Capítulo Treinta y cinco
El cementerio estaba en la oscuridad. Antorchas iluminaban únicamente el área alrededor de la tumba que había sido excavada. El ataúd que no contenía un cuerpo, estaba suspendido sobre él, cubierto con calas blancas.
Maya miró la pequeña asamblea. La noche anterior, Samson y Delilah habían regresado, y ella los había conocido por primera vez. De inmediato le había agradado Delilah, la dulce esposa del vampiro más poderoso de San Francisco. Ella y Samson le habían extendido su hospitalidad y le preguntaron a Gabriel si quería quedarse, hasta que hubiera decidido dónde vivir. Ella no podría haber imaginado una bienvenida más cálida.
Oliver, asistente de día de Samson, un ser humano, estaba de pie junto a ellos, sus ojos estaban mirando hacia el suelo. Había perdido a un buen amigo, Carl.
Maya miró a Amaury y la hermosa mujer rubia a su lado. Hacían una pareja sorprendente, y parecía que al estar en presencia de Nina, Amaury estaba más relajado y dócil que cuando estaba solo. A pesar de que Nina era una mujer alta, su compañero vinculado de sangre, la hacía verse más pequeña, y parecía frágil, a pesar de que Nina no tenía nada de eso. Las historias que los otros vampiros le habían contado sugerían que ella no era nada fácil de tratar… y que Amaury disfrutaba cada segundo de ello.
Maya ahora también entendía la relación entre Nina y Eddie. Ella se sorprendió al descubrir que Eddie era su hermano. El parecido familiar era ciertamente evidente, pero no esperaba que su hermano fuese un vampiro y ella fuese un ser humano. Pero cuando Thomas le contó la historia de cómo Eddie se transformó, ella entendió.
Incluso el Dr. Drake y la bruja, Francine, estaban entre los dolientes. Había habido una gran conmoción al principio, cuando se habían enterado de que Francine quería asistir al funeral de Carl, pero después de que Gabriel les había explicado cuán importante había sido para la supervivencia de Maya, los vampiros habían votado para permitir que una bruja estuviera en medio de ellos. Seguramente, era la primera vez.
Zane e Yvette estaban con un grupo de vampiros que Maya no reconocía. Los colegas de Scanguards, asumió. Cuando vio que Yvette la estaba mirando, se sorprendió al verla sonreír a ella y Gabriel, quien sostenía la mano de Maya. Maya le devolvió la sonrisa y sintió que su corazón se hinchaba. Estas personas eran su familia ahora. Todos la habían aceptado y luchado para que ella pudiera vivir. Carl había dado su vida protegiéndola.
Maya volvió su atención a Samson, cuyo discurso llegó a su fin.
—Mi amigo, estés donde estés ahora, nunca olvidaré los años que pasamos juntos.
Dos vampiros bajaron el ataúd en el agujero. Nadie se movió hasta que desapareció por completo, luego Samson tomó la pala y echó la tierra sobre el ataúd. Pero él no se detuvo con la pala llena de tierra que era lo habitual. Él continuó.
Maya miró a su costado, y Gabriel bajó la cabeza hacia ella—. Él engendró a Carl. Es su deber velar para que descanse en paz. Cavó la tumba, y la va a llenar —susurró.
Una lágrima rodó por la mejilla de Maya, mientras entendía el significado de las acciones de Samson.
Cuando el último grano de tierra había llenado la tumba, Samson puso la pala a un lado y le habló—: Buenas noches, mi amigo.
Luego se alejó del grupo. Delilah se quedó atrás, sin hacer ningún intento de seguirlo. Cuando ella se acercó a Maya, ella simplemente dijo—: Él necesita estar solo ahora. Va a reunirse con nosotros en casa.
—Parece que lo entiendes, sin muchas palabras —respondió Maya.
Delilah sonrió y enganchó su brazo bajo el de Maya—. Gabriel, no te importa si me robo a Maya durante unos minutos, ¿verdad? —Pero ella no espero su respuesta y se la llevó.
—¿Te importa si caminamos por el cementerio un rato? —preguntó Delilah.
—No, en absoluto. —Maya siguió el ritmo de su nueva amiga.
Por un momento, Delilah estuvo en silencio. Pero luego sacó lo que ella quería decir—. Yo sé que no es tu especialidad, pero yo tenía la esperanza que consideraras continuar con la medicina en un campo diferente.
Maya levantó una ceja sorprendida—. ¿Qué tienes en mente?
—Gineco-obstetricia —confesó Delilah—. Es que yo no puedo ir más a un médico humano. Una vez que hagan pruebas en el feto, se darán cuenta de que no es del todo humano. Y este no será nuestro único hijo. Planeamos tener muchos. Y luego está Nina, por supuesto.
—¿Está ella embarazada también? —preguntó Maya.
—Amaury lo desea. —Ella rodó sus ojos y se echó a reír—. No han terminado de pelear sobre esto todavía.
