—Que Dios le acompañe.

Siguió a lord Tilbury con la mirada. Poco después, se dispondría a seguirle. Pero para esto podía esperar. Sabía que podía conceder a aquel hombre gordo cinco minutos de ventaja para llegar a la meta cinco minutos antes que él. Entretanto, había que desarrollar un plan tenebroso.

Fue a la cabina del teléfono y llamó al castillo de Blandings.

—Necesito hablar con lord Emsworth —dijo con una de esas voces de máscara acatarrada.

—Le pondré, pues, en comunicación con el señor —replicó la voz, más melodiosa, de Beach.

—Hágalo —dijo Monty, bajando el tono en una octava—. El asunto es urgente.