Capítulo Catorce
Gabriel no quería dormir. Era media mañana y la mayoría de los vampiros estarían en sus camas. En su lugar, se sentó en el sillón de la sala, mirando al crepitante fuego lento en la chimenea. Maya no lo había llamado para alimentarse de él. La había escuchado, y pensaba que ya debería tener sed, pero no se lo había pedido. Supuso que estaba enojada con él. Tenía que hacer algo al respecto, pero no sabía qué.
Había utilizado su vulnerabilidad y la había explotado sin preocuparse por su bienestar. Como si ella no tuviera suficiente con hacer frente al hecho de ser un nuevo vampiro. Ella no debería tener que estar luchando contra un vampiro lujurioso, que no quería nada más que entrar en sus bragas.
¿Por qué de repente se había puesto tan agresivo en su vida sexual? Durante todos esos años, nunca había tenido problema manteniéndose bajo control. En realidad, nunca había perseguido a una mujer antes. Nunca le había importado. Sí, él siempre había querido una compañera, una mujer para abrazar, una mujer con quien tener sexo, pero había estado bien tomando lo que pudiese conseguir y pagando por el resto.
Por supuesto, la soledad había empezado a llegarle, y por eso se puso en contacto con Drake, pero al mismo tiempo tenía un deseo de deshacerse de la deformidad horrible, algo sobre lo que nunca antes había tenido tanta urgencia. Ahora ya no veía la hora de deshacerse de la maldita cosa por una razón y tan sola una razón: para poder ir hacia Maya como un verdadero hombre y cortejarla. Por supuesto, todavía quedaba la fea cicatriz en su rostro.
Una mujer como Maya podría tener a cualquiera, alguien mucho mejor que un hombre como él. Una vez que ella se hubiera adaptado a su nueva vida, ella tendría todo tipo de ofertas de los vampiros elegibles en la ciudad. Si no hacía un movimiento con ella ahora, tendría incluso menos oportunidad después, cuando toda la competencia llegara.
Tenía que intentarlo ahora. Un rayo de esperanza se había despertado, cuando ella había respondido con tanta pasión en el estudio. Esperaba que no todo hubiera sido debido a la alimentación. Tal vez había una pequeña parte de atracción que sentía por él. O ¿por qué aceptaría su demanda de un beso? Él no podía renunciar a su lucha por ella, en todo lo que podía aferrarse era en ese pequeño rayo de esperanza.
Gabriel cerró los ojos e imaginó lo que sería sentir el amor de Maya, saber que a ella le importaba él. Sabía que se estaba torturando al soñar despierto de esa manera, pero no podía dejarla ir, no cuando le llenaba su corazón de calidez y orgullo. Todo era un sueño: llamar a Maya su mujer, amarla día y noche, vivir con ella, compartir un hogar y reír juntos.
Era el destino lo que los había unido, y si bien estaba renuente a creer en el destino, quería creer que estaban destinados a encontrarse, porque él se había dado cuenta de una cosa: que se estaba enamorando de una mujer demasiado hermosa, y aún así era perfecta para él en todos los sentidos.
Un suave golpe en la puerta, le hizo volver su cabeza con rapidez. ¿Quién vendría a la casa de un vampiro durante el día? Tenía que ser un humano. Gabriel se levantó y caminó hacia la puerta. Inhaló. O una bruja.
Miró por la mirilla y supo que era la señorita LeBlanc, la bruja que hace poco le había disparado una ballesta. Parecía que esta vez no estaba armada.
—¿Vas a abrir la puerta, vampiro, o debo irme? —dijo a través de la puerta.
¿Cómo podía saber que él la estaba mirando?
—Voy a quitar el seguro. Luego cuenta hasta tres y entra, estaré en la primera habitación a la izquierda.
Gabriel dio vuelta la llave en la cerradura y dio un paso atrás en la sala, cerrando la puerta detrás de él, para que la luz del exterior no penetrara en la habitación a oscuras. No sólo las ventanas de la fachada estaban hechas de un vidrio polarizado especial, sino que también había cortinas gruesas que las cubrían de la luz y si bien no bloqueaban toda la luz, eran lo suficientemente oscuras como para ser seguro para un vampiro.
