ha sufrido bastante por una noche. Creo que necesita un poco de placer en estos momentos.

—¿Qué quieres decir?

—Mira —Thomas se dio la vuelta y miró en dirección hacia el buenmozo en el bar. Un momento después, el hombre se volvió y miró hacia el tipo en la esquina. Sin dudarlo, se dirigió hacia él, se sentó junto a él y le tomó la mano.

Maya prestó atención a su conversación.

—Soy un paramédico. Déjame ver tu mano. No querrás que se infecte.

El tímido hombre le dio una sonrisa de agradecimiento—. Gracias.

—¿Por qué no te vendamos eso? Yo vivo a la vuelta de la esquina y tengo un kit de primeros auxilios en mi hogar.

Maya vio la mirada sugerente que el paramédico le dio al hombre tímido. Un momento después, los dos se levantaron y salieron del bar.

—Eres un genio. ¿Cómo supiste que el tipo era un paramédico?

Thomas sonrió—. Yo tuve una cita con él antes.

—Pero él no te miró como si te conociera —protestó Maya. ¿O era usual entre los homosexuales pretender que no se conocían entre sí después de que las cosas habían terminado?

—Eso es porque no me conoce. Borré su memoria después de que terminamos.

Maya abrió la boca para hacerle conocer su desagrado, pero Thomas levantó la palma de la mano—. Medida de seguridad. Te lo enseñaré en otro momento. Una habilidad a la vez. Y para que lo sepas, no, yo no utilicé mi habilidad para tener una cita con él. Todavía puedo tener sexo sin ella.

Maya sonrió. Ella nunca había dudado de que pudiera atraer a otros hombres.

—Ahora de nuevo a la tarea en cuestión.

—¿Y si nunca aprendo esto? —Ella odiaba el fracaso.

—Lo aprenderás. No te preocupes, todos lo hicimos.

Pero el optimismo de Thomas iba desvaneciéndose con cada intento. Primero, Maya logró reventar el botón de los jeans de un hombre, al tratar de conseguir que caminara hasta el baño. La próxima vez, trató de persuadir a un hombre que caminara hasta el bar para hacer un pase al de la barra, un taburete de la barra golpeó al hombre en la ingle y lo detuvo en seco.

—Ay —hizo una mueca Thomas.

—Yo no estoy haciendo esto a propósito —le aseguró Maya. Ya se sentía frustrada. Por mucho que tratara de concentrarse, no fue capaz de hacer que nadie hiciera nada en absoluto. En cambio, ella seguía moviendo los objetos a su alrededor.

—Esto obviamente, no está funcionando de la manera en que esperábamos. Vamos a intentar algo más.

—¿Borrar los recuerdos? —preguntó ella, con la esperanza de que pudiera borrar todos los incidentes embarazosos de la mente de las personas.

—No. No estás lista para eso.

Maya hizo un gesto disconforme. Ella era un fracaso. Y no le gustaba esa sensación en absoluto. Empezando con que ella era un vampiro realmente extraño, que ansiaba la sangre de su padre en lugar de la de un humano. Luego entró en celo cuando los vampiros no deberían entrar en celo, ya que eran estériles. Y ahora ni siquiera podía dominar el control de la mente. ¿Qué patético era eso?

—Tráeme ese plato de frutas secas que está al final de la barra, —ordenó Thomas.

Maya vio al pequeño y casi vacío tazón de nueces, que nadie parecía reclamar.

—Pero tú no comes.

—Sólo tráelo.

Dio un paso hacia el tazón, pero Thomas la retuvo del brazo—. Con tu mente.

—¿Y cómo se supone que haga eso?

—De la misma manera que rompiste el vaso y que moviste ese taburete de la barra. Hazlo.

Sin convencerse a sí misma de que fuese a funcionar, Maya sólo le dio la mitad de toda su atención.

Tazón, muévete y detente delante de Thomas.

Ella de hecho se sacudió, cuando el tazón se movió y se deslizó a lo largo de la barra hasta detenerse frente a Thomas.

—Pensé que no querías enseñarme otra habilidad.

