54
Se han reunido alrededor de la mesa, en la cocina de Nicolaus. Él está apoyado en la encimera, acariciando abstraído a Gato.
Minoo tiene los hombros tensos y tan encogidos que parece que los tenga colgados de las orejas. Se inclina con las manos sobre la mesa. Ahora tiene que ser fuerte. Tiene que contárselo todo. Al otro lado de la mesa está Anna-Karin. Ella también se ha visto obligada a desvelar sus secretos.
Minoo ha ensayado en la cabeza una y otra vez lo que iba a decir, tratando de armarse de valor; tratando de ahogar la vergüenza que, en el fondo, sabe que no debería sentir, pero ¿de qué le sirve, si la siente con tanta fuerza?
Y ahora, todo el mundo la está mirando.
—Es Max —dice—. Max es el asesino.
No era así como tenía pensado empezar.
—¿Max? —pregunta Anna-Karin.
—¿Qué Max? —dice Vanessa.
—Nuestro tutor —responde Anna-Karin—. Y nuestro profesor de mates y física.
—¿El guaperas? —pregunta Ida.
—¿Y por qué iba a ser él? —insiste Anna-Karin.
Y Minoo se lo cuenta todo, sin mirarlas a la cara. Les habla de Max y de Alice y de la mujer del cuadro, de la noche en que fue a su casa, del beso junto al viaducto, de la copia de Gustaf, que era Max todo el tiempo, de todo lo que Max le confesó en el aula.
Lo único que no les cuenta es el plan del que le habló Max, el plan que los demonios tienen preparado para ella. Es demasiado aterrador.
—¿Cómo has podido ser tan imbécil? —pregunta Vanessa.
—No lo sabía —balbucea Minoo—. No lo supe hasta ayer…
—No me refiero a eso —la interrumpe Vanessa—. ¡Hablo del suero! ¡Podría haber ocurrido cualquier cosa! ¿Cómo pudiste usarlo con él tú sola?
—Era responsabilidad mía —responde Minoo.
Linnéa lleva todo el rato mirando a Minoo sin decir nada. Pero ahora se adelanta y sonríe con frialdad.
—Vale, ¿y qué habría pasado si Max te hubiera matado a ti? Nunca habríamos sabido que él es el asesino.
—Solo quería estar segura de que era él —reconoce Minoo.
—Exacto. Para no tener que contarnos vuestro secretito sin necesidad, ¿no?
Minoo no sabe qué responder.
—Y besaste a Gustaf cuando creíamos que era el asesino —continúa Linnéa—. No sé qué pensar.
—Él me besó a mí, pero yo lo aparté de un empujón.
—Pero, por un instante, te gustó —dice Linnéa—. Aunque creías que era el asesino, te gustó.
—Yo no he dicho eso.
—No hace falta.
Es como si Linnéa la estuviera disecando en vivo, extrayendo todas las piezas y demostrando lo repugnante que es y lo perturbada que está.
—¡Bueno, joder, ya vale! —le grita Vanessa a Linnéa—. Jonte le vendía droga a Elías y tú, ¿qué hiciste con él, eh?
Minoo no sabe de quién están hablando, pero es obvio que ha sido un golpe para Linnéa, que se ha quedado callada y se ha hundido en la silla.
—Ya está bien —interviene Nicolaus—. No creo que ninguna de vosotras tenga la conciencia inmaculada. Tenemos que continuar.
—Pero ¿qué vamos a hacer? —pregunta Ida.
—Lo que sea, tenemos que hacerlo deprisa —dice Anna-Karin—. Ahora Max sabe que Minoo lo sabe.
Las demás van tomando conciencia de sus palabras.
Se han pasado todo el otoño y todo el invierno esperando este instante. Han estado practicando y preparándose. Pero la espera ha terminado. No hay tiempo para más preparativos. Y, al mirar a las demás, Minoo se pregunta si alguna de ellas está lista para enfrentarse a Max. La persona que ya ha matado a dos de ellos.
—Ya sabéis lo que pienso —dice Linnéa—. La gente como él no debería vivir. Ha elegido bando.
—Estoy de acuerdo —dice Ida.
—Es una persona —les recuerda Nicolaus.
—Exacto —replica Linnéa—. Solo es una persona. Tiene que ser posible matarlo, aunque esté bendecido por los demonios.
—No matarás —dice Nicolaus.
—Ojo por ojo, diente por diente —responde Linnéa.
—¿Por qué no nos dejamos de citas bíblicas? No podemos matarlo —concluye Minoo.
—Tú no tienes nada que decir aquí —dice Linnéa—. Tú sientes algo por él.
Minoo está a punto de protestar cuando Anna-Karin se levanta y clava la vista en Linnéa.
—Conmigo no contéis para matar a un ser humano —dice—. No podemos transgredir ese límite.
—Empate a dos —dice Linnéa—. Tú desempatas, Vanessa.
Minoo piensa que todo aquello es absurdo. Allí están, votando si van a matar o no a una persona.
—Estoy de acuerdo con Anna-Karin —dice Vanessa.
Linnéa fija la mirada en la mesa.
—Bueno. Pues entonces no hay nada más que decir.
—¡Oh, qué bien, todas tan amigas otra vez! —exclama Ida con ironía al cabo de unos instantes—. ¿Soy la única que no ha terminado de digerir que Minoo se haya liado con un profesor?
De repente, Gato suelta un largo maullido y sale del cuarto de estar como un rayo.
Un segundo después, la cabeza de Ida cae de golpe hacia delante, como si tuviera algo muy interesante en la barriga.
Minoo siente una especie de descarga eléctrica. La reconoce desde la noche del parque, la noche en que empezó todo.
La silla de Ida se desplaza lentamente apartándose de la mesa con un chirrido. Las patas dejan unas marcas alargadas en el suelo de madera.
Reina un silencio sepulcral en torno a la mesa. Todos miran a Ida.
La silla se para en seco. El aliento se convierte en una nube de humo apenas perceptible. Y luego, Ida se vuelve… ¿más alta?
No, Minoo acaba de darse cuenta. La silla está flotando en el aire.
—Ha vuelto —murmura Nicolaus.
Ida levanta la cabeza y las mira con las pupilas dilatadas. Un hilillo de ectoplasma le corre por la comisura del labio.
—Hijas mías. Me alegro tanto de veros… —dice Ida con esa voz cálida y suave que no le pertenece—. Pero es terrible comprobar que aún no os tenéis confianza. Tenéis que confiar plenamente las unas en las otras si queréis salir victoriosas.
Las mira una a una, y Minoo cree advertir que se demora un poco más en Linnéa.
—Tenéis que enfrentaros juntas al enemigo. Debéis estar unidas. Solo así podréis vencerlo. El círculo es la respuesta. El círculo es el arma.
—¡Tienes que darles algo más de información!
Es la voz de Nicolaus. Se acerca a Ida. Tiene la mano extendida y quiere tocarla, pero no se atreve. Ida lo mira a los ojos.
—Es cuanto puedo decirles —responde—. Y cuanto necesitáis.
—¿Quién eres tú? —pregunta Minoo—. ¿Eres ella? ¿La bruja del siglo XVII?
Ida mira a Minoo.
—Sí. Pero ya no hay tiempo para más preguntas —responde, y Minoo oye su voz dentro de la cabeza:
Relájate.
Ida la mira con las pupilas enormes.
Todo depende de eso. Relájate.
Un leve aroma a humo se difunde por la habitación.