Un momento después, oyó que la puerta se abrió. Cuando ella se le unió en la sala de estar, él le señaló el sofá. Se veía menos imponente hoy, desarmada como estaba. Vestía un traje formal, podría haber engañado a cualquiera, que ella era un ser humano ordinario. Si tuviera que adivinar, habría calculado su edad alrededor de los treinta años. Era atractiva y para su sorpresa, una sonrisa se pintaba en su boca.
—Esta es definitivamente la primera vez. —Ella miró a su alrededor—. Así que, esta es la forma en que ustedes viven.
—La casa pertenece a mi jefe. Y, no, no vivimos en cuevas o dormimos en ataúdes.
—Dejemos las cortesías, creo que sabes por qué estoy aquí.
Él asintió con la cabeza—. Me ayudarás con mi problema.
—Dijiste que me darías lo que quisiera.
Gabriel se encogió. Él lo había dicho, y cumpliría su palabra. Ahora la pregunta era, ¿qué quería?—. Sí, lo hice.
—Drake mencionó tu don.
—Supuse que no podía mantener esa pequeña pieza de información para sí mismo. ¿Qué pasó con la confidencialidad médico-paciente?
Ella dio un pequeño resoplido—. No estoy aquí para hablar de Drake y su ética. —Hizo una pausa—. O… la falta de ella.
—Me parece justo. ¿Qué puedo hacer por ti? —Como si no lo supiera ya.
—Usar tu don. Por una sola vez.
Él asintió con la cabeza y esperaba que lo que fuera a hacer con los recuerdos que extrajera de su víctima, no causaran dolor a nadie.
—Bueno, entonces estamos de acuerdo. Ahora, a tu problema. Dime qué es tan importante que quieres tratar con gente de mi clase. —Ella se inclinó hacia delante en el sofá y lo miró con expectación.
Gabriel tragó saliva. Esto sería vergonzoso.
***
Maya se quitó las colchas de encima. En el lugar había un calor sofocante. El camisón de seda roja, se pegaba a su piel húmeda. Pequeñas gotas de sudor se formaban, partiendo de su garganta y corrían por entre sus pechos.
Ella sabía que era la fiebre, pero había esperado que siendo un vampiro, no se sentiría mal nunca más. ¿No le había dicho Gabriel que los vampiros no se enfermaban? Sin embargo, la fiebre se había presentado otra vez, y esta era peor de lo que había sido antes. Su piel estaba caliente al tacto, sus entrañas ardían, y había comenzado hace apenas una hora. Ya había sentido comenzar el aumento de temperatura durante la conversación con Ricky y Gabriel, y esperaba que se detuviera. Pero no fue así.
Tenía que hacer algo al respecto, tenía que enfriar su cuerpo para no quemarse. Con las piernas temblorosas se tambaleó al pie de la cama. Cada paso que daba dolía y contribuía al calor en su cuerpo, como si echaran más leña al fuego. Su cabeza le daba vueltas mientras trataba de enfocarse en la puerta del baño. Una ducha fría, ella tenía que tomar una ducha fría.
Un paso y otro más, la acercaban al cuarto de baño, pero su instinto le decía que no iba a funcionar. En el fondo ella sabía lo que su cuerpo necesitaba y anhelaba. Siempre lo supo, pero no quería admitirlo.
La fiebre le hacía desear el toque de un hombre. Desde que la fiebre había comenzado cuando tenía trece años, todo en lo que ella podía pensar era en que un hombre la tocara, la besara, la cogiera. Nunca se había dado por vencida, y siempre dejaba el dolor atrás. Los médicos no habían sido capaces de explicarlo y lo descartaron como que había podido recoger algún virus exótico en algún lugar, como la malaria. Sin embargo, nunca había estado en ningún sitio, y los análisis de sangre habían dado negativos.
Su propia investigación de su condición, había terminado en un callejón sin salida. Y las fiebres continuaban varias veces al año. A veces suaves, otras más fuertes. Y siempre estaban acompañadas por sus ansías de sexo.
Esta vez eran peores. Ahora sabía que sólo había un hombre que podía apagar el fuego en su cuerpo: Gabriel. Su cuerpo no escuchaba más a su cerebro y cambió de dirección. En vez de continuar hacia el cuarto de baño donde el agua fría la esperaba, sus piernas temblorosas la llevaron hacia la puerta de la habitación.
Su respiración se aceleró. Necesitaba más y más oxígeno, para hacer trabajar a su cuerpo. No era suficiente. Ella no llegaría, no esta vez.
