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El único capaz de comer algo fue el conde. Tanto Marc como Guylaine desistieron de acabar sus platos, solicitando al camarero que los retirase, porque el apetito había desaparecido ante el funesto pronóstico.
Sin embargo, el noble parecía disfrutar de los suculentos trocitos de pato aderezados con una deliciosa salsa de manzana, y de vez en cuando, daba un sorbo a la copa de champagne con la que había decidido cenar.
Cuando terminó el último bocado, Marc se atrevió a lanzar la siguiente pregunta.
—Pero eso no puede ser cierto. Entiendo que pueda haber muchos conocimientos contenidos en esa máquina, pero… ¿cómo podría acabar la vida en la tierra? ¿Qué originaría ese trágico final?
—Si me permite usted, señor Mignon, comenzaré por hablar de la profecía. El Apocalipsis es el más misterioso de los documentos contenidos en los Nuevos Testamentos. ¿Conoce usted el trasfondo histórico del Apocalipsis?
—No, he de reconocer que no soy muy religioso —respondió, negando con la cabeza—. Aunque soy católico, no voy a misa y jamás me he preocupado por este tipo de asuntos. La verdad es que en los últimos años he llevado una vida muy ligada al contacto con la naturaleza, que no me ha dejado mucho tiempo para más.
—Pues me alegro, porque de eso va el tema. La madre tierra está en el fondo de la cuestión —le respondió el conde, que había agotado completamente el champagne y se mostraba dispuesto a pedir más.
Su hija le convenció de que esta repentina vuelta a la buena vida debía tener un límite.
—Bueno, el caso es que me encuentro bien, porque creo que estamos en la senda correcta para llegar a resolver un asunto muy antiguo que, si no se hace adecuadamente, realmente puede llevar al traste el desarrollo de miles de años de progreso, y por eso, de alguna forma, me siento como el salvador de la humanidad —expuso Pierre Dubois—. Moderaré mi optimismo, y también la ingesta de alcohol, si es lo que quieres, hija.
—Así es —dijo Guylaine, mostrando una hermosa sonrisa que no pasó desapercibida para Marc. Aquel hombre era un modelo para la mujer, y resultaba evidente que le rendía una profunda veneración—. Prosigue.
—Bien. El Apocalipsis, ese misterioso libro que siempre dará que hablar, contiene extrañas referencias al milenarismo que suponen la base de la cuestión. Para ponerle en antecedentes, señor Mignon, le diré que su autor, un tal Juan, se identifica tradicionalmente con el apóstol san Juan, aunque eso no está ni mucho menos demostrado. Yo pienso que el texto fue escrito por una comunidad fundada por él, que continuó su obra una vez que murió. Ese colectivo, que podríamos denominar «juanino», estaba fuertemente influenciado por los predicamentos del apóstol y, entre las personas que compusieron el grupo, pudo haber algún visionario que aportó las tremendas profecías que incluye.
»Lo que sí está más o menos demostrado es que el Apocalipsis se escribió a finales del siglo I, o puede que en los comienzos del siglo II, justo en el momento en el que las persecuciones de los romanos contra los cristianos, auspiciadas por el emperador Domiciano, estaban en su máximo apogeo. Ésa podría ser la razón por la cual el texto incluye múltiples consejos a los seguidores de Cristo para que soporten la angustia de las torturas, en la esperanza de que recibirían un gran premio para sus almas.
»Es considerado, con diferencia, el libro más controvertido de los Nuevos Testamentos y tuvo una amplia oposición para que fuese incluido en ellos. La cantidad de posibles interpretaciones y, sobre todo, los símbolos ocultos hicieron que durante muchos siglos el texto tuviese sus defensores y detractores. En nuestra civilización, el Apocalipsis fue aceptado por decreto del papa Dámaso I, alrededor del año 382, aunque hay constancia de que otros personajes anteriores, como el romano Cayo, rechazaron el libro en su totalidad por fomentar el milenarismo.
»En definitiva, no hay ninguna duda de que tuvo un origen muy controvertido y que nadie tiene claro lo que este libro quiere decir y pronosticar sobre el futuro. El caso es que, debido a esa complejidad, a lo largo de la historia han existido muchas escuelas interpretativas acerca del contenido del Apocalipsis. La corriente «preterista» habla de un texto que debía ser leído en clave de los propios personajes del siglo I, y que sólo ahí cabía enmarcarlo. Por el contrario, los «idealistas» ven claramente una alegoría del combate espiritual entre el bien y el mal, muy presente en toda la obra. Por supuesto, hay gente más avanzada, como los «futuristas», que ven a distintos personajes de la historia perfectamente identificados en el interior del Apocalipsis, como Napoleón o Hitler. En fin, un mundo completo de explicaciones posibles para un libro que no deja indiferente a nadie y que contiene una carga esotérica muy importante.
—Me parece realmente interesante —señaló el detective—. Nunca lo había oído expuesto de forma tan clara. ¿Y qué parte es la que habla de los hechos que nos afectan?
—A nosotros, del Apocalipsis lo que nos importa en realidad es el apartado 20:1-10, tan misterioso como los demás, y que puedo recitar de memoria. Lo he leído y releído cientos de veces en mi vida.
—Sí, Guylaine ya me habló de ese pasaje. ¿Me permite que vuelva a conectar la grabadora? —solicitó Marc, que no quería perder ese testimonio.
