PRÓLOGO

No es ésta una presentación, una introducción que, afortunadamente, nuestro público dispensaría a la fama mundial de Stefan Zweig: es un agradecimiento. Fue nuestro huésped, vivió algún tiempo aquí; fue de Bahía al Amazonas, de Pernambuco a Sao Paulo, de Minas al Río Grande; habitó, luego, en Río de Janeiro. Es un enamorado de nuestra tierra y de nuestra gente.

El Brasil es como las mujeres bonitas: tiene enamorados de toda índole, incluso desinteresados. No quieren nada, ni una mirada, ni una sonrisa, nada. Les basta amar. Llamamos a eso «amor de caboclo»: hasta el enamorado lo ignora. Así era el amor caballeresco. Goethe lo resumió en esta frase: «Si te quiero, ¿qué te importa?» Así es Zweig.

Sus libros aparecen editados en seis y aun más idiomas —¡algunos, en dieciocho!—; a veces, en ediciones dobles: en inglés para Inglaterra y los Dominios, en inglés también para América del Norte..., España e Hispanoamérica..., Portugal y Brasil... Es el escritor más impreso, más divulgado y más leído del mundo: ensayos, biografías noveladas, ficción, pura. El autor es un encanto de convivencia, de conversación, de sencillez: ternura y poesía. Pudiendo estar, agasajado, en los Estados Unidos, como Maurois, o en la Argentina, como Waldo Frank..., aquí está, aquí estuvo, sin ruido, en el Brasil. Aquí, no fue al palacio de Catete ni al de Itamaratí, ni a las embajadas, ni a la Academia, ni al D.I.P., ni a los diarios, ni a las radios, ni a los hoteles—palacios... Anduvo, paseó, vio, viajó, vivió. No quiso nada, ni condecoraciones, ni fiestas, ni recepciones, ni discursos... No quiso nada.

Bahía quiso recibir su visita y le invitó. Aceptó conmovido, pero fijó condiciones: ni contribución a los gastos, ni hospedaje de invitado, ni recepciones, ni conferencias, nada. Gustaba del Brasil, gustaría también de Bahía, y no quería nada más. Quería ver, sentir, pensar, escribir libremente...

Todo, esto generó este libro, este gran libro, libro de amor presente y esperanza futura, que aparece en inmensas ediciones, en Norteamérica, en, Inglaterra, en Suecia, en la. Argentina, en francés y alemán también —seis a la vez—; la menor de ellas, la brasileña... Es el más «favorecido» de los retratos del Brasil. Nunca la propaganda interesada, nacional o extranjera, habla tan bien de nuestro país, y el autor no desea recibir por ello. ni un apretón de manos, ningún agradecimiento. Amor sin retribución. «Amor de caboclo» supercivilizado: la enamorada se enterará ahora y quedará confusa de tanto bienquerer, Él, en tanto, ya partió. Dejó apenas esta declaración. Declaración capaz de dar envidia a la hermosura más presumida. Los «patria-amada», los «ufanistas» pondrán las caras largas, pues hasta la fecha ninguno escribió libro igual sobre el Brasil.

El amor hace tales milagros. Si él fuese un político, Un diplomático, un economista, se quedaría perplejo. La explicación es sólo ésta: Stefan Zweig es poeta, es hoy el mayor poeta del mundo, poeta con o sin versos, pero con poesía sentida, vivida, escrita por el más suave prosista del mundo ...

AFRANIO PEIXOTO Julio, 1941.