17
CO Majestuoso al Comando de Coruscant
La nave de la Unión Techno está a la deriva.
La evaluación de daños está incompleta, pero ya no es capaz de devolver el fuego. El Venganza está a la espera de enviar un equipo de abordaje. Continuaremos proporcionando apoyo de artillería de turboláser al Escuadrón Omega.
—¿Quién activó los sistemas de emergencia? ¿Qué di’kut pulso el botón? ¡Dime!— Ghez Hokan se encontró a sí mismo gritando. Había abandonado la dignidad. —¡Abran esta di’kutla mampara!
La voz del capitán Hurati era tensa. Los dos estaban en el lado equivocado de la primera mampara de seguridad, en un corredor insignificante que conducía a la entrada con las puertas principales completamente cerradas. Era un edificio muy seguro: y como Uthan había dicho, fue diseñado para detener cualquier cosa que quisiera salir si las cosas salían mal. Esto estaba yendo muy bien.
—Hemos sido infiltrados, Señor.
—Me doy cuenta por mí mismo, di’kut. —Fue interrumpido por la explosión de una granada contra la pared frontal—. ¿Cómo en el nombre de…?
—No lo sé todavía, señor, pero los mamparos se activaron debido a que las puertas de la cámara de contención no se registran como cerradas en el sistema, y por esto se activaron los sistemas de emergencia.
—Está abierta, en otras palabras.
—Sí.
Hokan volteo hacia el droide más cercano.
—¿Hay alguna señal de alguien en la superficie en la entrada?
Una pausa.
—Negativo.
¡Oh!, cuánto anhelaba comunicaciones decentes de nuevo. Podía adivinar a partir de la fuerza y dirección de algunas de las explosiones que el área estaba sometida a fuego de cañón láser, lo que significaba que el buque de asalto de la República había, finalmente mostrado su mano. Incluso podría significar el desembarco de más tropas.
Pero ésa no era su preocupación inmediata. La mala noticia era que alguien ya había logrado entrar, y no a través de la puerta principal. No podrían haber llegado a través de los desagües. No debería estar allí. Pero estaban disparando y los droides reportaban bajas.
Había Comandos de la República dentro de las instalaciones.
Hokan nunca se había sentido infalible, pero por lo menos había imaginado que era excepcionalmente competente. Había asegurado el edificio y aun así ellos habían encontrado una manera de entrar Su primer pensamiento fue que Uthan quería un sujeto vivo y que incluso estaba dispuesta a atraerlo a una trampa, pero eso era absurdo: no tenía los medios o la oportunidad de brincarse las medidas de seguridad.
El nanovirus estaba fuera del alcance de Hokan que estaba detrás de mamparas que no cederían. Los Droides disparaban pacientemente sus armas sobre las placas de aleación. Pero, como en su primera prueba, no estaban haciendo ninguna mella excepto en calentar el pasillo cerrado a temperaturas tropicales.
—¿Sabemos si todos los mamparos están abajo?, —le preguntó al droide. Su enlace con el resto de sus compañeros hizo que de repente fuera mucho más útil que Hurati—. ¿Todos ellos?— Hokan estaba tratando de averiguar si tenía alguna forma de llegar a Uthan o al nanovirus. El tablero de control en la oficina fuera del pasillo principal mostraba luces rojas por todas partes, pero no sabía que creer.
—Todos los mamparos activados. Droides atrapados en las secciones cuatro, cinco, siete y doce.
Se sentía como si estuviera en medio de una pelea y se encontrara a si mismo siendo arrastrado por su oponente. El enemigo no podía llegar hasta él, pero ahora él tampoco podía llegar a ellos. Y si las puertas de la cámara bio-peligrosa estaban abiertas, tanto el nanovirus como Uthan estaban del lado donde estaban los comandos. Si se las habían arreglado para entrar, es probable que pudiera salir de la misma manera.
La pared frontal se estremeció.
Incluso si algún droide hubiera sobrevivido al asalto de la villa, ¿cómo le ayudarían estos refuerzos ahora?
Hokan volteo con Hurati.
—¿Puedes entrar al sistema y reemplazar los controles de seguridad?
