Capítulo 12

Querida Molly:

¿Por qué es tan difícil mantener una promesa? ¿Es la ansiedad la que hace que la presión resulte insufrible? ¿Es porque hacemos la promesa en el calor del momento, y cuando todo se enfría la promesa también pierde atractivo? ¿O es porque hacemos promesas sobre cosas que sabemos que no podremos conseguir, pero aun así queremos sumar puntos al demostrar buenas intenciones?

Firmado,

La que promete y cruza los dedos.

—Teníamos un trato —gruñó mi editora.

O al menos lo que creía que era mi editora. Era de la misma estatura y tenía el nivel adecuado de hostilidad, pero la silueta detrás del escritorio estaba envuelta en una enorme cantidad de toallas blancas, y donde debía estar la cara había un óvalo de color azul.

—Tal vez debería volver cuando hayas terminado. No quiero arruinar todo el trabajo duro que ha hecho Suzanne y te enfades ahora —dije, y lancé una mirada comprensiva a Suzanne. Se había ganado el derecho de quejarse por el martirio recibido, ya que la habían puesto a cargo de colocar un montón de diminutas mortajas para hacerle un tratamiento facial a Eileen allí mismo, en la oficina.

—No hay problema —susurró Suzanne, quitándose el endurecido mazacote azul de los dedos.

—¿Hay alguna razón en especial por la que no hayas querido ir a un spa o a un salón de belleza? —me atreví a preguntar.

—¿Y que me vean en público así? ¿Te has vuelto loca? Y no intentes cambiar de tema. Estoy enfadada contigo.

—Lo lamento —dije, con intención de ahorrar tiempo.

—Eso espero. Me prometiste una historia sensacional sobre Gwen Lincoln para la portada. ¿Y ahora me dices que podría ser inocente?

—¿No era esa la esperanza que teníamos originalmente, la razón por la que Emile te solicitó a ti y al grupo editorial que le hiciéramos un espacio para el artículo?

—Pero Quinn Harriman tendrá al verdadero asesino en su portada. Y en el primer número.

—En caso de que Peter Mulcahey lo resolviera a tiempo, algo que es bastante difícil —todo este intercambio de palabras con Eileen fue por un error mío. Debería haberme dado cuenta, cuando me convocaron al sanctasanctórum para que diera las últimas novedades, que, en vez de ser veraz y específica, tenía que asegurarle que estaba trabajando duro, que no tenía idea sobre la culpabilidad o la inocencia de Gwen, para luego halagarla por cualquier motivo y así facilitar mi retirada. Pero no, se me fue la lengua por los nervios.

—Y nosotros estaremos estancados con noticias sobre la viuda de Lincoln.

Tanto me fascinó imaginar a Gwen vestida como Mary Todd, la viuda del presidente Lincoln, que no pude detenerme a considerar sus palabras. No era el momento para el orgullo o las sutilezas. Mi artículo se arrastraba por la pila de desechos y debía traerlo de nuevo a zona segura.

—Pondremos un titular que dirá: «Eileen Fitzsimmons me ha puesto en libertad».

Fue como soltar un globo relleno con helio: dejas que el gas se escape, y luego esperas un momento a que el globo detenga su loca carrera por la habitación. Eileen abrió los ojos tanto como se lo permitía la máscara facial.

—Si la revista prueba que Gwen es inocente, ¿no tendría que mostrarse agradecida contigo? —proseguí—. Tú eres la que asignó el artículo —dije, procurando no apretar los dientes. Era mejor escribir y que te quitaran el crédito, a no escribir nada.

Eileen balanceaba la cabeza ligeramente de un lado a otro, dándole vueltas a la idea para hacerla suya.

—Tal vez Gwen y yo podríamos estar juntas en la portada —sugirió.

—Muy Oprah Winfrey por tu parte. ¿Quieres que llame ahora mismo a un fotógrafo para que saque unas fotos de prueba?

—Tengo la piel muy delicada —protestó Eileen.

—Ahora comprendo por qué la cubres para que no le dé la luz.

