Capítulo 33

FUI a casa de Lily a la mañana siguiente, después de llamarla para saber si estaba con su abuela. Nos encontramos delante de la entrada de su apartamento, encima del Murphy’s Law.

—¿Cuánto tiempo lleváis viviendo tú y Abi en Ivy Springs?

—¡Hola! Estoy bien. Gracias por preguntar. ¿Y tú?

—Lo siento. —Esbocé una sonrisa remilgada—. Hola, cómo estás. Yo estoy bien, también. Y cuánto tiempo lleváis viviendo tú y tu abuela en Ivy Springs.

Lily suspiró y abrió un poco más la puerta para dejarme pasar.

—Desde que llegamos a Estados Unidos. Yo tenía ocho años.

La seguí hasta el salón.

—¿Por qué vinisteis aquí?

—Estábamos con la familia en Miami de paso y mi abuela quería trasladarse hacia el norte. —Me recogió la chaqueta y la colgó cuidadosamente en un perchero al lado de la puerta—. Ivy Springs era pequeño y estaba en sus horas bajas. Thomas acababa de empezar con sus reformas y un agente inmobiliario le presentó a mi abuela. El propietario del edificio se quería marchar, así que Abi lo compró por una miseria. Igualmente era un riesgo grande, pero con el tiempo lo hemos ido levantando.

—¿Qué tal es vivir encima de un bar?

Había paredes con ladrillo a la vista; otras eran de un blanco satén. Se sentó en el sofá rodeada de cojines azul celeste y almohadas de un verde lima. Todo estaba muy ordenado, y la casa olía a vainilla y a cítrico. Como Lily.

—Es difícil desconectar del trabajo. Abi a veces me esclaviza.

Me senté a su lado.

—Me gustaría conocer a tu abuela.

—No sé. ¿Crees que a veces tengo carácter? Pues ella tiene fama de hacer que los hombres se meen en los pantalones con una mirada. —Se colocó un cojín en la espalda y ajustó su posición, poniendo las piernas sobre mi regazo. Apoyó la cabeza contra el brazo acolchado del sofá—. ¿Te importa? Tengo un dolor de espalda…

—No me importa. —Era muy íntimo. No sabía qué hacer con las manos, así que las dejé como colgando en el aire—. ¿Puedes hablar con tus padres a menudo?

—No, la verdad. —Me llegó un rastro del dolor que había visto en su cara cuando me explicó que ella y su abuela habían huido—. La comunicación allá no es como aquí. Todo está controlado. Los mails, las llamadas, etc. Los cubanos no tienen acceso a internet, e incluso el mail es de difícil acceso.

—No tenía ni idea de que estaban tan mal. Me siento bastante idiota. Y americanizado.

—Algún día te lo explicare para que lo entiendas. Si quieres.

—Sí que quiero.

Se percató de que mis brazos seguían suspendidos en el aire y los bajó hasta sus rodillas. Fui en dirección a las espinillas, en lugar de ir hacia las pantorrillas.

—Bueno, Kaleb. Suéltalo ya. Porque no has venido aquí para que hablemos de Cuba, o de mi abuela. ¿Qué pasa?

—Siempre dices lo que piensas. Tus emociones aciertan con tus palabras. Es asombroso; eso pasa muy pocas veces.

—¿Y eso? —Se echó a reír—. ¿Todo el mundo actúa, o qué?

—Puede. Es verdad que yo siento las emociones de las personas, pero pocas veces sé de dónde vienen. —Hice un paripé dándome golpecitos en la frente—. Aquí hay de todo. El filtro se llena. Después de lo de mis padres, todo me dolía muchísimo, todo a mi alrededor. Todo me ponía triste. Entonces es cuando empecé con los tatuajes y los piercings. —Señalé mi bíceps y la punta de cola del dragón saliendo del puño de la manga—. El dolor busca fuentes. Se puede llegar a ellas.

—Es comprensible.

—Mi padre quiere que mi madre regrese. Y yo también. Pero no sé cómo hacerlo. —Dejé de hablar de repente—. Estoy hablando como si tuviese cinco años.

—No. Estás hablando así porque la quieres —dijo, dulcemente.

