Capítulo 8
Como creo haber mencionado ya, ver al hombre que amas caminar hacia ti es algo maravilloso y emocionante. A menos que esté enfadado. En ese caso te hace considerar la posibilidad de meterte en un convento bajo un nombre falso y escoger el celibato.
Al hablar por teléfono con Kyle le pregunté si podía llamarle luego, desde la oficina. Como colgó sin responderme, interpreté su silencio como un sí. Su aspecto irritado en la acera, a las puertas del edificio de mi oficina, contradijo mi interpretación.
—Te lo puedo explicar —dije mientras se acercaba; inmediatamente me reproché el no tener una postura más fuerte como defensa.
—No lo dudo. Siempre tienes una explicación para todo —su mirada, normalmente de una calidez impresionante, era ahora severa y fría. Había visto a Kyle furioso en otras ocasiones, pero generalmente era cuando me defendía a mí. Ser ahora el blanco de su ira era duro.
—Él me buscó —me defendí.
—¿Ha tomado como rehén a alguien que quieres para forzarte a que te encuentres con él?
Eso me tomó de sorpresa. La exageración no es normal en Kyle; era una clara indicación de su enfado y de que la cuestión era seria.
—No me ha forzado a hacer nada.
—A Jack Douglass le dieron cinco puntos en la cabeza y es probable que tenga una fractura de una vértebra cervical —respondió, cambiando el tema de la conversación.
—Todo eso sucedió antes de que Donovan llegara. Él no tiene nada que ver con eso.
—Excepto que si hubiera cerrado su caso, Jack Douglass no andaría por ahí con una maldita pistola.
—Tú no sabes si Jack Douglass mató a Garth Henderson.
—¡Y tú no sabes si no lo hizo!
Ahora comenzaba a enfadarme. Me encanta mi trabajo, y quiero que el hombre que amo me respete a mí y a lo que hago. No me dedicaba a salvar el mundo como él, solo intentaba aportar mi granito de arena.
—Está bien, lo admito. No he rechazado la oportunidad de hablar con Donovan. Pero él se ofreció, y yo solo quiero hacer bien mi trabajo.
—Se quiere aprovechar de ti.
—¿Qué?
—Es un mal policía, Molly. Hace política en vez de trabajar en los casos con seriedad, y este podría ser el caso que le estalle en la cara. No quiero verte involucrada en un follón estúpido y humillante por culpa de ese gilipollas.
—¿Por qué el hecho de que sea un mal policía puede representar una amenaza para mí, en vez de, simplemente, significar que la información que me dará será muy pobre?
—Si no puedes mantenerte fuera de peligro cuando trabajas con un buen policía, ¿qué podría llegar a sucederte con uno malo?
Mi padre dice que algunos esfuerzos son como estar dándote cabezazos contra un muro: es tan agradable cuando te detienes. No me había dado cuenta de que tenía un nudo de rencor en la boca del estómago hasta que este se expandió en una descarga de calor. Había malinterpretado completamente las intenciones de Kyle. No intentaba mantenerme fuera de su territorio, sino a salvo.
—No voy a formar un equipo con él —dije en voz baja—. Solo hablaremos. Quiero saber cuál es su opinión sobre el caso.
Kyle se movía insatisfecho.
—No te pido que no te encuentres con él, porque eso no sería correcto y porque además lo harías de todas maneras —dijo rotundamente—, pero sí te digo que es una pésima idea. Estoy seguro de que el departamento quedará mal parado en todo este asunto, y detesto pensar que tú puedas estar involucrada en todo esto.
—¿Involucrada en el embrollo, o en el grupo de los que acusarán al departamento?
—En cualquiera de los dos.
Podía sentir como si pequeños diablillos corretearan a nuestros pies arrastrando ladrillos y cemento para comenzar a construir un muro entre nosotros.
—¿Quieres que cancele el encuentro con Donovan?
—Maldita sea. Desearía que fueras enfermera.