—Yo no lo hice. Lo hiciste tú. Y sólo tú. Al parecer —bajó su voz y movió la cabeza cerca de su oído—, no puedes imponer tu mente en los humanos, pero no tienes ningún problema con los objetos inanimados, lo cual, si me permites añadir, ninguno de nuestra especie puede hacerlo. Creo que eres única.

Única—. No me digas que esa es otra palabra para especial. Yo no quiero ser especial. Yo quiero ser normal —espetó. ¿No podía por lo menos ser un vampiro normal? ¿O era mucho pedir?

—Calma, calma. —La voz relajada de Thomas, trató de calmarla—, no todo el mundo tiene la suerte de tener un don extraordinario como ese. Habrá un día en que agradecerás tener esta habilidad.

Maya resopló—. Lo dudo.

—Thomas —dijo una voz masculina a sólo unos metros de distancia de ellos.

Thomas giró la cabeza para mirar al hombre. Maya observó el muchacho rubio mientras se acercaba. Se dio cuenta de su aura e inmediatamente supo que era un vampiro. Así que esto era de lo que Yvette había estado hablando.

Cuando se detuvo lo suficientemente cerca como para tocarlo, Maya notó el resplandor fulminante que Thomas dirigía contra él—. Eddie, ¿qué carajos haces en un bar gay?

Antes de que Maya pudiera entender por qué Thomas estaba tan enojado con él, Eddie se dirigió a ella—. Soy Eddie. Soy uno de los muchachos que te encontró esa noche.

Maya extendió la mano, y él la tomó—. Gracias. Estoy muy agradecida.

—No hay de qué. —Luego volvió a mirar a Thomas—. Y yo no estaría aquí si Gabriel no me hubiera enviado a buscarte. El hombre está furioso.

—¿Por qué está molesto Gabriel? —preguntó Maya antes de que Thomas pudiera responder.

Eddie sonrió—. Volvió a la casa y la encontró vacía. Ahora ha enviado a todos los vam… guardaespaldas —se corrigió—, a buscarte.

Los pelos del cuello de Maya, se erizaron—. ¿Cuál es su problema? Solo salí con Thomas.

—Al parecer, no te autorizó a salir de la casa.

—¿Autorizar? —Un escalofrío recorrió su cuerpo. Control. Alguien estaba tratando de controlarla una vez más. ¿Otra vez? ¿Por qué esta sensación le era tan familiar? Una extraña sensación de déjà vu la invadió. Ella nunca dejaría que nadie controlara su vida. ¿Entonces por qué sentía que esto le había sucedido antes?

Un destello de un recuerdo apareció y se fue con la misma rapidez. Demasiado rápido para registrar lo que era. Control… era la única palabra que su cerebro podía formar. ¿Habría alguien en su pasado que había querido controlarla? Instintivamente llevó la mano a su cuello, hasta el lugar donde el rufián le había mordido, donde había incrustado sus colmillos en ella y la había vaciado. Una ráfaga de aire frío se apoderó de ella, al igual que la famosa niebla de esa ciudad.

De repente, todo se sentía mal. Sentía miedo reprimiéndola y se dio cuenta de que nunca más se sentiría a salvo. Ahora que sabía lo que estaba por ahí en este mundo, el capullo de seguridad en el cual pensó que estaba cuando era humana, no existía. Nunca lo había estado, nunca volvería a estarlo.

—Maya —la voz de Thomas la desconcentró.

—¿Sí?

—Te dije que sería mejor regresar —dijo Thomas. Luego miró a Eddie—. Y tú vienes con nosotros.

—¿Qué pasa si me quiero quedar aquí un rato? —Maya sabía que Eddie solo estaba burlándose, pero no estaba segura de que Thomas lo hubiera entendido.

—Fuera. Ahora. —El tono de Thomas era duro e inflexible. Eddie contestó con una sonrisa y un guiño hacia Maya.

Pero Maya no tenía ganas de sonreír. No podía permitir que nadie la controlara, mucho menos Gabriel. Si lo hacía, iba a perder lo poco que quedaba de ella. Ya había perdido su sentido de seguridad, su humanidad y su medio de vida. Tenía que aferrarse a lo último que le quedaba: el control sobre sus decisiones. No podía permitir que nadie las tomara por ella.