Maya tomó la manija de la puerta, la giró y la abrió. Manchas negras aparecieron delante de sus ojos, y cuando la puerta se giró hacia ella, perdió el equilibrio.
***
Gabriel se desabrochó el cinturón para mostrarle a la bruja en dónde él necesitaba ayuda, cuando un fuerte golpe del piso de arriba lo sobresaltó. Corrió hacia la puerta y miró hacia el pasillo, donde vio a Thomas corriendo escaleras arriba.
El pánico se apoderó de él. Sin pensarlo dos veces, dejó a la bruja y corrió tras Thomas. Llegó a la puerta del cuarto de huéspedes, segundos después de Thomas. Allí, junto a la puerta abierta estaba Maya tendida en el suelo, su piel brillaba, su camisón corto de color rojo pegado a ella.
Antes de que Thomas pudiera tocarla, Gabriel estaba a su lado y la tomó en sus brazos—. Maya, ¿me escuchas?
Mientras sostenía su delgado cuerpo junto al suyo, podía sentir el calor emanando de ella.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Thomas, con su voz llena de preocupación.
—Está ardiendo.
—¿Crees que es la fiebre?
Gabriel se preguntó por un segundo cómo Thomas sabía de eso, se dio cuenta de que él había hablado con Drake cuando revisó los expedientes médicos—. Parece que sí. No lo entiendo. Cualquier enfermedad que pudiera haber tenido como ser humano, debería haber sido erradicada por la transformación.
Thomas asintió con la cabeza—. Será mejor que llame al Doc.
—Yo puedo ayudar —dijo la bruja desde la puerta. Gabriel no notó que los había seguido.
Al instante, Thomas se levantó desde su posición de cuclillas y le dio una mirada hostil a la mujer, listo para atacar.
—Thomas, está bien. Ella está aquí para ayudar.
—¿Dejaste que una bruja entrara en la casa de Samson?
Gabriel no tuvo la oportunidad de responder—. ¿Te apartarás de mi camino, vampiro —se dirigió ella a Thomas— para poder ayudar a esa mujer? ¿O hablamos de los problemas entre las dos especies, mientras ella se quema?
Sin decir una palabra, Thomas se hizo a un lado y dejó que entrara en la habitación.
—Llévala a la cama. Quiero examinarla —dictó la bruja.
Gabriel se levantó, agarrando a Maya más cerca entre sus brazos. A medida que caminaba, sintió de repente que ella movía la cabeza hacia el hueco de su cuello. Un momento después, su lengua lo lamía, lo que daba un agradable hormigueo en su piel. Entonces sintió los dientes. Apenas llegó a la cama, antes de que sus colmillos se alojaran en su cuello y comenzara a mamar.
Se sentó en el borde de la cama, sosteniéndola en sus brazos mientras ella se alimentaba. Tal vez se había derrumbado a causa del hambre, pero Gabriel sabía instintivamente que no era esa la respuesta. Otra cosa andaba mal con ella.
—¿Ella bebe tu sangre? —preguntó la bruja, con su voz llena de incredulidad.
Gabriel la miró mientras ella los observaba—. Se niega a tomar sangre humana. —Sus ojos buscaron a Thomas—. Thomas, trae a Drake aquí.
—Es de día —comentó la bruja.
—No importa —contestó Thomas—. Voy a enviar una camioneta sellada con uno de nuestros guardias humanos. —Dejó que sus ojos miraran a la bruja de arriba a abajo.
—¿Estás seguro que estarás a salvo con ella?
—La señorita LeBlanc, no quiere hacer daño a ninguno de nosotros, confía en mí.
Thomas se encogió de hombros—. Si tú lo dices. —Y luego, dejó la habitación.
La bruja se aclaró la voz, lo que llevó a Gabriel a mirarla—. ¿Cuánto tiempo se alimenta?
—Mientras lo necesite —respondió Gabriel. Él pasó su mano para acariciar el cabello y los hombros de Maya, suprimiendo la necesidad de tocarla íntimamente. Ya en ese momento estaba excitado, y la presencia de la bruja en la sala no hacía nada para frenar ese hecho. Sólo su sentido de proteger la dignidad y privacidad… más para Maya que para él mismo, lo hacían detenerse de devorarla con sus manos.
