16

Viernes, 18.30. The Coach and Horses

Mucha gente asistió al cóctel de celebración. Después de todo, pagaba la empresa. Richie Gant se paseaba como un tiburón, tratando de llevarse un trozo de la tarta, pero Jojo y Jim eran, indiscutiblemente, el centro de atención. Estaban juntos, sentados como un rey y una reina, bebiendo vodka con martini.

- ¿Lo ves? No es tan horrible -dijo Jim-. Recuerdo los tiempos en que podíamos contar contigo los viernes por la noche.

- Tienes razón. -Jojo estaba arrebolada y feliz-. Me estoy divirtiendo mucho. Quizá tenga algo que ver con todo este alcohol, pero no me quejo. ¿Cómo te van las cosas, Jim? ¿Qué tal con Amanda?

- Jojo, estás totalmente desconectada. Amanda me dejó hace semanas.

- ¿En serio? Lo siento. ¿Tienes ya otra chica?

- Actualmente me hallo en período de selección.

Hubo una pausa extraña y, alertada por un sexto sentido, Jojo comentó:

- No me has preguntado si tengo novio.

Hubo otra pausa extraña y Jim respondió:

- Porque sé que lo tienes.

El tiempo se detuvo.

- Sé lo de Mark.

El estómago de Jojo dio un salto, como si viajara en un ascensor que se hubiera detenido bruscamente.

- ¿Te lo ha contado él?

- Lo adiviné.

- ¿Entonces te lo contó? ¿Cuándo?

- Hoy.

De repente Jojo estaba sobria e indignada con Mark. Había roto el pacto. Él no era el único que tenía mucho que perder si la relación salía a la luz. Afectaría negativamente a sus posibilidades de convertirse en socia. Pensó en la amistad que había entre Jim y Richie Gant y sintió náuseas.

¡Mark debió decírselo! El hecho de que alguien estuviera al tanto de su secreto sin que ella lo supiera la ponía en una situación desventajosa.

- No seas demasiado dura con él. Necesita hablar con alguien.

Ni siquiera podía llamarle para darle cuatro gritos. Menudo fastidio.

- No te preocupes -prosiguió Jim-. Vuestro secreto está seguro conmigo.

Jojo no sabía qué creer. Ignoraba si podía confiar en Jim. Se puso paranoica.

- Tengo que irme.

Recogió sus cosas, hizo una llamada y tomó un taxi hasta la casa de Becky y Andy. En el taxi su enfado con Mark estalló y se dijo: «No pienso guardármelo hasta que volvamos a vernos». Acto seguido tecleó «Llámame».

Mark telefoneó casi al instante.

- ¿Qué rollo te traes con Jim Sweetman? -preguntó.

- Ya lo sabía.

- No, no lo sabía. Estás muy equivocado, Mark. Quizá pensaba que lo sabía, pero hasta que no se lo contaste no podía saberlo con seguridad. Capisce?

- Jojo, me vio salir de tu casa el domingo a las nueve y media de la mañana.

- ¿En serio? ¿Cómo es posible?

- Pasaba en ese momento con el coche.

- ¿Por qué?

- Porque vive en West Hampstead, no muy lejos de tu casa. Me pilló con las manos en la masa. Créeme, Jojo, por mucho que lo intenté, me fue imposible escabullirme. Lo habría hecho de haber podido.

Seguía enfadada. Habían corrido tantos riesgos que tarde o temprano tenían que descubrirles, pero ¿por qué un compañero de trabajo?

- Jim es de fiar -dijo Mark.

- Eso espero. -Todavía le quedaba un motivo para ahorcarte-. ¿Por qué no me dijiste que lo sabía?

- Te lo dije. -Parecía desconcertado-. Te envié un correo electrónico en cuanto salió de mi despacho.

- ¿A qué hora?

- A las cuatro o cuatro y media.

Jojo no había consultado sus mensajes. Siendo viernes y con una celebración por delante, había decidido ahorrárselo e ir directamente al pub. No era propio de ella. Un error.

- Vale. -Mark estaba limpio. No había hecho nada malo-. Te retiro la soga.

- ¡Buf! Pensaba que ibas a leerme mis derechos y permitirme una llamada.

- ¿Derechos? ¿Llamada? -Jojo consiguió soltar una risa-. Tú sueñas.

- Siento no poder verte este fin de semana.

- No importa. Mazie Wyatt, de las fabulosas hermanas Wyatt, da una fiesta de cumpleaños mañana por la noche. Es de disfraces. Estaré entretenida.

- Recuérdamelo otra vez, ¿cuál de ellas es la que te gusta?

- Magda, pero…

- … no es nada sexual -entonaron al unísono.

- Gracias por decírmelo -prosiguió Mark con súbita seriedad.

¿Eh?

- Es una gran escritora y lamentamos mucho perderla.