—¿Nina y Amaury pelean?
—Todo el tiempo.
—Lamento escuchar eso. Yo pensaba que les iba bien juntos.
Delilah volvió a reír—. No lo querrían de ninguna otra manera. Es lo que Amaury necesita, una mujer que no le permita salirse con la suya. Además, el sexo de reconciliación debe ser espectacular.
Ahora Maya tuvo que reírse—. ¿Así que crees que finalmente ella cederá y tendrá hijos con él?
—No sé. Sólo ellos dos lo saben. De cualquier manera, lo que decidan, va a funcionar para ellos.
—He oído hablar de hijos —dijo una voz detrás de ellas.
Las dos se volvieron a Francine, que las había seguido—. Lamento interrumpir, pero esperaba encontrarme contigo, sin que Gabriel escuchara.
—Voy a dejarlas solas entonces —ofreció Delilah.
Francine alzó la mano—. No, por favor, no. Es sólo Gabriel el que no quiero que sepa todavía, de lo contrario, podría albergar esperanzas y luego tenerlas que olvidar.
La curiosidad aumentó en Maya—. ¿Sobre qué es esto?
—He analizado tu sangre, y está confirmado. Eres un sátiro, no es que ya no lo supiéramos. Pero me llevó a otra cosa. Las hembras sátiro son fértiles. Ellas entran en celo, al igual como lo hiciste.
Maya contuvo el aliento. ¿Era posible?
—No estoy cien por ciento segura, pero creo que debido a que continuaste en celo, incluso después de que te habías vuelto un vampiro, creo que todavía podrías ser fértil.
—¿Crees que eso es posible? —preguntó Maya a la bruja, tratando de entenderlo.
Delilah la codeó con sutileza por el costado—. Sólo hay una manera de averiguarlo. —Una sonrisa curvó sus labios cuando le guiñó un ojo.
Francine ensanchó la boca en una sonrisa—. Estoy de acuerdo.
Maya tomó la mano de la mujer y la apretó. Su corazón estaba demasiado henchido para decir algo, pero los ojos de Francine le dijeron que ella entendía. Maya sabía exactamente lo que quería hacer en ese momento.
***
Gabriel miró a su alrededor, la gente seguía reunida en torno a la tumba. Grupos pequeños se habían formado, mientras todo el mundo estaba hablando de Carl y las cosas que habían sucedido en los últimos días. Maya no estaba por ningún lado.
Detuvo a Zane cuando caminó junto a él—. ¿Has visto a Maya?
—Estaba hablando con Thomas antes.
Gabriel asintió con la cabeza y buscó a Thomas. Él lo vio parado con Eddie. Gabriel se acercó a él—. ¿Sabes dónde está Maya? No la he visto la última media hora.
¿Había escuchado Thomas algún tono de desesperación en su voz? Dios, era realmente patético. Estar separado de ella incluso por unos minutos lo llenaba de preocupación y añoranza. Sólo cuando ella estaba cerca de él se sentía en paz.
Thomas le dio una mirada de complicidad—. Si esa no es la mirada de un hombre enamorado.
—Bueno, ¿sabes a dónde se ha ido? —repitió su pregunta.
—La puedes encontrar en mi casa.
Sorpresa lo inundó— ¿Qué está haciendo en tu casa?
—Se la he ofrecido por los próximos tres días. Se supone que Eddie y yo nos vayamos a Seattle para un ejercicio de capacitación, por lo que la casa estará vacía. La casa de Samson está demasiado llena de gente en estos momentos. Me imaginé que los dos querrían un poco de intimidad, pero si no…
—No, por supuesto —respondió Gabriel apresuradamente—. Queremos privacidad. —Él ya se había preguntado dónde podría encontrar un lugar para que estuvieran solos, para la ceremonia del vínculo. A diferencia de una boda de humanos, un vínculo de sangre se realizaba en privado, con sólo los dos interesados que se unían.
Thomas sacó una llave y se la entregó—. Toma. Disfruta.
Gabriel sonrió. Le diría a Maya que quería que esa noche hicieran el vínculo. No había ninguna razón para esperar más tiempo.
***
Gabriel cerró la puerta detrás de él. La casa de Thomas estaba en silencio y por un momento se preguntó si realmente estaba Maya ahí, pero luego inhaló y percibió su aroma. Siguió el olor delicioso hasta la zona privada de la casa. Cuando empujó la puerta de la habitación principal para abrirla, los ojos que lo saludaron eran un sueño hecho realidad.
La habitación resplandecía con la luz de docenas de velas. La cama estaba cubierta con sábanas blancas, y en ella estaba Maya, vestida con un babydoll de color rojo sangre con un escote hasta el ombligo. La imagen empapó a Gabriel y sabía que ya estaba duro por debajo de sus pantalones negros.