—Voy a hacer lo mejor posible, Señor, —la cara de Hurati indicaba que lo dudaba, pero moriría en el intento. Se retiró a la oficina con Hokan y hurgaron en los armarios y los cajones buscando las instrucciones de operación, por herramientas y por cualquier otra cosa que pudiera utilizarse para liberar los mamparos. En un gabinete Hokan encontró una palanca. Sin embargo, sus bordes eran demasiado gruesos para conseguir abrir alguna finísima brecha entre las dos secciones de la puerta o el borde inferior de la mampara. Lo arrojó al suelo por la frustración resonando sobre las baldosas.
Las puertas necesitaban un golpe de cierta magnitud. Y él no tenía la artillería para hacerlo.
Hurati retiró la cubierta del panel de alarma y comenzó a meter la punta de su cuchillo de forma experimental en el laberinto de circuitos e interruptores. Hokan sacó el sable de luz y dio un golpe a una mampara, más por la frustración que por esperar tener algún resultado exitoso.
Vzzzmmm.
El aire adquirió un olor extraño a ozono, casi con una intensidad irritante. Se quedó viendo la superficie anteriormente lisa del mamparo. Había una depresión bien definida.
Hizo otra pasada con la hoja laser, esta vez de forma más lenta y controlada. Acercó la cara cerca del borde metálico y observó a través de la superficie plana con un ojo cerrado. Sí, definitivamente la aleación estaba deformada.
Pero a este ritmo le tomaría horas para cortar a través de la mampara. Sospechaba que el tiempo era un lujo que no podía permitirse.
* * *
Algo hizo un ruido sordo dentro del muro del pasillo.
Darman ni siquiera escuchó el disparo de la pistola verpine. El proyectil verpine nunca estuvo en peligro de golpear a alguien, pero sabían que efectos podrían tener.
—Wow, eso hizo mella —dijo Atin—. No creo que la buena doctora vaya a venir tranquila.
—Niner, ¿estás al tanto de esto? —Dijo Darman—. La encontré. Así de simple.
Hubo un leve sonido de movimiento en su auricular. Había apagado la señal de vídeo. Niner sonaba casi relajado.
—Ese es el primer trozo de suerte que hemos tenido.
—Sí, pero tiene una verpine con ella.
—Son armas frágiles y no rebotan. Dale un susto.
—Tengo unos cuantos sustos listos.
—Si necesitas una mano, vamos a tener problemas para entrar. Creo que todas las puertas de emergencia se han cerrado.
—¿Todo tranquilo allá fuera?
—Aparte del Majestuoso acertando en demasiados objetivos para nuestra comodidad, sí. No queremos tomar todo el edificio con ustedes todavía en el interior.
—¿Pueden regresar por el otro ariete y tratar de forzar las puertas delanteras?
—¿Nos necesitan para eso?
—Vamos a tratar de sacar a Uthan a través del sistema de alcantarillado. Si no podemos, ese es el plan D.
—Anímate, todavía tienes desde la E hasta la Z para los planes —dijo la voz de Fi.
—Un día, Fi, voy a darte una buena bofetada. —Dijo Darman.
Atin levantó la mano para pedir silencio. Darman escuchó el silbido tenue de una conversación en susurros, y luego cerraron una puerta con llave. Por lo tanto, no era una puerta de seguridad automática. Uthan tenía compañía.
—Ella realmente no me conoce, ¿verdad? —Dijo Darman, y desprendió unos pocos centímetros de la cinta térmica. Echó un vistazo en la esquina con la sonda, reacios a probar su armadura en contra de una verpine—. Va a ser necesario más de una cerradura para no dejarme entrar, cariño.
Agarró la pared. Estaba casi en la puerta cuando se abrió y se encontró cara a cara con dos trandoshanos que parecían bastante sorprendidos al verlo. Tal vez fue la armadura. Parecía tener ese efecto.
No había ningún lugar para correr.
Había momentos en los que podías empujar con tu rifle y momentos en los que no podías, y los Deeces no eran muy buenos a quemarropa a menos que los utilizaras como garrote. Darman dirigió un golpe instintivo antes de pensar acerca de lo que iba a hacer con los explosivos que tenía en la mano. Incluso con un guante armado, era como golpear con un bloque de piedra en la cara. El trandoshano retrocedió dos pasos. Después su compañero se abalanzo sobre Darman con una navaja. Durante uno o dos segundos el tiempo se detuvo por el desconcierto, cuando el Tranie miró su cuchillo y luego la armadura de Darman.