Me quedé mirándolo anonadada mientras buscaba una respuesta inteligente. Sabía que se trataba de mi seguridad, y de conflictos de intereses, pero, aun así, era duro escucharle decir que deseaba que yo fuera una cosa distinta de lo que era, y ciertamente una cosa distinta de lo que yo quería ser. Comprendió mi expresión y sacudió la cabeza, luchando con sus propios pensamientos. Yo no soportaba pensar que la conversación podía acabar de esta forma, así que cambié el tono.
—¿Es por que te gusta el uniforme de las enfermeras? —pregunté después de un momento.
—Sí —dijo, intentando esbozar una sonrisa—, es por el uniforme.
—¿Los zapatos también?
—No, odio los zapatos.
Nos miramos durante un instante. Habíamos preparado las armas para la batalla, pero ahora avanzábamos lentamente hacia una zona desmilitarizada. Me tocó a mí pisar una mina terrestre para ver si explotaba:
—Admiro el trabajo que haces y lamento que Donovan no lo haga tan bien como tú. Pero quiero estar al corriente del caso todo lo que pueda.
Kyle levantó la mirada lentamente, y algo de la calidez habitual había vuelto a sus ojos.
—No dejes que juegue contigo.
—No lo haré —aseguré.
Kyle colocó la mano en mi nuca, sus dedos se enredaron en mi pelo mientras me tiraba hacia él con una brusca y casi dolorosa firmeza. Sorprendida, incliné mal la cabeza y nuestros dientes chocaron. De todas maneras me entregué al beso, pero él rió y me soltó, bajando los brazos, rendido.
—Cuando no es el momento oportuno, no es el momento oportuno.
Me reí también, mientras me tocaba los dientes; esperaba que estuviéramos de vuelta en terreno firme.
—Una buena forma de perder un diente.
—Pregúntale a tu nuevo amigo Donovan sobre eso —dijo, retrocediendo un paso.
—¿Sobre qué? ¿Me estás diciendo que has besado a Wally Donovan?
—Llámame en cuanto acabes —suspiró.
Se dirigió hacia la acera y desapareció en la esquina antes de que pudiera responder nada. Sentí como si hubiera pegado un volantazo para evitar un bache profundo y todavía no supiera si mis neumáticos ya habían recobrado la tracción, o si me encontraba muy cerca del arcén. De lo que sí estaba segura era de que habíamos levantado bastante gravilla.
Todavía estaba intentando volver a la velocidad de crucero cuando subí a mi oficina, en donde me encontré con alguien sentado en mi escritorio. Como estoy entrando y saliendo durante todo el día, la gente suele utilizar mi escritorio para hacer alguna llamada telefónica, o hablar con la gente que se sienta cerca, o para comer almuerzos particularmente olorosos en un lugar en el que no tendrán que soportar el olor el resto del día. Por lo tanto, que hubiera alguien en mi silla no era nada sorprendente, siempre y cuando la persona que la estuviese ocupando trabajase en la revista.
La intrusa en esta ocasión trabajaba en Willis Worldwide. En la recepción.
Tenía a Carlos embelesado; estaban sentados uno enfrente del otro, enfrascados en la conversación. Pero mientras el interés de ella en la charla era sincero, él, en cambio, intentaba descifrar dónde comenzaba su tatuaje. Eso me dio unos instantes para intentar recordar su nombre. ¿Me lo había dicho? Creo que no. ¿Se lo había preguntado? Muy mal por no hacerlo. ¿Por qué habría venido? No podía imaginarlo. Su camiseta de la banda System of a Down y sus vaqueros Diesel eran tan apretados que resultaba imposible que portara algún arma —a menos que la tuviera entre los tentáculos— lo que me dio la esperanza de que podría manejar la situación, cualquiera que fuera el motivo que la hubiera traído hasta mi escritorio.
—Espero no interrumpir —dije a modo de saludo, y coloqué mi bolso sobre la mesa. Ella saltó del asiento tan bruscamente que Carlos estuvo a punto de engancharse la nariz en el escote, pero apartó la cabeza a tiempo.
