Sr. Dr. Rafael Montoro
Mi ilustre amigo:
Al dedicarle a usted Las impuras, cumplo gustoso el deber que me he impuesto de unir el nombre de cada uno de los grandes hombres de ayer, que aún viven en nuestra patria, al de los libros que vaya publicando sucesivamente, si mi vida y la de ellos se prolongan lo suficiente para completar este empeño.
En la casi total carencia de hombres de hoy, es justo que el espíritu vuelva de esta manera los angustiados ojos a las nobles reliquias que nos quedan de otros tiempos y otros ideales.
Ningún timbre de honor más preciado para esta nueva producción mía, que el asociarse, siquiera sea indirectamente, al de usted, que simboliza, hasta hoy, la más alta y más legítima gloria de la tribuna cubana.
Acójalo benévolamente.
MIGUEL DE CARRIÓN