—Atin, ¿quieres darme una mano por aquí? —Dijo en voz baja Darman, dando un paso hacia atrás al extenderse la vibrocuchilla.
—¿Qué, oh?
—Sí. Oh.
Lo bueno de una vibrocuchilla fija era que nadie podía quitártela de la mano, a menos que el brazo viniera con ella. El Tranie parecía tener esto en cuenta tirando una estocada enorme, la hoja de su arma resbaló en placa de la armadura del brazo de Darman.
Darman corrió hacia el Tranie que tenía más cerca chocando contra él, lanzándolo contra la pared, clavándolo allí mientras trataba de enterrarle la vibrocuchilla. Trató de cortarle la garganta para desangrarlo rápidamente, pero el Tranie tenía la muñeca fuertemente cerrada. Le estaba tomando a Darman emplear todas sus fuerzas para impedir que la hoja del enemigo llegue a su propia garganta. Parecían estar en un punto muerto.
El traje era a prueba de cuchilladas o ¿no? No podía ver a Atin. Tenía que concentrarse en su propia situación, y no llegaría rápidamente a alguna parte con el Tranie. Ya era hora de una de esas tácticas de pelea de bar, que Skirata se aseguró de que todos ellos aprendieran. Darman raspó su bota a lo largo de la espinilla del Tranie, bajándola con fuerza. Esto le dio la décima de segundo de libertad que necesitaba, empujando la vibrocuchilla hasta su empuñadura, una y otra vez, sin saber en qué sitio lo estaba haciendo, pero se dio cuenta de que el Tranie chillaba y que los gritos se hacían poco a poco más débiles.
Skirata estaba en lo cierto. Apuñalar era una forma lenta de matar a alguien. Apretó su antebrazo contra el cuello del Tranie manteniéndolo atrapado, mientras se deslizaba por la pared. Darman le siguió todo el camino y finalmente, se arrodilló sobre su pecho para asegurarse de que no movería mientras movía la hoja hacia arriba en la mandíbula atravesando la tráquea.
Esperó a que dejará de moverse, y luego se puso en pie para ver parado a Atin todavía maldiciendo junto al otro trandoshano. Había mucha sangre, y no parecía ser de Atin.
—Yo podría haberlo hecho sin interrupción alguna —dijo Darman.
—Destruye tu concentración —dijo Atin—. ¿Dónde nos quedamos?
—En cómo utilizar mi llave maestra. —Darman recuperó la cinta térmica del suelo, la limpió con la manga, y la puso con su detonador en la cerradura. Se movieron rápidamente hacia un lado de la puerta, y Atin señaló la serie de armas trandoshanas que no estaba dispuesto a abandonar.
—Atin, es capturar con vida, ¿recuerdas?
—Ella tiene compañía.
—Entonces asegúrate de que necesitas utilizarlas. Si hubieran querido que ella fuera desintegrada nos lo habrían dicho " Darman sacó la granada de aturdimiento y el mini PEM: Ella también podría tener droides allí. Malabareando ambas esferas en una mano. "Está bien, voy a volar la cerradura y entraremos por ellos. Caerán en cinco segundos. Yo tomo a Uthan y tú disparas a todo lo que siga moviéndose.
—De acuerdo.
—Cúbrete.
Whump. La puerta explotó en esquirlas de madera de kuvara y Darman entró por sorpresa. Junto con una cegadora luz blanca similar a trescientas mil lámparas y 160 decibeles de ruido inundando la habitación por dos segundos, y Darman estaba dentro antes de que él se diera cuenta, clavando a Uthan cuan larga era en el suelo con Atin vaciando las armas a través de la amplia habitación.
El polvo y el humo se disiparon. Darman había esposado a Uthan. En realidad no recordaba haberlo hecho, pero esto era obra de la adrenalina. Por alguna razón él había esperado una pelea, pero ella simplemente estaba haciendo un gemido incoherente. Se había acostumbrado a la resistencia de Etain. Uthan era un ser humano normal, sin entrenamiento, fuera de forma, y —aparte de su intelecto—, nada tenía de especial.