—¿Me recuerdas? Soy Kimberly, de la oficina de Ronnie Willis. Te pido disculpas por haber venido sin llamar, pero ha sido una especie de impulso. Espero no crear problemas pero creo que me dijiste que podía hacerlo —expresó; Carlos me miró con el ceño fruncido por haber interrumpido lo que él consideraba una conversación prometedora, y se giró hacia su escritorio.
—Por supuesto, Kimberly, me alegra verte de nuevo —dije, resistiendo el impulso de pronunciar su nombre tres o cuatro veces más para que ella se diera cuenta de que ya lo sabía.
No recordaba haberle dicho nada que la pudiera alentar a venir a mi oficina sin anunciarse, pero teniendo en cuenta los acontecimientos de esta mañana, era mejor no contrariar a nadie. Y si Kimberly me traía información valiosa de Willis Worldwide, estaba impaciente por escucharla.
—Hay algo que te quería preguntar sobre una amiga mía, y como justo pasaba por aquí... —se encogió de hombros ante las casualidades del destino y su propia forma de aceptarlas.
Perpleja e intrigada, le sugerí que fuéramos a la sala de reuniones, para decepción de Carlos, y así tener la mayor privacidad que se puede conseguir en Zeitgeist.
Nuestra sala de reuniones es un rincón de maderas claras y tonos de blanco, un poco más cálida que la sala de reuniones de Willis. Kimberly deslizó su mano con admiración sobre la madera impecable de la mesa antes de repantingarse en una silla como si se estuviera instalando para mantener una larga conversación. Pensé en sentarme al otro lado de la mesa, frente a ella, para que resultara más formal, pero decidí sentarme a su lado para hacer el encuentro más amistoso. Es más fácil acceder a los pensamientos de la gente cuando creen que eres un amigo.
—¿En qué puedo ayudarte, Kimberly?
—He pensado que debía hablar contigo después de que vinieras a ver al tío Ronnie.
Parpadeé lentamente, no sabía si era conveniente delatar mi sorpresa. Aunque su incongruente presencia en la oficina comenzaba ahora a tener un poco más de sentido, estaba segura de que ni ella, ni Ronnie habían mencionado ser parientes. ¿Qué otros secretos tendría para compartir?
—¿De qué querías hablar conmigo? —pregunté, procurando no sonar demasiado esperanzada.
—Esta situación. —Golpeó los dientes con el piercing que tenía en la lengua, como si le costara contarme algo—. Con algunas... amigas mías.
—Sí, lo que me habías mencionado antes. ¿Podrías ser más específica?
—Clac, clac, —seguía dando golpecitos con el piercing, dubitativa.
—¿Recuerdas la carta de la que estuvimos hablando, aquella de la que no podías decirme el remitente, pero que de todas maneras yo ya lo sabía?
Asentí con entusiasmo, tratando de esconder mi decepción por que hubiera venido hasta aquí solo para hablarme sobre mi columna, y no sobre mi entrevista con su jefe. Me comportaría con amabilidad, y la haría avanzar en su exposición con suavidad pero con firmeza para acabar rápido y poder volver a mi trabajo.
—La recuerdo.
—En realidad se trata de otra persona.
—Está bien —miré hacia el reloj de pared, ya que mirar mi reloj hubiera resultado grosero. Le daba tres minutos para ir al grano.
Otra vez el clac, clac.
—Supón que trabajabas con una persona a la que conocías bastante bien.
—Bien.
—Tal vez alguien con quien incluso estás emparentada.
No sabía cómo hacer para que le quedara claro que ahora tenía toda mi atención, hasta pensé en anunciarlo por el intercomunicador de la oficina. Me incliné hacia ella como si estuviera ansiosa por escucharla, en actitud de «Cuéntame, por favor»:
—Bien.
—Y que sabes cosas sobre esta persona que nadie más sabe.
—¿Como por ejemplo?
