Los Cebolletas se echan a hombros a su capitán y lo llevan en volandas por todo el campo, cantando «¡Es nuestro! ¡Es nuestro! ¡El mejor es nuestro!».
Gaston Champignon observa la escena feliz, atusándose el bigote por el lado derecho, y luego se acerca a Totti, porque quiere decirle algo.
Francesco lo escucha y luego va junto a Tino, que está volviendo de los vestuarios, donde acaba de hacer una entrevista a los finalistas que saldrá en el próximo número de su MatuTino.
El pequeño periodista ve al capitán del Roma acercársele y el corazón le empieza a latir más fuerte. Tiene miedo de que se haya enterado de la historia de su artículo… Se le ocurre incluso hacerse el despistado, pero ya es demasiado tarde.
—Hola, Tino —lo saluda Totti—. El señor Champignon me ha contado que has escrito un artículo muy bueno sobre mí, pero que has mantenido tu promesa y no se lo has dejado leer a nadie.
—Pues… sí —responde Tino algo confuso—. Lo había jurado con la mano sobre el corazón.
—Bravo. No lo olvides nunca: basta con que traiciones una sola vez una promesa para que tu palabra no valga nada —prosigue el capitán del Roma—. Otra cosa: he cambiado de idea. Me gustaría que mis hinchas se enteraran de que he renunciado a una gran propuesta del Real Madrid para quedarme con ellos, porque siempre me han apoyado y tengo la intención de premiárselo con la Liga de Campeones. Quería contárselo a un periodista, pero el señor Champignon me ha contado que tu sueño es firmar un artículo en un periódico de verdad. Bueno, si quieres puedes hacerme alguna pregunta más y luego presentar mi entrevista a un periódico. Te dejo mi número de teléfono, para que me llamen si no te creen.
Tino se da un pellizco, porque está seguro de que está soñando y sabe que pronto se despertará en su cama. Pero, como no se despierta en su cama, coge bolígrafo y bloc y se pone a hacerle preguntas a Totti. Los Cebolletas siguen en el vestuario.
Una velada festiva por las encantadoras callejuelas del Trastevere, un barrio atestado de turistas, música, tenderetes y terracitas de cafés en la calle, es el remate a las vacaciones romanas de los Cebolletas.
Mientras suben a bordo del Cebojet, Dani pregunta:
—¿Os acordáis de cuando España ganó el Mundial, en 2010? La selección nacional aterrizó en Madrid y se encontró con las calles llenas de gente que lo celebraba. Los jugadores iban en autobús y todos cantaban: «¡Oé, oé, oé, oééé!».
—¡Una fiesta inolvidable! —exclama Fidu—. A mí me parece que en el fondo, como hemos ganado dos trofeos, podemos ir cantando en nuestro autobús por las calles de Roma.
—¡Exacto! —aprueba Dani, que se lanza enseguida—: Oé, oé, oé, oééé. —Y se corrige inmediatamente—: ¡Ceboééé, oé, oé, oééé!
Los pasajeros del Cebojet se suman pronto al coro, y por las ventanillas abiertas suena un alegre y poderoso cántico: «¡Ceboééé, oé, oé, oééé!».
Los transeúntes se vuelven hacia el autobús, lo observan divertidos y agitan los brazos para saludarlos, como si estuviera desfilando la selección nacional de su país.
Al bajar del autobús, Nico consigue leer sus últimos apuntes:
—Trastevere significa «del otro lado del Tevere», es decir, del Tíber. Es un barrio popular que adoraba el gran Trilussa, un poeta que escribía en dialecto romano rimas divertidas y a veces melancólicas.
—Pues justamente ese es el nombre del restaurante en el que trabaja mi amigo Carletto… —explica Gaston Champignon—. ¡Seguro que nos dará la mejor carrillada de Roma!
—¡Pero si nos hemos portado la mar de bien! ¿Por qué nos iba a pegar una bofetada? —exclama Fidu, sorprendido.
—¡La carrillada no es solo una bofetada, pedazo de bruto! —lo corrige Nico—. Es una pieza especial del cerdo: la parte inferior del morro.
—Exacto —confirma el cocinero-entrenador—. Para las salsas amatriciana y carbonara hay que usar carrillada, ¡y no panceta! Si no Carletto se enfada…
—¿Qué diferencia hay entre los dos platos? —pregunta Fidu, que ya tiene la boca hecha agua.
—En la salsa carbonara, la pasta se sofríe en la sartén donde se ha dorado la carrillada, sin dejar que se seque, y luego se une al batido de huevo y queso pecorino —explica Champignon—. En cambio, en la pasta a la amatriciana, la carrillada dorada se incorpora a la salsa de tomate, realzada con guindilla y pimienta negra. Luego se ralla una buena porción de pecorino romano sobre el plato de pasta.
—¿Y las flores? —pregunta Lucía.
—Esta noche las dejaremos en un jarrón encima de la mesa… —responde Champignon abrazando a su Sofía.
Los Cebolletas se echan a reír.
Al final de la cena, todos están de acuerdo: ¡Carletto de Trilussa es un verdadero poeta de los fogones!
Las maravillosas vacaciones romanas no podían acabar de mejor manera: con platos deliciosos y una mesa alegre, decorada por la Bota de Plata y el Trofeo al Mejor Jugador.
Al volver hacia el Cebojet por las pintorescas callejuelas de Trastevere, Tomi pregunta a Eva:
—¿Sabes por qué he tirado el penalti de vaselina?
—¿Por qué? —pregunta la bailarina.
—Porque es el tiro más lento que conozco —responde el capitán—. Así el torneo acababa un poco más tarde y tú no te ibas tan pronto…
Eva sonríe. Piensa que durante dos años Tomi le dirá cosas tan galantes solamente por teléfono y China le parece todavía más lejana que la espléndida luna romana.