—Pues claro, tú porque eres de esas mujeres a las que les basta con un poco de jabón y agua para estar resplandecientes durante días. Pero algunas debemos mimarnos para estar así.

Titubeé, momentáneamente distraída por el cumplido —a su manera—, y me concentré nuevamente en la cuestión.

—Ahora volveré al trabajo para ayudarte a salvar a Gwen. Te mantendré al corriente —la saludé con la mano y le dirigí una sonrisa mientras desaparecía de su vista. Es posible que me haya dirigido una sonrisa, pero era difícil adivinarlo por la máscara.

Me detuve brevemente en mi escritorio para pensar cuál iba a ser mi próximo paso. Eso me hizo pensar en el nuevo pretendiente de Cassady y su amigo Heisenberg. Si observar la partícula cambia el comportamiento de la partícula, tendría que acercarme sigilosamente al átomo por si había alguna posibilidad de que se desintegrase.

Puesto que necesitaba hablar con Tessa, pregunté por Lindsay al llegar a GH Inc. Ahora que habíamos cenado juntas, parecía natural que yo quisiera verla, hablar de nuevo con ella. Contaba con que su reputación maternal fuera verídica, y que ese instinto de madre la pusiera en el lugar de la que vigila a todas, la que escucha sus problemas, la que media en las discusiones. Si podía lograr que ella compartiera conmigo ese tipo de historias y me contara todo lo que supiera sobre Tessa —preferentemente sin darse cuenta de hacerlo—, estaría más cerca del átomo sin que el átomo lo notara.

Por fortuna, Lindsay estaba encantada de verme, me saludó en la recepción con un cálido abrazo. Me hizo pasar a su oficina, tan inmaculada y funcional como la había imaginado; su adorno principal era un gran armazón barroco con una fotografía de Daniel y ella en el día de su boda.

—Qué bonita fotografía —dije, sorprendida por el tono melancólico que salió de mi voz.

—Gracias. Realmente disfrutamos mucho el encuentro de anoche. Daniel se ha divertido mucho con Kyle.

—Kyle también se divirtió —sonreí amablemente.

—Tendríamos que repetirlo. Toma asiento —dijo, quitando algunas bolsas del sofá para hacerme sitio—. Lo siento, pero Francesca ha vaciado su armario y me ha traído todas estas cosas para la tienda de artículos de segunda mano de Daniel.

—¿Daniel tiene una tienda de artículos de segunda mano?

—Es de Rising Angels. Está en el sótano de St. Aidan. Es un lugar muy bonito. Algún día te llevaré, si es que te gusta comprar ese tipo de cosas.

—Todavía no conozco cosas que no me guste comprar. Qué bonito —dije, y tomé asiento en el ahora vacante espacio de cuero— que Francesca apoye de esa manera el trabajo de Daniel.

Lindsay estuvo a punto de poner mala cara, pero se contuvo.

—Es verdad.

—¿No te parece que le esté brindando su apoyo?

—No, sí, sí. Todo el grupo brinda su apoyo, todos estamos aquí para echar una mano al otro. Lo que sucede es que con la tienda de artículos de segunda mano, a veces pienso que traen las cosas aquí para no tener que acarrear las cosas hasta allí, y así no apartarse de su camino para ir a la tienda, o algo por estilo —apretó los labios y sonrió—. Lo siento, no quise decir eso, no debería haberlo dicho.

Tenía ganas de decirle que la gente que me cuenta cosas que supuestamente no debiera contarme, es mi gente preferida; pero me contuve.

—Comprendo —dije en cambio—. Es duro cuando sientes que tus amigos se aprovechan de ti.

—Bueno, ¿qué te ha traído por aquí esta mañana? —preguntó con alegría, pensando que con ello cambiaba de tema, cuando en realidad ahondaba en el mismo.

—He escuchado un rumor y quise venir a confirmarlo contigo —dije, dejando que mi voz tomara un tono de confidencialidad—. No citaré nombres en mi artículo pero, ¿quién es la persona que está pensando dejar la compañía?

Me arrepentí inmediatamente de mi audacia, pues Lindsay me miró como si le hubiera dado un puñetazo.

