30
—Lo que voy a decirle será difícil de tragar —me dijo el doctor Cabral.
Yo le pedí, antes que nada, que tuviera la bondad de sacarme de al lado a Karl Uris Orejea, que me estaba quitando casi totalidad de las escasas libertades de movimiento que me quedaban, postrado como me encontraba.
—El hecho es este, cortito y al pie —dijo Cabral luego de complacerme—: usted no podrá volver a caminar, amigo.
—¿Y qué hay del sexo? —le pregunté—. ¿Podré volver a ejercerlo?
—Eso sí —contestó él—, pero suponiendo que encuentre alguna candidata, cosa que honestamente dudo mucho.
En ese momento mis sospechas de que él quería tener una historia con Lucy recrudecieron. Quizá no debí hacerlo, pero le pregunté por ella.
—Lucy está en Portofino —se limitó a responder él.
—Quiero ir a mi casa —dije—. ¿Puede llevarme?
—Debería usted convalecer aquí —contestó.
La palabra «convalecer» me recordó a Ceci, que la había empleado pocas horas antes. No era un verbo muy común, y eso me hizo desplazar mis sospechas hacia un affaire amoroso entre Cabral y Ceci. Mi único consuelo fue pensar que, en tanto Cabral hubiera dicho «convalecer» (para que luego Ceci lo repitiera), eso significaba que habían estado hablando de mí.
—Si tendré que estar quieto, prefiero hacerlo en casa —dije.
—No podrá. Está acusado de homicidio.
—Pero soy inocente.
—No sé —dijo Cabral—. ¡Eurídice Pérez fue tan convincente al acusarlo!
—¿Cuántas cofias tenía puestas cuando la vio? —le pregunté.
—No lo recuerdo… escuche: hay una forma en que usted podría… ganar su inocencia.
—¿Ganarla? Pero si ya la tengo, doctor.
—Eso es materia de controversia —Cabral sacó un folleto de su bolsillo—. Pero vea esto.
El folleto hablaba de un festival de coros.
—¿Qué tiene esto que ver? No comprendo.
El coro de Santa Barbarroja tiene vacante el puesto de director —dijo Cabral—. Creo que usted debe presentarse. Eso lo redimirá ante los ojos de la comunidad.
—¿Lo cree, de verdad? Jamás dirigí un coro. Ni siquiera canté jamás en uno.
—Lo mismo dijo usted en ocasión de aquel concierto al que lo llevé, ¿recuerda? Y sin embargo después se desempeñó perfectamente.
—Está bien, doctor. Lo intentaré —dije, y me sentí bañado por la luz de una esperanza.