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Domingo, 15.05

Jojo levantó la vista del periódico del domingo y preguntó con repentina curiosidad:

- ¿Cassie no se pregunta nunca dónde estás?

Mark había aparecido poco después de las diez de la mañana. Se habían metido en la cama, habían salido a desayunar y habían vuelto a la cama, y ahora estaban recorriendo una pila de revistas y diarios. Él no parecía tener prisa por marcharse.

Mark bajó el Harpers de Jojo.

- No me limito a desaparecer. Siempre le digo algo.

- ¿Como qué?

- Que voy a trabajar, o a jugar al golf, o…

- ¿Y se lo cree?

- Si no se lo cree, no lo dice.

- A lo mejor también ella tiene algo por ahí.

- ¿Lo crees posible?

- ¿Te molestaría?

Tras una larga pausa, Mark contestó:

- Sería un alivio.

En realidad Jojo no podía imaginar a Cassie teniendo una tórrida aventura. Bueno, las aventuras no tenían por qué ser tórridas, al menos no siempre. Puede que Cassie también paseara por el canal e hiciera crucigramas con su hombre. La había visto una vez, Pero eso había sido mucho antes de interesarse por Mark, de modo que no le había prestado demasiada atención. Recordaba que tenía el aspecto de la maestra de primaria que era: sonriente y cariñosa, con el pelo escarchado. Tenía cuarenta y pocos pero Jojo solo lo sabía porque Mark se lo había contado.

Cassie y Mark llevaban quince años casados. Jojo conocía la historia. En aquella época Mark era amigo del hermano de Cassie -todavía lo era- y conoció a su futura esposa cuando todos compartían un piso.

Jojo ignoraba si todavía la quería. Podría preguntárselo, pero temía que le respondiera que sí y temía que le respondiera que no.

- Caray -dijo Jojo-, ahora lamento haber mencionado a Cassie. Me siento muy culpable.

- Pero…

- Cuéntame algo. Entretenme.

Mark suspiró.

- De acuerdo. Mírala. -Señaló a una jugadora de tenis que salía en la revista-. Recibe diez millones al año de publicidad. Piensa en la comisión. Nos hemos equivocado de negocio, Pelirroja.

- Podríamos intentar que alguna casa de refrescos patrocinara a los escritores. No, tienes razón, los libros no son lo bastante sexys. -Jojo se rió de la mirada gacha de Mark-. En ese caso, ¿qué te parecería la asignación de productos?

- ¿Qué?

- Ya sabes, elegimos algunos escritores de moda, les asignamos un producto y ellos tienen que hablar bien de él en su novela.

- Estoy seguro de que a la industria le encantaría.

- Es cierto que al principio provocaría un escándalo, pero el dinero manda.

- Ponme un ejemplo.

Jojo se llevó las manos a la nuca y contempló pensativamente el techo.

- Veamos… Ya lo tengo, Miranda England. Vende un cuarto de millón de libros de bolsillo y sus lectores son, en su mayoría, mujeres entre veinte y cuarenta.

- ¿Y qué producto le asignarías?

- Mmmm… -Jojo se mordió el labio-. Algo de cosmética, por supuesto. La protagonista podría utilizar una marca determinada cada vez que sale a la calle. Por ejemplo, Clinique. -Jojo era una chica Clinique y lo había sido desde los dieciséis años, cuando entró en Macy's y le hicieron la carta astral-. No es necesario machacar a las lectoras, pero puedes dejarlo patente. Es más sutil que un anuncio y el blanco es mucho más definido.

- Caray, eres buena. -Mark meneó la cabeza con admiración.

- Solo estoy bromeando -dijo Jojo, súbitamente nerviosa.

- Lo sé, pero me gusta. Continúa.

- De acuerdo. -Jojo se concentró-. Hombres y automóviles Eliges uno de esos libros para tíos y haces que el héroe conduzca un Ferrari. No, un Ferrari no, demasiado caro, la gente normal no podría permitírselo. Quizá un Merc o un Beemer. -Entonces su imaginación se disparó de verdad-. No, no, ya lo sé. Un Mazda. Un coche de precio intermedio que está intentando dar una imagen más sexy. Además de introducirlo en el libro, el escritor tendría que conducir ese coche durante un año. Y el antihéroe podría conducir una marca rival que se averiara en un momento crucial de la novela. Las posibilidades son ilimitadas. ¡Otra cosa! Podríamos titular los libros con el nombre del producto. No solo las publicaciones nuevas, sino títulos viejos que volveríamos a subastar. El hombre que susurraba a los caballos podría convertirse en El hombre de Coca-Cola que susurraba a los caballos. O El diario de Bridget Jones, cortesía de Clinique. Si lo hacen con los deportes, ¿por qué no con los libros?

Mark estaba haciendo eso de sonreír sin mirarla.

- ¿Y cómo convenceríamos a nuestros escritores de que obraran así? Son gente preciosista.

- Si la suma es la adecuada… -dijo Jojo maliciosamente.

- Eres brillante -concluyó Mark-. Brillante. Mañana a primera hora -bromeó- concretaré varias reuniones con fabricantes de coches y compañías de refrescos.

- ¡Oye, que la idea es mía!

- Lo siento. El mundo de los negocios es salvaje.

Jojo le miró pensativa.

- Sería espantoso, ¿no crees?

- Repugnante.

¿Quién te lo ha contado?
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