Capítulo 47

EL pueblo se erguía intacto. El aire olía a lluvia, a crisantemos dorados y a calabazas de Halloween en estado de descomposición, con sus lánguidas caras en un estado siniestro y oculto.

—¿Dónde están? —Lily hablaba con voz temblorosa mientras recorría la acera con la vista—. No los veo.

Me puse de pie, me sacudí el polvo y la ayudé a levantarse.

—¿Estás bien?

Tenía los téjanos desgarrados, destripados a la altura de la rodilla, que estaba sangrando. No pareció darse cuenta.

—¿Lo han vivido de verdad? ¿O siguen en el bucle?

—¿Lily? ¿Estás bien? —le repetí, cogiéndola de los hombros y mirándola a los ojos.

—Tenemos que ir a La Central. Se han metido ahí y quizás han vuelto a aterrizar en el mismo sitio.

Corrimos calle abajo hacia el restaurante, y lo alcanzamos justo cuando Thomas salía por la puerta y empezaba a contar a las personas que aguardaban haciendo cola.

—¡Ey, vosotros dos! —dijo, al vernos—. ¿Qué hacéis cubiertos de cenizas?

—Es una larga historia —respondí, intentando recuperar el aliento—. ¿Puedes ir a buscar a Em y a Michael?

Me miró, extrañado.

—Están en tu casa. Le he pedido a Em que me haga de camarera esta noche porque Dru se encuentra bastante mal por las mañanas. Em me ha dicho que no podía porque pasaba algo con tu padre.

—¿Estás seguro de que no los has visto? —preguntó Lily—. ¿Podrías echar un vistazo y comprobarlo?

—Vale. —Thomas empujó la puerta y movió la cabeza hacia delante, llamando a alguien de dentro—. ¿Clint? ¿Has visto a mi hermana por aquí?

Lily me cogió de la mano. Sentí su anhelo mientras esperábamos, y su desolación cuando Thomas se volvió hacia nosotros.

—No. No están. ¿Pasa algo?

—No. No nos hemos entendido. Parece que tienes trabajo —dije, señalando hacia la gente—. Nos pasamos más tarde.

Las lágrimas de Lily empezaron a desprenderse en cuanto nos dimos la vuelta.

—Espera. Vamos a salir de aquí y volvemos a tu apartamento. —Le apreté la mano—. Vamos a pensar en un plan.

—Tenemos que volver a meternos en el bucle. ¿Cómo lo hacemos? —Se mordió el labio inferior, mirándome fijamente mientras esperaba una respuesta—. ¿Kaleb?

—No lo sé. —Miré al suelo, evitando su mirada—. Nunca he visto el mismo bucle dos veces. El Jack que he agarrado era un bucle. No… No podía pensar bien. Gracias a Dios que me has cogido del brazo, porque te habría dejado atrás.

—No me digas que no les podremos salvar. Tenemos que salvarlos. No podemos limitarnos a… tenemos que salvarlos. —La voz le temblaba—. Tiene que haber una manera.

—Creo que se me ocurre una. —No quería decirlo en voz alta, pero era nuestra única alternativa—. Hay una cosa que puede reparar el continuo sin consecuencias personales.

—El Cristal del Infinito.

Asentí.

—No tenemos alternativa, Lily. Tenemos que encontrarlo. Tienes que encontrarlo.