Cassie debía de haber entrado en la habitación.

- Hasta el lunes.

Jojo le contó a Becky y Andy lo ocurrido.

- Una vez que la gente del trabajo empieza a enterarse, acaba por saberlo todo el mundo -dijo.

- No puede decirse que no corráis riesgos -repuso Andy-. En el fondo queréis que os descubran. ¿Por qué no actuáis honestamente y se lo contáis a su esposa antes de que alguien lo haga por vosotros?

Jojo respiró hondo.

- Te diré por qué. Porque no hay nada más repugnante en esta vida que pensar en romper un matrimonio. No solo por el sufrimiento de la esposa, sino también de los hijos. ¿Cómo iban a superarlo?

- Lo ignoro -dijo Andy-. Pero estas cosas ocurren cada día. Bueno, casi cada día.

- Ese no es mi estilo. Sería como empezar una guerra. No puedo creer que esté siquiera barajando esa posibilidad. ¿Por qué para otra gente es tan fácil? Generalmente la amante odia a la esposa, dice que la culpa es de ella por haber engordado o por no hacerle mamadas al marido. ¿Por qué no me ocurre eso a mí? ¿Por qué me avergüenzo de mí misma?

- Déjale. -Andy empezaba a estar harto. No podía evitarlo, era hombre.

- No estoy tan avergonzada como para eso. Lo cual me avergüenza aún más.

- Esto es demasiado posmoderno para mí.

- Si… cuando… si lo mío con Mark sale a la luz, no será una situación agradable. Independientemente de cómo ocurra, no hay duda de que será un asunto muy feo.

- Pero ¿va a ocurrir? -Antes de que Jojo pudiera responder, Andy prosiguió-. Me decepcionas, Jojo. La mayoría de las mujeres se limitan a hablar. Hablan y hablan y hablan y nunca actúan. Como la pobre Becky con su trabajo. Lo siento, cielo -dijo en un aparte a Becky-. Sé que no puedes evitarlo, Jojo, pero esperaba algo más de ti. Dime que estoy equivocado, dime que pondrás la carne en el asador. Necesito algo en lo que creer.

- City acaba de despedir a su director -explicó Becky.

- De acuerdo. -Jojo tragó saliva-. Va a ocurrir, la única duda es cuándo. Pero cada vez que pienso en mí cuando tenía la edad de Sam… -Hizo una pasa y continuó con voz trémula-. Cuando pienso en Sophie y Sam sin su papá…

Las lágrimas le inundaron los ojos y sollozó en silencio mientras Becky y Andy se hacían muecas de disgusto. Se suponía que Jojo nunca lloraba.

Esa noche, en la cama, Jojo se enfrentó a la verdad. Estaba esperando el momento en que el dolor de no estar con Mark fuera superior al dolor de romper un matrimonio y dejar a los hijos sin padre. Y ese momento todavía no había llegado.

Amaba a Mark pero se mantenía algo distante. Le había dicho que le amaba únicamente en broma, y más de una vez él le había contestado:

- Te estás resistiendo, Jojo.

El caso era que no quería que sus sentimientos la abrumaran hasta el punto de hacer algo que fuera violentamente en contra de su código ético. Pero Andy tenía razón, ella y Mark estaban corriendo cada vez más riesgos, como si desearan ser descubiertos, como si desearan que otros tomaran la decisión por ellos.

¿Y cómo sería su vida juntos? ¿Dónde vivirían? ¿Tendría ella que vender su piso? Por descontado, y no le importaba. Pero tendría que apuntarse a un gimnasio, las escaleras la mantenían en forma. Más o menos. Tal vez tuvieran que comprar una casa en las afueras.

Eso no la asustaba. Estoy preparada, se dijo. Casi. Ella y Mark podrían ir juntos al trabajo, dormir juntos cada noche, despertarse juntos cada mañana, y se acabaría lo de vivir a escondidas.

Y no, no pensaba que su deseo por Mark desaparecería. La gente decía que las aventuras eran sexo desenfrenado y nunca superaban el paso de los encuentros esporádicos a la insulsa vida doméstica, pero cuando ella y Mark estaban solos eran jodidamente insulsos. Exceptuando el sexo, que todavía era apasionado, hacían cosas tranquilas. Ella le preparaba la cena, leían revistas, hacían crucigramas, hablaban del trabajo. Solamente faltaban las zapatillas.

- Mark, míranos -había exclamado ella el domingo anterior-. Parecemos un viejo matrimonio.

- Eso puede arreglarse.

- ¡No!

Suspiró en la oscuridad. Se disponía a causar sufrimiento a otras personas y a avergonzarse de sí misma y no le quedaba más remedio que aguantarlo. Era una suerte que se le diera bien hacer cosas que no quería hacer, pero que se le diera bien no quería decir que le gustara.

¿Quién te lo ha contado?
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