—Por eso, entre otras cosas, tenemos que encontrar a Jack antes de que él encuentre el Cristal del Infinito. —Le hice un rápido resumen de lo que me había explicado mi padre—. Mi padre piensa que Jack nos va a llevar directos a él. Es como el Santo Grial del tiempo o algo así. Lo podría restaurar todo. O destrozarlo.

—Es la magia —dijo Lily, enderezándose.

—La magia. La gente lleva años buscándolo; seguramente siglos. Mucho más. Teague y Chronos no buscan a Jack porque lo quieran a él. Quieren el Cristal del Infinito, y creen que Jack sabe dónde está.

—Ten un poco de fe. Dune está trabajando en el Skroll Emerson y Michael pueden ayudar a tu padre con la fórmula de la materia exótica. Así, nosotros podremos trabajar en mis habilidades. A lo mejor he hecho algo mal y por eso Jack se ha caído del mapa. A lo mejor tengo que seguir practicando. —Se cobijó en el recoveco del sofá, preparada para ponerse de pie—. Me voy a buscar un mapa. Miraré mapas de todo el mundo, si es necesario, hasta que encuentre el reloj de bolsillo. Llegaremos hasta Jack antes de que sea demasiado tarde.

—Lily. Espera.

Parecía derrotado, incluso para mí mismo.

—¿Qué pasa?

—Esto.

Metí la mano en el bolsillo y saqué el reloj.

—¿Cuándo? —preguntó, sin poder ocultar la decepción de su voz.

—En Memphis, en la comisaría. No cuando todo el mundo llegó, más tarde. Se lo dejó.

—Él lo sabía. Sabía que estaban rastreando su recorrido. ¿Cómo?

—No lo sé. Pero Jack sabe manipular muchas cosas. —Evalué su expresión cautelosamente—. Me parece que tienes una teoría que lo podría corroborar.

—Ivy Springs es un imán de freaks. Abi y yo hemos acabado aquí siguiendo un plan preestablecido. —Lily ató todos los cabos y entre sus cejas se dibujó una línea—. Si él… ¿y si él ha alterado nuestras líneas del tiempo igual que hizo con Em? ¿Cómo lo puedo saber?

Miré al suelo.

—Creo que no hay manera de saberlo.

Se mordió el labio inferior y cerró los ojos. Sus pestañas estaban libres de lágrimas, pero, por la manera en que no paraba de dar vueltas al pensamiento, estaba seguro de que no iba a tardar mucho. Por instinto, me acerqué a ella para darle apoyo, pero me quedé petrificado.

En algún punto entre el infierno y la marea alta, Lily había empezado a ser importante.

Contemplé su rostro, sus curvas, intentando doblegarla otra vez a la función de objeto para usar, en lugar de verla como una chica con vida que respira y que es bella por dentro y por fuera.

No funcionó.

Suspiró con fuerza y yo salté casi un metro por los aires.

—Es un factor de cambio.

—¿Un qué? —pregunté, levantando demasiado la voz.

—Ahora no tengo alternativa. Tengo que preguntarle a Abi si puedo buscarlo. El reloj de bolsillo ya no es una opción, y tenemos que encontrar a Jack.

—¿Cuáles son las opciones que aceptará?

—Baja la voz.

Se levantó.

—¿Vas a hacerlo ahora?

La posibilidad me alteró un poco.

—¿A qué voy a esperar? —El plazo acabará pronto y quién sabe adónde tendremos que ir a buscar a Jack. Sin olvidar que tampoco sé cómo encontrar a una persona porque nunca me han dejado hacerlo.

—Espera, Lily. Tienes que pensar en qué vas a decir —protesté—. Estás a punto de avasallar a una viejecita con viajes en el tiempo, líneas del tiempo alteradas y bucles disparatados… o posibles muertes.

Lanzó un resoplido.

—Que no te oiga Abi jamás llamarla viejecita. Podrías acabar perdiendo los miembros.

Levante las cejas.

—Abi se puede ocupar de eso, pero creo que yo no podré. No podré sola. ¿Te quedarás?

Si me dejas.

Tragué saliva, nervioso.

—Me quedaré.