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Sábado, 11.12
Jojo acababa de recuperar el sueño cuando sonó el interfono. Flores. Desde que había iniciado esta cosa con Mark, nunca antes había recibido tantas flores, y empezaba a detestarlas. Representaban citas canceladas, depilaciones en vano, cestas de fresas que tendría que comerse sola hasta sufrir urticaria.
Embutida en su larga camiseta, aguardó en la puerta a que el florista subiera las escaleras. Vivía en una quinta planta de Maida Vale, en uno de los bloques de apartamentos de ladrillo rojo originariamente empleados por hombres casados para alojar a sus amantes. Cuando se mudó a él, no obstante, ignoraba que se convertiría en una de ellas. De haberlo pensado, se habría reído, no solo de la idea, sino de la palabra en sí.
Un enorme ramo de lirios avanzó por la escalera. Cuando alcanzó el rellano, se inclinó y resopló para tratar de recuperar el aliento. Entonces, por detrás asomó la cabeza de un joven.
- Otra vez tú -acusó a Jojo, y con un crujido de celofán se hizo la transacción-. Ah, espera, la tarjeta. -Se palpó el bolsillo y encontró el sobrecito-. Dice que lo siente, que te compensará.
- ¿Qué ha sido de la intimidad?
- ¿De qué intimidad me hablas? Tuve que escribirlo yo. Esta vez debió de hacértela gorda, porque se quedó con todos.
- Ya. Gracias. -Jojo entró en su casa.
- ¿Podríais dejar de pelearos? Estas escaleras me están matando.
Jojo cerró la puerta, soltó las flores en el fregadero y telefoneó a Becky.
- ¿Qué tal?
- Pensaba que estabas pasando el día con Mark. -Becky parecía preocupada.
- Cambio de planes. ¿Qué haces? -El tono de Jojo era alegre. No quería compasión.
- Dentista -respondió Becky-. Anoche se me cayó un empaste. Luego iré de compras con Shayna. ¿Quieres venir?
Jojo vaciló. Ella tenía pecho, cintura y caderas, la clase de cuerpo que había estado de moda por última vez en 1959. Comprar con la esbelta Shayna le creaba cierta ansiedad porque ella frecuentaba tiendas que parecían servir exclusivamente a treceañeras desnutridas.
- Lo sé. -Becky había captado su titubeo-. Nos hará ir a Morgan, pero ven de todos modos. Echaremos unas risas.
- Paso, cariño, pero te veré más tarde.