Agradecimientos
A mis hijos, Zoe y Tomás. A mi compañera Paola. A mis padres, Gherardo y Annarita, que me han apoyado por aquí y por allá. A Isabella y a Chiara, mis hermanas de vida. A Paola Babbini, mi extraordinaria mamá al cuadrado.
A Liviana, Giorgio y al pequeño Mario. A Rina Murino y a Nella Mazzotta, por su afecto. A Lucio Azzurro y a Marisa Comparelli por su amistad y su apoyo durante los años más difíciles.
A mi primer lector, Gianluca «mano de pluma» Pizzuti. Al míster Nicola Ugolini, a Eleonora Bonoli y a Walter «Neqrouz» Comelli. A Adolfo Barboni por aquel viaje en furgoneta y a Vincenzo Brutti por su corazón. A mis amigos de ayer y de hoy, Enrico «Drinkerrun» Terrinoni, Ronnie «Redneck» James, Fabio «Yuk» Pedone, Andrea «Ploughboy» Binelli, Andrea «Honest» Terrinoni, Andrea «Waster» Comincini, Daniele «Djalma» Casella, Antonio «NMM» Positino, Neil «Thelastpint» Brody. Up the Irons!
A mi agente, Laura Ceccacci, por el hechizo de la primera lectura, por haberme arrastrado de una oreja a esta maravillosa pesadilla y por sus mágicos bizcochos. Gracias, siempre y para siempre. A mi editor de mesa, Fabrizio Cocco, el hombre de la valentía, de la paciencia, del orden, y a su alma recta y despiadada. A mi editor, Stefano Mauri. A mi director editorial, Giuseppe Strazzeri. A Tommaso Gobbi, a Raffaella Roncato y a toda la gente de la editorial por haber creído en mí, por haberme apoyado y sostenido.
A mis editores extranjeros: María, de Alfaguara; Iris, Daniela, Felix y Marco, de Bastei Lübbe; Sevi, de Dogan Kitap; Anna y George, de Patakis; Frederique y Claire, de Presses de la Cité.
Al criminólogo Giulio Vasaturo, por sus reprimendas y consejos, tanto los que asumí y utilicé como esos otros (la mayor parte) que traicioné en nombre de la ficción.
A mis compañeros de las editoriales Fazi y Minimum Fax.
A mis maestros: Angela De Pisa, Carlo Bigazzi, Roberto Bertoni.
A Asia, Camilla y Sampa.
A todos aquellos de los que me he olvidado y a los amigos que me aconsejaron que desistiera. A Irlanda, a Dublín, al Departamento de Filología Italiana del Trinity College y a la tranquilizadora silueta de una Guinness helada.
A Annarita Buono, Giovanna De Angelis, Massimiliano Ingiosi, Alessandro Laganà y a todos aquellos que se apagaron en el torpor de la química, en la muerte de la esperanza.
A mi madre, a quien sigo echando de menos.
A la mentira literaria, a sus distracciones necesarias y a todos los embusteros que la ejercen cotidianamente.
A mi ciudad, Roma. Y a sus sombras.
Ad astra per aspera.