Darman recogió la verpine y apuntó a una pared. Atascándose el proyectil con un chirrido débil. Niner estaba en lo cierto. Los verpines no rebotaban, o tal vez el mini PEM había frito temporalmente sus componentes electrónicos.
—Aquí Darman. Tenemos a Uthan, repito, tenemos a Uthan.
Fi grito lastimando sus oídos. Niner interrumpió: —¿Hemos terminado aquí?
—Vamos a verificar si nos falta algo. ¿Atin? —Miró sobre su hombro. Atin sostenía su arma entre sus brazos, con la mirada fija sobre cuatro cuerpos en el suelo. Todo había sido un poco desastroso, como diría Fi.
Tres de los muertos eran trandoshanos, y el cuarto era el de una joven mujer pelirroja que ya no sería bonita nunca más o incluso reconocible. Darman se preguntó si la niña era hija de Uthan. Luego tuvo otro pensamiento.
—¿Cuántos empleados tiene usted aquí, Señora? —Sacándose el casco estando cara a cara con ella—. ¿Cuántos?
Uthan parecía estar recuperando la compostura.
—Ustedes asesinaron a mi asistente.
—Tenía un arma —dijo Atin, casi para sí mismo.
Darman la sacudió.
—Señora, voy a detonar una gran cantidad de artefactos explosivos muy pronto en este edificio, con su personal, si usted tiene alguien, habrá muerto de todos modos.
Ella lo miraba a la cara, pareciendo estar totalmente absorta en él.
—¿Eres realmente un clon?
—Me gustaría decir que soy el único, pero usted sabe que no lo soy.
—Increíble —dijo.
—¿Su Equipo?
—Cuatro más. Son sólo científicos. Son civiles.
Darman abrió la boca y la voz de Kal Skirata surgió espontáneamente de nuevo.
—No todos los soldados llevan uniformes, Señora. Ya es hora de que los científicos asuman su responsabilidad sobre el rol de sus esfuerzos en esta guerra.
Sí, esto es personal. La guerra no era mucho más personal que un virus dirigido específicamente a ti y tus hermanos.
—Sarge, Darman aquí, el equipo de Uthan está en algún lugar del edificio. ¿Qué quieres hacer? ¿Los recuperamos también?
—Voy a consultar con el Majestuoso. Espera un poco. —El enlace de comunicación de Niner se cortó por unos momentos y luego crepitó a la vida de nuevo—. No, no es necesario. Asegúrenla y hazme saber si vas a detonar.
—Ellos sólo estaban cumpliendo órdenes —dijo Uthan.
—Yo también —dijo Darman, atándola, amordazándola y encapuchándola con trozos de su paracaídas rescatado. Se volvió a colocar el casco y la lanzó sobre su hombro. Iba a ser un trabajo difícil sacarla a través de los túneles. Atin lo siguió.
Se deslizaron hacia abajo por el desagüe. Darman tenía la esperanza de que pudieran encontrar su camino de regreso a la superficie sin la guía de Jinart.
* * *
Hokan podía sentir el sudor picando sus ojos. Retiró el sable de luz y examino la importante abolladura en la mampara.
No era lo suficientemente profunda y él lo sabía. Esto era actividad para desviar la atención. Fue una gran ayuda para Hurati, que descargará su frustración sobre las placas de aleación de la mampara y todo lo que parecía haber logrado era crear un ambiente viciado aún más caliente y sofocante.
Entonces oyó un silbido de aire, y se preguntó si era la violación de sello: pero no lo era.
Fue Hurati.
Hokan corrió los pocos pasos que había hacia la oficina. Temía que el joven Capitán se hubiera electrocutado, y aunque no quisiera admitirlo, en realidad le importaba lo que pudiera sucederle. Pero Hurati estaba intacto. Estaba recargado sobre el escritorio, con las dos manos apoyadas en la superficie, la cabeza gacha y los hombros temblando. Luego alzó la vista, y su rostro sudoroso tenía una gran sonrisa. Una gota de sudor le corría por la nariz y le colgó allí por un momento antes de que se la quitara con su dedo.
—Compruebe el tablero de estado, Señor.
Hokan se dio la vuelta y miró la pantalla. El patrón de cambiantes luces se había convertido en un patrón de colores rojo y verde.