Parecía una eternidad antes de que Maya soltara su cuello y lamiera sobre las incisiones para cerrarlas. Con cuidado, la soltó de sus brazos y la colocó sobre la cama. Sus ojos estaban cerrados. Mientras alejaba las manos de ella, su cuerpo comenzó nuevamente a retorcerse. Gemidos salían de sus labios, lo que indicaba que tenía dolor.
—Parecía más tranquila en tus brazos —comentó la bruja.
También lo parecía para Gabriel, pero él no podía estar seguro.
—Haz algo por mí —ordenó la bruja—. Ponla en tus brazos otra vez.
—¿Cuál es el propósito? —¿Además de ponerse todo caliente y excitado otra vez?
—Tengo que ver cómo reacciona.
Gabriel hizo lo que le pidió y tomó a Maya en sus brazos. Su dolor se detuvo, pero frotaba su cuerpo contra él. Se sintió avergonzado cuando se dio cuenta de que Maya se frotaba contra él, con sus manos directamente dirigiéndose hacia la ingle. Él no pudo reprimir su propia excitación, con su acción. Con la esperanza de que la bruja no hubiera visto los gestos subconscientes de Maya y tratando de proteger su modestia, quitó sus manos y las puso en su pecho.
—Eso es interesante —Tanto por su dignidad y la dignidad de Maya, la bruja había visto exactamente lo que Maya inconscientemente estaba tratando de hacer con él—. ¿Son ambos, amantes?
Gabriel le dirigió una mirada molesta—. No. Por lo que te dije antes, creo que sabías que no tengo un amante.
—Así que ella es la razón por la cual quieres que te ayude con tu problema —lo descubrió ella.
No le gustaba que sondearan su vida personal—. Es irrelevante la razón por la que quiero tu ayuda. Te estoy pagando, ¿no?
—Guau, eres delicado. Sólo demuestra mi punto. —Ella se encogió de hombros y puso su atención en Maya—. Suéltala.
Una vez más, Maya daba vueltas y vueltas. Tenía la piel enrojecida. Más sudor se acumulaba en su frente, cuello y pecho. Sus pezones estaban claramente visibles a través de la húmeda tela, y sintió la necesidad de proteger su modestia. Mientras le ponía la sábana para cubrirla, la bruja se lo impidió.
—Sé que quieres protegerla, pero está lo suficientemente caliente. Confía en mí vampiro, eres el único que está en la sala mirando su cuerpo.
Gabriel le gruñó, pero no tenía respuesta para su… desafortunadamente… precisa evaluación. Miró a lo lejos—. ¿Puedes imaginar lo que le pasa?
—Tengo una sospecha, pero me gustaría conversar con Drake cuando llegue aquí.
***
En el momento en que Drake llegó media hora más tarde, el estado de Maya había empeorado. Su temperatura corporal era candente, tenía dificultades para respirar, y estaba claramente con dolor. Pero todo ese tiempo, no había abierto sus ojos ni una sola vez. Ella estaba delirando.
—¿Qué pasó? —preguntó Drake mientras entraba en el dormitorio.
Gabriel negó con la cabeza—. No sé. Ella me dijo que parecía que se estaba enfermando y se fue a la cama sin alimentarse de mí. Unas horas más tarde sufrió un colapso.
—¿Se ha alimentado desde entonces?
—Sí, pero su condición no mejora. La situación está empeorando cada segundo.
Drake se inclinó sobre la cama y miró a Maya, le tocó la frente, y miró sus pupilas. Hasta ese momento, pareció darse cuenta de la bruja, que se había puesto de pie junto a la chimenea y se acercaba ahora a la cama.
—Ah, Francine, qué sorpresa verte por aquí.
—Drake.
—¿Alguna idea? —preguntó y señaló a Maya.
—De hecho sí.
— ¿Te importaría compartirla?
Ella asintió con la cabeza—. Discúlpanos un momento, vampiro —le dijo a Gabriel y le hizo señas a Drake para que la siguiera hasta el baño.
Gabriel miró a Thomas, que había entrado en la habitación detrás de Drake.
—Extraña pareja —comentó Thomas.