—Que su esposa le rompió la mejor fuente china de su madre sobre la cabeza en la cena de Pascua, al enterarse de que tenía un romance; y ahora toda la familia deberá encontrar otro lugar donde pasar la Pascua porque la abuela no dejará entrar a ninguno de ellos nunca más en su casa, ya que sigue enfadada. O algo por el estilo.
La negación plausible[6] es tan importante en una familia como lo es en el gobierno. Prometes guardar un secreto, pero luego te das cuenta de que es mucho más útil contarlo, pero aun así quieres seguir sentándote a la mesa —si es que la abuela te invita de nuevo alguna vez— y no sentirte como un traidor. Kimberly no estaba jugando; hacía un pacto con su conciencia, y yo era la beneficiaría de ese pacto.
—Apuesto a que debe ser difícil no pensar en ello cada vez que ves a esa persona. En especial si eso sucedió la última Pascua —agregué, mirando el reloj de la pared para comprobar qué margen de tiempo quedaba.
Asintió, moviendo la boca pensativamente.
—Entonces, ¿cómo debe uno comportarse si descubre que la persona con la que está emparentada está por empezar a trabajar con la persona con la que tenía el romance?
La abuela podría haber estrellado la fuente sobre mi cabeza en ese momento y ni siquiera habría pestañeado.
—Creo que estaría preocupada —respondí con cautela—, en especial si se supone que el hombre y la mujer trabajarán juntos en una relación muy cercana. Como socios, o algo por el estilo.
—Exacto.
Tenía ganas de gritar «¡Gol!», o al menos levantar mis brazos para celebrarlo, pero mantuve las manos cruzadas sobre mi regazo, y pensé en cómo cambiaba mi visión de las cosas el saber que Ronnie Willis y Gwen Lincoln habían tenido un romance justo la última Pascua. Significaba que la pasión aún ardía cuando Garth y Gwen empezaron a tramitar su divorcio, y cuando Garth y Ronnie comenzaron a planificar su fusión. ¿Garth estaba al tanto de todo eso? ¿Por esa razón lo habían matado?
—Es una situación muy complicada —dije, después de respirar hondo.
Por primera vez desde que nos habíamos sentado, Kimberly me miraba a los ojos; me di cuenta de que se esforzaba por no llorar. Era una situación difícil para ella, y sabía que si le decía que había hecho lo correcto, o decía algo para confirmar que efectivamente se trataba de su tío, saldría huyendo, y yo, no solo nunca más podría volver a hablar con ella, sino que, probablemente, ella le diría a su tío que no volviera a hablar conmigo.
—No sé qué hacer.
—No es tu deber hacer nada —le aseguré con toda sinceridad, colocando la mano sobre la suya. Me había dado una información nueva y fascinante; lo menos que podía hacer era ayudarla a tranquilizarse.
—No quiero que nadie más salga herido.
—¿Nadie más? —contuve la respiración mientras hacía la pregunta, como un niño que se aproxima a una mariposa posada sobre una flor.
—A su esposa le ha llevado meses dejar de llorar, y sería terrible que tuviera una recaída si las cosas volvieran a ser como antes, ¿no lo crees?
—Absolutamente —respondí, y me atreví a dar un paso más hacia la mariposa—. ¿Alguien más salió herido?
—La abuela aún sigue enfadada por lo de la fuente.
—¿Qué hay con respecto a la pareja? ¿Alguien más de su círculo descubrió lo que sucedía? ¿O salió herido?
Se encogió de hombros y los dejó alzados; parecía como si estuviera a punto de embestirme. Me mantuve inmóvil, con la mirada lo más firme posible.
Sus ojos se agrandaron y se humedecieron.
—No es eso a lo que me refiero. En primer lugar, no me estoy refiriendo a nada en particular. Vine aquí a pedirte un consejo sobre cómo manejar esta situación, y no para que saques conclusiones terribles sobre él. Quiero mucho a mi tío Ronnie.