—Los mamparos dos, seis y nueve, Señor —dijo—. Ahora puedo limpiar el resto. Tengo que probar cada secuencia. Son muchas permutaciones. —Él negó con la cabeza y volvió a pinchar con cuidado un pedazo de placa de circuito con la punta de su cuchillo—. Sin embargo van a estar atascadas y abiertas.
—Mejor que cerradas y atascadas.
Como Hokan había visto, las luces cambiaron de rojo a verde, una por una, y una ráfaga de aire fresco y frío de la noche golpeó su cara.
Las puertas delanteras habían sido abiertas.
Hokan esperaba un misil o una bomba para perforarlos, pero todo lo que entró fue el silencioso y refrescante aire de la noche con aroma de batalla.
—Hurati —dijo Hokan—. Ahora mismo, yo no podría amarte más como a mi propio hijo. Algún día recuérdame lo que te he dicho. —Sacó su blaster y corrió por el pasillo, pasando droides, tropezando con placas de metal destrozadas y con el cuerpo de un umbarano, entrando en la habitación donde había dejado a Uthan con sus guardias trandoshanos.
Él estaba esperando ver el cuerpo sin vida de ella junto con los otros. En cierto modo él había esperado esto, porque significaba que la República no robaría a su experta. Pero ella se había ido. Cogió la pistola verpine y verificó si estaba cargada: se escuchó un débil zumbido y después la cerró. De cualquier manera Uthan no podría haberles disparado o arrojado una granada PEM.
Hokan se abrió camino por el pasillo hasta la cámara de riesgo biológico, haciendo una pausa en el camino para verificar el interior del área de preparaciones y almacenamiento, receloso de las trampas explosivas. Al abrir una puerta, oyó un gemido en la oscuridad. Encendiendo la luz.
Los otros cuatro miembros del equipo de investigación de Uthan, tres hombres jóvenes y una mujer mayor se acurrucaban en un rincón. Uno de los hombres llevaba un blaster, pero su mirada estaba fija al suelo. Todos parpadearon congelados hacia Hokan.
—Quédense aquí —dijo—. Ustedes pueden ser todo lo que queda del programa del virus. No se muevan. —Parecía poco probable que lo harían.
Cuando Hokan llegó a la cámara central, el único signo de que algo malo había ocurrido era el que el registro oculto del drenaje en el centro de la cámara era ahora un enorme hueco carbonizado.
Miró las paredes, estantes y armarios de su alrededor. Un error. Había cometido un terrible y descuidado error. No se había tomado el tiempo para ver cómo eran los frascos que contenían al virus, o cuántos había. Podía ver los estantes vacíos a través de las puertas transparentes, jalo de las asas, pero seguían estando cerradas.
Corrió por el pasillo y cogió uno de los hombres jóvenes del equipo de Uthan.
—¿Sabes cómo se ve el nanovirus?
El muchacho parpadeó.
—Tiene una estructura basada en….
—Idiota. —Entrecerrando Hokan ferozmente sus ojos, indicándole entiende—. ¿Cuál es el contenedor? ¿Cuántos hay? Vamos. Piensa.
Tirando del científico quien se puso de pie arrastrándolo por el pasillo hasta la cámara de riesgo biológico.
—Muéstrame.
El muchacho señaló un gabinete justo al frente.
—Catorce viales de aleación allí, dentro de su propio contenedor sellado al vacío.
—Ábrelo y verifícalo.
—No puedo. Uthan tiene todos los códigos y claves de seguridad.
—¿Es concebible que el enemigo pudiera abrirlo y simplemente cerrarlo de nuevo?
—Normalmente yo diría que eso es imposible, pero también recuerdo que decían que era imposible que alguien irrumpiera dentro de este edificio.
El agujero donde estaba el registro del drenaje ahora era una franja irregular de suelo de baldosas quemada, rotas y con el marco de metal retorcido. Hokan bajó la mirada en el vacío y vio los escombros.
Por un momento se preguntó si en realidad estaba tratando con seres humanos y no con una desconocida y bizarra forma de vida. Él sabía dónde habían ido. Ahora tenía que perseguirlos y detenerlos para que no sacaran a Uthan del planeta, con lo que quedaba del proyecto nanovirus.
Si esto era lo que un puñado de soldados clon podría lograr, estaba casi espantado en pensar lo que podrían hacer millones.