—¿Una de nosotras? ¿Dejar la compañía?

—Tal vez sea solo un rumor —dije rápidamente, esperando no haber torpedeado la conversación incluso antes de empezar.

—Quizás por esa razón Francesca está vaciando su armario —dijo Lindsay, y le dio una patadita a una de las bolsas—. Después de todo, ¿cuándo limpias el armario a conciencia? cuando pierdes peso, pero ella sigue igual; cuando un novio se muda contigo, lo que no le ha pasado; o cuando te preparas para mudarte, algo que ella solo haría por un nuevo trabajo, pues alquila un piso a muy buen precio en el Village —Lindsay pateó las bolsas nuevamente; su tristeza daba paso a la furia—. He trabajado tanto para mantener unido al grupo y... —le dio a las bolsas una decidida tercera patada y la punta de su zapato hizo un agujero en una de ellas. Se puso de pie y se sentó en el asiento frente a su escritorio como si fuera un niño al que han regañado y enviado al rincón.

—¿Por qué depende de ti tener que mantener al grupo unido? —pregunté en voz baja mientras intentaba descifrar si algo sobre Francesca se me habría pasado por alto. Pero era sobre Tessa, y sobre aquella pulsera que no llevaba, sobre las que quería saber más—. Pensé que Tessa era la cabecilla.

Los ojos de Lindsay relampaguearon y pensé que me iba a dar una patada.

—¿Tessa te dijo eso?

—No, pero la dinámica que había cuando vine...

—A Tessa le gusta llamar la atención, piensa que se la merece y hará lo que sea por conseguirla. Fue bastante lamentable su comportamiento con Garth, una especie de complejo de Electra. Él se metió en el papel, lo disfrutó, pero también fue lamentable.

Aquí encontraba la primera carrera en el par de medías. Si tiraba en la dirección correcta la carrera se agrandaría.

—¿Crees que será difícil para Tessa, con Gwen y Ronnie aquí?

—Estoy segura de que ya tiene un plan para conducirse frente a Ronnie —dijo Lindsay apretando los dientes—. Pero pasará momentos difíciles con Gwen. Tienen una relación demasiado conflictiva.

—¿Por qué? ¿Por una cuestión de celos?

Lindsay se encogió de hombros.

—¿Como si Tessa quisiera estar al mando y tuviera celos de Gwen? No lo había pensado, pero es posible.

—Me refería a algo más personal. Como si los sentimientos que tenía Tessa por Garth fueran menos del estilo de Electra, y más de Cleopatra.

Esperaba o el asentimiento o la negación de Lindsay, si bien en silencio anhelaba el primero. Pero lo que obtuve a cambio fue una sincera expresión de dolor que casi me lleva a articular una disculpa sin saber lo que había hecho. Mientras buscaba a tientas una respuesta, Lindsay dijo en voz baja:

—No estoy en posición de opinar sobre la vida privada de ninguna de mis compañeras de trabajo.

Si eso era exactamente lo que buscaba, ¿por qué me dolía tanto escucharlo? Supongo que porque esperaba un comentario malicioso pero, en el fondo, inofensivo.

Había en ella una tendencia a autoflagelarse, como si se culpara por no haberse dado cuenta de lo que sucedía fuera del horario de trabajo —tal vez incluso durante ese horario— y hasta qué punto podía llegar eso.

—¿Garth y Tessa tenían un romance? —pregunté con suavidad, para asegurarme de que hacía una interpretación correcta.

La expresión de Lindsay no cambió en absoluto, pero su voz se tornó más aguda.

—No pondrás esto en el artículo, ¿verdad? No le veo la utilidad a que lo sepa todo el mundo.

—Solo quiero comprender cuál es el panorama emocional con la incorporación de Gwen —dije inmediatamente con la mayor convicción posible.

Lindsay agitó la cabeza.

—No te metas en todo eso. Tessa es muy buena en lo que hace, y el resto no debería importar.

Antes de que pudiera pedirle más detalles, la puerta de la oficina de Lindsay se abrió y entró Wendy con los ojos rojos y llorosos.