—Adelante.
El piloto rojo del aparato comenzó a lucir indicando que todo lo que dijese el conde quedaría recogido en el aparato.
Me refiero a ese extraño capítulo que es defendido de forma atípica por la Iglesia católica, a pesar de que su contenido es difícilmente explicable.
En el punto que nos ocupa, el Apocalipsis dice textualmente:
«Vi un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo y una gran cadena en su mano. Y prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y le ató por Mil años. Le arrojó al abismo, le encerró y selló sobre él, para que no engañe más a las naciones, hasta que los mil años sean cumplidos. Y después de esto es necesario que sea desatado un poco de tiempo. Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio; y vi las almas de los degollados por el testimonio de Jesús, y por la palabra de Dios, y que no habían adorado a la Bestia, ni a su imagen, y que no recibieron la señal en sus frentes, ni en sus manos, y vivieron y reinaron con Cristo Mil años.
Mas los otros muertos no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos Mil años. Ésta es la primera resurrección.
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad en éstos; antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él Mil años.
Y cuando los Mil años fueren cumplidos, Satanás será soltado de su prisión. Y saldrá para engañar a las naciones que están sobre los cuatro ángulos de la tierra».
El noble hizo un gesto con la mano, indicándole que prefería que cortase la grabación. Marc le obedeció diligentemente y pulsó el botón de stop.
—¿Y cómo debemos interpretar este párrafo del Apocalipsis a los efectos que nos ocupan? —volvió a preguntar el detective.
—En concreto, Silvestre le había prestado a esta profecía un enorme interés por las claras referencias al milenarismo y al año Mil que contiene. Ello le alertó sobre la necesidad de entender lo importante que iba a ser esa época para el futuro de la humanidad, pues hay que saber que la sociedad feudal que se constituyó en ese momento de la historia permitió crear estructuras que, a largo plazo, hicieron avanzar el mundo hacia un desarrollo de la civilización sin precedentes. Es decir, el caos y la falta de estructuración que sufrió Europa dieron lugar a un nuevo sistema, el feudal, que aunque no supuso una ruptura global, sí que hizo que todo cambiase en poco tiempo. La barbarie de los primeros mil años de nuestra era, una época donde la cultura no avanzó prácticamente, dio lugar a un periodo donde el progreso se fue manifestando de forma exponencial hasta llegar a los siglos XV, XVI y sucesivos, en los cuales el mundo ha dado un salto irreversible hacia delante. Ese renacimiento de nuestro continente y de la tierra en general no hubiese sido posible sin los cimientos construidos en ese tiempo. En otras palabras, nuestro actual desarrollo tiene sus cimientos en el final del primer milenio.
—No acabo de entenderlo —musitó Marc.
—Lo que quiero decir es que Silvestre interpretó que las cosas iban a cambiar a partir del siglo X. Aunque él no podía saber cómo, lo cierto es que tuvo la gallardía de buscar en el pasado para ver qué quería decir la profecía del Apocalipsis respecto al futuro.
»Por eso, entre otras cosas, buscó sin afán libros antiguos durante toda su existencia, y allá donde fuese, el papa mago consiguió escritos que unas veces estaban condenados a desaparecer, y otras, su contenido sólo podía ser visto por algunos pocos ojos que no le daban a aquellos textos el uso necesario. Éste es el caso de Córdoba, donde pudo conseguir documentos que aún hoy nos son desconocidos.
»Egipto, Babilonia, India, Grecia, Roma… ¿cuántos libros ancestrales habrán desaparecido de la historia de la humanidad? Tras miles de años de cultura escrita, y después de la barbarie del primer milenio, Silvestre hizo un importante ejercicio por rescatar esos vestigios del pasado, y no sólo eso, sino que sus profundos conocimientos matemáticos y su enorme inteligencia le llevaron a construir una máquina, una cabeza parlante, donde pudiese volcar lo más trascendental de las culturas antiguas y prever su impacto posterior.
»La profecía del Apocalipsis fue lo primero que impulsó a Silvestre en esa aventura de pronosticar el futuro. El contenido de los libros antiguos, la ciencia clásica y algún texto en concreto que debió de encontrar fueron lo siguiente.
»Pero lo más importante fue la construcción de la máquina, que le permitió predecir de una forma matemática lo que iba a ocurrir muchos años más tarde.
—Increíble… —pronunció el detective.
—Pero cierto…
* * *
Sólo el conde pidió postre. Claramente, se mostraba dispuesto a desquitarse de los días que había pasado en unas condiciones impropias de su rango. Le sirvieron el plato solicitado, una suculenta mousse au chocolat que devoró en tres rápidas cucharadas.
A pesar del breve espacio de tiempo que medió desde que puso la copa en la mesa de los tres comensales y el momento en que tuvo que retirarla, el camarero pudo hacer una llamada desde su teléfono móvil, ocultándose en la parte trasera de los enormes refrigeradores de la cocina.
A ratos, había prestado gran atención a lo que había oído en el transcurso de la cena. Como pudo, narró la interesante exposición que había realizado el conde y acordó una reunión en cuanto terminase su turno de trabajo.
Una amplia sonrisa apareció en su boca cuando recibió la noticia que más esperaba.
La operación estaba en marcha.