—Ya lo creo que sí, de lo contrario no estarías aquí buscando una manera de ayudarle —respondí con rapidez—. Quieres protegerlo, ¿verdad?
—Él no ha hecho nada malo. —Las lágrimas le corrían por las mejillas, arrastrando ríos de rímel al caer—. Vine aquí en busca de una forma de mantenerlo a salvo de los problemas, no para meterlo en otros.
—Pero suponte que alguien a quien conoce, alguien con quien solía tener una relación cercana ha hecho algo. Y ahora él vuelve a tener una relación cercana con esa persona. Puedo comprender por qué estás preocupada —dije, procurando llevarla de nuevo a su metáfora y así lograr que recuperara el aliento.
Las lágrimas continuaban aflorando mientras Kimberly trataba de procesar la idea de que Gwen Lincoln podría haber cometido un asesinato por el viejo y querido Tío Ronnie. Le apreté la mano.
—No es una idea que tú me hayas dado —le aseguré—. Ya me lo preguntaba antes. —Ella solo me había ayudado a consolidar el motivo, pero no podía decírselo. La pobre muchacha ya estaba bastante alterada—. Si me escribieras una carta, te contestaría que es aconsejable mantenerte comunicada con este hombre para estar segura de que él sabe que quieres ayudarle. No lo presiones, solo hazle saber que estás de su lado. Y mantente lejos de ella.
—¿Desde cuándo has comenzado a dar consejos en persona, Molly? ¿Y cuál es tu tarifa? ¿No deberían los clientes pagarle a la revista directamente? —Eileen apareció repentinamente en la puerta de la sala de reuniones, emergiendo a la vista como si fuera el monstruo de Alien: siempre sabías que estaba dando vueltas por ahí, pero procurabas olvidarlo hasta que se cruzaba en tu camino.
—Discúlpame, solo me he tomado un momento para hablar con una amiga —le dije, apretando la mano de Kimberly como un gesto de que había confianza entre nosotras.
—Puedes pasar todo el tiempo que desees con ella. Tendrás más tiempo libre ahora, ya que voy a cancelar el artículo. —Le dirigió una rápida mueca fría a modo de sonrisa a Kimberly—. Usa rímel a prueba de agua, cariño. No es un invento nuevo. —Y desapareció de nuestra vista otra vez.
A pesar de que me hubiera gustado dejar a Kimberly en la sala de reuniones y correr a placar a Eileen en el pasillo, me esforcé por comportarme como una persona madura y profesional, y acompañé a Kimberly hasta el ascensor después de pasar por mi escritorio para coger algunos kleenex, y para que Carlos le pudiera dar su tarjeta. Le hice prometer que me llamaría si necesitaba hablar conmigo del asunto, y que no hablaría del tema con nadie más.
—Hay gente que podría usar esto en contra de Ronnie —le susurré.
—¿Tú no lo harás?
—No lo haré —le prometí, mientras pensaba cómo reajustar mi teoría para presentar a Gwen en un gran solo.
En el momento en que las puertas del ascensor se cerraron, volé hacia la oficina de Eileen tan rápido como me lo permitían los tacones. Suzanne hizo el noble esfuerzo de levantarse para interponerse en mi camino —más para seguir sumando puntos en su tormento que por un verdadero aprecio hacia Eileen—, pero yo seguí corriendo, y Suzanne, más pequeña y menos comprometida en la situación que yo, claudicó en su esfuerzo permitiéndome entrar en la oficina de Eileen. Incluso cerró la puerta tras de mí cuando entré.
—Eileen, acabo de empezar con el artículo —protesté mientras corría hacia ella.
—Y mira todo lo que has hecho. —Eileen colocó sus huesudas manos sobre sus huesudas caderas y se plantó frente a mí. Detuve mi carrera justo a tiempo para no atropellada.
—He entrevistado a mucha gente. Y todos sacan el tema del asesinato, no es culpa mía —dije; quería que apreciara el esfuerzo que realizaba para hacer las cosas según sus propias reglas—. De hecho, una persona me acaba de confesar un jugoso secretito, y me gustaría ponerme a trabajar para investigarlo, ya que tendrá un impacto enorme en el artículo.
