CAPÍTULO III
Unas veinticuatro horas después que Monty Bodkin hubo celebrado su conferencia telefónica con Matchingham 8-3, una ave observadora que volara sobre el castillo de Blandings y tomara una vista de los parques, habría visto a una pareja de jóvenes paseando por una terraza situada frente a la entrada principal de aquella suntuosa morada inglesa. Si el ave hubiera aguzado aún más su sentido visual y se hubiese puesto una garra encima de los ojos a modo de visera, pues aquel sol mañanero era muy fuerte, hubiera visto que uno de los componentes de la pareja era un joven rechoncho y sonrosado, y que el otro era una linda muchacha con un vestido listado con un collar tembloroso. Ronald Overbury Fish estaba diciendo el adiós preliminar a su Sue antes de ir a Market Blandings para tomar el tren de las doce y veinte. Se iba a Norfolk para ser padrino de boda de su primo George.
No dijo a Sue que su viaje iba a ser largo, pues esperaba regresar al día siguiente. No obstante, se creyó obligado a dirigir a Sue unas cuantas advertencias sobre el comportamiento a observar durante su ausencia.
Lo primero, y ante todo, la apremió para que empleara su atractiva personalidad femenina en cautivar a su tío Clarence.