—Ellos pueden ser tan raros como quieran ser, siempre y cuando puedan ayudar a Maya. —Gabriel acarició con la mano la cara caliente de Maya. Al instante volvió la cabeza hacia su mano y su boca buscaba sus dedos, de forma rápida chupó su pulgar en la boca. Gabriel tragó rápido una bocanada de aire. Incluso inconsciente, lo estaba matando. Apenas podía reprimir su deseo por ella en sí, pero cuando chupaba su pulgar de esa manera, todo lo que podía pensar era en que chupara su pene de la misma forma.
Escuchó las voces que murmuraban en el baño, pero no podía entender lo que decían. Parecían hablar en voz baja para no ser escuchados.
Gabriel sacó su dedo de la boca de Maya y le acarició los labios con él. Su lengua salió corriendo y lo lamió. Se inclinó hacia ella, llevando su boca cerrada hacia su oreja.
—Cariño, me estás volviendo loco. Ya no puedo contenerme. Pero si no te detienes, no sé lo que haré.
Ella suspiró y tomó su pulgar de vuelta en su boca. Su pene se tensó en contra del cierre de sus jeans, los dientes de metal cortaron su carne. Apretó otra mano en un puño, la lucha contra la tentación de tomarla. Con un gemido, sacó el pulgar de su boca y se apartó de la cama.
—¿Le has dicho cómo te sientes por ella? —preguntó Thomas.
Gabriel volvió la cabeza para mirarlo—. ¿Y luego?
—¿No quieres saber si ella siente lo mismo?
—¿Y qué si no?
Thomas volvió su mirada a Maya—. Por la forma en que anhela tu sangre, me atrevería a decir, que ella anhela tu cuerpo de igual manera.
Gabriel se salvó de responder cuando la puerta del baño finalmente se abrió y Drake y la bruja salieron, sus rostros estaban serios. Su estómago se hundió. ¿Qué tan mala podía ser la noticia?
—Ambos estamos de acuerdo —Drake miró a Maya.
—¿Qué es? —preguntó Gabriel, pasándose la mano por el pelo.
—Ella está en celo.
Gabriel no entendía— ¿En celo? ¿Qué quieres decir?
—En celo sexual —explicó Drake—. Al igual que un felino.
—Pero eso es imposible —protestó Gabriel. El celo era un signo de fertilidad.
—Ella es un vampiro. Las mujeres vampiro no entran en celo… son estériles.
—Ya lo sé. ¿No crees que yo lo sé? Pero ella no es completamente vampiro… cualquier otra cosa que sea, la está haciendo entrar en celo.
—¿Así que, se le va a pasar? —Si era realmente celo sexual, seguramente era sólo temporal.
—Tal vez, pero…
—Pero ¿qué?
—Ella está ardiendo. Es demasiado para su cuerpo. Ella podría morir. Y sólo hay una manera de detener el celo.
Gabriel había dejado de escuchar—. ¿Morir? No. No podemos permitir eso. No podemos dejar que muera. ¿Doc? Debe haber algo que podamos hacer.
—No nosotros —dijo Drake—. Tú.
Gabriel precipitó su mirada a Drake y a la bruja—. ¿Yo?
La bruja dio un paso hacia él—. La única manera de detener el celo, es satisfacerla sexualmente.
Sus palabras resonaban en su cabeza. Satisfacerla.
—¿Cómo?
Drake tuvo la audacia de reírse—. Voy a dejar que todo dependa de ti, Gabriel. Confío en que sabes cómo hacer que una mujer termine.
Finalmente entendió. Querían que hiciera el amor con Maya. Acercándose al doctor, le susurró en voz baja, muy baja—: Pero, no puedo. Tú sabes que yo no puedo.
Detrás de él, Thomas se aclaró la voz—. Si quieres que yo lo haga, lo haré. Después de todo, será como tocar a mi hermana. No significa nada.
Gabriel Giró—. ¡No! —A pesar del hecho de que Thomas era gay y no tenía ningún interés en Maya, nunca permitiría que ningún otro hombre la tocara.
Thomas le dio una sonrisa torcida, y Gabriel de inmediato se dio cuenta, que sólo había hecho la oferta para obtener una reacción de él. Bueno, la había obtenido, y si no tenía cuidado probaría el sabor de su puño, además de ella.
—Yo no estoy diciendo que la cojas —agregó Drake—. Dios, yo no recomendaría hacer una cosa así a una mujer inconsciente, pero hay otras maneras. Utiliza tus manos y tu boca en ella. Ella necesita un orgasmo. Es la única manera que el celo ceda.