—El muy imbécil ha dicho que no —exclamó, sin notar mi presencia en el sofá. Lindsay me miró instintivamente y Wendy se giró hacia mí con los hombros encorvados—. Lo siento. No sabía que estabas acompañada.

—¿Queréis que os deje a solas un momento? —pregunté, poniéndome de pie. Podía deambular por los pasillos e intentar tropezar con Tessa mientras resolvían la cuestión, fuera la que fuese.

—Necesito mucho más que un momento —replicó Wendy, y se giró en dirección a la puerta—. Hablaremos más tarde, Lindsay.

—Wendy, deja que haga algunas llamadas telefónicas —dijo Lindsay con una alegre vibración en su voz que no hubiera creído posible unos momentos atrás.

—Como quieras —dijo Wendy, desapareciendo en el pasillo.

—Intenta conseguir un préstamo. Daniel y yo conocemos a mucha gente de negocios gracias a los recaudadores de fondos de la organización. Por eso he estado intentando ponerla en contacto con ellos —explicó Lindsay, cerrando la puerta que Wendy había dejado abierta.

—Parece bastante desanimada.

—Su último novio le robó todas las tarjetas de crédito y le hizo polvo su cuenta bancaria. Todavía se está recuperando —expresó Lindsay esforzándose por esbozar una sonrisa—. Por eso somos tan buenas en nuestro trabajo. Porque con él tratamos de escapar de los problemas de nuestra vida personal.

—¿De qué escapas tú? —pregunté, mientras observaba la fotografía de la boda—. Parece que os va bastante bien.

Lindsay negó con la cabeza y apretó los labios.

—Deseamos algo que no nos podemos costear y... cada vez se pone más difícil.

Otra vez aparecía aquel timbre en su voz. Evidentemente no hablaba de un viaje a Europa.

—Lo siento —dije, refrenando las ganas de satisfacer mi curiosidad.

—In vitro —dijo en voz tan baja que apenas pude escucharlo—. No es el tipo de cosas por las que la gente concede un préstamo.

Es por eso que parecía tan apenada durante la cena y por lo que se había mostrado tan feliz de cambiar de tema. A pesar de que prácticamente no la conocía, lo sentía por ella. Pensaba que era una mujer con la vida resuelta, con un trabajo que le gustaba y un marido adorable; pero ella buscaba cosas que yo ni siquiera había empezado a considerar, y había descubierto que tal vez no era capaz de tenerlas. Ella ganaba un buen sueldo, pero él no podía cobrar mucho al trabajar para una organización sin ánimo de lucro. Por lo que había escuchado, hasta los millonarios podían caer en bancarrota con los intentos de fecundación in vitro.

—Daniel se disgusta mucho. Se pasa el día trabajando para resolver la vida de los demás, haciéndose cargo de los hijos de otra gente; y nosotros no podemos... —hizo una pausa, se sonó la nariz, y yo intenté buscar una respuesta adecuada, pero continuó hablando antes de que dijera nada; quería que su voz ganara fuerza—. Es uno de esos casos raros. Daniel y yo no tenemos problemas fisiológicos, pero algo pasa con su esperma y con mis óvulos que no se unen. Es lo que más deseo en el mundo, pero es tan difícil y tan caro y... —se detuvo y se estremeció como si quisiera liberarse de ese tren de pensamientos—. Lo siento.

—No, no era mi intención que me hablaras de cosas tan dolorosas... Lo lamento —apreté su mano y sonrió ligeramente en agradecimiento.

La puerta se abrió de nuevo y Helen asomó la cabeza.

—Una puerta cerrada no tiene mucho significado por aquí —dijo Lindsay riendo brevemente.

Helen, con expresión preocupada, me saludó con una inclinación de cabeza.

—Lo siento, pero Wendy está en medio de una crisis y necesitamos tus toques mágicos, Lindsay.

