Monty se mordió los labios pensativo.

—No se pierde nada con intentarlo.

—Prueba, de todos modos; lo que te estoy diciendo es que será puro milagro que el viejo Emsworth te acepte por secretario a instigación de sir Gregory Parsloe. —Hugo miró al reloj y se levantó—. Me tengo que marchar y no puedo perder el tren.

Monty le acompañó hasta las escaleras y Hugo llamó un taxi.

—Las cosas pueden cambiar —dijo Monty.

—Sí, es posible.

—Pueden tener una explicación y reconciliarse.

—No he visto señales de ello. Bueno, me tengo que ir —dijo Hugo, entrando en el taxi—. ¡Ah, oye! —dijo asomándose a la ventanilla—. Tengo que decirte una cosa. Si vas a Blandings, encontrarás a la segunda muchacha más bonita de Inglaterra. Te aconsejo que no te acerques a ella.

—¿Eh?

—Sí, la novia de Ronnie. Los dos están en el castillo y si muestras mucho entusiasmo al verla, él es capaz de estrangularte con sus propias manos. Personalmente, yo creo que los celos son un juego peligroso y mi punto de vista es no meterme en donde no me llaman. Se trata de un amor perfecto, fiel, etcétera. Pero Ronnie es una especie de Otelo, una especie de monstruo furibundo. Estaba tan celoso de un fulano llamado Pilbeam que, en una ocasión, llevó las cosas hasta el extremo de causar destrozos en un restaurante cuando lo encontró aparentemente cenando con Sue.

—¿Cómo aparentemente?

—Estaba cenando, en realidad, conmigo, pobre de mí. Pero Ronnie no se dio cuenta, pues encontró a Sue hablando con Pilbeam, a quien encontrarás también en el castillo…

—¿Sue? —dijo Monty.

—Sí, Sue… Sue Brown.

—¿Qué?

—Sue Brown.

—No puede ser. ¿Te refieres a una corista del Royal llamada Sue Brown?

—La misma. Parece que la conoces.

—¿Que si la conozco? Ya lo creo que la conozco. Hace un par de años que no la veo, pero una vez… ¡Mi adorable Sue! Una de las criaturas más adorables de la tierra. No se encuentra en el mundo semejante maravilla, pero…

Hugo sacudió la cabeza amonestando.

—Precisamente, todo lo que te digo es para que no te entusiasmes. Estás pensando exactamente lo contrario de lo que debes pensar. Creo que es una suerte que tengas tan pocas probabilidades de establecerte en Blandings. Me desagradaría leer en los periódicos de la mañana que se ha encontrado tu cuerpo flotando en el lago.

Monty se sumió en sus pensamientos durante unos momentos después que se hubo marchado el taxi. La noticia de que Sue Brown estaba en el castillo de Blandings había añadido un incentivo más a la aventura de encontrar colocación allí. Sería agradable ver de nuevo a Sue.

Se resistió al desaliento producido por el asunto de la cerda; probablemente había exageración en el asunto. Hugo Carmody era uno de sus mejores amigos, pero estaba siempre dispuesto a improvisar una historia de la cosa más insignificante.

Lleno de optimismo, Monty Bodkin se dirigió a la cabina de teléfonos.

—¿Quiere darme una conferencia con Matchingham 8-3?