—Pues no te des mucha prisa, ya está cancelado.
—Eileen, por favor, no lo hagas.
Eileen sacudió la cabeza molesta, y sus largos pendientes se agitaron de un lado a otro.
—Te advertí que no quería que convirtieras esto en algo que involucrara a gente colándose en la oficina con pistolas.
Me tomó una fracción de segundo sintonizar las nuevas coordenadas. Ahora comprendía hacia dónde apuntaba, así que podíamos luchar más limpiamente.
—El incidente de Jack Douglass fue desafortunado. Estoy bien, gracias por preguntar. Pero lo más importante es que yo no tuve nada que ver con su aparición de esta mañana, y, por otro lado, tampoco ha venido por aquí.
—No, pero esta podría ser su próxima parada.
—Dudo que le importemos algo y que estemos en su lista de posibles víctimas. La cuestión realmente crucial aquí es que no creo que esté relacionado con la muerte de Garth.
—Eso no es lo que dice Ronnie Willis.
Por supuesto que no. Si Ronnie encubría a Gwen, su amante, Jack podía ser el chivo expiatorio perfecto.
—¿Cuándo has hablado con él? —pregunté.
—Me llamó. Estaba histérico. Gwen le ha contado todo lo sucedido y él cree que es el siguiente en alguna especie de lista de candidatos.
No me sorprendía en absoluto que le hubiera dicho eso.
—Esa es una excelente información para el artículo sobre la relación existente entre Gwen y Ronnie, pero no tiene nada que ver con nuestro pequeño grupo feliz de Zeitgeist.
—Al contrario. Ronnie quiere que Emile cancele la gala, y no podemos permitir que eso suceda.
Si tenía que reajustar mis coordenadas una vez más, acabaría cayéndome del mapa. Me encontraba justo en el límite en el que dice: «A partir de aquí hay dragones». Y había un pequeño dibujo de Eileen echando humo.
—¿Por qué no? Podría ser un hecho curioso para incluir en el artículo sobre Gwen: el impacto de cancelar la fiesta de lanzamiento del perfume, su nuevo perfil comercial, su relación con Emile. Es bastante interesante. Además, más allá de tener que demorar la publicación del anuncio de Success, no tenemos ningún interés en la gala.
—Habla por ti misma, niña egoísta.
Ahora lo comprendía todo. Qué estúpida había sido al no tener en cuenta las ganas de Eileen de debutar como modelo de pasarela, sitio al que siempre creyó pertenecer. Una vez escuché una historia sobre el actor que interpretó el papel del doctor que acompaña a Blanche al sanatorio en Un tranvía llamado deseo. La leyenda cuenta que él les decía a los amigos que su interpretación era la de un doctor entregado que rescata a una problemática joven después de sufrir una crisis nerviosa. El núcleo de la historia depende del lugar en el que te encuentres situado en el escenario. ¿Y en qué otro lugar podía estar Eileen si no era en el centro?
Pero lo que olvidaba Eileen en su rabieta solipsista era el propósito que buscaba Ronnie —para él, para Gwen y/o para Emile— con su idea de cancelar la gala. Ronnie pensaba que si se presentaba en público se mostraría como una diana brillante para Jack Douglass o cualquier otro involucrado en la gran conspiración. Pero cancelar la gala era un gran error en la carrera de Gwen y Ronnie para hacerse con el control de la compañía; además de perjudicial para Emile como uno de sus clientes más valiosos.
—¿Qué utilidad tendría suprimir el artículo?
—Él prefiere no caldear los ánimos.
—Me suena más a permitir que las zorras queden impunes —repliqué. ¿Gwen y Ronnie no se dan cuenta de que la cancelación de la gala atraería más, y no menos, la atención hacia ellos? Causaría la impresión de que se sienten culpables más que de una decisión empresarial prudente—. Además, no soy la única persona interesada en el caso. Peter Mulcahey está haciendo un artículo que, se supone, será la portada del primer ejemplar de la nueva revista de Quinn Harriman.