Lindsay asintió, sin señalarle a Helen que ella pasaba también por su propio momento de desesperación, y solo sonrió con valentía. Le aseguré a Lindsay que yo estaría bien, y que aprovecharía para ir al lavabo mientras Helen y ella se ocupaban de Wendy. Las seguí de cerca a lo largo del pasillo hasta la sala de reuniones, y vi que Francesca le hacía compañía a Wendy, le extendía un tazón humeante y le hablaba con voz lenta y relajante. En cierto modo sentí envidia al pensar en lo maravilloso que sería trabajar con otras mujeres que me apoyaran tanto, y que se mostraran tan dispuestas a dejar el trabajo de lado para ayudar a una colega que atraviesa una situación personal difícil. Eso en mi oficina sería como un cebo, como sangre en el agua; y mi jefe adoraba los buenos festines frenéticos. Mantienen los dientes afilados, decía.

Casi tan afilados como los dientes que Tessa dejó al descubierto en una sonrisa falsa que me dirigió al pasar junto a mí.

—No sabía que estabas aquí. ¿Hay algún problema? —Tessa siguió la dirección de mi mirada hacia la sala de reuniones y suspiró insatisfecha, pero no hizo ningún movimiento para unirse a los allí congregados.

—Lindsay me había dicho que podía pasar por aquí cuando quisiera, si tenía más preguntas. Así que lo hice.

Tessa cruzó los brazos sobre su pecho y pude ver en sus muñecas desnudas que aún no llevaba la pulsera.

—Deberíamos hacer las cosas con más formalidad. ¿Alguien más sabe que estás aquí?

—¿Te refieres a llamar a los abogados o basta con la seguridad del edificio?

Tessa apretó los brazos sobre el pecho haciendo que la seda de la blusa se arrugara.

—Solo quiero asegurar un flujo de información coherente y constante. Todas estamos deseando que este artículo presente a Gwen de la manera más favorable posible. Puede sonar egoísta, pero es una cuestión pragmática. Estamos en medio de una transición crucial.

Tessa casi temblaba en su esfuerzo por contener sus emociones, lo que me dio valor para ir más lejos con mis preguntas.

—¿Crees que a Gwen le molesta que te acostaras con Garth?

Tessa me cogió furiosa del brazo antes de que yo pudiera ponerme lejos de su alcance.

—Hablemos de esto en mi oficina.

Me empujó por el pasillo y me introdujo en su oficina, que era del mismo tamaño y con la misma distribución que la de Lindsay. La decoración de Tessa era diferente —un espectacular arreglo de flores secas y cuadros con fotos de vacaciones—, pero los despachos eran exactamente iguales. No me soltó del brazo hasta que le echó el cerrojo a la puerta.

—Aquí creemos en la discreción —dijo secamente.

Entonces mi pecado no era la pregunta, sino dónde la había hecho.

—Te pido disculpas.

—¿Quién te lo ha dicho?

Me cubrí con mi manta de periodista y decidí que era mejor mentirle.

—Preferiría no revelar mis fuentes en este momento. —En especial porque mis fuentes se llamaban Intuición y Corazonada.

—Me gustaría tener la oportunidad de conocer a la persona que me señaló para poder decirte lo parcial que es la información que obtienes de esa fuente.

Lo que más me fascinaba en este punto era que ni siquiera intentaba negarlo. Otra cosa que me fascinó fue la palabra: «Señalar».

—¿O ya has hablado con las otras y todavía no me lo han contado? ¿Por eso está llorando Wendy?

El motivo por el que mi acusación a Tessa de que se acostaba con Garth podía provocar el llanto de Wendy estaba más allá de mis posibilidades de análisis. Tenía que empezar a indagar de nuevo.

—Tal vez no has comprendido mi pregunta.

—La he entendido perfectamente y mi respuesta extraoficial es: no creo que a ella le importe una mierda. Y ahora que he tenido la cortesía de contestarte, quizás podrías responder a mi pregunta. ¿Quién me señaló?

El amanecer viene con mayor lentitud algunas mañanas.

—¿Quieres decir que alguien más se acostaba con Garth?

Tessa me miró con aire frustrado, como una maestra que pierde la paciencia con un niño rebelde:

—Quiero decir que todas nos acostábamos con él.