Maya había anticipado sus pensamientos. Sabía instintivamente lo que significaba la escena: ella estaba dispuesta a hacer el vínculo de sangre con él.
—Te estaba esperando.
Dejó que la puerta detrás de él se cerrara, antes de cruzar la distancia hacia la cama.
—Estaba preocupado cuando desapareciste del funeral.
—Te quería dar una sorpresa —respondió ella y le dio una mirada llena de deseo por debajo de sus pestañas.
Lentamente, abrió el primer botón de su camisa—. Lo hiciste.
Maya se incorporó y se acercó a él—. Deja que te ayude con eso.
Gabriel trató de tragarse de nuevo su entusiasmo. No quería apresurarse y terminar cogiéndola frenéticamente como lo había hecho en la sala de Samson. Pero cuando la mano de Maya se acercó para abrir los botones de su camisa y raspó su piel en el proceso, dejó escapar un resoplido frustrado.
—¡Ah, carajo! —Se arrancó la camisa de su cuerpo con un golpe de sus garras y la dejó caer al suelo.
—Alguien está impaciente —susurró ella y se lamió los labios.
—¿Es ese un problema?
Sus ojos seguían sus manos mientras él tiraba de sus jeans arrancándolos de su cuerpo con la misma rapidez que su camisa, quitando su bóxer con el mismo movimiento. La dilatación de sus pupilas le dijo que ella estaba mirando a sus dos erecciones en ese momento. El olor de la excitación de Maya llegó hasta sus fosas nasales.
—No, no hay problema —respondió ella lentamente reteniendo el aliento en su garganta. A él le gustaba la forma en que lo miraba, mientras se ponía de pie frente a ella completamente desnudo. Él no recordaba haberse quitado su ropa de forma tan rápida.
Gabriel llenó sus pulmones con su olor—. Sí, no pensé que sería —Deliberadamente, bajó la mirada al triángulo de rizos oscuros que podía ver a través de la tela transparente.
Cuando llegó hasta ella, ella lo encontró a mitad de camino—. Es hora —fue lo único que dijo mientras la miraba a los ojos.
—Sí —respondió antes de que ella ofreciera sus labios para un beso. Los tomó, hundiendo su boca sobre la de ella, llevando su lengua a sus labios entreabiertos para saborearla.
La acostó sobre la cama, cubriendo su cuerpo con el suyo. Sus manos empujaron a un lado la tela que apenas cubría sus pechos, y él le acarició la piel desnuda. Le encantaba la forma en que el color rojo contrastaba con su piel y cabello oscuros. Con las sábanas blancas debajo de ella, se veía como un cuadro hermoso.
—Me gusta lo que llevas puesto —le susurró contra sus labios. Su mano se deslizó hacia abajo a lo largo de su torso hasta la cadera, donde recogió la tela en su mano y tiró de ella hacia arriba—. No voy a desnudarte. —De hecho, quería vincularse con ella puesta.
Maya abrió sus muslos y le permitió ubicarse en su núcleo. La tibia sonrisa que le dio, indicaba su aprobación—. Lo quiero ahora, Gabriel.
Colocó su pene inferior en su núcleo húmedo y empujó hacia delante. Su pene superior se deslizó sobre su clítoris en el mismo instante en que se sumergía en su calor.
Un gemido escapó de sus labios—. Me encanta la forma en que haces eso.
Gabriel la miró a los ojos—. Eso es bueno, porque me encanta hacerlo. —Para probar su punto, se echó hacia atrás y repitió el movimiento. Y en buena medida, lo hizo de nuevo. Entonces cayó en un ritmo tranquilo. Su cuerpo se movía en sintonía con el suyo, o quizá era al revés. Tal vez él se movía en sintonía con el cuerpo de ella. Pero ¿realmente importaba? Todo lo que importaba era que estaban juntos.
Se encontró con sus labios de nuevo y los tomó, reclamando su boca con su lengua, de la misma forma que su pene reclamaba su concha. Él nunca se saciaría de ella, pero sabía que iba a disfrutar el hambre constante que sentía por ella. Un hambre que ya no podía negar.
Cuando él soltó sus labios, sintió la picazón en sus colmillos—. Vincúlate conmigo.
Un brillo en sus ojos le dijo que había esperado por su demanda. Cuando sus colmillos se abrieron pasando entre sus labios, apenas podía contener su emoción.
—Eres hermosa —murmuró antes de que hundiera sus colmillos en su cuello. Entonces sintió los suyos perforar la piel de su hombro. Su sangre era todo lo que había soñado y más. Espesa y rica, revistiendo su lengua. Nutriendo su corazón y su alma. Maya era de él, y él era de ella.
Antes de perderse en los sentimientos de euforia que su sangre, su calor y su húmedo canal le daban, él se acercó con su mente y se conectó a ella.
Mía para la eternidad.
Mío por siempre, su mente le respondió, lo cual le dio calidez a su corazón.