CLAUDEMIR VITOR
Sucedáneo de Cafú
«Vitor es una castaña.»
(Ramón Mendoza)
En el verano de 1993, el Real Madrid se embarcó en la búsqueda de un nuevo central —que acabó siendo Rafa Alkorta— y también de un lateral derecho. El jugador que más prometía en ese puesto era el joven Cafú, del São Paulo, una locomotora de apenas 23 años que subía y bajaba la banda como un futbolista de otra época.
Pese a su juventud, Cafú era pieza clave en aquel equipo entrenado por Telé Santana —seleccionador de Brasil en el Mundial 82— en el que también brillaban Raí, Muller, Palinha o Toninho Cerezo. El São Paulo tenía derecho a sentirse el mejor equipo del mundo en aquel momento. Había conquistado las dos últimas ediciones de la Copa Libertadores y también la Copa Intercontinental ante el FC Barcelona. Media Europa se interesaba por sus futbolistas y el Real Madrid, con buen criterio, puso sus ojos en Cafú. Después de tres años sin ganar la Liga, padeciendo la dictadura del Barça de Cruyff, apremiaba la necesidad de acertar con los fichajes.
Cuenta la leyenda que Ramón Mendoza tomó un avión a Brasil para cerrar el fichaje, pero no aterrizó en São Paulo, ciudad interior, sino en Río de Janeiro. Cafú jugaba a 350 kilómetros de la playa, pero el presidente prefirió llevar la negociación por teléfono desde allí.
Aunque Mendoza llegó a confirmar a la prensa española que el fichaje estaba hecho, el São Paulo se cerró en banda. Necesitaba a Cafú para defender el título en la siguiente edición de la Intercontinental, a finales de año. Ante la insistencia de Mendoza, el presidente brasileño, José Eduardo Mesquita, se salió por la tangente y propuso al Madrid una solución imaginativa, un plan B: aplazar la negociación hasta diciembre, garantizar al Madrid una opción preferente por Cafú y, entre tanto, durante cinco meses, cederle a otro futbolista capaz de desenvolverse en esa demarcación. Así fue como llegó a España Claudemir Vitor.
¿La Quinta del… qué?
Vitor, dos años más joven que Cafú, potente pero no muy alto, recaló en el Madrid pese a la desconfianza del nuevo entrenador, Benito Floro. «Puede decir lo que quiera; la doctrina del club la expresa el presidente», zanjó Mendoza. Según se publicó, el Real Madrid pagó al São Paulo unos 75 millones de pesetas por el préstamo.
Pese a su juventud, el nuevo lateral blanco había disputado ya dos partidos con la selección de Brasil. Algunos periodistas saludaron su llegada como si se tratara de un cruce entre Carl Lewis y el mismísimo Garrincha: «El fichaje de Claudemir Vitor promete. Un disciplinado apóstol de la secta de los Atletas de Dios[1] amenaza con dejar sin efecto la encarecida opción adquirida por el Real Madrid sobre Cafú. Vitor tiene a su favor una edad (veinte años), unas condiciones atléticas (corre los cien metros en once segundos) y técnicas (centra de rosca con ambas piernas con la precisión propia de todos los jugadores brasileños) que permiten creer en el acierto de esta contratación».[2]
Y todo esto, sin haber debutado ni tan siquiera haberse entrenado.
En su presentación, para sorpresa de los asistentes, Vitor no se ciñó al guion que suele presidir este tipo de actos. «No sé qué es eso de la Quinta del Buitre», reconoció cuando le preguntaron por los miembros más ilustres de su nuevo vestuario. «No sé qué papel representa el Madrid en la Liga española, ni cuántos títulos de Liga y Copas de Europa tiene. Sé que juegan Michel y Butragueño, nada más.»
Al hablar de sus virtudes como lateral, Vitor se tomó una licencia: «Subo la banda a ochenta por hora y la bajo a cien. Si estoy bien físicamente, me resulta muy fácil».
El físico no le ayudó. Una lesión muscular le impidió disputar casi toda la pretemporada, a excepción del trofeo Santiago Bernabéu, el mismo que tres años antes había servido para comenzar a enterrar a Spasic. El rival esta vez fue el Inter y, a diferencia del yugoslavo, Vitor dejó una buena impresión y arrancó aplausos del público al incorporarse al ataque. Aunque se retiró con molestias a media hora del final, su actuación aquella noche hizo presagiar una buena sociedad con Michel en la banda. «Se ha demostrado el acierto en los fichajes», se apresuró a sentenciar Mendoza tras el partido. No opinaría lo mismo unas semanas más tarde.
Sentenciado en dos partidos
Tras su esperanzador debut ante el Inter, Vitor solo vistió tres veces la camiseta del Real Madrid en partido oficial. Bastaron dos de ellas para sentenciarle. En sus dos primeros partidos del campeonato en el Bernabéu, el Madrid fue derrotado de forma vergonzosa por el Real Valladolid (1-3) y el Real Oviedo (0-1). Vitor, además de dar facilidades en defensa, fue incapaz de sumarse al ataque. Aunque los problemas del equipo no comenzaban ni terminaban en él, el público le retiró el afecto con la misma rapidez con que se lo había entregado. Y lo más importante: Floro le puso la cruz y nunca más volvió a alinearlo. Mendoza esta vez no puso objeciones, todo lo contrario. Semanas más tarde, en una charla con los estudiantes de un colegio mayor de Madrid, el presidente fue tan claro como coloquial, pensando que no había ningún periodista en la sala. Pero allí, acodado al fondo del auditorio, estaba Iván Castelló, joven redactor de la agencia EFE. Unos minutos más tarde, toda España conocía la opinión del presidente del Real Madrid sobre su último fichaje: «Vitor vino a préstamo con veinte años a una ciudad extraña para él y se irá en diciembre. Ha sido una castaña».
A Vitor, como es lógico, la metáfora no le hizo gracia: «Si me dejan, hoy mismo me vuelvo corriendo a Brasil». El Madrid no habría tenido gran problema en abrirle la puerta, pero el contrato con el São Paulo le obligaba a pagar una penalización en caso de concluir la cesión antes de tiempo. Aunque casi dos décadas después considera que la experiencia resultó «muy positiva»,[3] Vitor tuvo que pasar en Madrid dos meses más, trabajando con un entrenador que ya no le dirigía la palabra y recibiendo su nómina con retraso. En diciembre pudo al fin hacer las maletas: «Me marcho del Real Madrid triste, pero al menos he cobrado todo el dinero».[4]
Vitor regresó a Brasil y el Madrid, que había invertido 500 millones de pesetas en Peter Dubovski poco antes del cierre del mercado, se olvidó de Cafú para siempre. Mendoza resumió el episodio con una de sus célebres frases: «Pedí un café y me trajeron un cortado».
A Vitor, por cierto, no le fue nada mal tras su breve aventura madrileña. Sin acercarse ni de lejos al nivel de Cafú, jugó hasta los treinta y siete años y ganó la Copa Libertadores con otros dos equipos: Cruzeiro y Vasco da Gama. Con este se enfrentó al Real Madrid en la Copa Intercontinental de 1998, la del célebre aguanís de Raúl. De hecho, Vitor es el primero de los defensores a los que el delantero madridista hipnotizó con su maniobra. No es para fustigarse: Cafú, probablemente, también hubiese caído.