En ese momento pude hacerme una buena idea de cuál fue la expresión en el rostro de Catalina la Grande cuando se le cayó encima el caballo.
—¿Quinn Harriman? —bramó Eileen—. ¿Esa rata infecta piensa que puede entrometerse en mi historia?
Se me ocurrieron tantas preguntas para hacer a continuación: de quién era la historia, por qué él no debía hacerlo, y por qué específicamente era una rata infecta; pero no quería correr el riesgo de destruir un momento que se inclinaba ligeramente a mi favor.
—Escucha, es tu decisión. Si quieres quitarme de la historia y cederle el terreno a Peter y a Quinn...
—¿Crees que he llegado hasta aquí rindiéndome ante tíos presumidos?
Rodar por el suelo, incorporarme, suplicar, todas estas ideas se me vinieron a la mente para tratar de recuperar la historia, pero gracias a una impresionante proeza de autocontrol me mantuve serena.
—Lo que quiero decir es que la seguridad personal es muy importante para mí, y comprendo que si estás demasiado preocupada por Jack Douglass como para perseguir esta historia, se la deberíamos de dejar a Peter y a Quinn, que seguramente harán un buen trabajo. Dejemos que ellos tomen la iniciativa.
—No voy a dejar que ellos tomen nada que pueda ser mío.
—¿Estamos hablando de la iniciativa o de la historia?
—De la historia, por supuesto. ¿Me estás prestando atención? ¿Aún sospechas de Gwen Lincoln?
—Ahora más que nunca.
—Eres una chica astuta, ¿no?
—Me gustaría tener la oportunidad de seguir adelante en mi investigación sobre la teoría de que Gwen Lincoln mató a Garth Henderson a sabiendas de que se quedaría con la mitad de la agencia que luego manejaría con su amante, Ronnie Willis.
—No es posible.
—¿Por qué no?
—Porque nunca he escuchado que ellos dos estuvieran juntos, y nadie en Manhattan es tan discreto. Es imposible. Siempre hay un portero, un estilista, un maître que hace correr el rumor.
—Eso es aún mejor, ya que tendremos la exclusiva, cariño.
—¿Puedes probarlo?
—No, si suprimes la historia y me encadenas a mi escritorio.
—Entonces sigue adelante e investígalo. —Hizo un rápido ademán con los dedos para señalarme la puerta y yo, satisfecha, me fui en esa dirección. Ella, para demostrar que estaba al mando y que por sí sola había tomado la decisión de revivir la historia, dijo—: Y mientras trabajas en ello, encárgate de llenar la mesa que nos han dado en la gala.
—¿Perdón? —dije titubeante desde la puerta.
—No te preocupes, no te estoy pidiendo que compres las entradas, sólo asegúrate de que en la mesa haya gente hermosa e inteligente ocupando cada una de las sillas.
Sin duda, buscaba hacerse de un grupo que la ovacionara en su recorrido por la pasarela.
—Los asistentes nunca suelen ir a ese tipo de eventos...
—Será por alguna razón. ¿Quién quiere pasar una noche entera con ellos? Esta mesa es tu responsabilidad. Debes tener algunos amigos presentables. Creo que he conocido a alguno de ellos. Tráelos contigo. Son ocho asientos.
No era el momento de declarar que no estaba en mis planes asistir, y que Kyle odiaba este tipo de eventos, o cualquier otro tipo de objeciones que, en ese instante, se me pasaban por la cabeza. Era el momento de recoger mi historia salvada a duras penas, y correr.
Si miro hacia atrás, pienso que tal vez esa fue la oportunidad ideal de abandonar la revista y salvar mi pellejo, pero ya sabemos lo que se dice al respecto: «Nunca mires atrás, algo puede estar a punto de alcanzarte». Además, esos pantalones no lucen tan bien por detrás como tú crees.