23 de octubre de 2009
Querido John:
Solo para animarte un poco (si ese es el término adecuado que debe utilizarse en este contexto). La otra noche participé en un acto patrocinado por el PEN llamado «Afrontando la tortura», que documentaba los abusos del Gobierno de Estados Unidos bajo el mandato de Bush (te incluyo la cubierta del programa), y en su discurso de apertura, Anthony Appiah, el nuevo presidente del American PEN Center, citó un pasaje de Diario de un mal año —el de Sibelius y Guantánamo, de enorgullecerse y avergonzarse de la humanidad—, y me alegré (si ese es el término adecuado que debe utilizarse en este contexto) de saber que estabas con nosotros esa noche y de recibir la prueba de que hay gente por ahí que presta plena atención a tu obra: en contraposición, digamos, a la inglesa cuya carta te afectó de manera tan profunda y justificada.
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Disculpa por la lentitud en responder a tu último fax…, fechado nueve días atrás. Lo cierto es que no encontraba nada pertinente que decir en respuesta a tu observación sobre que, desde finales de los años setenta o principios de los ochenta, las artes desempeñan un papel cada vez menor en nuestra vida interior. He rellenado varias páginas con mis diatribas y opiniones, pero no me satisfacen. Las encuentro superficiales y aburridas, y no me atrevo a transmitírtelas. Por otra parte: cuanto más considero la cuestión, más deprimido me pongo: abrumado por la sensación de que he estado escribiendo un obituario de mi propia época, de mi propia vida.
Algunos de los enfoques que he intentado aplicar son: 1) análisis del capitalismo triunfante; 2) victoria de la cultura popular sobre la alta cultura; 3) el derrumbe del comunismo, y con él el desmoronamiento del idealismo revolucionario, del concepto de que la sociedad puede reinventarse; 4) la muerte del modernismo.
Podrían encontrarse respuestas explorando estos temas, pero lo único que he encontrado es tristeza.
Pero tienes razón. Se ha perdido algo que antes estaba ahí. No sé si los culpables de tal pérdida son los propios artistas. Probablemente intervengan demasiados factores para que pueda echarse la culpa a alguien en particular. Una cosa es segura, sin embargo: la estupidez se ha incrementado en todos los frentes. Si se leen las cartas de soldados de la Guerra de Secesión norteamericana, resulta que muchas de ellas están mejor expresadas, son más cultas, más sensibles a los matices del lenguaje que las escritas hoy día por muchos profesores de inglés. ¿Mala calidad de la enseñanza? ¿Malos gobiernos que permiten la mala calidad de la enseñanza? ¿O simplemente demasiadas distracciones, demasiadas luces de neón, demasiadas pantallas de ordenador, demasiado ruido?
Mi único consuelo es que el arte sigue avanzando, a pesar de todo. Es una insaciable necesidad humana, y aun en estos tiempos sombríos, hay una innumerable cantidad de buenos escritores y artistas, incluso grandes escritores y artistas, y aunque el público que atiende a su obra se haya reducido, todavía hay bastante gente interesada en el arte y la literatura para que la empresa merezca la pena.
Lamento tener tan poco que decirte hoy Estoy con la depre. La próxima vez te diré más cosas, lo prometo. Con todo afecto,
Paul